jueves, 22 de noviembre de 2018

SUFRIMIENTO Y SENSIBILIDAD: tendenciosidad y sesgo en ciertas lecturas sobre el hombre y el patriarcado.


Les saludo y les envió mis mejores deseos.

1. Pancarta en manifestación española.
Cada cierto tiempo encuentro textos en donde se dice que el machismo daña o perjudica al hombre. En dichos textos se habla de como la vida de los hombres puede verse afectada por el machismo. Se habla de como los hombres también sufren por el machismo. Probablemente, muchos de estos artículos pueden tener buenas intenciones. Intentan llamar la atención de los hombres y hacerlos ver lo negativo que es el machismo y el régimen patriarcal. Sin embargo, considero que la mayoría de estos textos son tendenciosos y abiertamente sesgados. Debido a ello, terminan prestándose de apoyo a un discurso cada vez más extendido, el de que los hombres también somos víctimas del machismo y del patriarcado. Este discurso, además de falaz, termina siendo nefasto para la lucha feminista, ya que si se asume como cierto el hecho de que hombres y mujeres somos víctimas del machismo, se termina invisibilizando el hecho innegable de que los hombres somos los principales perpetradores de la violencia machista y los únicos beneficiarios de la opresión patriarcal. 

Ciertamente los hombres somos afectados por el machismo y podemos sufrir por los mandatos de la masculinidad patriarcal, sin embargo, ello no nos hace victimas de nada. Bajo el régimen racista, los blancos también se ven afectados y pueden sufrir debido a los mandatos del racismo, pero difícilmente son las victimas del racismo. Bajo el régimen clasista, los burgueses igualmente se ven afectados y pueden sufrir debido a los mandatos del clasismo, pero ¿de qué serían víctimas? Establecer un correlato simplón entre el sufrimiento y la victimización es muy poco serio, si se trata de abordar la realidad opresiva del machismo y el patriarcado. Guste reconocerlo o no, todo el sufrimiento masculino atribuible al machismo es difícilmente equiparable a la esclavización, violencia y genocidio de las mujeres bajo el patriarcado. Pero esto no es lo único a considerar.

Como menciones líneas arriba, la mayoría de los textos que hablan del hombre como víctima del machismo y del patriarcado resultan tendenciosos y sesgados. Son tendenciosos pues abordan la cuestión a partir de una de sus aristas, y no de manera global. Así, al plantear que un hombre es víctima por los sufrimientos que reporta el mandato de la masculinidad machista y patriarcal, se pasa por alto que los hombres acatan dichos mandatos para alcanzar poder y privilegios. En tal sentido, ¿se puede llamar víctima a un hombre que sufre por el mandato de ser proveedor, cuando con ello busca el control y dominio sobre su esposa e hijxs? Indudablemente una lectura ajena a los beneficios que reporta el cumplimiento de los mandatos machistas y patriarcales es tendenciosa. De otro lado, ciertos enfoques sobre el sufrimiento masculino evidencian también sesgo.

2. Protagonismo masculino.
El grueso de las aproximaciones al sufrimiento del varón producido por el cumplimiento del mandato masculino patriarcal, parten de las declaraciones de los hombres que afirman sufrir por el patriarcado. Ello me trae a la mente los “estudios” homofóbicos que hablaban de lo negativo que era la homosexualidad. Dichos “estudios” se hacían en base a lesbianas y gays que proclamaban sentirse mal con su orientación sexual y acudían a los consultorios de psicólogos y psiquiatras. Obviamente estos “estudios” pasaban por alto la homofobia interna y la homofobia social y en consecuencia, concluían que ser homosexual era una condición que producía sufrimiento. Pero ninguno de estos “estudios” se molestaba en entrevistar a aquellas lesbianas y gays que afirmaban sentirse bien con su orientación sexual. En el mismo sentido, las aproximaciones que hablan de hombres sufriendo por el machismo se basan en los varones que afirman sufrir por las exigencias del mandato de la masculinidad patriarcal y concluyen, sesgadamente, que todos los hombres sufren por igual (un artículo publicado por la BBC en español, en octubre de este año, es una muestrea de ello: goo.gl/i4yVwN). Pero semejante conclusión no tiene ningún asidero. Parten de la consideración errónea de que el patriarcado afecta igual a todos los hombres, cuando tal consideración ni siquiera es aplicable a todas las mujeres.

En la sociedad patriarcal, todos los hombres somos socializados bajo los mandatos de la masculinidad machista, pero dentro de ese régimen social hay quienes encajaran a la perfección en dicha normativa y hay quienes no, ya sea porque no puedan o porque no quieran encajar. En tal sentido, me atrevo a afirmar que la mayoría de las aproximaciones al sufrimiento masculino producido por el machismo, parten de aquellas personas que no pueden o no quieren encajar dentro de los mandatos del régimen patriarcal, dejando fuera a todos aquellos hombres que si encajan a la perfección dentro del sistema. Si me preguntan, ellos son la mayoría.

