lunes, 20 de octubre de 2014

LAS PROCESIONES RELIGIOSAS SON UN GASTO INNECESARIO PARA TODA LA POBLACIÓN.

Queridas amistades:
Los saludos y les envió mis mejores deseos.

1. Procesión de Santa Rosa de Lima (mediados del siglo XX). 
Al punto. Las procesiones religiosas implican gastos al erario público que no le traen ningún beneficio a la población (ni siquiera el espiritual). Al respecto, para que salga una procesión se requiere de un despliegue de servicios extraordinarios que se pagan con el dinero de todas y todos los peruanos. Así, los gobiernos central y municipal movilizan agentes pagados con la plata de nuestros impuestos (entre policías, serenos y servicio de limpieza). Y ojo, aquí no se cuenta los gastos resultantes de las delegaciones de la policía y el ejercito que asisten a "homenajear" las imágenes procesionales de turno.
Sobre lo que si se cuenta, el pago por horas extras que se le otorga a la policía, serenazgo y servicio de limpieza (si es que se les paga), no debe ser barato. La suma se elevaría a varios miles de soles. Imagino que los gastos del estado (gobierno central y municipal) no deben bajar de 100 mil soles y no para mejorar la seguridad ciudadana o el ornato de la ciudad, que beneficiaría a toda la población, sino para atender única y exclusivamente a las y los procesionistas católicos. Es decir que se pone recursos económicos y humanos no al servicio de toda la población, sino a favor de un grupo particular y privilegiado.
A ello habría que agregar la paralización de la ciudad, lo que significa no solo una molestia para las y los vecinos por donde discurre la procesión y que ven alterado su día a día, sino también una molestia para las y los demás ciudadanos, específicamente aquellos que requieren movilizarse por la ciudad y que pierden horas valiosas de su tiempo con el desvío del tránsito y la congestión.

2. Procesión de San Martín de Porres.
Ahora bien, el costo en horas de trabajo que se pierden no ha sido calculado, pero no debe ser mínimo, tomando en cuenta las pérdidas que se producen, ya sea por las tardanzas o por los servicios no prestados. Y si a ello se le suma las horas de descanso que no se recuperan y el estrés generado en la gente que se moviliza por la ciudad en días de procesión, se vislumbra un costo producido por las afectaciones al bienestar personal que nadie reconoce.
Para empeorar el asunto, los gastos de los gobiernos central y municipal no le cuestan nada a la iglesia, pues a pesar de ser una de las mayores propietarias del Perú, no paga arbitrios municipales (ni barrido de calles ni mantenimiento de parques y jardines, ni alumbrado público, ni seguridad pública [serenazgo], etc.), ni ninguna otra clase de impuestos (ni IGV, ni impuesto selectivo al consumo (ISC), ni impuesto predial, etc.).
Hagamos un paralelo, una manifestación pública, ya sea de la CGTP, del gremio médico, de la ciudadanía en protesta o la Marcha del Orgullo LGBT, podría ser considerada cubierta, a cuenta de que las y los manifestantes pagan arbitrios a sus municipios correspondientes. Ello supone que la o el ciudadano común paga por limpieza de calles y serenazgo. Pero la iglesia no paga nada, es decir, que el costo de lo que desembolsa el estado para cubrir los gastos procesionales, le cuestan a la ciudadanía pero no a la iglesia. La iglesia no le paga al estado millonadas, pero le impone a todas y todos los peruanos sus procesiones.
Al respecto, si se pudiera cuantificar cuánto gasta la iglesia en sacar una procesión, siquiera una pequeñita, la ciudadanía se daría cuenta que la iglesia gasta frioleras de dinero, que bien podrían ser invertidas en gastos mucho más necesarios (para no ir muy lejos, podría hablarse de los propios programas eclesiásticos de atención a las y los “necesitados”).

