miércoles, 29 de septiembre de 2010

PORQUE LA POBLACIÓN LGBT NO DEBE VOTAR POR LOURDES FLORES.


Queridas amistades.
Reciban mis saludos y parabienes.

El debate fue solo un mero formulismo para quienes ya habíamos decidido votar por Fuerza Social (FS) y Susana Villarán. Aún así, el debate nos mostro que la candidata del Partido Popular Cristiano (PPC), Lourdes Flores, es toda una política tradicional, no solo por su pertenencia al grupo más rancio de la clase política peruana, sino, también, por su estilo confrontacional y agresivo que nos dejó muy en claro, que esta asimilada, por completo, a las formas masculinas de hacer política.
En esta campaña electoral a la alcaldía de Lima, Lourdes Flores ha sido la representante limeña del status quo político nacional (ese status quo manejado, en el presente, y principalmente, por las y los políticos tradicionales, operarios, en su mayoría, de la derecha peruana). Por ello, no era de extrañar que la ultraderecha, la derecha fascista y la derecha conservadora, hayan cerrado filas tras la candidata del PPC, una candidata que los representa tanto a ellos como a sus intereses. Ello explica también, y en gran medida, la campaña de intoxicación desinformativa y de infamante satanización que los medios de comunicación y demás voceros de aquella derecha ultra, facha y conservadora (medios y voceros como “La Hora N”, “A Primera Hora”, “Willax Tv”, “Expreso”, “La Razón” y, sobre todo, “Correo”), emprendieron contra la candidata que, en mayor medida, representaba una posibilidad de cambio, Susana Villarán.


Este cambio se venía reflejando, de alguna manera, en las estrategias de campaña de FS y PPC. Así, mientras FS y Susana Villarán planteaban la política en términos de unión e inclusión (inclusive con los del MNI – Patria Roja), el PPC y Lourdes Flores plantaban la oposición y la polarización.
Pero la derecha a la que Lourdes Flores representa no es una derecha decente y liberal, sino una derecha ímproba y antidemocrática. Junta que, aparentemente, ha terminado por enseñarle a la señora Flores sus malas mañas, pues, hoy por hoy, queda muy poco de aquella política prometedora de los años 80’s y en su lugar, encontramos a una política mimetizada con sus representados ímprobos y antidemocráticos.
Al respecto, el PPC, partido de Lourdes Flores, ha sido cantera de los políticos más conservadores de nuestro país. Desde Alberto Borea Odría (quien reconoce que funda sus decisiones políticas en sus creencias religiosas), Felipe Osterling Parodi (el mismo del “qué horror” en el segundo “potoaudio”), el sinvergüenza Alex Kouri (montesinista de pura cepa) y el inefable Rafael Rey Rey (señor del Opus Dei). Este mismo partido PPC, se vanagloria de llamarse cristiano, en estos tiempos en los que la modernidad y el progreso exigen con claridad, que se separe lo público de lo privado, lo político de lo religioso, lo estatal de lo eclesial.
Obviamente la pertenencia a un partido conservador no es un problema, salvo cuando la señora Flores cae en la contradicción, de tratar de permanecer leal al conservadurismo del PPC, mientras que a la vez, trata de presentarse, ante el electorado nacional, como una política moderna.
Sumemos al conservadurismo de Flores, el hecho de que la elección de sus aliados políticos ha sido siempre desafortunada. Se alió primero a Barba Caballero y a Rafael Rey, dos de los políticos más oportunistas de las últimas décadas, para fundar la Alianza Electoral Unidad Nacional (UN), agrupación con la que se postuló en dos ocasiones a la presidencia de la república. Más tarde, cuando quiso desmarcarse del remoquete de “candidata de los ricos”, no se le ocurrió mejor idea, que escoger, en la elección del 2006, para vicepresidente de su plancha presidencial, al señor Arturo Woodman, peón y “hombre fuerte” de Dionisio Romero, “dueño” del grupo Romero y, a todas luces, el empresario más rico del país. Y en el inicio de la presenta campaña municipal, canto a los cuatro vientos, que contaba con el respaldo del cardenal Cipriani (la cabeza visible del Opus Dei en el Perú).
Pasando a otro plano, sus causas políticas no han sido de lo más recomendables. En el año 92, luego de haber sido defenestrada como diputada por el golpe de estado de Fujimori, se lanzó con su partido a legitimar la dictadura, al presentarse a la elección del llamado Congreso Constituyente Democrático (CCD), en el que fungió de congresista y devino en coautora de la espuria constitución del 93. Ya bajo la presidencia de Toledo, cuando el gobierno quiso rescindir el contrato, que otorgaba las señales televisivas a América, Panamericana y ATV, se lanzó como defensora de los corruptísimos empresarios televisivos (como José Enrique Crousillat, Ernesto Schütz Landázuri y Julio Vera Abad), que se habían vendido a Montesinos, enarbolando su causa, como si se tratara de una cuestión de defensa de la democracia. Y en esta elección municipal, demostrando doble estándar, clamaba contra la guerra sucia, pero no le importo recibir el respaldo de aquellos medios (como Expreso, La Razón y, sobre todo, Correo), que la practicaban contra Susana Villarán (incluso se llegó a escuchar en un audio, como celebraba esa guerra sucia contra Villarán).
Más si en lo político Lourdes Flores demostró poco tino, sus opciones laborales si resultan preocupantes. Tras la caída de Fujimori, cuando todo el mundo sabía que Salazar Monroe era uno de los militares de Montesinos, Lourdes Flores no tuvo ningún problema en trabajar para la familia política del general, a cambio de un jugoso emolumento. Ya bajo el gobierno de Toledo, cuando todo el mundo sabía que el vicepresidente Raúl Diez Canseco había cometido nepotismo, dándole empleo en el estado a la parentela de su querida y que además, se había dado maña para sacar una ley que favorecía los negocios de sus suegro (el padre de su querida), la señora Flores aceptó trabajar como administradora (rectora) de los negocios educativos de Raúl Diez Canseco a cambio de otro jugoso emolumento. Y en estos tiempos, cuando ya todo el mundo sabía que Cesar Cataño había salido librado, en los 80’s, de una condena por narcotráfico, por prescripción del delito, no por inocencia, y que en el presente, Cataño estaba siendo procesado por el mismo delito, la señora Flores siguió recibiendo el cuantioso dinero del procesado por narcotráfico desde enero hasta junio de este año (se habla de la recepción de 10,000 dólares mensuales).
Como abogada y política, se supone que la candidata del PPC tiene suficientes luces, para saber cuando algo es ética y moralmente aceptable o no, pero por lo visto, la señora Flores adolece de una severa miopía moral.


