miércoles, 21 de octubre de 2015

EN OCTUBRE NO HAY LAICISMO O DE CUANDO LA PROCESIÓN NO VA POR DENTRO.

Un año más en que sale la procesión del señor de los milagros y nuevamente pasa por encima de  los derechos de quienes no profesamos esa confesión cristiana, de quienes no seguimos el cristianismo, de quienes no practicamos ninguna creencia. No se trata de una exageración, la procesión además de atropellar derechos ciudadanos (cuando menos el derecho a la tranquilidad y al libre tránsito), es un abusivo ejercicio de poder de la iglesia católica. Por qué asumámoslo, la iglesia tiene poder (político, económico, cultural y simbólico) y lo viene ejerciendo para conculcar derechos ciudadanos y empujar, a sabiendas, medidas políticas que redundan únicamente en su favor (como cuando la cabeza de la iglesia católica peruana se pronuncia, políticamente, a favor de las políticas extractivitas mineras, y en contra de quienes hablan de desarrollo alternativo). Ese ejercicio de poder se sostiene en una base material, la iglesia es la mayor propietaria privada del país, propiedades que aquella institución usufructúa sin que ello le genere el egreso siquiera de un sol por concepto de impuestos. La iglesia, además, tiene un gran, grandísimo, poder simbólico, al ser reconocida como un importante referente político, social y moral. Al respecto, el mes pasado se dio como noticia relevante, el hecho de que el proyecto de ley de búsqueda de personas desaparecidas en el periodo de violencia 1980 al 2000, recibiera el respaldo de la Conferencia Episcopal Peruana (hecho que fue posteado y reposteado en Twitter y Facebook, como algo resaltante, incluso por gente que se reconoce como laicista). Y otra gran demostración de poder de la iglesia católica, es sin duda alguna su tradición procesional, en las que demuestra su poder de convocatoria y de movilización social. Obviamente este poder simbólico es usado por la iglesia en su propio beneficio, al reforzar y conservar su predominio sociopolítico social.

1. Alan García rindiéndole culto a la imagen católica del señor de los milagros,
en tanto presidente de la República del Perú, desde palacio de gobierno.

Aquí alguien podría decir que usar la influencia que se tiene para el bien, no merece cuestionamiento, pero suponer ello implicaría asumir, ingenuamente, que la iglesia actúa siempre de buena fe, y que no tiene intereses privativos y/o dobles intenciones (y a través de la historia, las iglesias cristianas, todas sin excepción, siempre han demostrado ambiciones de poder). El poder que detentan las iglesias cristianas le permite tener a la sociedad a su merced y disposición. Y en muchos países, es el propio Estado el que se lo permite.  Así en el Perú la mera separación de iglesia y estado lisa y llanamente no es real, ni mucho menos plena. El estado laico, de facto, no existe en el Perú. La espuria constitución del 93 le reconoce a las iglesias cristianas (pero principalmente a la católica) un rol político social, que en la práctica acaba con cualquier atisbo de laicidad. El artículo 50 de la constitución fujimorista dice: “…el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración. El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas”. Este pequeño párrafo no es insignificante, le da a la iglesia el poder de decidir sobre todas las políticas nacionales (invocando a su rol de formadora histórica, cultural y moral de la nación). De hecho la iglesia, de manera soterrada, ejerce este poder, como cuando se opuso al proyecto de unión civil o al de aborto en casos de violación, haciendo lobby entre las y los congresistas. Pero, para todos los efectos, podría ejercer su poder directa y abiertamente invocando el privilegio que la constitución le reconoce (privilegio que la pone por encima de las instituciones estatales y democráticas). Así, los congresistas del lobby cristiano no necesitarían llegar al ridículo de citar a Hitler para asumir una postura anti progre, bastaría con que invocaran la constitución.

Nadie puede negar que las iglesias cristianas, en el Perú, en muchísimas ocasiones, han usado su poder político, económico, cultural y simbólico, para tratar de imponer sus posturas e intereses en relación a la política, la economía, la cultura, etc. Y las más de las veces lo han logrado. Cuéntese, por ejemplo, el caso de cuando sacaron miles de personas a las calles a manifestarse en la llamada Marcha por la Vida y la Familia. A través de esta manifestación masiva y contundente se ejerció presión sobre las autoridades políticas, para que rechazaran el aborto y el reconocimiento de las familias homoparentales. Dicho objetivo se cumplió, y con creces. Indudablemente las iglesias cristianas saben y tienen en claro que parte de su poder esta en las manifestaciones públicas. Es obviamente poder simbólico, un poder distinto al político o al económico, pero no menos determinante. El poder simbólico de las manifestaciones religiosas en público refuerza, en el imaginario de la gente, la creencia de que las iglesias (y las religiones) tienen un rol y una función no solo en la sociedad, sino también en las estructuras del estado. En tal sentido, la presencia de una procesión católica o una misa evangélica en las calles no hace más que validar y legitimar aquella creencia (y lo mismo ocurre exactamente con los símbolos y ritos religiosos en las dependencias públicas). El asunto se torna más grave cuando son las autoridades del Estado las que participan activamente, en tanto autoridades, de las manifestaciones públicas de la religión (aquí la creencia se vuelve peligrosa, ya que se asume que está por encima de la autoridad civil y de la ley). Si la iglesia no estuviera presente en el ámbito público, su intervención e injerencia sobre la vida política, social, económica y cultural de cualquier país simplemente seria nula.