3. Procesión del Señor de los Milagros. 
Desde los objetos de oro y las telas finas hasta las flores e inciensos (por tan solo contar los gastos más visibles), lo más probable es que se gasten fuertes sumas de dinero para atender una imagen, sumas que de seguro no serían bien vistas por las personas más necesitadas (sobre todo en un país con más del 30 % de la población en situación de pobreza).
En suma, los gastos provocados por el paso de una procesión deberían ser asumidos por la iglesia, pero no, pues ella tiene privilegios. Si viviéramos en una verdadera república laica, la iglesia simplemente no podría sacar procesiones, pues la ciudadanía en general no tendría por qué correr con los gastos producidos por la fe de un sector de la población. En un verdadero estado laico, toda procesión seria simple y llanamente un recuerdo de nuestro pasado virreinal, no la realidad horrenda que tienen que soportar ahora las y los peruanos.

Se despide su amigo uranista.


Ho.

Imágenes:
2. Imagen tomada de: http://diariocorreo.pe
3. Imagen tomada de: http://www.rpp.com.pe

miércoles, 22 de enero de 2014

REFLEXIONES SOBRE LA CUESTIÓN DE ORGANIZARSE EN PARTIDOS POLÍTICOS.

Amistades mías:
Les envió muchos saludos y mis mejores deseos.

Semanas atrás me sumergí en una discusión acerca de la práctica política. Lo que llamó mi atención fue que uno de los participantes en la discusión, sostuvo una suerte de recriminación sobre los movimientos sociales, en la que aducía que uno de los problemas de representatividad de dichos movimientos sociales, se debía a que ellos no habían canalizado sus demandas a través de partidos, sino a través de ONG’s. Claramente repliqué que, históricamente, los partidos habían reproducido muchas de las taras culturales contra las que luchaban aquellos movimientos sociales (era el caso del feminismo, que se había tenido que enfrentar a partidos políticos, que operaban como instancias reproductoras del patriarcado machista). A grandes rasgos la dúplica a esta respuesta trató de la necesidad de organizarse políticamente en partidos, como única vía de viabilizar las demandas de los movimientos sociales.