Para mí, todo lo anterior es suficiente para no votar por Lourdes Flores, pero hay otras razones que pueden interesar directamente a la población LGBT.
El Partido Popular Cristiano, en tanto grupo conservador, se ha opuesto reiteradamente a las libertades y derechos sexuales de la ciudadanía. Algunos ejemplos de ello son: bajo la dictadura de Fujimori, el PPC fue uno de los partidos que se opusieron, a la implementación de un curso de educación sexual en los colegios, contribuyendo, con ello, a que miles y miles de estudiantes adolescentes se mantengan en la ignorancia y que se pongan en riesgo, al no contar con información confiable sobre su sexualidad. Ya bajo el gobierno de Toledo, el PPC, bajo la alianza UN, fue uno de los partidos políticos que bloqueó la inclusión en la carta magna, de la noción de no discriminacion por razones de orientación sexual e identidad de género, en las reformas que se venian haciendo a la constitucion del 93. Más recientemente, cuando el congreso peruano intento dar una ley que acabara, como en otros países, con la criminalización del sexo consentido intergeneracional (no solo entre adolescentes y adultos, sino, también, entre adolescentes de distinta edad), nuevamente el PPC se opuso, desconociendo, patriarcalmente, la capacidad de las y los adolescentes para ejercer su sexualidad. Y la semana pasada, el PPC fue uno de los partidos, que decidió mantener vigente la actual ley, que prohibía a las personas con VIH casarse (incurriendo, con ello, en abierta discriminación de las personas con VIH y en violación de la constitución).
A nivel individual, la lideresa del PPC, Lourdes Flores, también mostro posturas que resultan, como mínimo, cuestionables. Así, trazando una comparación con Susana Villarán, su contendora, tenemos: que mientras Susana Villarán ha declarado, en repetidas ocasiones, que no le interesaría que su hijo o hija fuera lesbiana, guei, bisexual o trans y que lo único que le importaría, sería que fuera feliz; Lourdes Flores declaró que si su hija o hijo fuera homosexual no lo rechazaría, pero que hubiera hecho todo lo posible por hacer que cambie. Mientras Susana Villarán habla, a cada momento, de la inclusión de las personas LGBT’s y considera que la sociedad, no estaría completa sin dicha población; Lourdes Flores considera que lo normal es la unión entre un hombre y mujer y que (tomando distancias), a las personas LGBT’s hay que tratarlas con respeto y tolerancia (nótese el planteamiento implícito de subordinación). Y mientras que Susana Villarán ha dicho que esta de acuerdo con que las personas LGBT’s puedan casarse; Lourdes Flores sostiene que el matrimonio es heterosexual y que las personas LGBT’s deben procurarse otros procedimientos (anótese la desigualdad e inequidad en sus planteamientos).
En suma, la candidata del PPC, Lourdes Flores, no resulta una opción siquiera aceptable para la población lésbica, guei, bisexual y trans, como siguiente alcalde de Lima, pues tiene muchas sombras sobre su proceder político y genera muchas dudas, sobre su posible accionar para con la población LGBT (sobre todo cuando existen todas las posibilidades de que la señora Flores mantenga las practicas y políticas de exclusión y discriminación que con la población LGBT, tuvo el alcalde Castañeda, aliado de la pepecista).
Ahora, que les quede claro que no estoy invocando a un voto para Susana Villarán, pues sus motivos tendrán para no inclinarse por dicha opción, pero si considero que, teniendo otros siete (7) candidatos, empecinarse en un voto por Lourdes Flores, revela cuanta homofobia y transfobia interna aún tenemos, pues, desde el punto de vista político, la pepecista es bastante cuestionable y, desde el punto de vista de las diversidades sexuales y genéricas, ella representa, como mínimo, la continuidad de las presentes prácticas y políticas municipales de discriminación y marginación de la población LGBT.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1 y 2. Carlincaturas. Tomadas de: larepublica.pe

