martes, 29 de diciembre de 2009

CUESTIÓN DE FE.


Queridas amistades:
Les envió mis saludos y mis mejores deseos.
Año nuevo y mucha gente habla de cambios y propósitos nuevos para el futuro, sin embargo, la concreción de ello, en muchos casos, no pasa de ser un saludo a la bandera, pero para otros, es cuestión de fe (volveré sobre ello luego).



Recuerdo que cuando estaba saliendo de la universidad, llegue a la conclusión de que, de alguna u otra manera, todos tenemos nuestros propios dioses (o diosas).
Claro está que en esas épocas, esto lo veía como algo “malo”, negativo, pues mi ateísmo recién asumido me lo exigía (confieso que desde que tengo uso de razón, he variado mí postura en un par de ocasiones, de ateo en el colegio a agnóstico en la universidad y de ahí nuevamente a ateo hasta el presente).
Me explicare, mi alejamiento del ateísmo (y de las radicalidades en general) fue una respuesta a la movida terrorista que encontré en la universidad (tuve compañeros senderistas y emerretistas en mi escuela (historia) e, incluso, en mi promoción (algunos, actualmente, están muertos y otros en prisión).
Pero al entrar al activismo gay (yo se que para algunos eso es pecado, pero si se informaran mejor, no todas y todos somos pecadores), tuve que ordenar mis planteamientos en pos de una solución “dialéctica” (les juro que no puedo evitar reírme cada vez que uso ese término), una solución “dialéctica” a la sociedad injusta e inequitativa en la que vivimos (con su clasismo, racismo, machismo y heterosexismo).
Como activista gay, la iglesia (y, por extensión, la religión) se volvieron el enemigo. Su discursos clasista, patriarcal y homofóbico me llegó a enfermar, al extremo que toda noción de de sacralidad me resultaba “ofensiva”.
La clave de ello me la dieron unas viejas cucufatas que salieron en televisión, ofendidísimas porque algunos chamanes osaron bendecirlas. La relación es lógica, si uno no pides bendiciones y a uno no le piden permiso para dárselas, es poco respetuoso que nos las echen por más buena fe que tengan.
Aún hoy sigo pensando lo mismo (que hay una falta de respeto implícita en las acciones “evangelizadoras”, cuando estas no se hacen con permiso de la o él receptor), pero ahora soy más tolerante con la buenas intenciones ajenas (al extremo de que prefiero mil veces, aunque no es lo ideal, a una persona que considera que la homosexualidad es una enfermedad, pero que me trata como a un igual, es decir, con el respeto debido a toda persona, antes que a una fulana o un fulano que repita, vehementemente, que la homosexualidad es una opción válida y cada vez que abre la boca o hace algo, destila toda la homofobia que alberga en sí).
Con el tiempo, aprendí a ejercitar mi tolerancia (porque es algo que si no se ejercita, se oxida) y ello fue el resultado de acumular experiencias e información que me abrían nuevas perspectivas. Una de ellas fue la de reconocer que yo también tenía mis dioses.
Ojo, no estoy hablando de religión, sino de espiritualidad. Todos los seres humanos tenemos una intrínseca dimensión espiritual, la cual se traduce en creencias e ideas en las que confiamos como ciertas, como verdaderas. Son nuestras certezas, nuestras verdades, aquellas que dan sentido a nuestra vida y dan sentido a la forma en que vemos y comprendemos nuestro entorno.
Ellas no son científicas, no, necesariamente, son racionales o lógicas, son, más bien, sensibles o emocionales. Estamos hablando, entonces, de “FE” (No en vano reza el dicho popular que "la fe mueve montañas").



Ejemplos hay varios, las y los viajantes no se montarían sobre barcos, aviones o autobuses, sin tener fe en que sus naves les permitan llegar salvos a sus destinos; las personas no se embarcarían en negocios, sin tener fe en salir adelante con ellos; ninguna o ninguno de nosotros se ha involucrado emocionalmente con otras personas, sin tener fe que esas relaciones afectivas devengan en vínculos familiares; etc.
Pero la fe no se limita a cuestiones domesticas y mundanas, las utopías políticas y sociales son la mayor demostración de esa fe no religiosa. Así, John Locke, considerado el padre del “liberalismo político”, “creía” que la democracia, la libertad y la búsqueda de la felicidad, eran facultades inherentes a la naturaleza y no a la cultura de los seres humanos y “tenía fe” en que la sola voluntad de las personas, bastaba para velar por la consecución y el mantenimiento de dichos ideales. Por su parte, Carlos Marx, considerado el padre del “socialismo científico” y del “materialismo histórico”, “creía” en una sociedad sin clases, justa e igualitaria y “tenía fe” en el papel que jugaría la clase proletaria en la consecución de esa sociedad ideal.
Esas certezas y verdades, esas convicciones y creencias hacia las que todas y todos hacemos profesión de fe, son las que yo denomino “nuestros dioses o diosas personales”. Ósea, todos tenemos nuestros propios dioses o diosas, incluidos las y los ateos. Claro está, que si bien reconozco que tengo mis dioses particulares y personales, no les diré cuales son, pues ese es otro cantar.
Volviendo a los propósitos de cambio y redención que muchas y muchos hacen en cada año nuevo, repito, esa es cuestión de fe y como toda fe, dependerá de cuan fuertes sean sus convicciones y creencias.

Me despido con muchos buenos deseos para Uds. Su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Alegoría de la Fe, por L.S. Carmona (1752–53). Foto tomada de: es.wikipedia.org
2. Foto tomada de: tudiacomienzahoy.wordpress.com

lunes, 21 de diciembre de 2009

HUMOR DE FIESTAS.


La Virgen María y San José a poco de casarse:
- Sanjo, déjame salir esta noche, porfa.....
+ Bueno, pero no llegues muy tarde.
A las 4 de la madrugada llaman a la puerta:
- ¿Eres tu Virgen María?
+ No, simplemente María.


9 meses antes de navidad.
El espíritu santo llega a la casa de José, encuentra a María sola y exclama:
Esta será una experiencia divina.


Por la noche.
José llega a su casa y al acostarse haya plumas en el lecho nupcial:
María, ¡te he dicho mil veces que no juegues con los pollos en la cama!


En el barrio.
La vecina da consejos a María, que llora por su pobreza:
- Mija, ni te preocupes por la plata, has como las madres de Buda y Zoroastro, di que eres virgen y en un dos por tres, fundan religión nueva y se hacen millonarios.


Reyes Magos al dejar el nacimiento:
Melchor -‘¿Te fijaste en las sandalias que María usaba con esa túnica?’
Gaspar - ‘¡Y la casa! Está hecha un pesebre’
Baltasar - ‘¿Cómo pueden vivir con todos esos asquerosos animales?’
Melchor - ‘Dicen que José está sin trabajo…’
Gaspar - ‘Con razón solo andaban pendientes de que les íbamos a dar’
Baltasar - ‘Nos fregamos. Ya no nos devuelven las vasijas de los regalos’
Melchor - ‘El bebé no se parece en nada a José’
Gaspar - ‘Pero si José esta tan viejo, que esperabas’
Baltasar - ‘… la virgen se ve bastante acabada…’
Melchor - ‘¿Virgen? No me hagas reír, yo la conozco desde que nació’


Reproche de José a María:
Tú nunca me hiciste caso y siempre lo engreías, ahora proclama el amor por los hombres y vive rodeado de ellos. Si, como yo propuse, lo hubieras llamado Manuel y no Jesús nada de esto hubiera pasado.


Reproche de Jesús a Santa Claus:
¿Por qué mi cumpleaños no puede ser sobre mi?, ese es mi deseo Santa. ¿Eso es mucho pedir?


Un evangelista a otro:
Juan - ¿Revisaste el original en arameo? Por ahí dicen que tu copia en griego tiene traducido “mujer joven” por “virgen” y eso después puede traernos muchos problemas.
Mateo – No tengo dinero para comprar los originales. Este negocio del cristianismo no nos está saliendo muy a cuenta.


