lunes, 6 de enero de 2014

ESTATUS SEROLÓGICO, INDIVIDUALIDAD Y RELACIONES DE PAREJA.

Queridas amistades:
Les envió mis saludos y parabienes.

1. Sero discordancia.
En el mes de agosto (del 2013) se publicó por internet una noticia sobre un caso abiertamente discriminatorio. Según la nota publicada por una página LGBT, un tribunal alemán (del estado de Baden Wuerttemberg) sentenció a una persona a pagar una multa de dos mil quinientos euros (2,500 €), por ocultarle a su pareja su estado serológico (pareja con la que tenía cinco meses). Diversas asociaciones para la prevención del SIDA inmediatamente protestaron, pues consideraron que el fallo criminalizaba a los pacientes VIH+ y liberaba a sus eventuales parejas y/o compañeras o compañeros sexuales de la obligación de protegerse. Al respecto, la asociación Deutsche Aids Hilfe (Ayuda Alemana contra el SIDA) ha venido condenando varios fallos similares, ya que se trata de una abierta "criminalización general de seropositivos". Dicha asociación llamó a: "no imponer la prevención del VIH de un solo lado, únicamente a la gente seropositiva".
Esta noticia llegó a conocimiento de mucha gente gracias a Facebook, espacio virtual en el que se vertieron diversas opiniones, la mayoría de acuerdo con el hecho de que la responsabilidad es compartida, no solo unilateral. Pero también abundaron opiniones concordantes, acerca de que la persona sentenciada debió comunicar a su pareja su estado serológico (algo así como su “deber moral”).
Frente a esta última postura yo apunte más o menos lo siguiente: Primero, la moral empieza por uno. Si una persona sabe que se puede infectar de VIH o de cualquier otra ets (enfermedad de transmisión sexual), se cuida y usa siempre condón, así sea con la pareja. Es un hecho de que una o uno nunca llega a saber el pasado completo de la gente y se tiene que ser consciente, que mucha gente no siempre dice toda la verdad sobre su pasado o su presente (así, las mujeres heterosexuales, que asumen tener una relación monógama con su pareja, son el grupo humano cuyo índice de contagio de VIH - Sida ha sido el de mayor crecimiento en los últimos años). Segundo, no considero que una persona esté obligada a decirle toda su vida a las y los demás, así se trate de la pareja. Cualquier persona tiene derecho a su privacidad y a su intimidad, incluso estando emparejado (y el tener un mal congénito, un síndrome como el VIH - Sida o un pasado “oscuro y tormentoso”, es, quiéranlo o no, parte de esa privacidad e intimidad individual). Hablar de nuestra privacidad y de nuestras intimidades es una opción y no querer que la pareja o la o el compañero afectivo sexual se entere de ello, también es una opción. Es una pena que aún se crea que moralmente, una o uno está obligado a contar toda su vida con pelos y señales a otra persona, por el solo hecho de que esta es la o el compañero afectivo sexual o cónyuge.

2. ¿Deber moral de informar?
Indudablemente las personas que creen en el “deber moral” de la comunicación, se reafirmaron en la obligación que tiene toda persona, de comunicar a su pareja (sobre todo a la “estable y de larga data”) su real estado de salud.
Obviamente discrepo. Y es que no deja de resultarme cuestionable, el hecho de que mucha gente asume demasiadas cosas a priori. Mucha gente asume, que para una relación de “pareja” hay un previo esquema moral general, al cual todas y todos estamos adscritos. Si eso fuera cierto, habría un único tipo de relaciones de “pareja”, algo que no se corresponde con la realidad. Es un hecho de que al lado de las tradicionales relaciones “cerradas” (monógamas), existen relaciones de pareja “abiertas” que son tan legítimas como las otras (aunque mucha gente considere que son parejas disfuncionales o peor, cualquier cosa menos parejas).
Si asumimos que una relación se construye con el tiempo y la convivencia, a mí me queda claro que la “moral” de la relación, se construye también con el tiempo y la convivencia. Mi impresión es que mucha gente no cae en cuenta, que partir de una moral de pareja a priori, termina siendo, casi siempre, la imposición de la moral de una de las partes (y siendo este asunto una cuestión de poder, termina siendo indefectiblemente la imposición del sujeto de carácter más fuerte).
Tradicionalmente (romanticismo de por medio), se ha venido asumiendo que en una relación de pareja, las personas deben alcanzar tal grado de compenetración, que no haya secretos entre sí (esta visión pasa por considerar, que en una relación de pareja cada integrante pasa a ser prácticamente propiedad privada de la o el otro). Sin embargo, si se considera que, como personas, somos individuos autónomos, se supone, entonces, que el involucrarnos en una relación de pareja, no aboliría nuestra condición de individuos autónomos. Como individuos autónomos tenemos una vida privada y espacios privados, en los que las demás personas (incluida la pareja) no deberían tener injerencia alguna (se trata aquí del respeto a nuestra condición de individuos autónomos).
El que la pareja entre a esta vida privada y a estos espacios privados, se supone que obedece a nuestra voluntad (a si queremos o no dejarla entrar). No tomarlo así implica violentar la individualidad y la autonomía de las personas. Aquí me queda claro, que el ingreso de cualquier persona (ya sea la pareja o las amistades) a nuestro mundo personal, particular y privado, pasa por una cuestión de niveles de confianza e intimidad, que no se dan gratuitamente.
Salvo que mi percepción sea errónea, la confianza y la intimidad no surgen por generación espontánea, sino que se van construyendo, se ganan. No basta con asumir que porque hay un involucramiento en una relación de pareja, la confianza y la intimidad se instauran de inmediato. Por lo que a mí respecta, sé que mucha gente puede convivir por años, pero no establecer vínculos sólidos de confianza e intimidad. Ergo, el involucrarse en una relación de pareja no supone revelar intimidades individuales de inmediato, por el solo hecho de estar en pareja. Aquí reitero lo dicho anteriormente: decirle algo a la pareja es una opción (que está sujeta a los niveles de confianza e intimidad que se tengan), nunca una obligación.
Volviendo al caso de la sanción pecuniaria, asumo que luego de cinco meses de convivencia, en la pareja no se había desarrollado ni la confianza ni la intimidad necesaria, para que el demandado le confesara a su pareja (el demandante) su estado serológico. Y la mayor prueba de ello es que el sujeto de marras demandó a su pareja (y le saco una buena tajada), no por haber sido contagiado (todo indica que tenían sexo seguro), sino por no haber recibido notificación del compañero sobre su estado de salud (de sero positivo).
Nota moral: si alguien demanda a su pareja y le saca dinero, por una omisión que no acarreo graves repercusiones que lamentar, resulta explicable el qué no hubiera la confianza necesaria para confesar el estado serológico (el demandante me hace recordar a los sujetos que, en EE.UU., pretextando estrés o daño emocional, demandan a quien sea, por cualquier cosa, solo por sacar dinero).

3. Confianza e intimidad.
En conclusión, el estar en pareja no significa perder individualidad y autonomía, eso nunca se puede (ni debe perder), pues es parte inherente de nuestra condición de seres humanos. Esto implica que como individuos autónomos tenemos derecho a una privacidad y a una intimidad que son inalienables. La pareja puede tener cierto acceso a nuestro mundo privado e íntimo, pero sus niveles de involucramiento en ese mundo jamás serán absolutos y siempre dependerán de los niveles de confianza e intimidad que se construyan en la relación (ya sea que se trate de una relación amical o de pareja).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: cappsida.org.mx
2. Imagen tomada de: cappsida.org.mx

3. Imagen tomada de: laopinion.com

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