lunes, 22 de febrero de 2010

1 AÑO, 52 ENTREGAS.


Queridas amistades:
Reciban mis más cálidos saludos y mis mejores deseos.

Hace un año y cincuentaidos entregas atrás (53 con la presente) me embarque en esta experiencia, que si bien ha sido enriquecedora, ha tenido, indudablemente, sus bemoles.
Reconozco que algunas entregas han sido mejores que otras y considero además, que algunas han estado bien logradas, mientras que otras hubieran sido trabajadas con mayor precisión y detenimiento.
Aunque sabrán comprender, que uno no siempre tenía la misma disposición, para preparar cada una de las entregas. Al respecto, pase por periodos de sequia mental, en los que, francamente, no se me ocurría nada para escribir. También pase por periodos de depresión, en los que no tenía ganas de escribir ni una letra. O simplemente anduve ocupado en actividades, digamos más lucrativas (léase trabajar para vivir).
Decir que estoy plenamente satisfecho, sería una completa mentira. Pues el que pasaran semanas enteras sin saber si había sido leído o no, verdaderamente resulta algo frustrante. Incluso hubo momentos en los que estuve a punto de tirar la toalla.
Más luego, como un bálsamo reconfortante, llegaba un mensaje, mayormente privado, con palabras de aliento, hablando de lo interesante o lo ilustrativo que les pareció alguno entrega en particular (aunque no entiendo él porque algunas personas, prefieren, mayormente, escribir mensajes privados, antes que contestar públicamente una entrega).
Sea como fuera, y debido en gran medida a lo anterior, puedo confesar que le tengo mayor aprecio a algunas de mis entregas, con lo cual estaría reconociendo, de paso, que algunas entregas me resultan insatisfactorias (más tengan por seguro que no les voy a decir cuáles).
Aún así, que les quede claro que la producción de este espacio, en balance, me deja una sensación gratificante, ya que, sin caer en el huachafo cliché del hijo (de que esta bitácora es como una hija para mí), si puedo decirles que me dejaron el placer de compartir con otras y otros, aquello que creo, se y conozco, además de albergar la esperanza, de que lo escrito aquí, le resulte útil a aquellas personas que se tomaron la molestia de leerme.
Por último, les pido que tengan a bien, enviar toda sugerencia que crean pertinente, para mejorar la calidad de este su espacio.
Sin más nada que agregar, agradezco sobremanera, a todas aquellas personas que siguen (leen) este informal espacio de pensamiento pretendidamente serio.

Se despide con todo cariño su amigo uranista.

Ho.

lunes, 15 de febrero de 2010

ÉTICA SEXUAL.


Queridas amistades:
Reciban mis más calidos saludos y mis mejores deseos.
Hace unas cuantas semanas atrás, recibí un par de mails que hablaban sobre el Barebacking o Bareback, una peligrosa práctica sexual que consiste, básicamente, en sexo penetrativo sin uso de profilácticos o preservativos (lo cual pone a sus practicantes, en serio riesgo de contraer alguna enfermedad y/o infección de transmisión sexual y/o VIH – sida).