martes, 21 de septiembre de 2010

TAUROMAQUIA.

Amistades mias.
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

Hace poco, la presencia de un torero en un programa de tv, en un reality, concito una protesta al exterior del edifico de la televisora. Las y los protestantes eran detractores de la tauromaquia (y el suceso trascendió a todos los medios televisivos).

Particularmente la corrida de toros no me genera los resquemores iracundos que muchas y muchos anti taurófilos manifiestan. Razones hay varias, pero me limitare a exponer un par.
La primera es que la domesticación de animales es, liza y llanamente, una forma de esclavitud. Los animales ya sean destinados a mascotas, a alimentación o a lo que fuera, son esclavos. Partiendo de esta premisa, no hay un mejor trato o un peor trato hacia los animales, solo hay (mal)trato esclavizador. Y no hay mayor expresión de ese maltrato exclavizador, que la domesticación de animales para destinarlos a la alimentación humana.
La mayor parte de la gente no es consciente de la crueldad inherente al consumo de carnes animales. La mayor parte de la gente no es consciente de cómo se asesinan animales para el consumo humano.
No pienso describir los verdaderos métodos de tortura, que se aplican a los animales destinados al consumo, algo que implica desde ganado vacuno hasta crustáceos y moluscos, pero seria bueno que tengan eso presente.
El asunto alcanza ribetes de hecatombe, cuando llegamos a reconocer que en la sociedad contemporánea, la matanza de animales domésticos para el consumo alimenticio es como un genocidio a escala industrial.
Ahora, no negare que consumo carnes, muy ricas y muy sabrosas, pero carnes al fin. Pero por lo mismo, desgarrarme las vestiduras por el (mal)trato a los animales, originado por todas y todos los que consumimos carnes, quejarme del maltrato a los animales en los espectáculos me resulta un asunto rayano en el doble estándar y la doble moral.
Las razones a las que apelamos para justificar nuestra alimentación con carnes, me resulta tan vacua como lasa razones justificatorias de las y los que maltratan animales por entretenimiento. Claro esta que muchas y muchos de los que consumen carnes, plantean la salvedad de que sus necesidades de alimentarse con animales, están en un plano jerárquico superior mas justificable o menos deplorable, que las necesidades de aquellas personas que consumen (matan) animales por entretenimiento.
Siendo así, desde la otra orilla se haría la salvedad de que las matanzas de animales para entretenimiento, jamás alcanzan los niveles industrializados de las matanzas para alimentación (otro si digo, es que ni siquiera los vegetarianos se salvan, pues ellos matan plantas también a nivel industrial).