Conversación infantil:
Juanito - ¿Qué te va a traer santa esta navidad?
Pepito - A mí un tampax.
Juanito - ¿Un queeeeeeeeeee?
Pepito - Si un tampax.
Juanito - ¿Y qué es eso?
Pepito - Pues no sé, pero con el puedes nadar, correr, brincar, andar en bici, en caballo y, además, no me pasa absolutamente nada.

¡Feliz Equinoccio!, ¡Feliz Capac Raimi!, ¡Felices Saturnales!, ¡Feliz Jánuka!, ¡Feliz Navidad!, ¡Felices Fiestas!, etc., etc., etc.

lunes, 14 de diciembre de 2009

EUTANASIA PARA ANIMALES DOMÉSTICOS O MASCOTAS.


Queridas amistades:
Reciban mis más cordiales saludos y parabienes.
Desde hace un tiempo quería hablar de este tema, pero, por diversos motivos, solo he podido hacerlo hasta ahora.
En una edición pasad de un programa de tv, se hizo un reportaje acerca de una mujer, que se presentaba asimismo como protectora de animales, en algunos medios televisivos.
Dicha señora practicaba la eutanasia a animales destinados a ser mascotas, como gatos o perros, pero que vivían como animales callejeros y/o abandonados. Por esta razón, se le hicieron, entre otras, estos tres cuestionamientos:
- que en muchos países las leyes disponen que quien mata a animales callejeros y/o abandonados sean veterinarios autorizados.
- que algunos de los animales, si bien estaban en las calles al ser capturados y llevados a su muerte, tenían dueños.
- que, aparentemente, muchos de los animales “eutanasiados”, no tenían condiciones de salud intratables, es decir, no se trataba de animales moribundos o desahuciados.
Me temo que por diversas razones, no puedo estar de acuerdo con semejantes planteamientos.
Al respecto, si estoy de acuerdo con que se eliminen a los animales de cría para mascotas que sean callejeros y/o estén abandonados. Contrariamente, el conductor del programa televisivo en el que se emitió el reportaje, se rasgaba las vestiduras por el “genocidio” de “mascotas” y abogaba por su recate y cuidado en albergues para animales.
Dicho conductor sostuvo además, que los animales criados como mascotas eran mejor compañía que los humanos y que matarlos era un acto inhumano y contraproducente, pues si hoy se mataban, sin piedad, a las mascotas, mañana se matarían humanos.



Francamente los argumentos del conductor me resultaron ridículos, por decir lo menos, no solo por considerar seriamente que la interacción humana pueda ser sustituida por la interacción con animales, sino, también, por equiparar la muerte de animales con la de humanos.
Nada puede sustituir una sana interacción entre dos o más personas y quienes tienen incapacidad para establecerlas, al grado de aislarse de otras personas y rodearse de mascotas (y, de paso, tratar a aquellos animales como personas), requieren de ayuda psicológica y psiquiátrica.
Además, bajo ninguna circunstancia podemos equiparar la muerte de un animal con la de una persona (no es ni ético ni moral). Más aún, no se puede olvidar que la humanidad ha matado y mata animales (en el presente, a escala industrializada), como fuente primaria de alimentación. En tal caso, suponer que practicar la eutanasia a ciertos animales (los destinados a mascotas) nos insensibilizaría, sería como suponer que si los humanos nos alimentamos de carnes diversas (ganados, aves y peces), el siguiente paso es la antropofagia
Con relación a los cuestionamientos hechos en el reportaje a “la mujer asesina de mascotas”, paso a exponer mis discrepancias:
Si bien estoy de acuerdo con que sean los veterinarios autorizados, quienes se encarguen de eliminar a los animales destinados a mascotas que sean callejeros y/o estén abandonados en las ciudades (ello supone muertes incruentas e indoloras), tampoco se puede olvidar, que no todas las gentes pueden costarse un veterinario y además, en Latinoamérica, mucha gente de campo, migrada a las distintas urbes, cría allí tanto animales de granja como mascotas, animales que matan con sus propias manos, ya sea por alimentarse o porque estos presentan problemas de salud.
Ahora, si bien no estoy de acuerdo con que se mate, arbitrariamente, a animales domésticos, sin la debida autorización de sus duelas y dueños, si me resulta de una irresponsabilidad tremebunda, el que las y los dueños de mascotas las dejen sueltas y sin supervisión en las calles. Si descartamos diversos hechos, como que puedan engullir tóxicos o venenos, ser atropellados o atacados por otros animales (o uno que otro humano malvado), los animales sueltos pueden convertirse en peligrosos, ya sea que ataquen a otros animales o a gente. Los animales con dueña o dueño no deberían deambular en las calles solos, pues cualquier cosa puede suceder (y las y los dueños muchas veces no quieren hacerse responsables).
A ello hay que agregar, que los animales domésticos, que sean callejeros y/o estén abandonados, sufren de desnutrición y padecen enfermedades. Aquí, la solución no pasa por hacinarlos en albergues que por falta de dinero, por indiferencia de las gentes y falta de personal para atenderlos, son, prácticamente, campos de concentración.
Suponer que estos animales callejeros y/o abandonados pueden ser mantenidos vivos indeterminadamente, a la espera de una persona piadosa que los adopte, es tan ilusorio y utópico, como creer que todas y todos los bebes e infantes abandonados serán adoptados. Entonces, aplicarles la eutanasia resulta la opción social y económica más real y viable.
Dos cuestiones finales., e torno a la domesticación de animales como mascotas.
La primera es acerca de las razas de perros, gatos, palomas, peces y demás. Desde los albores de la civilización, la obtención de una raza domestica de animal, provino de hacer que dos sujetos con cierta característica deseada, se reprodujeran. Las crías que mantenían dichas características eran mantenidas vivas, mientras que las demás crías eran sacrificadas. En otras palabras, la escogencia de una determinada raza de mascota, equivale a avalar la eliminación artesanal de innumerables crías, que se han dado y se dan en el proceso de obtención de tal o cual raza de mascotas. Por lo tanto, buscar una determinada raza de mascota y abogar en contra de la “eutanasia” de animales domésticos que sean callejeros y/o estén abandonados, es, prácticamente, una cuestión de hipocresía.



La segunda cuestión, es que la domesticación de animales como perros, gatos, palomas, peces, etc., no es otra cosa que la esclavización de otros seres vivos, ya sea que sean destinados al trabajo, a la alimentación humana o a mascotas. Algunos alegaran que a las mascotas se les cuida y trata bien, pero también se cuida y trata bien a los presos (por lo menos en teoría).
Las mascotas no tienen libertad y la prueba más palmaria de su esclavitud, es que esos pobres animales orinan y defecan cuando y donde quieren los humanos, comen cuando quieren los humanos, se les deja sueltos cuando quieren los humanos, juegan como y cuando quieren los humanos y hasta reciben afecto cuando y como quieren los humanos. Prueba de que las mascotas son esclavas, es que la legislación de diversos países, regula la tenencia de mascotas como si se tratara de propiedades muebles.
En suma, si estoy a favor de aplicar la eutanasia a animales domésticos callejeros y/o abandonados y no por ser inhumano, sino todo lo contrario. Porque el bienestar de los animales domésticos pasa, por darles un trato de respeto en su condición de seres vivos, no sometidos a la miseria de una vida indigna en las sociedades humanas.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Gato esfinge. Foto tomada de: universalpet.es
2. Perro viringo. Foto tomada de: huacaviringo.com

lunes, 7 de diciembre de 2009

¿DERECHO DE MATERNIDAD/PATERNIDAD?


Queridas amistades:
Reciban mis más sinceros saludos y parabienes.
Desde hace tiempo atrás, vengo escuchando, en las sucesivas campañas de derechos sexuales y reproductivos, algo con lo que discrepo rotundamente, la noción de m/paternidad que la es, incuestionadamente, un derecho que tienen todas las personas.