Esta práctica del Barebacking o Bareback es, en la sociedad occidental, una de las que, actualmente, levanta mayor polémica, pues, en occidente, en estos tiempos del sida, las prácticas sexuales que están siendo revestidas de legitimidad y a las que se les da mayor promoción, son aquellas conocidas como “sexo seguro”, esto es, principalmente, la monogamia, el sexo no penetrativo y, sobre todo, el sexo penetrativo con preservativos.
Sin lugar a dudas, este hecho obedece a una mirada propia de la sociedad occidental y que privilegia la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual y VIH – sida; una mirada que tiene como principal criterio regulador, el de la promoción del bienestar y la salud de las poblaciones en general (de ahí que los estados occidentales hayan establecido, instancias y políticas dedicadas a la salud, como los ministerios de salud, medidas sanitarias, campañas de salubridad, etc.).
Paralela y contradictoriamente, en la sociedad occidental el modo de producción capitalista desarrollo un régimen consumista sui géneris, que ya no buscaba la satisfacción de las necesidades perentorias de la población, como ocurría e otras sociedades y culturas, sino que producía necesidades “nuevas”, que conllevaban al aumento indiscriminado del consumo.
Este consumismo capitalista tenía como leitmotiv el placer de consumir o más específicamente, consumir por placer (no por necesidad) y ello obedecía, a su vez, al principio hedonista del placer por el placer o más específicamente, el puro placer como principal objetivo de vida.
La radicalización de este consumismo capitalista llegó al extremo, de cosificar a la persona (presentándola como mero objeto de placer) y banalizar el sexo (presentándolo como simple vehículo para la obtención de placer).
La cuestión contradictoria entra a tallar aquí, pues por un lado, la visión de bienestar y salud social conllevó a una politización de la sexualidad humana, a partir de la promoción de una vida sexual plena y saludable para las personas, objetivo que se lograría, entre otras formas, a través de la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual y VIH – sida. Por otro lado, el consumismo capitalista, al plantear el puro placer como principal objetivo de vida, conllevaba al cuestionamiento y rechazó de todo aquello que fuera en detrimento de la obtención de placer sexual (con ello se controvertía con el llamado “sexo seguro”, en tanto este representaba sendas limitaciones y restricciones a la mera obtención del placer sexual).
El origen de esta contradicción se remonta, al proceso de laicización que se dio en la sociedad occidental desde la época del renacimiento. Bajo este proceso de laicización, se fueron separando, progresivamente, la religión y la sociedad civil, situación que alcanzó su punto máximo en el siglo XVIII, con la separación de la iglesia y el estado.
Bajo este proceso de laicización, la religión, que en otras realidades culturales había sido parte intrínseca de la sociedad, fue relegada, por la sociedad occidental, al ámbito de lo privado. Esto significó, que si en otras sociedades y culturas, las diversas religiones existentes dotaron de sentido a las múltiples actividades humanas, en la sociedad occidental dichas actividades humanas fueron adquiriendo un sentido más mundano y menos espiritual.
Esta situación se hizo extremosa con el régimen consumista del capitalismo, pues toda actividad humana perdió, por completo, cualquier sentido espiritual y solo se las considero a razón de su valor funcional y utilitario (así el trabajo, que para la sociedad medieval fue una forma de interrelacionarse con el entorno y con la deidad única, para la sociedad capitalista es un simple medio de subsistencia).
El sexo no fue ajeno a esta pérdida de sentido espiritual y dicho sinsentido es, entre otras cosas, la causa principal de que la mirada socio sanitaria de la sexualidad, no encuentre gran eco entre un sector importante de las poblaciones sexualmente activas. Esta es una de las razones por las que muchas gentes están bastante acostumbradas, a pensar el placer en forma inversamente proporcional a la salud, cuando en la realidad el sentir placer es una parte esencial de lo que se considera estar sanos.


Esta contradicción se puede apreciar sin tapujos, en el hecho de que muchas personas, si bien son incapaces de compartir ciertas pertenencias, como los cubiertos, la ropa interior, algunos artículos de limpieza (cepillo, jabón, etc.), etc., no tienen mayores problemas para compartir sus cuerpos con personas extrañas, a quienes luego del sexo, pretenden mantener en la extrañeza. En otras palabras, sus pertenencias mundanas son más intimas, más personales y más importantes que sus propios cuerpos.
En ninguna otra sociedad o cultura del mundo el sexo ha sido tan banalizado, como lo es en la sociedad occidental, burguesa y capitalista.
Ojo, esto no es, de ningún modo, una añoranza del pasado, no es un llamado para volver al sentido religioso que el cristianismo le dio al sexo. Todo lo contrario. Aquí pretendo poner sobre el tapate, la necesidad de dotar al sexo de un sentido que trascienda el solo placer.
Dicho sentido, que implicaría, necesariamente, una nueva ética sexual, no seria, de ningún modo, univoco y generalizado, sino, más bien, una puesta en valor individual, en la que cada persona haga de su vida sexual, algo que vaya más allá del fornicar por fornicar.
Si se pretende realmente que las personas consideren que su vida sexual, es parte importante e integral de su pleno desarrollo como seres humanos, es necesario desarrollar no solo un sentido espiritual para el sexo, sino, también, una ética sexual que trascienda el puro hedonismo.
Sin esa nueva ética sexual, que no lleve a revalorizar nuestra sexualidad, hablar de bienestar y salud sexual es, prácticamente, vano.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: elconfidencial.com
2. Imagen tomada de: eradio.com.mx

lunes, 8 de febrero de 2010

VARIACIONES DEL CUERPO.