¿Y es malo que las iglesias tengan presencia, influencia y/o poder en la esfera pública? Si asumimos que una ideología religiosa particularista (como la cristiana) no es inherente a toda persona o representativa del sentir toda la población, tendríamos que admitir que en general no resultaría beneficiosa o cuando menos inocua. Las religiones implican necesariamente un conjunto de valoraciones ético/morales que de ninguna manera guardan sintonía con los valores de una sociedad regida por la ley y el derecho. Situación que se ve agravada cuando las iglesias tratan de que aquellas valoraciones de sus religiones sean las que rijan la sociedad. A ello tendríamos que sumar, que las iglesias no son un dechado de virtudes. En la más de las ocasiones han defendido privativos y mezquinos intereses de tipo político y económico antes que religioso y casi nunca han sido plenamente respetuosas de las libertades y el derecho ajeno. En EE.UU. las iglesias evangélicas vienen boicoteando la educación científica y siempre han avalado el intervencionismo político y militar gringo. En Latinoamérica la iglesia católica ha avalado dictaduras genocidas y ha legitimado la brutalidad de sus represiones.  En el Perú la iglesia católica viene dando su venía a las políticas neoliberales y a la conculcación de derechos de poblaciones indígenas, mujeriles y LGBT’s.  En suma, a través de la historia la presencia de las religiones y sus iglesias en el ámbito público no ha sido precisamente beneficiosa, todo lo contrario ha sido bastante perjudicial. Y las procesiones (y misas callejeras) no son la excepción. Negar que las procesiones han sido y son utilizadas como instrumentos de control, presión y manipulación es una muestra de ignorancia. El ejemplo más claro y descarado en el Perú de la instrumentalización de las procesiones en beneficio de intereses políticos particularistas se dio en 1990, cuando la iglesia católica sacó a procesión al señor de los milagros y la virgen de Chapi para oponerse a un candidato que ganó (y lo felicitaron sacando una nueva procesión). Obviamente estos usos se hicieron con toda la intención de que fueran conocidos por toda la población, así que nada cuesta imaginar el que la iglesia instrumentalice las procesiones de manera soterrada, por debajo de la mesa. 

2. Pagina de Facebook de dependencia del Ministerio de Cultura,
rindiéndole culto a la imagen católica del señor de los milagros.

Lamentablemente en nuestro país, Perú, la iglesia ni siquiera necesita cometer sus arbitrariedades de manera clandestina, ya que cuenta con la venia del estado para actuar a su discreción. Más aun, el estado cautela sus intereses en detrimento de los intereses de la población en general (por ejemplo, las iglesias históricas peruanas son propiedad de la iglesia católica, pero en tanto que son patrimonio histórico de la nación, su mantenimiento, restauración y reconstrucción en caso de daño no corre a cargo de los dineros de la iglesia, sino a cargo del dinero del Estado). De estos beneficios definitivamente no se exceptúa la procesión del señor de los milagros, que fue declarada patrimonio cultural de la nación por la Resolución Directoral Nacional (RDN) Nº1454/INC-2005. En otras palabras, en el Perú, las arbitrarias demostraciones de poder de la iglesia católica son consideradas ¡Patrimonio Cultural de la Nación! Cabe en consecuencia hacerse las siguientes preguntas: ¿tenemos que considerar las manifestaciones de poder de la iglesia como patrimonio de todas y todos los peruanos?, ¿qué representa esta designación patrimonial en costos para el erario nacional?, ¿qué hacemos si la iglesia vuelve a sacar a las procesiones para apoyar a su candidato favorito?, ¿ello también sería patrimonio cultural de nuestra nación? Como espero que haya quedado claro hasta aquí, las procesiones no son inocentes manifestaciones del fervor popular, nada más alejado de la verdad. Las procesiones son instrumentos de poder de los que la iglesia católica se vale para reafirmar y validar su posicionamiento político, social y cultural. No cuestionar ello supone seguir asumiendo que la laicidad del Estado no significa nada y que la iglesia puede seguir interviniendo, a su antojo, en asuntos políticos, económicos, sociales o culturales de la nación.

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León.

Imágenes:
1. Imagen tomada de andina.com.pe
2. Imagen tomada del muro de Facebook de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura del Perú.