Cuando hablamos del sufrimiento masculino, uno de los ítems más repetidos en los textos, es el de la sensibilidad. Muchos hombres declaran que el machismo los ha llevado a no poder expresar libremente sus emociones y afectos. Ello no lo pongo en duda, sin embargo, dudo mucho que el grueso de los hombres se enfrente a esa misma situación. Me atrevo a proclamar que los machos no sienten. Al respecto, hay dos hechos a considerar que apuntan en esa dirección. En primer lugar, en la sociedad patriarcal, todos los hombres somos socializados bajo los mandatos de la masculinidad machista. Uno de esos mandatos pasa por la castración de nuestros sentires. “Los niños no lloran” es la directriz más conocida y evidente con la que se nos socializa desde nuestra infancia. No sentir es un mandato cuasi militar con el que vivimos. Lo interiorizamos, lo hacemos nuestro y cuando adultos, nos conducimos en consecuencia. Si desde niños se nos enseña a no sentir, cuando adultos simplemente no sentiremos.

Aquí alguien me dirá que sentir es una capacidad humana y que esta no se puede suprimir, pero es que toda capacidad necesita ser desarrollada o de lo contrario se atrofia. Si a un hombre lo reprimen desde su infancia para que no sienta, es innegable que crecerá sin experimentar lo que es sentir, y que finalmente termine como un insensible. Un ejemplo de ello es la nula empatía de los machos hacia el sufrimiento y la opresión de las mujeres. Conmoverse por el sufrimiento ajeno es algo que se aprende, pero si a uno no le enseña ello y encima se nos inculca la noción de que la otra persona es inferior o se le animaliza y cosifica, lo más probable es que uno no se inmute por quien sufra. No es casual entonces que muchos feminicidas no demuestren el más mínimo remordimiento por su crimen o peor, lo finjan con la finalidad de minimizar su castigo.

En segundo lugar, si se nos castra el sentir, lo más probable es que no desarrollemos tampoco memoria sensible. La memoria sensible es la que nos lleva a identificar aquello que nos hace sufrir. En los machos, la falta de una memoria sensible, además de no perturbarles en su accionar  machista con los recuerdos dolorosos que puedan tener, les permite que abusen de su poder sin ningún tipo de remordimiento. Con esto no digo que aquellos que fuimos socializados como hombres no recordemos lo que hayamos sentido. Cuando reflexionamos o hacemos trabajo de introspección podemos recordar, pero la amnesia sensible en general es la que nos permite actuar como machos. Pongo un par de ejemplos. 1) Un macho tomando con sus amigos puede recordar y sentirse mal por haber masacrado días atrás a su cónyuge, pero ello no le impedirá que al llegar a casa, vuelva a masacrar a su pareja. Con su memoria sensible intacta, el sufrimiento que causó y su propio sufrimiento podrían detenerlo. 2) Un macho puede confesarle a su amigo que se sintió mal por haberle puesto los cuernos a su cónyuge, pero tan pronto se le presente la oportunidad, volverá a hacerlo sin importar cuan mal se sintió la vez anterior.

3. Pinta hecha en Argentina.
En suma, me temo que algunos de los enfoques de varones antipatriarcales que están apareciendo, se hacen a partir de una lectura errada de lo que es el machismo y de cómo nos afecta a los hombres. La comprensión de como el machismo afecta a los hombres, no puede hacerse a partir de los pocos que no encajan en la norma, sino de los muchos que si lo hacen. En tal sentido, no puede concluirse que los hombres somos víctimas del machismo, solo por que quienes no encajamos en el imperativo machista reconocemos nuestro sufrimiento. Toda persona sufre, pero ese hecho no basta para asumir que mujeres y hombres somos igualmente víctimas del machismo patriarcal. Las afectaciones y el sufrimiento de los varones y de las mujeres dentro del régimen patriarcal, no tienen el mismo origen y no producen los mismos efectos. Los hombres no somos oprimidos por alguien, ni estamos sometidos a nadie. Si los hombres fuéramos realmente víctimas del machismo, los varones hace milenios ya tendríamos cuestionamientos y discursos subversivos equiparables al feminismo y nos hubiéramos rebelado contra la opresión patriarcal hace centurias. Eso no ha sucedido y claramente se debe, a que el hombre no es, de ningún modo, víctima del patriarcado.

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León.

Imágenes

1. Imagen tomada de: eldiario.es
2. Imagen tomada de: es.toluna.com
3. Imagen tomada de: revistapatria.com

viernes, 2 de noviembre de 2018

¿CELEBRAR LA CANCIÓN CRIOLLA O HALLOWEEN?


Tengan un gran día, estimadas amistades.

Como todos los años, surge la disputa cansina sobre si celebrar la canción criolla o halloween. Digo cansina puesto que los argumentos siempre son los mismos, la libertad individual versus el sentido de peruanidad. Y lamentablemente todo se termina resumiendo en alpinchismo individualizante de un lado y chauvinismo patriotero del otro. Ambas posturas terminan siendo nefastas. Vamos por partes. En una primera aproximación a la canción criolla, tenemos que no es precisamente un género pan peruano. Lo que habitualmente venimos definiendo como canción criolla, es si acaso música costeña urbana. Si partimos de que criollos somos todas y todos los peruanos, criollo también sería el huayno, el yaraví, la chicha y la cumbia amazónica.