1. Partidos del mundo.

Mi respuesta a lo último fue que la organización en partido, había sido un ideal, pero que, a lo largo de la historia, varios de los grandes logros de los movimientos sociales (como en el caso del movimiento feminista y homosexual), se habían obtenido mayormente fuera de las organizaciones en partidos políticos. Para peor, las actuales organizaciones político partidarias enfrentan una seria crisis de representatividad, porque, entre otras cosas, han dejado de responder no solo a las circunstancias imperantes en la realidad vigente, sino, también, a las necesidades reales de la población (población conformada por múltiples y variopintos grupos humanos diversos entre sí).
Las presentes estructuras políticas tienen menos de 250 años. El estado capitalista burgués surge en el siglo XVIII (con las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX). Sus hitos fundacionales son la independencia estadounidense en 1776 y la revolución francesa de 1789. Sin embargo, las organizaciones que actualmente conocemos como partidos políticos, son bastante posteriores. En un principio, cuando el sufragio era censitario (restringido), los partidos estaban conformados por cuadros (es decir, conformados por miembros “afiliados” que se organizaban en torno a un jefe político o caudillo). Se trataba, entonces, de organizaciones muy elitistas. Con la llegada del voto universal, los partidos se hicieron masivos. Estos partidos de masas surgen a partir de la lucha por la extensión de los derechos políticos (a mediados del siglo XIX). Pero no por ello desaparecen los caudillos, ni mucho menos las cúpulas elitistas (que en última instancia no solo manejan la financiación de las organizaciones, sino que hasta deciden quienes se erigen como candidatos del partido).
Las teorizaciones discursivas, que dan sustento a las organizaciones en partidos, datan de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En este lapso temporal, las teorizaciones políticas burgueso liberales terminan convirtiendo a dichas organizaciones políticas en parte inherente del orden político burgués (del sistema conocido como “democrático liberal”), mientras que el orden jurídico burgués convirtió a los partidos, en la única forma de organizarse políticamente para participar del sistema “democrático liberal”.
Ahora bien, del siglo XIX al siglo XXI, el mundo ha cambiado radicalmente. Los ideólogos liberales que antaño teorizaban sobre el sistema de partidos políticos, estaban muy lejos de imaginar que para el siglo XXI, el modelo podía agotarse y dejar de responder a la realidad. Del siglo XIX a la fecha, el avance tecnológico ha sido impresionante, la explosión demográfica es espantosa y la destrucción del medio ambiente es alarmante. Nadie puede negar que desde el siglo XX, los diversos movimientos sociales han impulsado cambios y transformaciones, que se han dado, muchas veces, al margen de los partidos políticos (así, importantes logros del movimiento feminista y homosexual se han dado fuera de los partidos).
Más aun, para el siglo XXI muchos movimientos sociales han llegado a prescindir de los partidos, para realizar su accionar político. En ese sentido, la tecnología ha permitido a diversos movimientos sociales articular y coordinar su accionar. Así lo han hecho: el movimiento ecologista y el de DD.HH., las y los revolucionarios de la llamada “primavera árabe” (en la que se derrocaron dictaduras de países como Egipto, Libia o Túnez), el movimiento de las y los “indignados”, etc.
La realidad demográfica del mundo también es otro punto a tomar en cuenta. Las poblaciones han crecido enormemente de los siglos XVIII y XIX al presente. Al momento de su independencia, EE.UU. tenía una población de aproximadamente 2’400,000 habitantes (incluyendo indígenas, esclavos y sirvientes). Por su parte Francia, al momento de la gran revolución de 1789, tenía aproximadamente 27’600,000 habitantes. En 1800, toda Europa, de Portugal a Rusia, tenía 180 millones de habitantes aproximadamente (en el presente, tan solo Francia y Alemania tienen juntas una población de más de 150 millones de habitantes). Para 1850 (mediados del siglo XIX), Inglaterra tenía aproximadamente 19 millones de habitantes, la confederación alemana 29 millones y Francia 36 millones. Para el 2014, los tres países más poblados del mundo superan con creces esas cifras. EE.UU. se aproxima a los 320 millones de habitantes, India va camino a los 1,250’000,000 de habitantes, mientras China está al borde de los 1,400’000,000 de habitantes (sin contar Taiwán, Hong Kong ni Macao).
Y si se comparan las elecciones del siglo XIX y las del siglo XXI, los resultados resultan pasmosos. En la elección presidencial de Francia de 1848, el ganador, Luis Bonaparte alcanzó la votación de 5’454,000 electores (tratándose solo de sufragio universal masculino), mientras su contendiente, Luis Cavaignanc, obtuvo una votación de 1’448,000 electores. En la elección parlamentaria francesa de 1876, en donde el parlamento elegiría al presidente de la república, y en donde la votación valida fue de 7’388,234 electores (no contando votos nulos y en blanco), se eligieron a 533 representantes. El partido “ganador”, la “Izquierda Republicana”, alcanzó 193 escaños, con el 36.2 % de la votación (aproximadamente 267,455 votos). El segundo partido, la “Unión Republicana”, alcanzó 98 escaños, con el 18 % de la votación (aproximadamente 130,988 votos). En comparación, en la elección presidencial peruana del 2011 (en la que Perú contaba con 29’500,000 habitantes aproximadamente), el actual presidente Ollanta Humala ganó la elección (de primera vuelta) con 4’643,064 votos. En la elección presidencial mexicana del 2012 (en la que México contaba con una población de 119 millones de habitantes aproximadamente), el actual presidente Enrique Peña Nieto ganó la elección con 19’158,592 votos. Y en la elección presidencial estadounidense del 2012 (en la que EE.UU. contaba con una población de 312’900 habitantes aproximadamente), el partido ganador, el “Demócrata” (que llevó a la presidencia a Barack Obama) obtuvo una votación de 65’907,213 electores. Con semejantes cifras ¿se puede asumir que un partido verdaderamente puede representar a una diversidad poblacional de 50 millones, 100 millones, 500 millones de habitantes?
A esto habría que agregar, que el estado burgués capitalista, en la actualidad, no puede darse abasto para cubrir las necesidades de agua, energía y alimentación de las inmensas cantidades poblacionales. Más aun, la explosión demográfica es directamente responsable de la depredación de recursos y de la destrucción del medio ambiente. Frente a esta realidad catastrófica, los partidos hegemónicos del mundo no se han comprometido seriamente con la tarea de afrontar aquellos acuciantes problemas con todas sus implicancias (entre otras cosas, porque combatir dichas problemáticas requiere, por ejemplo, de medidas que resultan o muy onerosas o muy impopulares).

