martes, 25 de enero de 2011

MARICAS, MARICONES.


Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mejores deseos.

En estos últimos días, en el Perú, las declaraciones de varios jerarcas de la iglesia católica sobre el matrimonio y las uniones civiles entre personas del mismo sexo, han sido bastante homofóbicas.
En este contexto, como un hecho curioso, uno de los prelados, en sus declaraciones, hizo una observación lingüística que no tardo en generar polémica. Las palabras del obispo emérito de la diócesis de Chimbote se referían, a la forma en que las gentes deben referirse, a aquellas personas que gustan y se relacionan sexual y afectivamente con personas de su propio sexo.

Las palabras exactas del prelado católico fueron: “…porque hablan tanto de gay, gay, gay, hablemos en castellano, en criollo, maricones, así se dice…”.
Estas declaraciones, para muchas gentes, entre heteros y homosexuales, eran supuestamente ofensivas, pues dicho término (maricones) había sido usado en sentido peyorativo y, además, dicha palabra tenía un sentido despectivo, denigrante.
De lleno discrepo con estas apreciaciones, pues, sin defender al obispo chimbotano, no percibí que esta declaración se haya vertido con intenciones injuriantes. Más aún, el uso de la palabra maricón por parte del prelado, se hizo bajo un argumento que utilizan varios activistas varones homosexuales, para reivindicar el término marica: la reivindicación de la lengua española.
Particularmente si considero que lo dicho por el obispo católico era discriminatorio, pero lo era porque en su visión no se contemplaba el derecho que tienen las gentes a la auto denominación, a que se reconozca como válida y legítima la forma en que quieran ser tratados y reconocidos.
En tal sentido, es innegable que un sector importante, quizás mayoritario, de la población homosexual varonil, se identifica con el anglicismo “gay” (dicho sector poblacional se autodenomina y quiere ser denominado como “gay”).
Bajo esa premisa, ninguna persona, por más jerarca eclesiástico que sea, tienen derecho a imponer a las gentes, como deben o tienen que autodenominarse o ser denominados (eso más bien resulta una postura patriarcal, autoritaria y fascistona).
Ahora, en relación al término maricón, este no es más que el superlativo del término marica. Así, comparativamente, se encuentran los siguientes superlativos: de hombre: hombrón, de mujer: mujerón, de ballena: ballenón, de cabro: cabrón, de camioneta: camión, de marica: maricón, etc. En consecuencia, tanto el término marica como el de maricón (y sus plurales maricas y maricones), tienen, filológicamente hablando, el mismo sentido originario.
Dicho sentido, a lo largo de la historia ha variado notablemente. Al respecto, en la lengua española, hasta el siglo XVIII, el término marica designaba a las personas afeminadas o transvestidas. Para el siglo XIX, bajo un proceso de feminización de la homosexualidad, el término marica, en el habla española, paso a designar a las personas homosexuales (en este contexto es que se empezó a considerar que la persona homosexual era necesariamente afeminada o transvestida y que todo afeminado o transvestido era indefectiblemente un homosexual).
Mas en la polémica arriba mencionada, muchas gentes recurrieron a los diccionarios, especialmente al de la RAE, para “demostrar” que el termino maricón no significaba homosexual o gay, sino cobarde, pusilánime, apocado, etc.
Dichas gentes no toman en cuenta que los diccionarios en general, tan solo son referenciales y de ninguna manera son la última palabra en cuestión de definiciones. Más aún, las definiciones de los diccionarios son, en la mayoría de los casos, bastante elitistas, ya que, en muchos casos, no consignan definiciones comunes, populares o vulgares.