1. Un artículo sobre la cuestión en un diario peruano.

Sin embargo, asumamos que  la lectura tradicional es englobar, bajo el término criollo, algunos géneros musicales de origen hispano y afro (vals, polka, marinera, festejo, tondero y zamacueca). Ciertamente como país, deberíamos celebrar nuestra cultura, debería haber celebraciones tanto para la música criolla, el huayno, el yaraví, la chicha y la cumbia amazónica, aunque no precisamente en un mismo día, y no con una falaz pretensión de pan peruanidad. Serían celebraciones regionales entre las cuales estaría el día de la canción criolla. Nada de esto se da. Uno de los grandes motivos por los cuales las nuevas generaciones celebran el halloween y no la música criolla, es porque se trata de una juventud que desde hace casi treinta años, vive inmersa en una sociedad en donde la cultura predominante es la del consumo capitalista. Indudablemente halloween, como festividad tradicional, no significa nada para las juventudes.

El capitalismo tomo una festividad tradicional anglosajona, la frivolizó convirtiéndola en objeto de consumo y la popularizó en todo el mundo (globalización). Si vivimos bajo la impronta de una cultura basada en el consumo capitalista ¿cómo se puede esperar que las juventudes celebren otra cosa que no sea lo que imponga el consumismo capitalista? Aquí es donde la postura de la libertad individual se me torna alpinchismo individualizante, pues se cierra sobre una supuesta libertad de elección individual, en una sociedad sometida al tren del consumismo galopante. Entonces hablar de libertades individuales fuera de todo contexto, no es otra cosa que  alpinchismo individualizante. Del otro lado, el patrioterismo chovinista y ciego asume que, por el solo hecho de que somos peruanxs, debemos celebrar la canción criolla. No es así, la cultura se vive, y lamentablemente las nuevas generaciones no han vivido la música criolla. Y lamentablemente las nuevas generaciones tampoco están viviendo el huayno, el yaraví, la chicha y la cumbia amazónica.

El gran problema es que vivimos en un país, en donde la última vez que el Estado emprendió políticas culturales importantes, fue bajo el gobierno de Velasco (hace ya 50 años atrás). Al respecto, la gente de derechas y de ideología liberal, no asume que el consumismo capitalista es un modelo cultural. Ese modelo cultural recibe apoyo del Estado y de la empresa privada (las normas, leyes y tratados a favor del libre mercado son su fundamento). Para liberales y derechosos, altamente ideologizados, el mercado es ascético y la cultura es un producto más de mercado. Sin embargo, ese mercado no surge de la nada, se engendra en la sociedad capitalista y esta sociedad surge en el mundo anglosajón. En otras palabras, el mercado ya viene cargando, no solo una forma de ver la cultura (la anglosajona, la sociedad de consumo), sino de productos culturales propios de sus sociedades de origen.

Esto queda plenamente evidenciado, con el hecho de que cuando surgió el capitalismo, vino de la mano con la colonización de los continentes americano, africano, asiático y oceánico. En estos continentes se impusieron los productos europeos (incluidos los culturales), como de mayor valía que los autóctonos y tras la descolonización esta visión prosiguió. Pensar entonces que el mercado es ascético es una soberana cojudez. Para peor, asumir que la cultura es un producto de mercado y que el mercado se encarga de posicionar los productos en condiciones de igualdad, ignorando el posicionamiento hegemónico y la situación de privilegio de la que gozan los productos occidentales (incluidos los culturales), es una completa estupidez, además de una demostración de ignorancia supina.

Frente a esta realidad, los países no occidentales deberían emprender políticas culturales, que permitan posicionar mejor sus respectivas culturas. Lamentablemente, la globalización viene imponiendo una dictadura cultural, en donde se termina imponiendo la impronta occidental. Como país, Perú, si de su acervo cultural se trata, debería instaurar un conjunto de políticas culturales, que permitan un mejor posicionamiento de su cultura frente a los embates del mercado y la sociedad de consumo. Francia es un ejemplo a seguir. Así, respecto a su cine, el país galo tiene un conjunto de normas y leyes que permiten posicionar sus films de manera relevante. Las distribuidoras y las salas están obligadas a dar espacio y hasta privilegiar las películas hechas en Francia. Como resultado, el país galo tiene una de las cinematografías más importantes del mundo occidental.

Volviendo al Perú, y tratándose de música criolla, el Estado debería tener un conjunto de normas y leyes que permitan impulsar y difundir la música criolla. Cursos en el colegio y escuelas de artes musicales con rango universitario. Necesariamente excepciones de impuestos a la producción cultural musical criolla, además de estímulos y beneficios para quienes se comprometan a su difusión. Deberían haber radios y programas televisivos destinados a la promoción de la música criolla. Deberían existir eventos culturales en donde se exponga el criollismo. Podrían haber varios "concursos" musicales, como el festival de marinera en Trujillo, con buenos premios y cuyos ganadores tengan vitrinas donde exponer su arte (las radios, programas y eventos mencionados).  Estas propuestas y otras más podrían aplicarse a todas las demás manifestaciones musicales (el huayno, el yaraví, la chicha y la cumbia amazónica). 

2. Afiche de una campaña colombiana contra el Halloween.

Sin políticas culturales que posicionen mejor la cultura peruana, seguiremos sometidos a la dictadura de la sociedad de consumo capitalista. Sin la promoción y presencia de la cultura peruana en la vida pública del país, no se puede esperar que las nuevas generaciones vivan la cultura de su país. Sin políticas culturales nacionales y regionales, las juventudes preferirán celebrar halloween, que es la festividad que viven gracias a la sociedad de consumo capitalista. Si se quiere que en el Perú se celebre la canción criolla antes que halloween, se tendría que dejar de considerar la cultura, como un producto sujeto a la elección individual en un mercado de consumo. 