Queridas amistades:
Las y los saludo y les envió mis mejores deseos.

Tratándose del cuerpo humano, específicamente de su conformación física, podemos encontrar una visión muy difundida, según la cual existe una “normalidad” corpórea fijada a partir, de la regularidad con la que se presentan los caracteres físicos, morfológicos, del cuerpo.
De acuerdo a esta extendidísima visión, un cuerpo es “normal”, en tanto reúna un gran número de regularidades físicas, morfológicas.
El problema con esta visión es que su principal criterio, es el numérico, es decir, que la aproximación al cuerpo no se hace, siguiendo criterios médicos, biológicos o sociales, sino a partir de un criterio estadístico.
Esta visión, a pesar de ser sustentada por muchas y muchos investigadores, difícilmente puede ser considerada como científica, pues tiene un sesgo que es bastante evidente. Dicho sesgo es propio de una ideología conocida como positivismo. Al respecto, el positivismo fue una corriente filosófica del siglo XIX (que actualmente no tiene vigencia alguna en los sectores más serios de la investigación científica), y que se caracterizo, entre otras cosas, por aplicar criterios de las ciencias matemática, química y física, a otras ramas del quehacer científico como la biología, la sociología o la antropología (uno de esos criterios es, precisamente, el de lo normal).
Demás está decir que en el presente, las diversas ramas del quehacer científico, como la biología, la sociología o la antropología, han desarrollado criterios de investigación particulares, que son, mayormente, funcionales a sus respectivos campos de estudio.
Más aún, en el pasado (antes del siglo XIX), y en diversas sociedades y culturas, los criterios usados para comprender la realidad, no se preocupaban, en lo absoluto, por fijar algún tipo de normalidad. Así, en sociedades de castas y estamentos, se usaban criterios como el de distinción o el de la diferenciación social, mientras que en sociedades religiosas, como las de la antigüedad, se usaban criterios como el de la singularidad o el de la excepcionalidad. Al respecto, un aristócrata del medioevo europeo nunca habría considerado alguna normalidad que lo asemejara a la plebe, sino, al contrario, habría buscado distinguirse. Por su parte, un brahmán de la india no habría considerado anormal una singularidad surgida en la naturaleza, todo lo contrario, la habría considerado como sagrada o tabú.
Con relación al cuerpo, las diversas sociedades y culturas del mundo tampoco se preocuparon por establecer alguna normalidad corporal. En vez de ello, en diversas sociedades y culturas las irregularidades y hasta las singularidades físicas eran consideradas como características naturales, no antinaturales, no contranaturales.
Sin embargo, es necesario precisar, que dichas irregularidades o singularidades corporales eran consideradas como positivas (como portadoras de buenos augurios o buena suerte) o negativas (como portadoras de malos augurios o desgracias), no por sí mismas, sino en relación a diversas circunstancias (así, en la Europa medieval un recién nacido con alguna singularidad corporal podía ser visto como bienhechor o maldito, dependiendo de si sus padres eran virtuosos o pecadores, si la criatura había nacido antes o después de un suceso maravilloso o catastrófico, etc.).
Ejemplos de la aceptación de irregularidades o singularidades corporales pueden ser encontradas en diversas sociedades y culturas del orbe. Así, en Anatolia (Asia menor), en Mesopotamia, en India, en África, etc., ciertas singularidades físicas conllevaban a que su poseedor fuera visto, o como portador de bienestar o, incluso, como encarnación de alguna deidad, mientras que en la Europa y el Asia del medioevo las y los enanos eran incorporados a las cortes de príncipes o reyes, al considerárseles como portadores de buena suerte.