Ello sucede con el término marica, que, en sus orígenes, era el diminutivo del nombre femenino María. Entonces, a nivel popular, en lengua española, dicho nombre de mujer sirvió y aún sirve para insultar a un varón, del cual se ponía en duda su “hombría” (costumbre que también se daba y se da en el habla popular de otras lenguas europeas, así en ingles se usaba y se usa Mary Anne, Nancy o Nelly, en italiano Checca [Francesca], en portugués Adelaida, etc.).
Nuevamente en el habla común de la lengua española, hasta la popularización del término homosexual en la segunda mitad del siglo XX, era común usar el término marica (y su superlativo maricón) para referirse al varón que gustaba de otro varón.
Aquí, lo que la mayoría de las y los que están en contra del término marica (y maricón) pasan por alto, es que a lo largo de la historia europea y cristiana, la homosexualidad nunca fue bien vista (y más aún, era una realidad invisibilizada). Por lo tanto, cuando la homosexualidad se hacía visible, los términos utilizados para referirse a ella eran, indefectiblemente, peyorativos.
Al respecto, en la Europa occidental, hasta el siglo XVIII, el término oficial para referirse a un varón que tenía sexo con otro varón era el de sodomita (término de claras connotaciones religiosas y jurídicas). Para el siglo XIX, y antes de la feminización de la homosexualidad, el termino sodomita había devenido en demasiado jurídico (elitista) y se empezó a utilizar la noción de pervertido.
Si se fijan bien, notaran que los tres términos tenían y aún tienen connotaciones peyorativas. El sodomita es un delincuente, el pervertido es un malviviente y, en el habla española, marica es feminizante (lo que para el machismo patriarcal es negativo).
Aquí se entrecruzan una serie de consideraciones machista y homofóbicas. Así, bajo el orden social machista, se relaciona marica con cobarde, dado que la competitividad machista exige arrojo y valentía del varón. Y si se esperaba que el varón fuera valeroso, de la mujer se esperaba timidez. En este contexto, el varón homosexual y afeminado (algo negativo desde el punto de vista homofóbico), no es tímido (algo positivo para la mujer según el punto de vista machista), sino cobarde (algo negativo). La relación entonces estaba hecha, el varón homosexual y afeminado, un marica, era un cobarde, por lo que marica y cobarde se hicieron sinónimos.
Ahora, bajo el orden heterosexista y homofóbico, la homosexualidad no solo es negativa, sino que es la suma de todo lo negativo, razón por la que el marica no solo es un cobarde, sino, también, un malviviente y un delincuente. Pero a esta sumatoria de lo negativo, la impronta machista le aporta una jerarquía. Así, si, moralmente hablando, ser malviviente y ser delincuente es bastante grave, para el machismo el ser marica (en tanto afeminado y cobarde) es peor (las y los mayores recordaran que hasta hace poco, muchos padres decían que preferían un hijo ladrón/delincuente o drogadicto/malviviente/enfermo que maricon).
Esta imbricación conceptual, en el habla española, es un proceso que se ha dado entre los siglos XIX y XX. Más este proceso no ha sido excepcional. En el habla inglesa, los términos homosexual y gay, antes de su reivindicación nominal, eran términos tan o más peyorativos que el término marica.
El anglosajón término homosexual, antes de su reivindicación por el activismo en pro de la diversidad sexual (de Hirschfeld en adelante), designaba a un enfermo (homosexual = enfermo). Por su parte el anglosajón término gay, durante el siglo XIX, designaba a gentes de mal vivir. Así, gay se le decía a una mujer de “vida alegre”, o sea, a una prostituta y también gay se le decía a un varón de “vida alegre”, o sea, a un homosexual (la reivindicación del término gay recién data de la segunda mitad del siglo XX, tras la revuelta de Stonewall).
En consecuencia, se tiene que, en los paises de habla inglesa, el activismo en pro de la diversidad sexual forzó un proceso de reivindicación terminológica "nacionalista", mientras que en los paises de habla hispana el activismo, si bien también se forzó un proceso de reivindicación terminológica, este se dio prefiriendo el uso alienado de términos anglicanizantes (proceso que se dio a la sombra de la americanización de los estilos de vida en el mundo, tras la segunda guerra mundial).
Actualmente, en el mundo hispanohablante las poblaciones de varones que gustan de y se relacionan sexual y afectivamente con otros varones y que en su mayoría se auto reconocen bajo los términos de homosexual y gay, se encuentran renuentes a todo intento de reivindicación del término marica y ni que hablar de sus superlativo maricon (y, lamentablemente, la mayoría de las veces sus argumentaciones son de tipo prejuicioso).