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León. 

Imágenes.
1. Imagen captura de elperuano.pe
2. Imagen tomada de wallsviews.co 

viernes, 21 de septiembre de 2018

REVOLUCIONARIOS Y RELIGIOSOS


Queridas amistades:

Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

Hay gente que por más “radical” que sea su discurso materialista (socialista), sigue reverenciando a la religión. Se trata de gente que ha vivido toda su vida en una sociedad, en donde lo más sagrado era la religión. Por ello, pese a que pueda haber toneladas de argumentaciones y billones de estudios que señalan el carácter negativo y hasta perjudicial de aquel fenómeno social, siempre están dispuestos a considerar rasgos “positivos” de las religiones. Para estas personas, lo negativo siempre será achacado a otras instancias, a las iglesias, al clero, etcétera, pero la religión es buena, inmaculada, santa.

1. Símbolos de la monarquía.

Si estas personas vivieran en el siglo XVIII, serían monárquicas. En la época de las revoluciones liberales, había innumerables ideólogos y revolucionarios liberal burgueses, que si bien hablaban de igualdad, ciudadanía y democracia, se decantaban por la monarquía. Claro está, habían vivido toda su vida en una sociedad, en donde lo más sagrado era la monarquía. Por ello, pese a todos los cuestionamientos y críticas que podían hacerse contra esa institución feudal, siempre estaban dispuestos a considerar rasgos “positivos” de la monarquía. Para estas personas, lo negativo siempre era achacado a otras instancias, a la nobleza, a los reyes, etcétera, pero la monarquía siempre era buena, adecuada, necesaria.

En la época de la revolución inglesa, que llevó al cadalso a Carlos I (1649), uno de los padres del liberalismo era Hobbes, quien era monárquico. Durante la revolución francesa, una de sus líderes más connotados, Honoré Gabriel Riquetti, el conde de Mirabeau, era también monárquico. En la guerra de independencia estadounidense, algunos militares, encabezados por Lewis Nicola, comandante del Invalid Corps, le propusieron a George Washington tomar el título de Rey. En Argentina, durante su proceso de independencia, el general Belgrano se pronunció a favor de la monarquía. En Perú, San Martín propuso, como forma de gobierno para el naciente país, una monarquía.

Para la primera mitad del siglo XIX, los proyectos monárquicos de los liberales se multiplicaban. En el continente americano, Haití se independiza bajo el mando de Jean Jacques Dessalines, quien se corona emperador bajo el nombre de Jacques I. México alcanzó su independencia bajo la forma de una monarquía, en la que Iturbide se coronó emperador con el nombre de Agustín I. En Brasil, la independencia también se alcanzó bajo la fórmula de una monarquía, encabezada por Pedro I. En el continente Europeo, Napoleón se trajo abajo la república francesa y se coronó como emperador de los franceses, mientras que algunos países que alcanzaron su independencia se erigieron en monarquías. Bélgica bajo el cetro de Leopoldo I y Grecia bajo el mando de Otón I.

Es innegable que en el presente hay aún monarquías. Cuéntese 26 en el mundo de 193 países. Felizmente la tierra fue heredada por los republicanos, y hoy por hoy las monarquías son vistas como algo anacrónico. Formas de gobierno obsoletas y antidemocráticas. En cuanto a la religión, felizmente el mundo será heredado por los ateos e  irreligiosos. Mas si bien en el futuro habrá sociedades en donde sus poblaciones cuenten con mayorías religiosas, estas sociedades serán vistas como algo anacrónico, como realidades sociales obsoletas y antidemocráticas. Ya hay países en donde la religión está en franco retroceso y el número de creyentes disminuye ostensiblemente. Naciones como Holanda, Noruega, Suecia, Islandia o Nueva Zelanda siguen ese camino.

2. Religiones.
Es innegable que durante las revoluciones burguesas de los siglos XVII, XVIII y XIX, había, revolucionarios monárquicos y revolucionarios republicanistas. Y es innegable que en la revolución rusa, había revolucionarios religiosos (en gran numero entre la social democracia) y revolucionarios ateos e irreligiosos. Sin embargo, los principales "ideólogos" del pensamiento materialista, marxista y socialista, y sus principales lideres revolucionarios, fueron, en su gran mayoría, no solo ateos, sino también contrarios a la religión.

Cito a Marx: “La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión.” Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1844).

Cito a Lenin: “La socialdemocracia basa toda su concepción del mundo en el socialismo científico, es decir, en el marxismo. La base filosófica del marxismo, como declararon repetidas veces Marx y Engels, es el materialismo dialéctico, que hizo suyas plenamente las tradiciones históricas del materialismo del siglo XVIII en Francia y de Feuerbach (primera mitad del siglo XIX) en Alemania, del materialismo incondicionalmente ateo y decididamente hostil a toda religión… La religión es el opio del pueblo. Esta máxima de Marx constituye la piedra angular de toda la concepción marxista en la cuestión religiosa. El marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera.” Actitud del partido obrero hacia la religión (1909).

