viernes, 20 de septiembre de 2013

REFLEXIONES SOBRE CADÁVERES.

Amistades mías:
Les saludos y les deseo muchas buenaventuranzas.
1. "The First Mourning" (1888) William Bouguereau
(el descubrimiento del cadáver de Abel).
Hace tiempo, al acompañar a mi madre a ver un programa de televisión, entablamos un intercambio de pareceres en relación a los cuerpos sin vida. Ello se debió a que en el programa que veíamos, se hablaba de un caso especial, en el cual una mujer quería que su esposo pagara un rescate a las FARC, para recuperar el cadáver de su madre, que se hallaba en manos de aquel grupo terrorista. Ambos coincidimos en la respuesta que asumiríamos de encontrarnos frente a tal situación: ninguno pagaría un centavo, aun cuando se perdiera, irremisiblemente, el cuerpo del familiar.
A no dudarlo mi postura tiene que ver con el hecho de que soy ateo e irreligioso, amén de tener una mirada científica sobre la vida y la muerte. Sin embargo, la postura de mi madre confieso que aún no me queda clara. En otra ocasión, cuando estaba conversando con ella sobre nuestras muertes, exprese, sin ambages, que no tenía que gastar dinero en mí. Le dije claramente que si yo moría, además de que donara cuanto órgano fuera posible, ni me velara y se desembarazara de mi cuerpo inerte, arrojándolo a una fosa común. Como me conoce y sabe cuál es mi manera de pensar, mi madre no se horrorizó, ni se escandalizó. Contrariamente (y para mi contrariedad), negó toda posibilidad de hacer lo que le pedía. Y no solo eso, como ella cree en dios y se asume, en cierto sentido, católica, aseguró que me velaría (por rito católico), que me cremaría y que conservaría mis cenizas en su casa (lo cual si me horrorizó).
Inmediatamente replique que no estaría cumpliendo mi última voluntad, a lo que respondió sin perturbarse, incomodarse o siquiera alterarse: ¡¿que te importa lo que haga con tu cuerpo si vas a estar muerto?! Según ella, no se trata de conservar un cadáver a su lado, sino de tener cerca un recuerdo muy vinculado a mi persona (no son su palabras pero básicamente esa es la idea).
2. Publicitaria de "The Walking Dead".


Me queda claro que la percepción que tiene la mayoría de la gente, en occidente, sobre la muerte y sobre el cuerpo sin vida, es heredada de la tradición judeocristiana. Lejos de toda racionalidad, un cadáver es visto y considerado como una prolongación del ser vivo (precisamente las películas y series de zombis juegan con esta percepción). En el extremo de este pensamiento, ciertos cultos evangélicos se oponen a las autopsias y a las cremaciones, bajo el supuesto de que en la resurrección del final de los tiempos (creencia bíblica judeocristiana), la gente requerirá de sus cadáveres para poder volver a la vida.

Curiosamente (o por lo menos curiosamente para mí) tal percepción no se limita al cuerpo sin vida del ser amado, sino que parece extenderse hacia el propio cuerpo. Al respecto, semanas atrás leí en el muro de facebook de un pata, que en el último temblor que se sintió en su ciudad, lo que le había preocupado era tener su documento de identidad a la mano, puesto que, en caso de desastre, no quería quedar, en sus palabras, como “un NN”. La mayoría de la gente parece preocuparse por lo que le suceda a su cadáver (o por lo que le sucedan a los restos que queden de él).  En tal caso, mucha gente deja dispuesto en testamento, lo que sus parientes o albaceas deben hacer con sus cuerpos (y ello, en muchos casos, no obedece al prurito altruista de evitarles molestias a sus deudos).
Sin duda alguna todo esto no responde más que a prejuicios, ya que un cuerpo solo es el “recipiente” que contiene la vida y le permite a una persona vivir su existencia. Que en vida una o uno cuide su cuerpo es más que razonable (es cuidar de si, somos nuestros cuerpos), pero al fallecer lo que queda solo es material orgánico, que, con el tiempo, se enfriara, pudrirá, degradara y desaparecerá. Suponer que se debe cuidar un cadáver, porque se cree que ello repercutirá, de alguna manera inexplicable, sobre la “existencia” (¿ultraterrena?) del ser, es una percepción bastante irracional (en el mejor de los casos).

3. La muerte según "The Storyteller".
Ojo, aquí no cuestiono el vínculo emocional que una persona pueda tener sobre un cuerpo sin vida, al momento en que un ser amado acaba de fallecer (sentir que, racionalmente, tendría que ir desapareciendo, en la medida en que el tiempo pasa y el dolor de la “perdida” mengua). Es inobjetable el sentir sobre aquel cuerpo, que contuvo la vida de la persona querida o amada que se “perdió”. Pero de ahí a preocuparse o tratar un cuerpo muerto, ajeno o propio, como si fuera la persona viva, eso sí que esta fuera de todo sentido común, toda lógica y toda racionalidad.