Para finalizar, y volviendo a lo declarado por el obispo católico, su uso de la palabra marica se dio, a todas luces, con la intención de rechazar un término extranjerizante (el anglicismo gay), a favor del uso de una palabra de la lengua española, el término maricones (¿maricas?).
Por lo tanto, si partimos de la reivindicación del habla española, lo dicho por el prelado chimbotano me resulta de lo menos homofóbico que dijo en sus innegables declaraciones discriminatorias (que negaban la igualdad entre homosexuales y heterosexuales).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: pospost.blogspot.com
2. Imagen tomadad de: republicavirtual.wordpress.com
3. Foto tomada de: debates.coches.net

viernes, 21 de enero de 2011

EL PROBLEMA DEL CLOSET.


Queridas amistades:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

En esta semana, un conocido miembro de la farándula limeña salió del armario (del closet) y se declaro bisexual. La razón que adujo para tomar esta medida, fue un supuesto chantaje que se ejercía hacia el (coaccionándolo a pagar dineros, a cambio de que no se publicara un video en el que el aparecía).
Al margen de lo delictuoso del asunto, la discusión que se generó luego, comprobó que el tema del closet, aún sigue siendo bastante debatido en algunos sectores de la población LGBT.
Debatido por que aún se mantiene la visión del closet, como un derecho y no como lo que es realmente, un problema.


El closet, básicamente, es una situación en la que se encuentran las personas lesbianas, gueis, bisexuales y transgéneros, tras asumirse como sujetos con preferencias sexuales y genéricas distintas a la normativa heterosexual imperante. Dicha normativa impone la heterosexualidad como única vía posible de vivir el género y la sexualidad, de ahí que se le denomine como heterosexismo, régimen que, a su vez, invisibiliza, oculta y niega la existencia de otras preferencias genéricas y sexuales. En tales circunstancias, las personas lesbianas, gueis, bisexuales y transgéneros, tras asumirse como tales, se encuentran con un mundo homofóbico y transfóbico, razón por la que se ven obligadas a ocultar sus diversas preferencias sexuales y genéricas.
Si el closet es un problema, ello se debe, principalmente, a que el closet no es un derecho como sostienen algunas y algunos interesados, sino una forma de opresión, ya que las personas lesbianas, gueis, bisexuales y transgéneros no pueden asumir libremente quiénes son y se ven obligadas, por la homofobia y la transfóbia imperantes, a ocultarse y fingirse heterosexuales Dichas personas “enclosetadas” no asumen sus preferencias sexuales y genéricas diversas por vergüenza y miedo y, en consecuencia, racionalizan y justifican su permanencia en el closet, alegando, casi siempre, que es una opción. Por su parte, las personas lesbianas, gueis, bisexuales y transgéneros que deciden asumir públicamente sus preferencias diversas, se ven expuestos a la hostilidad y la violencia, a la discriminación y la marginación.
Quienes sostienen que el closet es una opción, aducen que las preferencias sexuales y genéricas son una cuestión que se encuentra enmarcada en la esfera del ámbito privado, en el ámbito de la vida privada de las personas, es decir, que las preferencias sexuales y genéricas son una cuestión privada que solo le compete a la persona en tanto individuos.
Sin embargo, la realidad demuestra que la heterosexualidad, no es una cuestión limitada a la vida privada de las personas, sino que se extiende hacia todos los ámbitos de la vida en sociedad. Al respecto, desde que nacemos, los referentes y mandatos heterosexistas se presentan en todo momento a nuestro alrededor. Así, mayormente hijas y/o hijos desde su nacimiento tienen, aún mayormente, a su madre y padre casados o conviviendo (en demostración de heterosexualidad), y a falta de ellos, están las y los demás parientes en igual situación, sino los vecinos o conocidos del barrio casados o conviviendo. En la televisión, desde los noticieros y documentales a las telenovelas y películas se encuentran referencias infaltables a la heterosexualidad. En el sistema educativo, en el trabajo, en las leyes, en casi todos los niveles e instancias que conforman la sociedad, se encuentran indefectiblemente referencias a la heterosexualidad.
Por lo tanto, suponer que la heterosexualidad es una cuestión propia de la vida privada, es una gran falacia.
Ahora, si la heterosexualidad es considerada una “normalidad”, ello se debe, precisamente, a su cotidianeidad en el ámbito público, de ahí que el movimiento en pro de los derechos de las personas lesbianas, gueis, bisexuales y transgéneros aspiren a visibilizar dichas preferencias sexuales y genéricas en el ámbito de la cotidianeidad pública (su “normalización”, a todas luces, depende en gran medida de ello).