Y aunque sé que recurrir a este personaje le provocará un chucaque a muchos, me quedo con la cita siguiente: “Las relaciones en la sociedad socialista o comunista, es decir, en el desarrollo más elevado de la sociedad socialista, serán completamente transparentes y no requerirán métodos auxiliares como el engaño, la mentira, la falsificación, la copia, la traición y la perfidia. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de eso. En nuestras relaciones y moral todavía hay muchas mentiras enraizadas, tanto en la servidumbre feudal como en el orden burgués. La expresión más alta de la ideología de la servidumbre es la religión. Las relaciones en la sociedad feudal monarcal se basaban en la tradición ciega y se elevaban al nivel del mito religioso.” León Trotsky, Cultura y socialismo (1926).

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León.

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1. Imagen tomada de: okdiario.com
2. Imagen tomada de: temukebangsaan.com

jueves, 30 de agosto de 2018

¿SIGUE VIGENTE SANTA ROSA COMO REFERENTE SOCIAL PERUANO?


Queridas amistades:

Reciban mis parabienes.

1. Reconstrucción forense del rostro de
Santa Rosa
Todos los 30 de agosto se celebra el día de la santa católica peruana Santa Rosa de Lima. Este personaje es parte del “panteón” cívico nacional junto a figuras como Túpac Amaru II, Bolívar, Grau, Cáceres, Quiñones, etc. Se trata obviamente del “panteón” oficial de nuestro actual Estado peruano. Mas yo me pregunto, como historiador, activista de DD.HH. y laicista, ¿cuál es el lugar que tiene Isabel Flores de Oliva (a.k.a. Santa Rosa de Lima) en nuestra historia y en nuestra patria, de cara a un imaginario laico de personajes representativos del civismo y la "peruanidad"? Desde un punto de vista laico, la santidad católica no es ningún ejemplo de civismo. Pero ese no es el único criterio, al momento de establecer referentes sociales de civismo y peruanidad. 

Desde el feminismo, existe la crítica hacia el hecho de que nuestro imaginario social de civismo y peruanidad, esté plagado de hombres y las pocas mujeres existentes, han sido, en su mayoría, puestas allí, en tanto eran funcionales a una mirada y a un régimen machista, patriarcal y conservador. Por ejemplo, nuestras grandes heroínas exaltadas por la visión oficial de Estado, han sido presentadas como tales, en la medida en que eran leídas como esposas que se sacrificaron siguiendo a sus maridos (Micaela Bastidas, María Parado de Bellido, Antonia Moreno de Cáceres, etc.). Y ojo, no digo que se deba descartar a esas heroínas, pero si veo, como tarea urgente, repensar la forma en que han venido siendo presentadas oficialmente.

2. Escultura de Miguel
Baca Rossi
(80's del siglo XX)
En este contexto, es claro que deberían buscarse referentes mujeriles que sean pertinentes a las presentes necesidades de una sociedad, que aspira a ser democrática, libre, justa y equitativa. En este marco, la visión hagiográfica que se tiene de la santa limeña, la enajena por completo de la construcción de un futuro "panteón" cívico laico. Además, su imagen religiosa católica, centrada en la sumisión y en el martirio del personaje, se aleja por completo de los referentes femeninos buscados por las mujeres feministas, razón por la cual también quedaría fuera de un imaginario cívico antipatriarcal. 

Sin embargo, si bien Santa Rosa no cabe dentro de lo que sería un anhelado "panteón" cívico laico y antipatriarcal, no sé si se pueda decir lo mismo de Isabel Flores de Oliva. IFO, mientras vivió, no fue precisamente bien vista por la iglesia católica y su canonización obedeció más a intereses políticos, que a una plena aceptación de quien ella fue en vida. IFO estuvo vinculada al movimiento de las iluminadas. Varias de estas mujeres fueron encausadas y sentenciadas por la inquisición por heréticas y si no llegaron a poner en juicio a IFO, fue por que no era precisamente la más renombrada o radical.


3. Pintura de Francisco Laso
(1866)
En ese sentido, si bien las iluminadas no fueron un movimiento de liberación, si lo fueron de resistencia. Eran mujeres con unas creencias y prácticas religiosas, que no se sujetaban a los mandatos de una ortodoxia oficial impuesta por la iglesia católica (una institución patriarcal, dominada por hombres). Pero, ojo, tampoco es que se tratara de un movimiento subversivo (no fueron precursoras de la Teología de la Liberación, por si acaso). Sus creencias y prácticas eran eminentemente conservadoras. No buscaron romper o acabar con el orden establecido, ni mucho menos, apenas se apartaron de la ortodoxia, en una época en donde cualquier tipo de desviación era sancionada por la inquisición (la iluminada IFO sería canonizada, más por la necesidad de tener un santo que refrendara el "éxito" de la evangelización en América, que por una real aceptación de su figura "ejemplar" y de acuerdo a este objetivo político, su vida fue reescrita siguiendo los intereses de la IC).

Siendo este el panorama sobre el personaje histórico, cabe preguntarse si Isabel Flores de Oliva (a.k.a. Santa Rosa de Lima), tiene algún sitial en un imaginario cívico patriótico nacional, que responda a las necesidades de una sociedad laica, multicultural, genéricamente equitativa, integrada e inclusiva. Fríamente diría que no, pero es mi punto de vista masculino, anticlerical y socialistón. Realmente me cuesta imaginar, cuales podrían ser los parámetros bajo los cuales, la figura de IFO siga teniendo vigencia en un país desarrollado y moderno ya en pleno siglos XXI.