Esto se constituye como un serio problema de enfoque, ya que implica, sin lugar a dudas, la no consideración de la m/paternidad como una responsabilidad que acarrea obligaciones.
Sin embargo, la sociedad occidental ha consagrado, a nivel jurídico y legal, la m/paternidad como un derecho inalienable de toda persona. Para ahondar en esta cuestión, me tengo que remitir a la noción de derecho, legada por la tradición ideológica liberal, la cual tiene que ver con:
1- La facultad de ser, hacer, tener o poseer, no solo lo que la ley nos permite, sino, también, todo aquello que la ley no nos prohíbe expresamente.
2- La prerrogativa que se tiene para exigir u obligar a otras personas, a realizar todo aquello que la ley ha dispuesto a nuestro favor.
Ninguno de estos criterios se puede conjugar con la noción de m/paternidad, de manera tal que esta última, no parezca una relación de propiedad o dominio.
Frente a esta situación, los estados occidentales implementaron la noción de “Patria potestad”, que, a grandes rasgos, significa la autoridad legal que los padres tienen sobre sus hijas y/o hijos no emancipados. Dicha autoridad, implica, necesariamente, poder y jurisdicción sobre las y/o los hijos.
Más téngase presente, que el poder y la jurisdicción no son derechos, sino que guardan estrecha relación con la responsabilidad y con las obligaciones.
Lamentablemente, en occidente, no se considera a la m/paternidad una responsabilidad (que acarrea obligaciones), razón por la cual, mucha gente busca tener y/o criar hijas y/o hijos (ya que es su derecho), sin siquiera considerar si tienen la capacidad para asumir semejante responsabilidad.
Para el pensamiento común de occidente, tener y criar hijas y/o hijos es una condición innata (que implica, a su vez, cualidades varias) entre los seres humanos, condición innata que se iría “revelando”, en la medida en que se viva la experiencia de ser madre o padre.

“Echando a perder se aprende”, podría ser el dicho que resume esta perspectiva, como si las personas, los seres humanos, fuéramos conejillos de indias, sobre los que se puede aprender a través del ensayo y el error.
Esta singularísima visión de la m/paternidad se origina en la creencia (repárese bien en el termino creencia) de que tener y criar hijas y/o hijos, es una cuestión natural entre los seres humanos. En tal sentido, esta visión de una m/paternidad naturalizada, obedece al mismo discurso ideológico que considera que ciertas expresiones sociales (como la sexualidad, la sensibilidad, la afectividad, etc., además de la m/paternidad,), son manifestaciones naturales del ser humano.
Si hablo de que la sexualidad, la sensibilidad, la afectividad o la m/paternidad, son expresiones sociales, es porque lo son. El ser humano es un ser eminentemente social y en tal situación, la m/paternidad se ha vuelto tan social, que, en occidente, ser madre o padre ha llegado a ser considerada toda una opción.
Los seres humanos no somos como el resto de los animales, que crían a sus cachorras y cachorros de manera instintiva. Entre los seres humanos la (m/p)aternidad obedece, indefectiblemente, a determinados parámetros culturales, que si bien varían de una sociedad a otra, no por ello dejan de ser constructos sociales.
Algo que no puede pasarse por alto, ni mucho menos olvidarse, es que la complejidad de la vida en sociedad, exige el desarrollo de ciertas capacidades especiales, que permitan a toda persona integrarse, plena y satisfactoriamente, a su sociedad. Pero dado que la vida en sociedad es compleja, no todas las personas desarrollan las mismas capacidades. E incluso entre las personas que desarrollan las mismas capacidades, no todas demuestran el mismo nivel de destreza.
Cabe anotar que el deseo de ser o hacer algo, no necesariamente equivale a tener la capacidad para serlo o hacerlo. Así, muchas personas desean ser diestros artistas, pero no todas tienen la capacidad de serlo (y muy pocos son los que se encumbran como grande artistas). Otro tanto puede decirse de la capacidad de liderazgo, pues no todas las personas desarrollan esa capacidad.


Lo mismo ocurre con la m/paternidad. Muchas personas desean ser madres o padres, pero la realidad demuestra que no todas desarrollan la capacidad de serlo (de ahí que existan muchas y muchos bebes e infantes descuidados, maltratados, abandonados, muertos, etc.).
En la medida en que la m/paternidad no es natural entre los seres humanos, sino, más bien, una manifestación cultural, no todas las personas tienen la capacidad de ser madres o padres. Por tal motivo, ser madre o padre no debería ser visto como un derecho, sino como una responsabilidad, responsabilidad que las sociedades deberían empezar a cualificar.
Esto supone, necesariamente, que la m/paternidad no debería ser asumida por el simple deseo o querencia de ser madre o padre. Situación que conllevaría, necesariamente, a que las sociedades, empiecen a implementar ciertas medidas (por ejemplo, exámenes psicológicos y psiquiátricos como mínimo) a través de las cuales, se cualifique las capacidades de las personas para el ejercicio de la m/paternidad.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: muymaternal.com.
2. Imagen tomade de: padrescreciendo.com.ar
3. Fotomontaje tomado de: ensulaberinto.com.ar

lunes, 30 de noviembre de 2009

DÍA MUNDIAL DE LUCHA CONTRA EL SIDA.


Queridas amistades:
A la fecha, mucho se ha dicho sobre el VIH - sida y he aquí algunos datos a considerar:
Unos 25 millones de personas han muerto víctimas del sida desde su aparición a fines de los ’80. Y 66 millones fueron infectadas por el VIH.
Se estima que en el mundo hay unos 33,4 millones de personas que viven con el virus, muchas de ellas sin saberlo.



El sida, hoy por hoy, es inegablemente un pandemia y además, es una de las enfermedades mas mortíferas de la historia de la humanidad.
Luchar contra el sida es, pues, una importante labor que no debería estar limitada a unas cuantas instituciones, organizaciones y personas (las y los activistas en la lucha contra el sida), sino que es tarea de todas y todos.
Por tal motivo, cabe la pregunta ¿Qué es luchar contra el sida?, o mejor, ¿como luchan las personas comunes y silvestres contra el sida?
Conozco, hace años, a una amistad que se involucró en aquello del activismo sobre el VIH - sida. En algún momento, llegó a estar tan inserto en la movida activista, que lo llegaron a escoger para hablar sobre el estado de la cuestión ante el congreso de la república.
Más no se trataba (trata, aun sigue vivo) de un superhéroe, sino de alguien tan común y silvestre como cualquiera, pero que por su interés y su voluntad, sus ganas de comprometerse con algo en lo que el creía, lo llevaron a experimentar tal vivencia.
Consideremos ese el punto de partida para la cuestión, el interesarnos y tener voluntad de comprometernos en la lucha contra el sida.
Informarnos adecuadamente y tomar conciencia de lo que es el VIH - sida, sería un necesario segundo paso.
A partir de allí, se hace evidente un cambio de actitudes y conductas, no solo en lo referente a nuestra propia vida sexual, sino, también, en relación a nuestras interrelaciones sociales.
Lo primero creo que es claro, además de evitar prácticas de riesgo, es necesario interiorizar y concientizarnos acerca de la prevención y el cuidado que debemos tener en relación al VIH – sida (ya sea que estemos en condición de sero negativos, sero positivos o sero no lo sabemos). Si hablo de interiorización y concientización, es porque no basta con memorizar la información y actuar mecánicamente, es muy necesario que la información no quede a nivel superficial, pues ello solo conlleva a actitudes y conductas regidas por la hipocresía, la vergüenza, el miedo o la gazmoñería.