2. Un titular de portada del diario "El Comercio" de Perú.

Hoy por hoy, el sistema de partidos se encuentra en crisis. Y en notable medida se debe a las circunstancias aquí enumeradas. No se puede negar que el “sistema de partidos” se ha estirado hasta sus límites, razón por la que las organizaciones partidarias, que bien pudieron ser operativas y funcionales a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, difícilmente lo siguen siendo en el siglo XXI, sobre todo si atienden a visiones y criterios que respondan a la realidad de hace cien años atrás.
El mundo actual requiere de organizaciones políticas que respondan a la realidad del presente. El “canto del cisne” de los partidos (en tanto formas tradicionales y conocidas de organizarse políticamente) está “a la vuelta de la esquina”.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: redpartidos.org
2. Imagen tomada de: blog.pucp.edu.pe

lunes, 6 de enero de 2014

ESTATUS SEROLÓGICO, INDIVIDUALIDAD Y RELACIONES DE PAREJA.

Queridas amistades:
Les envió mis saludos y parabienes.

1. Sero discordancia.
En el mes de agosto (del 2013) se publicó por internet una noticia sobre un caso abiertamente discriminatorio. Según la nota publicada por una página LGBT, un tribunal alemán (del estado de Baden Wuerttemberg) sentenció a una persona a pagar una multa de dos mil quinientos euros (2,500 €), por ocultarle a su pareja su estado serológico (pareja con la que tenía cinco meses). Diversas asociaciones para la prevención del SIDA inmediatamente protestaron, pues consideraron que el fallo criminalizaba a los pacientes VIH+ y liberaba a sus eventuales parejas y/o compañeras o compañeros sexuales de la obligación de protegerse. Al respecto, la asociación Deutsche Aids Hilfe (Ayuda Alemana contra el SIDA) ha venido condenando varios fallos similares, ya que se trata de una abierta "criminalización general de seropositivos". Dicha asociación llamó a: "no imponer la prevención del VIH de un solo lado, únicamente a la gente seropositiva".
Esta noticia llegó a conocimiento de mucha gente gracias a Facebook, espacio virtual en el que se vertieron diversas opiniones, la mayoría de acuerdo con el hecho de que la responsabilidad es compartida, no solo unilateral. Pero también abundaron opiniones concordantes, acerca de que la persona sentenciada debió comunicar a su pareja su estado serológico (algo así como su “deber moral”).
Frente a esta última postura yo apunte más o menos lo siguiente: Primero, la moral empieza por uno. Si una persona sabe que se puede infectar de VIH o de cualquier otra ets (enfermedad de transmisión sexual), se cuida y usa siempre condón, así sea con la pareja. Es un hecho de que una o uno nunca llega a saber el pasado completo de la gente y se tiene que ser consciente, que mucha gente no siempre dice toda la verdad sobre su pasado o su presente (así, las mujeres heterosexuales, que asumen tener una relación monógama con su pareja, son el grupo humano cuyo índice de contagio de VIH - Sida ha sido el de mayor crecimiento en los últimos años). Segundo, no considero que una persona esté obligada a decirle toda su vida a las y los demás, así se trate de la pareja. Cualquier persona tiene derecho a su privacidad y a su intimidad, incluso estando emparejado (y el tener un mal congénito, un síndrome como el VIH - Sida o un pasado “oscuro y tormentoso”, es, quiéranlo o no, parte de esa privacidad e intimidad individual). Hablar de nuestra privacidad y de nuestras intimidades es una opción y no querer que la pareja o la o el compañero afectivo sexual se entere de ello, también es una opción. Es una pena que aún se crea que moralmente, una o uno está obligado a contar toda su vida con pelos y señales a otra persona, por el solo hecho de que esta es la o el compañero afectivo sexual o cónyuge.