Se despide su amigo uranista.
Ho.

Imágenes:
1. Imagen tomada de: en.wikipedia.org
2. Imagen tomada de: cinemaseries.es
3. Imagen tomada de: taringa.net

lunes, 2 de septiembre de 2013

EL PLACER ANAL Y EL MACHISMO.


Amistades mías:
Les saludo y les envió mis mayores parabienes.

1. Trasero.
Una amistad me pidió hablar sobre el tema, aunque lo que pueda decirse al respecto me resulta, a estas alturas, puro perogrullo. Trataré, entonces, de darle alguna vuelta a la cuestión. En la década de los 90’s, en un foro público de internet, discutí extensamente sobre este tema. Lo que se dijo en aquella ocasión (y que en ese entonces, aunque ahora no se crea, era un tema que no se hablaba y que causaba sorpresa, desconcierto e incredulidad en mucha gente), era que el ano si sirve para el sexo, si está hecho para la copula, no solo porque el sexo anal se puede hacer sin ningún problema (lo que es la mayor muestra de su viabilidad), sino porque hay una gran cantidad de terminaciones nerviosas en la cavidad anal, que permiten sentir placer con una práctica sexual penetrativa por dicha vía.
A esto yo agregaba (no sin rechazos de mucha gente) que cuando se niega la idoneidad del ano como vía para una práctica sexual, se hace con criterios estrechos y prejuiciados. En aquel entonces, aunque ahora resulte increíble, mucha gente homosexual asumía como válido, el planteamiento ignorante y sexofóbico (además de homofóbico) que sostenía y (aun sostiene) que el ano solo sirve para defecar (la línea homofóbica más chocante usa el término “cagar”). Aquí sostuve que dicha postura, que negaba la naturalidad del sexo anal, obedecía claramente a una mirada funcionalista restrictiva, la cual limitaba los órganos del cuerpo a una función única (servían solo para una cosa). Craso error, equivoco total. Como ejemplos argüí: que la mano no solo sirve para trabajar, también sirve para expresarse, saludar, acariciar, masturbaciòn, fistfucking, etcétera; la boca no solo sirve para comer, también para hablar, besar, felatio, etcétera; el pie no solo nos soporta y mantiene erguidos, sirve también para caminar, jugar, erotismo fetichista, etcétera; el pene no solo sirve para orinar, sirve para piercing, sexo (manual, oral, anal, vaginal, etc.); etc. Aquí el ano no es la excepción, no solo sirve para defecar, también sirve para hacer beso negro, fistfucking, copula anal, etc.
En suma, el ano, tanto en mujeres como varones, si es una vía idónea para el sexo, no solo porque es posible hacerlo, sino porque, además, produce placer. Aquí surgen mayormente las divergencias, porque mucha gente, que aun aceptando todo lo anteriormente mencionado, sostiene que: o no es placentero, o no es apropiado para sí. En el primer caso, se debe partir del hecho de que el sexo anal es, en gran medida, una incógnita. Al respecto, es sabido que la sociedad occidental tiene una visión sexual negativa, restrictiva, visión según la cual el sexo tiene un fin eminentemente reproductivo. En consecuencia, las prácticas sexuales no reproductivas y placenteras fueron, en mucho, satanizadas.
Dicha satanización se manifestó, entre otras cosas, a través de un silenciamiento cuasi absoluto (no se habla de él, se omite toda información, se anula cualquier referencia al respecto, etc.). En tal situación, resulta explicable el que mucha gente disfrute poco o nada del sexo anal, ya que (amen de los prejuicios) muy poca gente, casi nadie, sabe cómo practicarlo debidamente (como consecuencia: o no se sabe cómo hacerlo adecuadamente para que produzca placer, o no se sabe qué hacer para evitar que resulte doloroso). Siendo así, se hace necesario buscar información que oriente sobre cómo hacerlo y como disfrutarlo. Más aun, se hace necesario practicarlo (obviamente con cuidado) para aprender a copular mejor.
Sobre el segundo aspecto, aquel que asume, prejuiciosamente, el sexo anal como inapropiado, queda claro que en una sociedad que sataniza su práctica, mucha gente ve con muy malos ojos la copula anal y, por consiguiente, se rehúsa a practicarla. Entre mujeres y varones la socialización de género patriarcal y machista ha llevado, a que se vea el sexo anal como algo contrario y opuesto a sus identidades genéricas. En el caso de las mujeres (con independencia a sus preferencias sexuales), ellas, en gran medida, perciben el sexo anal como algo que, de alguna manera, las degrada y “pierde” irremisiblemente como mujeres (ello se debe a que uno de los límites de la feminidad, exige, cuando soltera, el ser asexuada o, cuando casada, ser hiposexuada). Aquí la socialización de género femenina plantea, que teniendo el sexo una connotación moral (relacionada, de forma indesligable, a los deberes maritales y reproductivos), una mujer que se precie de ser respetable, decente, buena (por qué, para el machismo, ser mujer significa ser respetable, decente y buena), no se puede permitir, bajo ninguna circunstancia, esa práctica “cuestionable”, “inmoral” y “contranatural”, so pena de ser considerada “mala mujer”, “perdida”, “zorra”, “puta”. Resulta explicable, entonces, el que muchas mujeres (con independencia a sus preferencias sexuales) se hallen predispuestas a no disfrutar y rechazar el sexo anal.