La lucha empieza por casa. Si no tenemos actitudes y conductas reales y concordantes con un discurso de lucha contra el VIH - sida, no solo no tendremos autoridad moral para aproximarnos a la cuestión, sino que, además, corremos el riesgo de ser puestos en evidencia por nuestras incoherencias.
A seguidas, el cambio de actitudes y conductas en relación a nuestras interrelaciones sociales se refiere, a que tenemos una serie de responsabilidades que, como miembros de la sociedad, debemos asumir asertivamente.
- es nuestra responsabilidad contribuir con la difusión de la adecuada información acerca del VIH - sida y ello implica, no solo hablar e insistir sobre el tema, sino, también, discutir y refutar aquellas opiniones y pronunciamientos que sean prejuiciosos o desinformados.
- debemos cuestionar las actitudes y conductas negativas de las y los demás en relación al VIH – sida (ya sea en la familia, entre nuestras amistades, entre nuestros conocidos y los desconocidos, etc.).
- debemos desalentar y reprobar las prácticas de riesgo ajenas, de las que tomemos conocimiento (ya sea en la familia, entre nuestras amistades, entre nuestros conocidos y los desconocidos, etc.).
- debemos desalentar, reprobar y hasta denunciar las prácticas discriminatorias, hacia personas que viven con VIH – sida, de las que seamos testigos (ídem).
- debemos alentar no solo las actitudes positivas hacia las personas que viven con VIH - sida, sino, también, su plena aceptación como miembros de la sociedad (ídem).
- debemos organizarnos y fomentar que las demás personas se organicen, para enfrentar, mancomunadamente, el impacto que origina el VIH - sida en nuestra sociedad.
Estas y otras actitudes y conductas son, precisamente, lo que nos hace participes de la lucha contra el sida. Como pueden ver, son acciones que, sin ningún problema, podemos poner en práctica todas y todos.
Entonces, no esperemos más, manos a la obra.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: gaymente.com
2. Imagen tomada de: minproteccionsocial.gov.co

lunes, 23 de noviembre de 2009

ETNOCENTRISMO Y GEOGRAFÍA.

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Queridas amistades:
Los saludo cordialmente y les deseo lo mejor.
Si se toman la molestia de revisar un atlas común o una enciclopedia de geografía, caerán, prontamente, en cuenta, de que los mapamundis, allí presentados, se caracterizan por mostrar la siguiente disposición: el continente americano al oeste u occidente, los continentes europeo y africano al centro y los continentes asiático y australiano al este u oriente.



Esta imagen, por más que la geografía sea una ciencia, obedece a una forma de mirar el mundo, a todas luces, etnocéntrica.
¿Que entiendo por etnocentrismo?, cada sociedad y cultura tiene una forma particular de ver el mundo, sin embargo, todas estas miradas culturales tienen en común, la perspectiva de que la propia cultura, los propios modos de vida, son superiores a otros. Tal es así, que en todas las sociedades y culturas, se considera que las formas de vivir, las costumbres, las creencias, etc., son mejores que las formas de vivir, las costumbres, las creencias, etc., de otros.
En suma, el etnocentrismo es la visión por la cual, el propio grupo es el centro de todo, mientras que los otros grupos son valorados en relación a él.
Este tipo de mentalidad es tan antigua como la cultura misma, aunque quien la registra por primera vez, fue Herodoto de Halicarnaso (el llamado “Padre de la Historia”) recién en el siglo V a.C.
La creencia en la propia superioridad se encuentra en diversas civilizaciones del mundo, como la china, la romana, la inca, la europea del siglo XIX, la estadounidense y la soviética en la segunda mitad del siglo XX, etc.
Esta mirada etnocéntrica fue aplicada, también, al ámbito de la geografía. Así, las diversas sociedades y culturas han cartografiado sus mapas, ubicando sus naciones al centro de ellos.
Por tal motivo, los mapas más comunes, en la sociedad burguesa occidental, ubican a Europa en sus respectivos centros, pero se encuentra, también, que los estadounidenses, desde siglos atrás vienen realizando trabajos de cartografía, en los que el continente americano se hallaba en el centro de sus mapas.



Por su parte, en China y Japón se han realizado y se realizan mapas, en los que sus respectivos países ocupan la ubicación central.



Y por si esto no fuera poco, las nociones de norte o septentrión y sur o meridión (mediodía) obedecen, igualmente, a una visión etnocentrica. Al respecto, ya desde el siglo XV, cuando Europa se lanza a colonizar el mundo, los cartógrafos europeos realizaron sus mapas, colocando su continente no solo en el centro, sino que, además, lo ubicaron en la parte superior, denotando, de esta manera, su supuesta preeminencia.
Es por esta razón, que, en el presente, se relaciona el norte con la parte de arriba y el sur con la parte de abajo, aunque no hay ningún motivo válido, para que Rusia, Europa y la América anglosajona se puedan ubicar en la parte sur, como el hemisferio meridional de los mapas.



Inclusive, si tomamos en cuenta que en la inmensidad del universo, las coordenadas humanas no tienen ningún sentido, pues en el espacio no hay ni arriba ni abajo, ni izquierdas o derechas, entonces no habría razón alguna para que los polos, en vez de ser considerados como septentrión y meridión, sean considerados como occidente y oriente.



En última instancia, la próxima vez que veamos un mapa de nuestro país, no hay motivo alguno para no colocarlo de cabeza o echado y considerar que esa es su real posición geográfica.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Mapamundi. Imagen tomada de: allposters.es
2. Mapamundia con America al centro. Imagen tomada de: alabamamaps.ua.edu
3. Mapamundi con China al centro. Imagen tomada de: paranoiasyos.blogspot.com
4. Mapamundi al reves. Imagen tomada de: blogs.elcorreodigital.com
5. Mapamundi de proyección UTM. Imagen tomada de: es.wikipedia.org

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL AMOR EN OCCIDENTE.


Queridas amistades:
Reciban mis más cálidos saludos y parabienes.

Desde hace ya un buen tiempo, cada vez que el tema del amor sale a la palestra, mi respuesta casi invariable es: “el amor, tal como se le conoce en la sociedad occidental, es un invento del romanticismo decimonónico, creado para justificar el orden sexista y heterosexista”.
Conocedor de la estupefacción que origina mi respuesta en mucha gente, me veo precisado a explicar el porqué de ella.
Cuando uso la frase: “tal como se le conoce en la sociedad occidental”, lo hago porque cada sociedad y cultura concibe el amor de diversas formas. Ello implica, necesariamente, que las razones por las que una persona se enamora, también varían de una sociedad a otra, de una cultura a otra. Así en la sociedad occidental se concibe como enteramente posible, el que una persona se enamore de otra sin conocerla (el llamado amor a primera vista); mientras que en muchas sociedades premodernas se concibe que el enamoramiento, solo surge del conocimiento resultante de una vida mancomunada. Y si en la sociedad occidental se considera que la rutina y la costumbre debilitan, merman y acaban con el amor, para muchas sociedades premodernas el amor surgía de la rutina y la costumbre de una vida conjunta.
Lamentablemente, toda la diversidad de formas de concebir el amor, ha sido ignorada y negada por la mentalidad occidental. Al respecto, en occidente, al amor, y a los afectos en general, al igual que a la sexualidad, se les ha negado su carácter de productos sociales y culturales y se les considera, únicamente, como manifestaciones instintivas y naturales del ser humano.
Con esto no estoy negando que la gente sienta amor, lo que digo es que ese sentir amoroso está condicionado y hasta determinado por la cultura y la sociedad, lo cual hace posible que cada sociedad y cultura conciba tanto el amor como las razones para enamorarse (o desenamorarse) de diversas maneras, de múltiples formas.
La manera en la que la sociedad occidental concibe el amor, es la romántica. Al respecto, el romanticismo fue una corriente literaria, surgida en el siglo XIX, que conllevó a una profunda transformación cultural. Su repercusión en la mentalidad occidental fue tal, que cambio la manera en que se veía la vida en general. Por tal motivo, el romanticismo no solo influyó en las artes, sino, también, en la moral, en la filosofía, en la política (desde conservadores a progresistas y de liberales a socialistas) y hasta en la ciencia (la creencia en que la ciencia puede solucionar todos los problemas de la humanidad, es, precisamente, de origen romántico).
Con el tiempo, el romanticismo fue desterrado de las diversas instancias sociales (así, en la política, el romanticismo dio paso a postulados más realistas y pragmáticos), pero, lamentablemente, quedó restringido, limitado, al ámbito de los afectos (especialmente al del amor).