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León

Imágenes.

1. Imagen tomada de: walac.pe
2. Imagen tomada de: facebook.com/SantosPeruanosTv
3. Imagen tomada de: caretas.pe

miércoles, 2 de mayo de 2018

COLONIZAJE IDEOLÓGICO Y ACTIVISMOS LTGBI(“MÁS”)


Queridas amistades:

Les saludo y les envió mis parabienes.

Me preocupa sobremanera el posicionamiento de ciertos activismos LTGBI(“más”) que se pretenden super progres y muy de avant garde, cuando en realidad distan mucho de serlo. Digo que me preocupa por que tienen recursos e influencia y están direccionando las luchas del movimiento por la diversidad sexogenérica, por derroteros que lamentablemente no son expresión política de nuestra realidad, sino que responderían de un lado, a ciertas visiones academicistas y clasistas, y de otro, a ciertas formas de colonización ideológica anglicanizante.


De arranque soy de los que considera que la lucha LTGBI(“más”) sea una lucha centrada en la cuestión de la diversidad identitaria, sino (y principalmente) una lucha contra la opresión y exclusión social. En tal sentido, se hace necesario e imprescindible separar con absoluta claridad, lo que es la lucha por el reconocimiento de nuestras existencias, que es transversal a todas las identidades del colectivo LTGBI(“más”), de la lucha por la libertad de expresión identitaria, que es, ante todo, una lucha más específica, particular (e incluso individual). Con ello no digo, ni quiero que se entienda, que la lucha por la libertad de expresión identitaria no sea importante, pero es necesario reconocer que la libertad de expresión identitaria se deriva de la lucha por el reconocimiento de nuestras existencias. Si no existimos, no nos podemos expresar.

Lamentablemente siento que en Perú, algunos activismos están posicionando la lucha por libertad de expresión identitaria, como el motor de la lucha LTGBI(“más”), lo cual, sin duda alguna, obedece a una innegable posición de clase (clase media, middle class, pequeña y mediana burguesía, o como gusten mejor llamarla). Esta situación, al interior del movimiento LTGBI(“más”), es prácticamente como un reflejo en el espejo de las posturas liberal feministas (clasemedieras), que abogan por la igualdad y la inserción de la mujer en el mercado laboral, sin tener presente una mirada interseccional.  

Lo mismo ocurre con ciertos activismos LTGBI(“más”), que vienen posicionando, como lucha de primer orden, el derecho a la libertad de expresión identitaria, y, ya sea por alienación, inconsciencia, desconocimiento, desinterés o egoísmo, terminan ignorando o minimizando aspectos de la lucha LTGBI(“más”) que requieren forzosamente de mayor relevación. Aquí alguien me acusará de querer establecer priorizaciones en la lucha LGBTI(“más”), pero no es esa mi intención. Lo que aquí quiero señalar, es que el grueso de lxs activistas LGBTI(“más”), somos personas que hemos gozado en mayor o menor medida de ciertos privilegios. Y quienes vienen impulsando la lucha por la libertad de expresión identitaria, igualmente han tenido y tienen privilegios sociales. En tal caso, han tenido acceso a la información, que es un privilegio de clase; han tenido la posibilidad de tener estudios universitarios, que es un privilegio de clase; han tenido la fortuna de contar con el apoyo de sus familias, que es un privilegio de clase; pueden contar con lugares seguros, que es un privilegio de clase; que tienen trabajos no precisamente precarios, que es un privilegio de clase; etc. No se puede decir lo mismo, ni se puede comparar su situación, con la de una traca, un marimacho, una maricona o un chito, que no han concluido la escuela o que ni siquiera la han cursado; que han sido expulsadxs de sus casas, que viven enfrentándose cotidianamente a la violencia y que solo tienen trabajos de sobrevivencia (y/o viven, de plano, en la extrema pobreza). Lxs primerxs gozan de reconocimiento, lxs segundxs no. Lxs primerxs pueden darse el lujo de luchar por la libertad de expresión identitaria, lxs segundxs no.

Alguien aquí me dirá que todas las luchas son importantes. Y diré que eso aquí no está en discusión. Lo que está en discusión, es que las personas cuyas luchas son deudoras de ciertos privilegios sociales, pospongan, ignoren, olviden, desdeñen, o ninguneen las luchas de personas que no gozan de siquiera algunos de nuestros privilegios sociales. Si nosotrxs como activistas, con cierta conciencia y privilegios sociales, anteponemos nuestras luchas particulares, a las necesidades que son vitales y transversales a todas las poblaciones LTGBI(“más”), no solo estamos reproduciendo patrones de dominación, sino que estamos desconociendo la interseccionalidad en nuestra lucha. Como activistas (consientes y consecuentes con el rollo ese de lucha contra todo tipo de discriminación y opresión), se supone que no luchamos prioritariamente por nuestros intereses individuales y/o particulares, sino que levantamos principalmente demandas colectivas.