2. ¿Deber moral de informar?
Indudablemente las personas que creen en el “deber moral” de la comunicación, se reafirmaron en la obligación que tiene toda persona, de comunicar a su pareja (sobre todo a la “estable y de larga data”) su real estado de salud.
Obviamente discrepo. Y es que no deja de resultarme cuestionable, el hecho de que mucha gente asume demasiadas cosas a priori. Mucha gente asume, que para una relación de “pareja” hay un previo esquema moral general, al cual todas y todos estamos adscritos. Si eso fuera cierto, habría un único tipo de relaciones de “pareja”, algo que no se corresponde con la realidad. Es un hecho de que al lado de las tradicionales relaciones “cerradas” (monógamas), existen relaciones de pareja “abiertas” que son tan legítimas como las otras (aunque mucha gente considere que son parejas disfuncionales o peor, cualquier cosa menos parejas).
Si asumimos que una relación se construye con el tiempo y la convivencia, a mí me queda claro que la “moral” de la relación, se construye también con el tiempo y la convivencia. Mi impresión es que mucha gente no cae en cuenta, que partir de una moral de pareja a priori, termina siendo, casi siempre, la imposición de la moral de una de las partes (y siendo este asunto una cuestión de poder, termina siendo indefectiblemente la imposición del sujeto de carácter más fuerte).
Tradicionalmente (romanticismo de por medio), se ha venido asumiendo que en una relación de pareja, las personas deben alcanzar tal grado de compenetración, que no haya secretos entre sí (esta visión pasa por considerar, que en una relación de pareja cada integrante pasa a ser prácticamente propiedad privada de la o el otro). Sin embargo, si se considera que, como personas, somos individuos autónomos, se supone, entonces, que el involucrarnos en una relación de pareja, no aboliría nuestra condición de individuos autónomos. Como individuos autónomos tenemos una vida privada y espacios privados, en los que las demás personas (incluida la pareja) no deberían tener injerencia alguna (se trata aquí del respeto a nuestra condición de individuos autónomos).
El que la pareja entre a esta vida privada y a estos espacios privados, se supone que obedece a nuestra voluntad (a si queremos o no dejarla entrar). No tomarlo así implica violentar la individualidad y la autonomía de las personas. Aquí me queda claro, que el ingreso de cualquier persona (ya sea la pareja o las amistades) a nuestro mundo personal, particular y privado, pasa por una cuestión de niveles de confianza e intimidad, que no se dan gratuitamente.
Salvo que mi percepción sea errónea, la confianza y la intimidad no surgen por generación espontánea, sino que se van construyendo, se ganan. No basta con asumir que porque hay un involucramiento en una relación de pareja, la confianza y la intimidad se instauran de inmediato. Por lo que a mí respecta, sé que mucha gente puede convivir por años, pero no establecer vínculos sólidos de confianza e intimidad. Ergo, el involucrarse en una relación de pareja no supone revelar intimidades individuales de inmediato, por el solo hecho de estar en pareja. Aquí reitero lo dicho anteriormente: decirle algo a la pareja es una opción (que está sujeta a los niveles de confianza e intimidad que se tengan), nunca una obligación.
Volviendo al caso de la sanción pecuniaria, asumo que luego de cinco meses de convivencia, en la pareja no se había desarrollado ni la confianza ni la intimidad necesaria, para que el demandado le confesara a su pareja (el demandante) su estado serológico. Y la mayor prueba de ello es que el sujeto de marras demandó a su pareja (y le saco una buena tajada), no por haber sido contagiado (todo indica que tenían sexo seguro), sino por no haber recibido notificación del compañero sobre su estado de salud (de sero positivo).
Nota moral: si alguien demanda a su pareja y le saca dinero, por una omisión que no acarreo graves repercusiones que lamentar, resulta explicable el qué no hubiera la confianza necesaria para confesar el estado serológico (el demandante me hace recordar a los sujetos que, en EE.UU., pretextando estrés o daño emocional, demandan a quien sea, por cualquier cosa, solo por sacar dinero).

3. Confianza e intimidad.
En conclusión, el estar en pareja no significa perder individualidad y autonomía, eso nunca se puede (ni debe perder), pues es parte inherente de nuestra condición de seres humanos. Esto implica que como individuos autónomos tenemos derecho a una privacidad y a una intimidad que son inalienables. La pareja puede tener cierto acceso a nuestro mundo privado e íntimo, pero sus niveles de involucramiento en ese mundo jamás serán absolutos y siempre dependerán de los niveles de confianza e intimidad que se construyan en la relación (ya sea que se trate de una relación amical o de pareja).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: cappsida.org.mx
2. Imagen tomada de: cappsida.org.mx

3. Imagen tomada de: laopinion.com