Digo lamentablemente pues el romanticismo en los afectos, al igual que el heterosexismo en la sexualidad, impidió el desarrollo y desenvolvimiento de manifestaciones y expresiones diversas.
El romanticismo, en tanto corriente ideológica, se opuso a la rigidez y a la racionalidad preconizadas por el neoclasicismo y la ilustración (corrientes hegemónicas durante el siglo XVIII). Como antítesis de aquellas, el romanticismo postuló la espontaneidad y la liberalidad en perjuicio de la ponderación y el sentido crítico. Con dicha corriente romántica, se abrieron las puertas a la fantasía (al libre fantaseo) y a la emotividad. En tal sentido, los románticos rindieron (y rinden) culto a los sentimientos y expresan su adoración por la sensibilidad; sensibilidad que es entendida como la capacidad de expresar, libremente, los sentimientos y las emociones. Estos sentimientos y emociones, para ser considerados como reales, como verdaderos (siempre según los románticos), deben ser, entre otras cosas, directos, pasionales y desprovistos de todo tipo de pensamiento reflexivo. En otras palabras, el romanticismo postula, en gran medida, la validación de cierto irracionalismo.
Queda claro, entonces, que entre las diversas improntas que legó el romanticismo, a la forma en la que occidente concibe el amor, se pueden destacar dos: la pasión y la irracionalidad.


Con respecto a la pasión, no es que el romanticismo la haya “inventado”, pues la pasión amorosa si se encuentra en diversas sociedades y culturas. La particularidad que tiene la pasión romántica, es la generalización de su sentir. Para el romanticismo, todas las personas somos capaces de enamorarnos apasionadamente, de amar apasionadamente y sin embargo, ello no se corresponde con la realidad.
Siendo el amor una capacidad, tal como lo reconoce un sector importante de la psicología, este está muy ligado a la autoestima (al amor propio) y a la madurez, es decir, que las personas con problemas de autoestima y/o inmadurez difícilmente han desarrollado su capacidad de amar. Más aún, la pasión responde a sentires particulares y así como hay gente se apasiona por cuestiones personales (ya sean las ocupaciones, los jobis, los afectos, etc.), no todas las personas nos apasionamos por las mismas cuestiones (no todos nos apasionamos por nuestras ocupaciones y/o jobis y no todos nos apasionamos por nuestros afectos y sentires). Esto implica, necesariamente, que no todas las personas se apasionan por el amor, es decir, no todas las personas se enamoran o aman apasionadamente.
Inclusive, no todas las sociedades o culturas exaltan la pasión en el amor, así, si tomamos a la literatura como una vitrina de la sensibilidad humana, el amor apasionado desaparece de los escritos europeos entre los siglos IV y X d.C.
Cabe mencionar que solo para el romanticismo, la pasión es sinónimo de cantidad, es decir, que en occidente se tiende a asumir, que la persona que ama apasionadamente es la que más ama. Sin embargo, la pasión solo implica intensidad, es decir, que una persona desapasionada puede amar más (y mejor) que una persona apasionada.
Con respecto a la irracionalidad, la creencia en que los sentimientos y las emociones son, necesariamente, irreflexivos e irracionales, choca, frontalmente, con la noción de inteligencia emocional.
Para el romanticismo, el amor, en tanto espontaneo y apasionado, se opone, radicalmente, a lo reflexivo y lo racional. Algo que, sin lugar a dudas, no tiene ningún asidero científico.
Para muchas sociedades premodernas, el amor si responde a cierta racionalidad, la cual se manifiesta a través de ciertos parámetros, tras los cuales enamorarse y amar es inconcebible. Así, en las sociedades de castas y estamentos, las gentes solo se enamoraban de y amaban a sus iguales (las gentes de su propia casta o estamento), es decir, que, en muchas sociedades premodernas, las diferencias de clase son razones de peso, que conllevaban a que el enamoramiento y/o el amor no se manifiesten. Esto queda evidenciado en la literatura europea del bajo medioevo y de la edad moderna, en donde el enamoramiento y el amor jamás traspasan la adscripción clasista.
Solamente con el romanticismo decimonónico, el amor se “volvió” tan irreflexivo e irracional, que la mentalidad occidental asumió como posible, el enamorarse o amar sin atender a las distinciones de raza, clase o cultura.
En occidente se asume que las distinciones de clase o cultura, no son, ni constituyen, impedimentos reales para enamorarse o amar. Sin embargo, muy poca gente, en occidente, considera como candidata o candidato para el enamoramiento o partner para el amor, a una persona que no comparta las mismas afinidades, gustos, creencias, etc., cuestiones que, incuestionablemente, son evidentes distinciones de clase y cultura.
Frases como “una no controla el amor” o “uno no decide de quien se enamora” (y otras más de igual significado semántico), responden a una visión romántica del amor, que nos impide desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Lamentablemente, en occidente, aún se considera como valido, y hasta positivo, el que la gente se muestre irreflexiva e irracional en sus sentimientos y emociones, mientras considera como negativo, y hasta deplorable, el que la gente se muestre racional y calculadora en sus sentires y afectos.
En suma, el romanticismo no solo es la forma en la que la sociedad occidental concibe el amor (ello implica que el romanticismo no es natural sino cultural), sino que además, cumple, en gran medida, con el rol negativo de justificar el orden sexista y heterosexista, pues al negarse la posibilidad de que los sentires y las emociones sean examinadas y racionalizadas, se permite, con mayor facilidad, la estigmatización de aquello que no se corresponda con lo establecido por el patriarcado y la heteronormatividad.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. "Andromeda" (1852). Cuadro de pintor romántico frances Eugène Delacroix. Imagen tomada de: ibiblio.org
2. "Gustavo Adolfo Bécquer" (1862). Poeta romántico español. Cuadro de Valeriano Bécquer. Imagen tomada de: es.wikipedia.org

lunes, 9 de noviembre de 2009

IGLESIA Y ESTADO.


Queridas amistades:
Nuevamente los saludo y les deseo lo mejor.

Realmente hay veces en que siento que no viviéramos en pleno siglo XXI, pues no solo los estados en Latinoamérica, sino, también, un sector importante de la población y de la opinión pública, validan la intervención de las iglesias (las muy humanas instituciones administradoras de lo religioso), en cuestiones en las que no les compete intervenir.

Así, su intromisión va desde ser mediadoras en los conflictos sociales, hasta de ser apoyo en la lucha contra la pobreza, desde prestar asistencia en situaciones catastróficas, hasta intervenir en el debate político de la sociedad. Hechos con los que se revela la incapacidad de los estados latinoamericanos, para hacerse cargo del manejo de la sociedad y de la resolución de los problemas que la aquejan.
Claramente no estamos en los estados religiosos de la antigüedad (teocracias), ni en los estados clericales de la Europa de las edades media y moderna, pero, por lo mismo, no hay justificación para que en una sociedad moderna, las iglesias cristianas, u otras instancias administradoras de la religión, intervengan en el manejo y la administración de la cosa pública.
Se supone que desde finales del siglo XVIII, el estado moderno conlleva a una separación de la iglesia y el estado, separación que, en la actualidad, es real en muchos estados del llamado primer mundo, pero que entre los latinoamericanos es meramente formal.
Durante el siglo XIX, se encuentran los estados confesionales, en los que hay una religión oficial, pero, también, cierta separación entre la iglesia y el estado. En estos casos, el estado se adhiere a una religión específica, motivo por el cual, la intervención del clero en los asuntos en asuntos de estado es notable, al grado de que los servicios religiosos son servicios públicos, sus oficiantes son funcionarios y existe una dotación presupuestaria para la iglesia oficial. Bajo estos estados, la libertad de cultos (la práctica religiosa), la libertad de creencias y la libertad de conciencia se permiten, aunque están limitadas en mayor o menor medida, dependiendo de cada estado confesional.