Lamentablemente, y desde que estoy en el activismo, si hay ciertas personas que, por alienación, inconsciencia, desconocimiento, desinterés o egoísmo, anteponen sus particularidades e intereses individuales, a las luchas comunes/colectivas. Y en el presente, hay ciertos discursos de ciertos activismos LGBTI(“más”), que anteponen las distinciones y diferencias particulares (que son las menos), a las semejanzas y similitudes bio/socio/culturales (que son los más), semejanzas y similitudes  que tenemos en tanto somos integrantes de un mismo colectivo poblacional LTGBI(“más”), en tanto que somos animales humanos, seres sociales, personas ciudadanas y sujetxs no heterosexuales. Alguien me dirá aquí que es válido y legítimo promover y exaltar distinciones y diferencias (discutiblemente llamadas “diversidades”), sin embargo, repito nuevamente que, ello se hace desde posiciones de privilegio, la principal, la de tener cierto reconocimiento y posicionamiento social (como contar con cierto apoyo familiar, con vecinxs tolerantes, tener redes de amistades, contar con recursos humanos y capital organizacional, tener compañerxs y profesores respetuosxs que se solidaricen con unx, tener superiores y jefes comprensivxs, etc.). 

Lo que resulta más clamoroso de estos discursos de ciertos activismos LGBTI(“más”), que priorizan las distinciones y diferencias particulares, es que están incurriendo, queriendo o sin querer, en colonialidad de un lado y en alienación del otro. Al respecto, hay que señalar que en el Perú (y al parecer en varios otros países de la región), no se vienen realizando estudios de carácter sociológico, antropológico e histórico de gran alcance, sobre las manifestaciones sociales y culturales de la diversidad sexogenérica en nuestras realidades. En el caso del Perú, aun cuando existe una rica variedad de usos y costumbres a lo largo y ancho del país, usos y costumbres que ponen en evidencia la riqueza patrimonial de la cultura peruana, se desconoce, casi por completo, como la diversidad sexogenérica habida en el Perú, se manifestaría al calor de esta riquísima diversidad cultural. Esta premisa parte del hecho concreto de que en nuestro país, hay una notable diversidad de expresiones de la feminidad y masculinidad, que no solo tienen que ver con la clase social, sino también con la precedencia geográfica y la ascendencia cultural (andina, amazónica, etc.). Más aun, en otros países de Latinoamerica, en donde los movimientos sociales han desarrollado, de manera contestataria, fuertes discursos decolonizadores, la investigación científica ha puesto en relieve formas no occidentales de la expresión genérica y sexual, que están siendo tomadas, como referentes identitarios, por los colectivos LGBTI(“más”).

Lamentablemente se viene imponiendo en nuestro país, una lectura de la diversidad sexogenérica marcada por un acartonado academicismo y deudora de criterios y categorías anglicanizantes (importadas del mundo anglosajón). En pocas palabras, colonializaje ideológico del norte sobre el sur. Esto se lo debemos, en gran medida, a una lectura distorsionada de lo que es la identidad. A grandes rasgos, la identidad seria aquello que nos identifica (ya sean rasgos, atributos o características). En tal sentido, podemos reconocer dos tipos marcados de identidad, de un lado, la individual, que sería la concepción y expresión que tiene cada persona acerca de si misma, y de otro, la colectiva, que tiene que ver con nuestra noción de pertenencia a un determinado grupo social. Ciertamente ambos tipos identitarios están interrelacionados, y sin lugar a dudas, entendemos nuestra individualidad a través de nuestro bagaje cultural y asumimos nuestra pertenencia a un grupo social desde nuestra percepción individual, pero ello no supone, de ninguna manera, que una de las identidades se reduzca a la otra.

Eso es lo que, al parecer, viene ocurriendo con ciertas miradas provenientes de ciertos activismos LGBTI(“más”). Como mencione líneas arriba, a partir de la postura privilegiada de ciertos activismos (con acceso a información y con estudios universitarios, por ejemplo), se viene planteando, discutiblemente, y como parte de la lucha por la libertad de expresión identitaria, la existencia de ciertas identidades, que a nivel individual pueden resultar muy válidas y legítimas, pero que son enunciadas como si se trataran de identidades colectivas propias de nuestra realidad sociocultural. He aquí una cuestión realmente problemática. Las identidades, ya sean individuales o colectivas, son expresión de nuestra realidad sociocultural. Y en el caso de las identidades colectivas, necesariamente responden a nuestras situaciones y vivencias de clase y de cultura. En tal sentido, yo, en tanto persona no heterosexual y latinoamericana de origen, no podría autodefinirme como Molly ingles del siglo XVIII, Winkte lakota norteaméricano del siglo XIX, Fa'afafine samoana del siglo XX o Muxe mexicana de nuestro presente; no podría considerarme como unx de ellxs, dado que ni tengo sus vivencias culturales, ni pertenezco o soy parte de su realidad social.   