De ahí que desde el activismo pro derechos de las personas LGBT se promueva la salida del closet de cada persona lesbiana, guei, bisexual y transgénero, no por ánimos exhibicionistas ni por necesidades de generar escándalo, como sostienen muchas y muchos conservadores, sino porque es la manera más contundente de demostrar que existen realmente diversidades sexuales y genéricas (desde este punto de vista, salir del closet es, sin lugar a dudas, una poderosa medida política de la población LGBT).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: lacomunidad.elpais.com
2. Imagen tomada de: equalityarizona.wordpress.com

miércoles, 12 de enero de 2011

HIJAS/HIJOS: UN ALEGATO EN FAVOR DE LA ADOPCIÓN (Segunda parte).

Amistades mías:
Les envió mis saludos y mis mejores deseos.

(CONTINUACIÓN). Habiendo dejado establecido, que, más que impulso "natural", la necesidad apremiante de tener hijas y/o hijos únicamente a través de la descendencia consanguínea y la reproducción biológica, es, a todas luces, una noción valorativa de innegable origen social. Entonces, en adelante, se remarcará que, en el actual contexto social, la explosión demográfica necesariamente se contrapone a la noción de descendencia consanguínea, mientras que la adopción se yergue como una clara y cada vez más relevante alternativa ante la reproducción biológica, más aún, cuando, en el mundo, hay millones y millones de niñas y niños que mueren en condiciones de abandono.

Aún así, los referentes sociales (de consanguinidad y reproducción), elevados a la condición de mandatos sociales, siguen mostrando a la noción y posibilidad alternativa de la adopción, como una solución social poco o nada satisfactoria ante la necesidad de tener hijas y/o hijos, especialmente al no considerar dicha solución alternativa (la adopción), como una forma fidedigna de conseguir descendencia ontológicamente valida y legítima.
Para peor, la exacerbación de los mandatos de descendencia consanguínea y reproducción biológica han llegado a niveles inverosímiles. Así, si por un lado en el mundo, desde diversas instancias internacionales y nacionales (desde la OMS, diversas ONG’s y activistas en derechos sexuales y reproductivos, hasta variadas agrupaciones políticas, gobiernos de diversas naciones, etc.), se promueven innumerables medidas para controlar la explosión demográfica (medidas como la elevación de los niveles educativos entre la población, cursos de educación sexual en los colegios, campañas para retrasar entre las y los jóvenes el momento de la iniciación sexual, promoción de métodos anticonceptivos, prevención de embarazos no deseados, planificación familiar, despenalización y/o legalización del aborto, etc.), desde otro lado, desde instancias tanto conservadoras como consumistas, curiosa y coincidentemente, se exacerba la reproducción y la consanguinidad como valores necesarios e indispensables para la conformación de familias.
Sobre esto último, para nadie es un secreto que en el mundo, millones de personas (ya sean heterosexuales, bisexuales, homosexuales, etc.) buscan tener descendencia consanguínea a como dé lugar y para ello, han llegado a involucrarse en una verdaderamente cuestionable comercialización de partes humanas (compra y venta de óvulos y esperma y alquiler de vientres).
En este punto es necesario señalar, el postulado ético y moral, propugnado por la medicina humanitaria y anticonsumista, que busca concientizar a las personas en la exigencia de que los órganos y miembros del cuerpo, no sean vistos como simples y vulgares objetos de comercialización, sino como componentes humanos susceptibles de compartición y/o donación (y por ende, destinados a mejorar condiciones de vida o salvarlas en forma humanitaria y no mercantilista). Ello con la finalidad de no redundar en la visión ultranegativa, impuesta por el consumismo capitalista, que cosifica a la persona y la muestra como un objeto más de consumo.
Teniendo en cuenta este postulado ético y moral, la compra/venta de óvulos y esperma y el alquiler de vientres se tornan medidas mercenarias y consumistas (medidas solo al servicio de los caprichos de aquellas y aquellos clientes que cuentan con medios económicos para costeárselas). Aún así, los mandatos sociales de la descendencia consanguínea y la reproducción biológica, llevados a sus extremos, han legitimado aquellas medidas mercenarias y consumistas, que no hacen más que contribuir, en principio, a acrecentar las desigualdades sociales (entre quienes pueden costearse sus caprichos y quienes no) y, además, a que el discurso consumista, que cosifica a la persona, devenga en referente social.
También en el extremo al que se llega, por encajar en los mencionados mandatos sociales (de descendencia consanguínea y reproducción biológica), se pasa por alto el principio ético y moral que trata del involucramiento real y efectivo de las y los progenitores en la crianza y las vidas de las y los hijos (principio promovido mundialmente desde la “Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo”, realizada en El Cairo en setiembre de 1994).
Contra este último principio, y reforzando los mandatos desfasados y arcaizantes de la consanguinidad y la reproducción, millones de personas pretenden hacerse de hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos, a como dé lugar, cueste lo que cueste.