Ya en el siglo XX, surge el estado aconfesional, estado en el que la separación entre la iglesia y el estado es mayor. Bajo estos estados, el gobierno, oficialmente, no se adhiere a ninguna religión específica (no hay religión oficial), pero no rechaza la colaboración con los distintos credos, es decir, se firman convenios de cooperación con distintas comunidades de creyentes (como los concordatos con la iglesia católica). Se supone que en estos estados, la libertad de cultos, la libertad de creencias y la libertad de conciencia son reales y están consagradas en las respectivas legislaciones (especialmente en las constituciones).
Con el estado laico se supone que la separación entre iglesia y estado es total, supone no solo la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el manejo y la administración del estado, sino, también, la expulsión de todo lo religioso del ámbito de lo público. Esta visión se basa en el postulado ideológico, de que la religión es una exclusiva cuestión de conciencia, motivo por lo cual, debe quedar restringida al ámbito de lo privado. En un estado laico hay una plena libertad religiosa, pero la política de estado es secularista, es decir, que el estado promueve no solo la independencia del poder político del tutelaje de las organizaciones e instituciones religiosos, sino, también, la independencia de la sociedad (de lo político y de lo público) de toda influencia eclesiástica o religiosa.
Se encuentra, igualmente, el estado ateo. Bajo este último tipo de estado, se invierte la situación habida en el estado clerical y/o confesional, pues el estado se torna hostil hacia la religión. Las políticas de estado van encaminadas a promover el ateísmo, el anticlericalismo y la irreligiosidad. En consecuencia, las organizaciones e instituciones religiosas son objeto de persecución por parte del estado. Así, se dan situaciones en las que el gobierno interviene en cuestiones religiosas e incluso, proscribe la religión.
Esta aclaración de los tipos de estado frente a la religión se hace muy necesaria, pues mucha gente confunde el estado aconfesional con el laico o peor aún, confunden el laicismo con el ateísmo.
En ese sentido, se encuentra gente que se dice laica, cuando apenas propugna postulados propios de un estado aconfesional y cuando se encuentran con un verdadero laicista, lo tachan de radical.
Así, muchas y muchos que se dicen laicos, toleran que las diversas iglesias cristianas expresen públicamente sus opiniones confesionales, cuando ello es contrario, por completo, a lo que supone un estado laico.

Bajo estas circunstancias, el modelo de estado más compatible con una democracia es el laico, pues este tipo de estado asegura la plena igualdad de los ciudadanos al margen de sus creencias religiosas, además de conjurar la posibilidad de que cualquier organización o institución religiosa, sea por los motivos que fuera, llegue a imponer sus criterios confesionales al estado y a la sociedad (así, si la iglesia católica participa de las políticas educativas o en las que tratan sobre la problemática de la pobreza, ¿por qué no pueden participar, igualmente, de las políticas referidas a la sexualidad, al género o a la familia?; si las iglesias cristianas pueden ocupar el espacio público a discreción, como lo hacen en procesiones o en ceremonias en calles y plazas ¿por qué no pueden participar en las políticas referidas al ámbito público?).
Lamentablemente, en Latinoamérica, mucha gente no es consciente de lo que significa un estado laico y gracias a ello, las iglesias cristianas, principalmente la católica, se pueden oponer a la implantación de un estado semejante, pues ellas si son conscientes de lo que significaría un gobierno laicista (después de todo, tienen la experiencia histórica de movimientos anticlericales en Francia, España, México, etc.).
Mientras no se implante un estado laico real (de ninguna manera un estado aconfesional), el peso de las creencias, opiniones e ideas confesionales y eclesiásticas seguirán obstaculizando la plena igualdad ciudadana y, peor aún, seguirán jugando un rol decisivo en las políticas de estado y en el desenvolvimiento de las sociedades.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: polittica.blogspot.com
2. Imagen tomada de: webislam.com
3. Imagen tomada de: actualizate.blogspot.com

lunes, 2 de noviembre de 2009

EL REFERENTE PORNOGRÁFICO.


Queridas amistades:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.
 
Desde hace ya mucho tiempo, note que diversas persona con las que hablo de sexo, específicamente sobre sus gustos sexuales, tienen ciertas imágenes referenciales sobre esta cuestión, que me resultan bastante curiosas. Dichas personas están, aparentemente, convencidas, que estas imágenes referenciales son expresiones naturales de sus gustos sexuales. Sin embargo, semejantes imágenes me remiten, casi sin lugar a dudas, a la pornografía, como, por ejemplo, la de un pene grande como fuente de placer o la de cierto gusto de las mujeres por que les eyaculen en el rostro.
Para dejar en claro esta cuestión, hare, primeramente, una comparación entre los referentes de belleza y los referentes sexuales. Al respecto, es un perogrullo decir que la belleza ha variado de una época a otra, basta ver las medievales pinturas de mujeres flácidas y macilentas (verbigracia, las vírgenes) como patrón de belleza. De ahí a la barriguda maja desnuda de Goya y a la moda de las jovencitas de look anoréxico en los noventa del siglo XX, los cambios en los prototipos de belleza han sido más que notables.


Entre las diversas culturas, las proporciones del cuerpo también han variado, así, en la China imperial se preferían mujeres de cuerpos menudos, mientras que en el África sudsahariana las mujeres gruesas y de caderas amplias eran las más deseables y en occidente, hasta los noventa, se preferían las mujeres delgadas y de caderas estrechas, aunque con senos prominentes.
Hasta cierto punto, lo mismo sucede con los genitales. Así, la cultura hindú, madre del Kamasutra, no se regodea con la grandeza del pene (admite la diversidad de tamaños), mientras que la cultura occidental, el tamaño adquirió relevancia dispar. En la edad media los varones usaban una tapa/bragueta para denotar genitales grandes, pero, fuera de ello, no se ahondaba en la cuestión, mientras que antes de la masificación del porno a través del cine y del video, la discusión abarco cuestiones raciales, en las que se admitían gentes de razas con penes más grandes que los propios.
Aquí es necesario aclarar, que si bien, en occidente, la virilidad del varón podía ser medida a partir del tamaño de sus genitales, no se llegó a establecer una relación directa entre el tamaño y las capacidades sexuales (la reproductiva, la satisfaciente, etc.).
Esto fue confirmado por la sexología de la segunda mitad del siglo XX, que afirma que la satisfacción sexual no depende del tamaño del pene, sino de la habilidad que demuestren los practicantes del sexo. Más aún, esa misma sexología estableció el criterio del tamaño promedio de los genitales (ya sea vulva, vagina, pene o testículos). Este último criterio resulta falaz, pues las medidas humanas son, mayormente, proporcionales y no promediables.
Para la segunda mitad del siglo XX, la masificación de la pornografía, a través del cine y del video, conllevo a que sus imágenes se convirtieran en referentes negativos de la sexualidad. Al respecto, si, en el medioevo, los referentes de belleza estaban dados por un arte controlado por las élites en el poder, los referentes de lo sexual estaban dados por la familia y por la iglesia. Por su parte, en el presente, los referentes de belleza están en manos de la sociedad de consumo, mientras que los referentes de la sexualidad no prestan atención a lo que dice la sexología, sino a lo que presente el porno.
Siendo así, las imágenes pornográficas han marcado la pauta de los gustos mundanos y hemos pasado del pene promedio al pene grande como fuente de placer. Hemos pasado, también, de los 90 cm. del busto de las misses, a los 120 cm. del busto de las conejitas de Playboy. Incluso la vulva de labios pequeños, de los inicios de la pornografía, ha dado paso a la vulva de labios prominentes de la porno contemporánea.
No importa que el más elemental sentido común, apunte a que la pornografía, como cualquier producto fílmico (de cine o tv) se base en trucaje y ficción, sus imágenes están siendo asumidas como referentes válidos y positivos de la sexualidad.
Nuevamente el pene es el ejemplo mas patente de ello. Los actores porno no son personas comunes, se les escoge por las dimensiones de sus miembros antes que por su capacidad histriónica. Además, los encuadres fílmicos son aberrantes, pues buscan la ilusión óptica de un miembro de mayor tamaño. E incluso, en algunas películas, se filma a una persona grande junto a otra pequeña, para que las proporciones den la ilusión de un pene enorme (truco preferido en la pornografía heterosexual).