Ciertamente hay ejemplos de rechazo y repudio de irregularidades o singularidades corporales, mas están sujetos a contextos específicos. Así, el militarismo espartano exigía mujeres y varones “sanos”, para el ejercicio militar en el caso de los primeros y para la buena reproducción en el caso de las segundas (es conocido el hecho, de que las y los niños no “sanos” eran eliminados); mientras los romanos, menos radicales que los espartanos, hacían lo propio por idénticas razones (los romanos toleraron algunas irregularidades o singularidades corporales). Por su parte, los judíos rechazaban las irregularidades o singularidades corporales por razones religiosas (el cuerpo variado era excluido y discriminado, más no eliminado), pues las asociaban con la idolatría (ello debido a que sus vecinos de Asia menor, Mesopotamia y Egipto endiosaban a personas con ciertas variaciones corporales).
Lo cierto es que en la mayoría de las sociedades y culturas del mundo, algunas variaciones corporales se aceptaban, mientras que otras se rechazaban, pero fue la sociedad euroccidental (a partir del siglo XIX), la que rechazó toda variación corporal, tras considerarla como enfermedad, falla, defecto, deformidad, malformación o anormalidad física).


Más aún, las personas que presentaban dichas variaciones corporales, eran sujetas a discriminación y marginación. Al respecto, se encuentra como una serie de características corporales, como la calvicie, la ginecomastia, la amastia o ausencia de mamas, el albinismo, el enanismo, la intersexualidad o hermafroditismo, el agenitalismo o ausencia de genitales, la agenesia auricular o ausencia del pabellón de la oreja, la adactilia podal o ausencia de dedos en los pies, la cola vestigial, etc., son considerados como enfermedad, falla, defecto, deformidad, malformación o anormalidad, tan solo por no estar presentes regularmente en el cuerpo, aún cuando su presencia no implique ningún problema biológico, médico o social, que impida el pleno desenvolvimiento de la persona como ser humano.
El asunto de la discriminación y la marginación se vuelve más pavoroso, cuando dichas variantes corporales si implican una restricción parcial, aunque ella tampoco impida el pleno desenvolvimiento de la persona como ser humano (es el caso de los llamados discapacitados, que muestran variantes corporales como la ceguera, la ausencia de piernas, el síndrome de Down, etc.).
En suma, si bien es cierto que los cuerpos presentan ciertas regularidades físicas, no es menos cierto que los cuerpos también presentan ciertas variantes, que son tan naturales como las regularidades.
El numero, la regularidad con la que aparecen los caracteres corporales, no puede ser, de ningún modo, un criterio que rija la “normalidad” del cuerpo y del ser humano. Muchas variaciones del cuerpo, ya sean irregularidades o singularidades físicas, también son parte constitutiva del cuerpo, son parte importante de una variada riqueza de tipos humanos.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. La niña diosa del sur de India. Foto tomada de: paccas.wordpress.com
2. El hombre elefante de Inglaterra. Foto tomada de: adn.es

lunes, 1 de febrero de 2010

EL FIN DE LAS CIVILIZACIONES.


Queridas amistades:
Les saludos y les envió mis mejores deseos y parabienes.
De entre todas las sociedades y culturas del mundo ¿en que se parecen las de Teotihuacán, la Maya, la de Angkor, la de Zimbabwe, la de Rapa Nui y la occidental contemporánea?