Aquí, aunque es toda una obviedad, se hace necesario recalcar que la tenencia de hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos se da, biológicamente hablando, a partir de una progenitora mujer y un progenitor varón. También es claro que sobre esta condición biológica se ha construido y articulado el modelo familiar nuclear y heterosexista. Sin embargo, a partir del planteamiento y la articulación de modelos familiares alternativos, es posible involucrar a las y los progenitores, sin reproducir el modelo familiar nuclear y heterosexista.
Más en la mentalidad del común de las gentes, la posibilidad de buscar alternativas familiares no tiene cabida alguna, y varias mujeres y varios varones, que no pueden, por vía reproductiva sexual, tener hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos, quieren tener (y llegan a tener) la tan ambicionada descendencia biológica y consanguínea por diversos métodos artificiales, que se hallan comercializados al mejor postor en el mercado, métodos como la fecundación in vitro, la adquisición de óvulos, esperma y úteros, etcétera, para llegar (y llegando) a ser madres o padres ya sea en pareja heterosexual, en forma individual (en "soltería") o en pareja homosexual (parejas de lesbianas y gueis) y excluyendo, factualmente, a alguno de los progenitores (ya sea la mujer o el varón). Indudablemente en el caso de las parejas, ya sean heteros u homosexuales, lo que se busca, también, es encajar en el tradicional modelo familiar, nuclear y heterosexista (modelo conformado por una pareja monogámica con su respectiva prole, hijas y/o hijos).
Aquí muchas y muchos lectores dirán, que estas aspiraciones maternales y/o paternales son opciones válidas y legítimas, pero si el principio ético y moral de involucrar a ambos progenitores en la crianza y las vidas de las y los hijos, se ha hecho tan necesario, es porque en nuestro mundo contemporáneo muchas (demasiadas) personas no se comprometen ni responsabilizan en la tenencia de hijas y/o hijos o en su maternidad y/o paternidad y, consecuentemente, se encuentran niñas y niños abandonados, enfermos y/o explotados, madres y padres irresponsables, juicios de probanza y reconocimiento de paternidad, querellas judiciales por la manutención de las y los hijos, madres y padres proveedores pero ausentes, etc.
En tal situación, entran en franca contradicción, por un lado, el postulado principista de involucrar a ambos progenitores (a la mujer y al varón), que apunta a generar entre la población mundial, conciencia y responsabilidad en la tenencia de hijas y/o hijos y por otro lado, la compulsión psicológica generada por el omnipresente mandato social, que impulsa a las personas, a tratar de concretar, a como dé lugar en sus vidas, las nociones de reproducción biológica y descendencia consanguínea.
Así, contradictoriamente, mientras se hace un llamado a la maternidad y a la paternidad responsables (lo que implica el involucramiento de ambos progenitores, la mujer y el varón, en la crianza y las vidas de las y los hijos), también se valida el lograr, a como dé lugar, la maternidad y/o la paternidad en soltería o en parejas (ya sean heteros u homosexuales), prescindiendo y/o excluyendo a uno de los progenitores (ya sea la mujer o el varón).
Salvar esta contradicción inválida y deslegitima, necesariamente, una de aquellas dos posiciones y aquella que resulte más contradictoria, debiera ser la que deje de ser promovida socialmente.
Entonces, la tenencia de hijas y/o hijos siguiendo los mandatos de la reproducción biológica y la descendencia consanguínea, debiera ser la posición a abolirse. No solo porque es un mandato desfasado y arcaizante, sino porque, en el actual contexto social, se requiere de nuevas valoraciones éticas y morales, más acordes con las condiciones sociales contemporáneas.