Otro truco pornográfico es el de la duración, pues la edición permite alargar el tiempo de la faena (así, las y los actores pueden descansar entre toma y toma). En este caso, si de referencias fílmicas se trata, me quedo con la escena de la película “50 First Date”, en la que el protagonista Henry Roth (Adam Sandler) exclama, que lo más importante, no es lo que se dure, sino el tipo de conexión que se establezca.
Con relación a la eyaculación, hasta antes de la masificación de los métodos anticonceptivos, las gentes que tenían sexo consideraban, que eyacular dentro era lo más placentero (ya que, para evitar el embarazo, la práctica sexual más difundida era el coitus interruptus), pero con la masificación de la pornografía se impuso la idea de que eyacular en el cuerpo, el pecho o la cara de la o el compañero sexual es lo mas placentero.
El absurdo mas clamoroso de esta fijación por la pornografía, llega de la mano de tratar de imitar las poses de las películas (como si ellas fueran verdaderamente placenteras), cuando estas, a todas luces, obedecen a la necesidad de que la cópula, salga con claridad en las tomas.
Al final resulta preocupante, que las gentes no busquen en la exploración de sus cuerpos y de sus fantasías, la forma por la cual conseguir su mayor satisfacción sexual y se dejen llevar, consciente o inconscientemente, por las imágenes ficticias de la pornografía. Digo que resulta preocupante, pues la ficción jamás reemplazara a la realidad.
Por tal motivo, el desarrollo de una saludable y satisfactoria vida sexual, no pasa, de ninguna manera, por encumbrar a la pornografía como referente incuestionado de nuestra sexualidad.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes:
1. Cicciolina y Jenna Jameson, actrices porno. Fotos de: hoycinema.com; fergdawg.blogspot.com
2. Rocco Siffredi y Jeff Stryker, actores porno. Fotos de: 123people.es; vichoescribe.blogspot.com

martes, 27 de octubre de 2009

GUEIDAD.


Queridas amistades:
Los saludo y les envió mis mejores deseos.
En este fin de semana, se realizaron un par de reuniones que buscaron reflexionar acerca lo guei. En esa línea, aquí va una reflexión acerca de la poca preocupación demostrada por un sector importante de la población guei (quizás el mayoritario), en cuestiones que trasciendan la inmediatez y la domesticidad.

Al respecto, es necesario tomar en cuenta que muchas de las personas que se autoreconocen como gueis, a diferencia de las personas lesbianas y transgéneros, no se han organizado en colectivos alrededor de específicos lineamientos políticos, sino que, más bien, se han congregado en torno a intereses particulares en común.
Que quede claro que ello, bajo ninguna circunstancia, debe ser considerado como negativo, sin embargo, si hay que reconocer como un problema importante, el que este notable sector de la población guei, sea por lo que fuera, no se conecte y comprometa, asertivamente, con preocupaciones de índole político, que vayan más allá de lo común y lo cotidiano.
No es que esto último si sea negativo, pero resulta evidente que dentro de las estrategias de dominio ejercidas por los grupos de poder, se encuentra la fragmentación de la sociedad, es decir, su atomización en grupos aislados sin poder (es decir, con nula o muy escasa posibilidad de producir políticas sociales) y sin un horizonte mancomunado de totalidad (es decir, sin una visión política que los haga sentir parte constitutiva de la sociedad).
Dichos grupos hegemónicos y dominantes mantiene su predominio, cuando logran romper con aquella necesaria visión totalizadora, algo que consiguen a través de la aniquilación de una perspectiva social y colectiva. Esta aniquilación de la perspectiva totalizadora se logra, por un lado, manteniendo la inequidad y la exclusión social y, por el otro, exacerbando el individualismo y los intereses superficiales, inmediatos y particulares.
En este contexto, el que los diversos grupos gueis no se articulen como movimiento social alrededor de intereses políticos mancomunados y que se pierdan en objetivos inmediatos y domésticos, se torna preocupante y peligroso, pues su capacidad de negociación se nulifica, dejándolos a merced de quienes rigen y detentan el orden patriarcal y heterosexista.
Lamentablemente, un sector importante de la población guei, y algunos activistas gueis conservadores, postulan que la estrecha perspectiva de aquel sector de la poblacion guei, cuya limitada aspiración ser reduce a la búsqueda y consecución de un compañero sexo afectivo, no constituye un problema de anomia social (y es de ahí de donde el matrimonio homosexual, se convierte en el principal ariete de lucha de cierto sector del activismo guei).
Si digo que esta situación es lamentable, es porque el fundamento de semejante perspectiva, obedece a la creencia de que la gueidad, es una cuestión centrada (¿y limitada?) al objetivo de vida, inmediatista y domestico, de buscar y conseguir compañero sexo afectivo.
Esta engañosa perspectiva no solo es una inocultable relectura del orden heterosexista (en el que nuestra identidad personal solamente se define a partir de la forma en que nos interrelacionamos sexual y afectivamente), sino que, además, obstaculiza toda posibilidad de construir una existencia social que no se centre, exclusivamente, en nuestros deseos y sentires más elementales.
Que quede claro que los deseos y sentires de cada persona no es que no sean relevantes o importantes, todo lo contrario, son muy vitales para el desarrollo y desenvolvimiento de toda persona, de todo ser humano. El problema surge cuando se considera que la vida tiene como principal, o único, leitmotiv nuestros deseos sexuales y nuestros afectos amorosos.
La búsqueda de compañero sexo afectivo queda eclipsada, ante los niveles de estigmatización y satanización que enfrenta la homosexualidad en tanto deseo erótico socialmente reconocido. La ausencia total de referentes sociales positivos sobre la homosexualidad, considerados, además, como validos y legítimos por la totalidad del conjunto social, es, sin lugar a dudas, un grandísimo problema que afecta, no solo la existencia de la persona homosexual en particular, sino, también, la coexistencia pacífica y productiva de la población en general.

La ausencia de dichos referentes sociales positivos origina, entre otras cosas, serios problemas de autoestima en la persona guei, que devienen en una serie de comportamientos dañinos y autodestructivos. También le impiden interrelacionarse saludablemente con las personas de su entorno e integrarse plenamente al medio social en el que se desenvuelve.
Esa misma ausencia de referentes sociales positivos (aunado a la utilización de estereotipos negativos), genera el desconocimiento y el rechazo de los no representados (suscitando, a su vez, recelo, miedo y odio hacia ellos), impidiendo que el colectivo social los acepte e incorpore en calidad de pares, en condición de iguales.
En ese sentido, la ausencia de referentes sociales positivos de lo guei resulta un problema mucho más acuciante, que la llana búsqueda de compañero sexo afectivo, pues tal ausencia afecta, indefectiblemente, a la persona guei en todos los niveles de su vida (desde su desenvolvimiento laboral hasta sus manifestaciones emocionales).
Esta situación se torna más clamorosa, frente al hecho de que no todos los gueis aspirarían a buscar un compañero sexo afectivo (entendido esto como una relación de pareja ya sea cerrada o abierta). Ello se deduce del hecho, de que no todas las personas hacen girar su vida en torno a sus deseos sexuales y sus afectos amorosos, e, inclusive, del hecho de que no todas las personas expresan sus deseos y afectos de la misma forma. Así, una persona puede aspirar a una vida célibe y monacal y no por ello dejar de tener deseos sexuales o necesidades afectivas. En este ejemplo queda claro, que el sentirse bien con uno mismo, implica el considerar que el deseo sexual propio no es negativo ni malo, antes que la búsqueda de una pareja.
Sobre las diversas formas de expresión de los deseos y afectos, en ciertos casos, el ejercicio de la sexualidad pasa por una elección consciente de estilos de vida no tradicionales, alternativos. Así, en el primer mundo se encuentra a varones gueis casados con mujeres lesbianas, llevando una satisfactoria vida familiar en común, pero una vida sexual extramarital plenamente conocida por el cónyuge. Aquí, el sentirse bien con las opciones de vida que se eligen, se relaciona, principalmente, con el aceptarse plenamente uno mismo, antes que con la búsqueda de una pareja.
En suma, la gueidad no se expresa únicamente a través de la búsqueda de marido, sino, también, a través del reconocimiento y la validación del deseo sexual en todos los niveles e instancias sociales. En tal sentido, la búsqueda de que, en nuestras sociedades, se incorporen y legitimen diversos referentes sociales positivos de la homosexualidad cobra mayor importancia, pues ello no solo permitirá el desarrollo y desenvolvimiento, sano y pleno, de los gueis en tanto personas, sino que, además, incidirá en la aceptación, sin cortapisas, de las personas gueis (y lesbianas) como integrantes plenos del conjunto social.
Esto, a todas luces, es un objetivo político de mayor trascendencia que la simple búsqueda de una pareja, pues involucra tanto a las personas gueis (y lesbianas) como a la sociedad en su conjunto y, también, hace a las personas gueis (y lesbianas) participes de un horizonte mancomunado de totalidad.