Salvando las distancias, se trata de civilizaciones que, en sus respectivos espacios geográficos y en sus respectivas épocas, alcanzaron un florecimiento cultural incomparable hasta esos momentos.
Se trata de civilizaciones cuyos logros culturales las llevaron a distinguirse, notablemente, de otras sociedades coetáneas. Al respecto, se encuentra como sus construcciones y arquitectura son un legado para el resto de la humanidad, en tanto ejemplos maravillosos de una capacidad artística sin parangón en sus respectivos espacios geográficos y épocas.
Si se toma en cuenta otros logros, estas civilizaciones desarrollaron la agricultura a un nivel tan apreciable, que ello les sirvió de base para asentar su poder y hegemonía sobre otras sociedades y culturas.
Este auge agrícola conllevó a un aumento de sus poblaciones y ese aumento poblacional, exigió ganar nuevos terrenos para extender la agricultura. Paralelamente, el incremento poblacional también conllevó a un aumento de las construcciones, que requerían, a su vez, de ingentes cantidades de materiales para edificarlas.
Entonces, el consumismo que acompañó la vida urbana creció exponencialmente, en la medida en que las poblaciones y las urbes crecían. Ojo aquí, pues el consumismo no aumentaba en forma gradual, sino exponencial, pues la vida urbana siempre dependió de mayores bienes, de los que se requieren, habitualmente, en la vida rural.
Históricamente, el consumismo en la vida urbana va mas allá de la satisfacción de necesidades perentorias, pues se orienta hacia la satisfacción de necesidades que se originan en criterios menos básicos y más superficiales (que evidencian, de paso, relaciones de poder, de hegemonía y de dominación mucho más verticales que las presentes en la vida rural).
El exagerado consumismo de la vida urbana en las civilizaciones de Teotihuacán, la Maya, la de Angkor, la de Zimbabwe, la de Rapa Nui y la occidental contemporánea, conllevó a una depredación de sus respectivos entornos. En dichas civilizaciones, el considerable desgaste de los suelos agrícolas y la desmesurada deforestación de los bosques se presentan como símiles verdaderamente alarmantes.

Pero si las gentes de las civilizaciones del pasado no tenían mayor conciencia, de lo que podía suceder tras el desgaste de los suelos y la deforestación de los bosques, las gentes de la civilización occidental contemporánea si lo sabe.
La total depredación del entorno fue la causa principal de que imponentes civilizaciones como la de Teotihuacán, la Maya, la de Angkor, la de Zimbabwe o la de Rapa Nui desaparecieran y eso es lo que le ocurrirá a nuestra civilización occidental, si no detenemos pronto la “industrializada” depredación del entorno.
La historia nos ha dado muchos ejemplos, de lo que nos puede pasar si no empezamos a cuidar nuestro medio ambiente y si no disminuimos nuestro exagerado consumismo. Así, en Teotihuacán, en la cultura Maya, en Angkor, en Zimbabwe, el agotamiento de los suelos y la masiva deforestación conllevaron al colapso de sus civilizaciones. Sus habitantes, ante esta angustiosa situación, se vieron forzados a migrar, en búsqueda de nuevas tierras, para recomenzar sus vidas. Y el occidente contemporáneo corre también, el riesgo de ver colapsada su civilización.
Aquí la historia nos da otro ejemplo aleccionador, acerca de lo que nos puede suceder, si no ponemos un alto al desmesurado consumismo reinante, que es, inequívocamente, el origen de la depredación del entorno.
En la isla de Pascua, la civilización de Rapa Nui también colapsó, cuando los suelos se tornaron casi estériles y los isleños talaron el último árbol. En ese preciso momento, la catástrofe se ciño sobre los habitantes de aquella pequeña isla de la polinesia. Así, a la hambruna le siguieron matanzas y guerras por el control de los exiguos alimentos y recursos y a ello se agregaron diversas enfermedades, razones varias por las que la población se vio fuertemente diezmada.
Ese funesto destino puede ser, muy bien, el nuestro, ya que la depredación del medio ambiente no tiene visos de detenerse.

Los habitantes de las civilizaciones de Teotihuacán, la cultura Maya, Angkor y Zimbabwe, pudieron migrar a otras tierras, pero los habitantes de la isla de pascua no tuvieron a donde ir. Y nuestra contemporánea civilización occidental tampoco cuenta con otro planeta al cual escapar.
Sino reducimos nuestra fiebre consumista, si no salvaguardamos nuestro entorno, el destino que se forjaron los habitantes de Rapa Nui, puede ser, sin lugar a dudas, el nuestro.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Teotihuacán. Foto tomada de: es.wikipedia.org
2. Zimbabwe. Foto tomada de: britannica.com
3. Rapa Nui. Foto tomada de: flickr.com