Dichas condiciones sociales son, hoy por hoy, un mundo alarmantemente superpoblado, donde hay decenas de millones de niñas y niños abandonados. En tales circunstancias, insistir en la tenencia de hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos se torna una exigencia, a todas luces, alienante.
Por todo ello, la adopción tendría que empezar a ser promovida, como la principal forma válida y legítima de alcanzar la descendencia, de tener hijas y/o hijos. No hacerlo, en el actual contexto mundial (de sobrepoblación y de decenas de millones de niñas y niños abandonados), se está convirtiendo en una preocupante forma de egoísmo e inconsciencia social.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: hoypadres.com
2. Imagen tomada de: quercus448.wordpress.com
3. Foto tomada de: edukame.com

jueves, 6 de enero de 2011

HIJAS/HIJOS: UN ALEGATO EN FAVOR DE LA ADOPCIÓN (Primera parte).

Amistades mías:
Les envió mis saludos y mis mejores deseos.

En este 2011 la población mundial alcanzara la exorbitante cifra de 7 mil millones (7,000’000,000) de gentes sobre la faz de la tierra, cifra que aunque para muchos no signifique nada, es, ciertamente, muy alarmante.
Esta cifra es la expresión viva de la sobrepoblación mundial (la cual, todo indica, que seguirá creciendo desmesuradamente).
Lo alarmante del asunto es que el mundo no se da abasto para albergar a tanta gente sobre su faz. La cantidad de recursos y espacio necesarios para cubrir las necesidades de esta creciente población, es, ecológicamente hablando, insustentable.
La alimentación de esta creciente población implica la ampliación de los terrenos dedicados a la agricultura y la ganadería, ampliación que se hace a costa de la depredación de diversos ecosistemas. Por su parte, las necesidades de alojamiento de la creciente población ocasiona la expansión de las zonas habitables a costa de la destrucción de más ecosistemas.
Desde otro punto de vista, el mundo no puede con tanta poblacion, pues no hay recursos (alimentos, agua, energéticos, etc.) ni espacio para sustentar a la cada vez más creciente humanidad.
Es por estas y otras razones que el control de la poblacion, a través del la planificación familiar, va aumentando, progresivamente, su importancia.

Contener la explosión demográfica se está convirtiendo en un objetivo político prioritario, ya que el futuro que se nos avecina, según muchas y muchos estudiosos y analistas, es que, de seguir las cosas como están, se producirán, en unas cuantas décadas, profundas crisis y hasta guerras por el control del agua, de las fuentes de alimentación, de los recursos energéticos, etc.
Frente a este panorama tan lóbrego, se viene haciendo necesario replantear muchas nociones, que aunque inveteradas y a veces arcaicas, aún mantienen vigencia en una sociedad que apela a la racionalidad y a la ciencia como discursos legitimadores.
Al respecto, nociones como la descendencia, la reproducción y la tenencia de hijas y/o hijos, tal como las entendemos actualmente, se han vuelto cuestionables desde el punto de vista de la sobrepoblación mundial y sus consecuencias.
Primeramente, la descendencia, entendida como génesis, procedencia y filiación consanguínea, es, en la cultura occidental, una noción de origen medieval. Más aún, es una noción de origen aristocrático.
Precisamente, es a la aristocracia feudal y medieval a la que le preocupo la pervivencia y la perpetuación de su descendencia a través de la continuidad de su sangre. Contrariamente, en la antigüedad esclavista romana la descendencia valida y legítima se transmitía, principalmente, a través del apellido familiar (no por la sangre), razón por la que la adopción era vista como plenamente fidedigna (inclusive la adoración a los dioses familiares y el culto a los antepasados no perdían su efectividad en manos de las y los hijos adoptados).
Para otras sociedades y culturas, especialmente para muchas sociedades tribales, la descendencia tampoco era sinónimo de consanguinidad. Pero bajo la contemporánea sociedad burguesa capitalista, descendencia y consanguinidad se hicieron prácticamente lo mismo.
Segundamente, la visión que se tiene de la reproducción en la contemporánea sociedad burguesa capitalista, es también heredada de la tradición medieval, en este caso, específicamente, de la sociedad cristiano medieval. Según esta cristianísima visión, el fin ontológico del sexo es la reproducción y más aún, el fin ontológico de la humanidad era, igualmente, la reproducción. E influenciado por esta visión, es que cierto saber científico concluye que el fin de la vida es dar vida.
Sin embargo, para otras sociedades y culturas, como la hindú y la romana, el fin connatural del sexo es el placer y la reproducción es tan solo una consecuencia colateral (algo que el conocimiento científico ha asumido, es decir, que para la rigurosidad científica el fin teleológico del sexo es el placer).
Consecuentemente, contrariamente a lo que se cree en la sociedad occidental, descendencia consanguínea y reproducción biológica no son llamados instintivos de una naturalidad humana, sino simple y llanamente nociones y mandatos sociales susceptibles de cambio, desuso y abolición.
Con todo, para la sociedad burguesa capitalista descendencia consanguínea y reproducción como fin ontológico de la humanidad se han vuelto un binomio indisoluble, que no solo ha entrado a formar parte de la mentalidad occidental, sino, también, del sentido común del común de las gentes.