Lograr que las personas gueis (y lesbianas) abandonen una perspectiva restringida por la inmediatez y la domesticidad, se torna, así, en un importante objetivo político. La tarea es lograr que las personas gueis (y lesbianas) se identifiquen, con una perspectiva que los haga sentir como verdaderos miembros activos y productivos de su sociedad. Ello supone que la poblacion guei (y lesbiana), no mantenga su perspectiva centrada en sus deseos y sentires más elementales, sino en un objetivo mayor, mas totalizador, que bien puede ser la búsqueda y consecución de referentes sociales positivos de la sexualidad en general y de la homosexualidad en particular.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: faroviejo.com.mx
2. Fresco del antiguo egipto. Foto tomada de: elespectador.com
3. Imagen tomada de: corresponsaldepaz.org

lunes, 19 de octubre de 2009

LA PRÁCTICA SEXUAL.


Queridas amistades:
Reciban mis saludos y parabienes.
En el habla popular suelen referirse al sexo, a lo sexual, como una serie de actos reflejos, instintivos. Sin embargo, la noción de acto no da cuenta de la real dimensión de lo sexual, pues no se trata de una manifestación inherente, consustancial, del ser humano, sino, más bien, de una expresión más de su cultura.
Por ser parte de la cultura, lo sexual no se manifiesta como simples actos, pues su desenvolvimiento depende, ante todo, del conocimiento y de las actividades humanas, no de la biología del ser humano (el ejemplo más palmario de ello es que el coito no es innato, es aprendido).
En consecuencia, el sexo, en su sentido más amplio, es, sin lugar a dudas, una manera de interrelacionarse con el cuerpo, manera que se expresa a través de un conjunto de prácticas físicas, corporales.
Se encuentra, entonces, que a través de la historia, y entre las numerosas culturas y sociedades existentes, esta manifestación humana ha tenido múltiples expresiones.
Así, el sexo se expresa: a) como práctica social (como roles genéricos, en sociedades patriarcales; como forma de intercambio, en sociedades tribales; como deber marital, en sociedades donde el casamiento se pactaba; como comercio sexual, en sociedades que lo admitían o toleraban, etc.), b) como expresión religiosa (como ritual u ofrenda, entre los babilonios, griegos, romanos, incas, etc.; o como motivación ontológica, entre musulmanes, cristianos, judíos, hinduistas, etc.), c) como fin teleológico (el de la reproducción, en el judaísmo, en el cristianismo, en la sociedad burguesa decimonónica, en las ideologías soviética y maoísta, etc.; el del placer, entre los varones musulmanes, entre los hindúes, en la sociedad de consumo capitalista, etc.), d) como expresión erótica (para la sociedad hinduista, para la aristocracia de la Europa de la llamada edad moderna, para los varones musulmanes, para los varones de las elites japonesas del shogunato, etc.), etc.



Pero sobre todo, el sexo ha sido, siempre, demostración de poder, desde épocas prehistóricas hasta el presente (específicamente, en todas las sociedades patriarcales). Solamente en la sociedad euroccidental, a partir del siglo XVIII, el sexo hubo de definir una específica “identidad” social, la heterosexualidad, algo sin parangón en la historia humana.
Semejante diversidad de expresiones sexuales, se deben a que cada sociedad y cultura (desde la prehistoria hasta el presente), contempla un conjunto de prácticas físicas, corporales (llamémoslas, en adelante, prácticas sexuales) distintas entre unas y otras. Más aún, cada tipo de sociedad (desde las nómadas a las sedentarias, desde las agrícolas a las industriales, etc.) conlleva a un “orden” sexual propio, “orden” bajo el cual, se estructuran, regulan y distribuyen las prácticas sexuales correspondientes.
En ese sentido, cada “orden” sexual cuenta con criterios normativos específicos, como los éticos (las buenas y malas prácticas), los estéticos (las prácticas eróticas o juegos sexuales, las prácticas posiciónales o poses sexuales, etc.), los jerárquicos (prácticas de hegemonía y subalternidad, de dominación y sumisión, de integración y exclusión, etc.), etc. Por lo tanto, en cada “orden” sexual, a cada grupo social le corresponde un conjunto específico de prácticas sexuales, consideradas, además, como propias o “apropiadas”.
Así, en la sociedad patriarcal, su orden sexual impuso prácticas sexuales consideradas como masculinas, femeninas, etc., mientras que en ciertas sociedades teocráticas, se encuentran prácticas sexuales sagradas y prácticas sexuales profanas. Por otro lado, bajo las sociedades de castas o estamentos, las organizaciones clasistas conllevaron a que las prácticas sexuales, fueran consideradas como propias o “apropiadas” para cada casta o estamento social, mientras que, en la sociedad capitalista burguesa, se estableció un ámbito propio para el sexo, el ámbito de la sexualidad, instancia que ordenó las diversas prácticas sexuales dentro de las llamadas identidades sexuales (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, etc.).
La organización de cada “orden” sexual se sustenta en diversos discursos sociales, que, dependiendo de la sociedad o cultura, pueden ser más concretos o más difusos, más específicos o más genéricos (esto supone que, en muchas sociedades y culturas, los saberes sobre lo sexual suelen encontrarse inmersos, diluidos, sin mayor especificidad, en diversos discursos sociales como la filosofía, la moral, la religión, etc.).
Al respecto, se encuentra que en la producción de discursos sobre lo sexual, se destacan dos grandes tradiciones culturales. Por un lado, en las tradiciones de las sociedades orientales, se dio un “arte erótica”, en la que el sentido de lo sexual se extrae del placer mismo y de los aspectos que involucra: como la intensidad, la calidad, la duración, además de sus implicancias con la espiritualidad y el cuerpo. Por otro lado, en la tradición de la sociedad occidental, se produce una “ciencia sexual”, que es una instancia privilegiada que produce cierta “verdad” sobre el sexo, la cual, a su vez, esta asociada con leyes de lo permitido y lo prohibido y con criterios de utilidad, por lo que el sexo está regulado, principalmente, por el régimen del saber y del poder.
Es, entonces, de los discursos sociales, de donde provienen los múltiples significados, que cada sociedad y cultura asigna al sexo, a sus diversas prácticas sexuales. Así, mientras que en la sociedad occidental burguesa, el sexo, en notable medida, recibe una valoración negativa, en ciertas sociedades religiosas, algunas prácticas sexuales significaban sacralidad.



Más aún, los diversos sentidos que se le atribuyen a las prácticas sexuales, pueden llegar a ser bastante contradictorios entre unas sociedades y otras, entre unas culturas y otras. Si para la sociedad burguesa decimonónica, las prácticas homoeróticas son relacionadas con el afeminamiento, en otras culturas, como en la antigua Grecia, en el Japón medieval o en algunas tribus de Nueva Guinea, en ciertos casos específicos, dichas prácticas podían ser consideradas como parte de la construcción de la masculinidad.
Incluso, dentro de una misma cultura, las mismas prácticas sexuales, dependiendo del contexto en el que se ejercían (y ejercen), y de los involucrados en su práctica, podían tener sentidos bastante disímiles. Se encuentra, así, que entre los griegos y romanos, la práctica sexual entre varones y mujeres podía efectuarse como rito religioso (ofrenda), o entre esposos como un deber marital; mientras que en las sociedades de castas o estamentos, algunas de las prácticas sexuales, establecidas como exclusivas de las élites dominantes, fueron consideradas como censurables, o hasta ilícitas, en el resto de las clases sociales.
Por último, ante toda esta diversidad de manifestaciones, expresiones y significados culturales de lo sexual, no se puede seguir insistiendo en que lo sexual es únicamente biología, pues si ello fuera cierto, indefectiblemente todas las sociedades y culturas del mundo concebirían lo sexual de forma similar y la realidad demuestra que ello no es así.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Cerámica Mochica. Foto tomada de: emol.com
2. Escultura de un templo de Khajuraho. Foto tomada de: come2india.org