2. Juguetes sexuales.
En el caso de los varones (básicamente de los heterosexuales), ellos perciben el sexo anal como algo que los disminuye indefectiblemente como varones (como hombres). Para la construcción de la masculinidad el sexo anal está relacionado con uno de los principales límites de la masculinidad, la homosexualidad. Para la masculinidad patriarcal y machista el placer anal es cosa de maricones, de homosexuales, con lo cual se supone que todo varón (que además se precie de ser heterosexual) no puede permitirse tener sexo por el ano y mucho menos disfrutarlo (ello los haría menos varones, menos hombres, los convertiría en maricones, en homosexuales). En consecuencia, muchos varones héteros ni siquiera se permiten la estimulación anal (ya sea auto aplicada o practicada por la pareja mujer) y ni hablar de la penetración de su ano (ya sea con los dedos, dildos u otros juguetes sexuales). Y de los pocos varones que se permiten cierto disfrute anal, prácticamente la mayoría de ellos no se atrevería a hablar de aquella experiencia (ni siquiera con la compañera sexual que se los practica).
Siendo así, el placer y el sexo anal son vistos como la quinta esencia de la pérdida identitaria masculina. Por consiguiente, resulta explicable el que muchos varones, se hallen predispuestos a no practicar el sexo anal. Aquí cabe hacer una atingencia relativa a los varones heterosexuales y homosexuales. Si en el caso de los varones heterosexuales, estos prefieren rechazar el placer anal antes que permitírselo (lo que implica negarse a sentirse bien con ello, hablar al respecto, compartir las experiencias e informarse de nuevas formas de disfrute), en el caso de los varones homosexuales el hecho de que mayoritariamente lo practiquen, no implica que no se autoimpongan limitaciones castrantes en su práctica.
La división de roles sexuales (“activo”/“pasivo”, penetrador/penetrado) que se haya muy difundida en diversos ámbitos de socialización homosexual, es clara expresión de los prejuicios hacia el placer anal. Los varones homosexuales que se autolimitan como “activos”/penetradores reproducen los prejuicios de los varones heterosexuales (en muchos sentidos, se sienten más “hombres” y menos maricones si evitan ser penetrados), mientras que los varones homosexuales que se autolimitan como “pasivos”/penetrados, tienden a despreciarse y a despreciar a sus pares, por permitirse el disfrute y el goce del sexo anal. 

3. Auto estimulación anal.
Por último, cualquier varón (con independencia a su preferencia sexual) que no se permiten el disfrute placentero por el ano, aun cuando puedan concordar discursivamente con lo hasta aquí expuesto, es claro que basan su negativa en puras excusas y justificaciones sin sustento alguno, con lo cual no solo entran en franca contradicción, sino que, también, rayan en la homofobia. Aquí es necesario ser tajante, no se trata de gustos y colores. Todos los varones, en general, cuentan con una próstata, órgano glandular que al ser estimulado de manera adecuada, produce indefectiblemente un orgasmo (es decir, que los varones cuentan con una particularidad anatómica, que les permite obtener una forma de placer, que las mujeres jamás podrán conocer y/o disfrutar). En consecuencia, cualquier varón en plena disposición para ejercer su sexualidad, con la mente abierta y una buena estimulación, puede disfrutar y alcanzar un orgasmo con un masaje prostático. No hay forma de negarse esa experiencia sin incurrir en homofobia (y ocultarla o negarla, aun cuando se la disfruta y goza, como si se tratara de un secreto vergonzante y degradante, también resulta homofóbico).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes:
1. Imagen tomada de: tupuntorosa.blogspot.com
2. Imagen tomada de: es.wikipedia.org
3. Imagen tomada de: pornmd.com