Lo mismo ocurre con un sinfín de identidades sexogenéricas que han surgido en realidades norteamericanas o europeas y que han sido abordadas por la academia en el primer mundo. Ellas claramente responden a concepciones del género y la sexualidad propias de países como EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, etcétera, y que no necesariamente tienen correspondencia con las realidades existentes en el Perú. Identidades como agéneros, pansexuales, polisexuales, demisexuales, entre otras, han visto la luz en países donde hay (mayor) información o enfoques educativos sobre el género y la sexualidad, que difícilmente tienen un correlato en nuestra realidad. La realidad es que no hay investigaciones, estudios o aproximaciones aunque sea periodísticas, que muestren que estas identidades existentes en EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, etcétera, existan también en el Perú o cuando menos que en algún sentido las reflejen. En cambio, lo que aparentemente viene ocurriendo, es que habría una visión que peca de colonial, y que pretende asumir que estas realidades identitarias, descritas y explicadas por la academia del mundo anglosajón, también existen en un país de cultura hispanolatina como es el Perú. Identidades como agéneros, pansexuales, polisexuales, demisexuales, e incluso queers y no binarios, parecen responder a una visión que asume lo anglosajón, como el patrón a partir del cual medir el género y sexualidad de todas las sociedades y culturas del mundo. La lógica (plana y superficial) sería que si hay allá, también acá. Y ello, sin lugar a dudas ni remordimientos, es colonialidad pura y dura.

Para peor, varias de las personas que se vendrían definiendo como agéneros, pansexuales, polisexuales, demisexuales, e incluso queers y no binarios, lo harían por motivos tan banales como la moda o la pose intelectual, antes que por una real identificación con estas expresiones identitarias. Al respecto, estas identificaciones no toman en cuenta como las identidades importadas del mundo anglosajón, suponen una forma clara de alienación ideológica. El trasplante de identidades sajonas a realidades latinoamericanas como la peruana, responde a una clara política de domesticación de los cuerpos colonizados y estigmatizados. En tal sentido, las representaciones de lo no heterosexual, en las realidades no occidentales, van retrocediendo y cediendo terreno a favor de las identidades de origen anglosajón. Al respecto, cabe destacar como el maricón y la travesti, que son representaciones históricas de lo no heterosexual en el Perú, vienen desapareciendo a favor de identidades más acorde con el canon académico occidentalizante. Para ciertos activismos LGBTI(“más”), identidades como la queer, la no binaria, la pansexual, la polisexual, la demisexual, la agenérica, etcétera, suponen más caché en tanto moda o más conocimiento en tanto pose intelectual. Tales identidades anglosajonas son entonces fuentes de prestigio. Y es que al parecer, llamarse queer, no binario, pansexual, polisexual, demisexual o agénero, es mucho más regio, más cool, más absoluto, más intelectual, que ser un simple mariconcito, una travesti común y silvestre o responder a cualquier otra representación chola de las diversidades sexogénericas.

Ojo, no niego, aquí, que haya gente que pueda responder válida y legítimamente a tales identidades, que el discurso académico y el influjo anglosajón vienen develando. Después de todo, lo occidental es también parte de nuestra cultura latinoamericana. Pero me hace mucho ruido que en nuestro país, las identidades cholas (como el maricón y la travesti, entre otras) no ocupen un lugar significativo entre nuestras representaciones de la diversidad sexogenérica. En el caso de la travesti, esta identidad está cada vez más relegada, al extremo que ya muy pocas activistas trans usan el termino para referirse a sí mismas de manera protagónica (pueden usarlo, pero como sucedáneo de trans cis o de no binaria).

En cuanto a la identidad del maricón, simplemente ha desaparecido del activismo. Históricamente maricón venia definiendo al biovarón, con orientación sexual homoerótica, expresión de género “afeminada” e indumentaria mayormente cisgénero (y en menor medida con uso de prendas consideradas como femeninas). En los 80 cedió terreno ante el término homosexual, en los 90 cedió más ante el término gay, en los 2000 quedó fuertemente marginada ante la aparición del queer y en los 2010 desapareció casi por completo frente a la no binaridad. No es casual que el maricón se esfumó del imaginario LGBTI(“más”), cuando en los centros de estudios académicos nacionales se empezó a hablar de lo queer y lo no binario. Cabe anotar que algunos activismos peruanos venían usando, desde los 2000, el término marica, sin embargo, se trata de un modismo “prestado” del activismo español, dado que en el Perú, históricamente, y en los medios urbanos, se había venido usando, su superlativo (maricón).


Me temo que un ejemplo claro de esta concesión al academicismo anglicanizante, se dio en el último encuentro LGBTIQ que se realizó en abril de 2018. Es sintomático que para la participación en el evento se usaran invitaciones (vía email) y una “ficha de inscripción” (algo muy discutible por cierto) y que la organización abriera en dicha ficha, casillas para marcar las identidades de queer, no binario, pansexual, polisexual, demisexual o agénero y se olvidará por completo de abrir una casilla para marcar cisgénero, cuando esta es la expresión más común de la identidad de género en el activismo LGBTI(“más”) peruano. Cabe anotar que el “olvido” fue subsanado días antes del encuentro, pero a causa de que varias y varios activistas se lo hicieran notar a la organización. Cuando menos en la ficha se hallaba la travesti como categoría identitaria, aunque era la única y solitaria identidad de origen perucho (lo cual hacia más clamorosa la presencia de las otras categorías identitarias de origen anglosajón). Indudablemente se hace necesario dejar de mirar el mundo anglosajón como fuente de conocimiento y como referente para la construcción de nuestras identidades sexogenéricas. El rescate de las expresiones peruanas, cholas y originarias, es una tarea impostergable por más tiempo. El activismo LGBTI(“más”) peruano tiene esa tarea pendiente.

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León


Imágenes.

1. Imagen tomada de: rubystar.es
2. Imagen tomada de: arainfo.org