En tal circunstancia, la mayoría de las personas, bajo la sociedad burguesa capitalista, solo concibe la tenencia de hijas y/o hijos en términos de descendencia consanguínea y reproducción biológica.
Indudablemente habrá muchas gentes que consideren la descendencia consanguínea y la reproducción biológica como derechos y prerrogativas plenamente validas y legítimas. Sin embargo, en el contexto contemporáneo ello empieza a tornarse hartamente cuestionable.
Ahora, si tomamos en cuenta que los juicios y las valoraciones humanas no son imperecederas, sino que responden a las necesidades y circunstancias existenciales de cada época, de cada sociedad y cultura, entonces necesariamente tendríamos que concluir que la descendencia consanguínea y la reproducción biológica son valoraciones culturales cada vez mas desfasadas y arcaizantes en el contexto de las necesidades y circunstancias de nuestro mundo contemporáneo.
Sin lugar a dudas, esto sonara casi como herejía para muchas personas, pero habida cuenta de que la descendencia consanguínea y la reproducción biológica son valoraciones sociales de origen medieval, es necesario contemporizar dichas valoraciones para demostrar cómo es que son de desfasadas y arcaicas.
Primeramente, la descendencia consanguínea solo se hizo un valor importante en la sociedad medieval, en tanto se convirtió en elemento de demostración de estatus e instrumento de exclusión, ya que solamente la rica aristocracia tenía los recursos para “probar” la antigüedad de su linaje y la pureza de su sangre (para el estamento popular, con contados recursos, estas “probanzas” quedaban fuera de su alcance y no tenían mayor importancia).
Segundamente, la reproducción biológica solo alcanzó gran relevancia social tras la hecatombe poblacional que se dio en el bajo medioevo, época en la que las enfermedades, la hambruna y las guerras diezmaron a la poblacion europea (se estima que murieron entre el 30 y el 40 % de la poblacion).
La inmensa mortandad de esta época hizo cobrar notable importancia a la recuperación demográfica poblacional, lo que encumbro a la reproducción biológica como principal valor en la sociedad medieval europea (ello también que hizo eco en la valoración cristiana de que el fin de la humanidad era la reproducción).
Obviamente para este siglo XXI, las necesidades y circunstancias sociales son otras. Así, no hay necesidad de aumentar la poblacion, sino todo lo contrario (la explosión demográfica está imponiendo como valor el control de la natalidad). Por su parte la consanguinidad de la descendencia como valor carece de relevancia social y solo responde al capricho emocional de las personas (capricho que, a su vez, responde a una impronta cultural romanticista).

Para el siglo XXI, la explosión demográfica se ha tornado un problema mundial y una de sus consecuencias más desastrosas, es la de que una inmensa cantidad de infantes que, alrededor del mundo, se encuentra viviendo en condiciones infrahumanas. Así, decenas de millones de niñas y niños viven abandonados y, peor aún, millones y millones de niñas y niños mueren a consecuencia de su situación de abandono.
Lo más preocupante es que esta realidad conmueve a pocas y pocos, mientras que los valores desfasados y arcaizantes de la descendencia consanguínea y la reproducción biológica producen identificaciones emocionales masivas (CONTINUARÁ).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: turcon.blogia.com
2. Imagen tomada de: sonpareja.com
3. Foto tomada de: voxpublica.org