La segunda razón es la visión de ascesis contra la violencia, que subyace en los discursos anti taurófilos.
Al respecto, no suscribo la visión prejuiciada de que el proceso civilizatorio conlleva el destierro o a la abolición final de la violencia (a lo sumo reconocería que dicho proceso civilizatorio esta conllevando a la represión de cualquier manifestación de violencia).
No comparto tampoco esa visión que idealiza a la humanidad, que la muestra enrumbada hacia la concordia y armonía social, algo que esta más allá de toda lógica, racionalidad o ciencia. Más aún, estoy en contra de aquella visión que sataniza y estigmatiza toda expresión de violencia, presentándola como intrínsecamente negativa o mala (en el mundo contemporáneo, desde diversas posturas artísticas o políticas, se reconoce en ciertas manifestaciones de violencia un enorme potencial creativo).
Por otro lado, suscribo la teoría que sostiene que la violencia seria connatural al ser humano y más aún, suscribo aquellas teorías sociobiológicas y antropobiológicas que sostienen que la convivencia en sociedad, conlleva, inevitablemente, a cierta violencia.
Según esas teorías sociobiológicas y antropobiológicas, el ser humano evoluciono para vivir en bandas (algo así como la versión social de las manadas, de hasta aproximadamente 150 personas). Pero la vida en sociedades estratificadas, al introducir jerarquías implica formas de violencia dominante, hegemónica o explotadora.
Frente a ello, no es casual que diversas sociedades y culturas hayan producido formas de violencia controlada, que en oposición a la violencia salvaje, llamare domesticada (como la corrida de toros). Esas formas de violencia domesticada han servido y aún sirven, como medios de encauzar la violencia de la vida en sociedades estratificadas, de maneras no destructivas ni dañinas (o por lo menos no destructivas ni dañinas para la vida en sociedad).
En nuestra sociedad contemporánea, las formas tradicionales de violencia domesticada (como la corrida de toros), están siendo proscritas a partir de la visión de que toda forma de violencia es negativa o mala para toda persona.
Me atrevería a decir que hay una relación directamente inversa (no de causalidad, pero si de interdependencia) entre la proscripción de las formas de violencia domesticada y el surgimiento explosivo de la violencia delincuencial (que tiene en los enfrentamientos entre pandillas a una de sus máximas expresiones).
Volviendo a la tauromaquia, para mí es muy claro que la corrida de toros es una forma de violencia domesticada desfasada, es decir, que ya no cumple su función de canalizar masivamente la violencia. Aún así, acabar con la corrida de toros no me resulta primordial. Lo que si me resulta incierto es que, por la visión de ascesis contra la violencia, se busque eliminar cualquier forma tradicional de violencia domesticada, sin proponer una forma alternativa de canalizar la violencia inherente a la vida en sociedades estratificadas.

En es línea, no deja de parecerme risible la contradicción en la que incurren muchas y muchos detractores de la tauromaquia, que propugnan una sociedad sin violencias de cualquier tipo, pero que en sus manifestaciones contra las corridas de toros, aplican violencia contra las y los taurófilos (algo que demuestra fehacientemente, que se debe canalizar la violencia antes que suprimirla).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Tauromaquia Nº 18. Aguafuerte y aguatinta de Goya (1815 - 16). Imagen tomada de: artetorreherberos.blogspot.com
2. El torero "Chulo". Acuarela de Pancho Fierro (1830). Imagen tomada de: caretas.com.pe
3. Manifestación anti taurina. Foto tomada de: andina.com.pe

jueves, 16 de septiembre de 2010

SOBRE COMPULSIÓN Y PROMISCUIDAD SEXUAL.


Queridas amistades:
Les saludo y envió mis mejores deseos.

De un tiempo a esta parte, veo con inquietud ciertas aproximaciones a algunas nociones que resultan bastante opinables y discutibles.
Me refiero explícitamente a las aproximaciones hacia las nociones de adicción sexual y promiscuidad sexual, que se usan en formas bastante latas y hasta incongruentes con el sentido oficial de los términos adicción y promiscuidad.
Sobre la primera noción, la de adicción sexual, me queda muy claro que el uso de esta expresión es propia de una aproximación bastante extraña a la sexualidad humana. El argumento que sustenta este enfoque no puede ser mas retorcido, pues se asume que, dado que la práctica sexual conlleva a que la pituitaria produzca endorfinas, que son hormonas estimulantes para el organismo (a las endorfina se les conoce como las hormonas de la felicidad), una persona se puede volver adicta a dicha sustancia, producida por el cuerpo, a través de una práctica sexual reiterada.


Siguiendo ese criterio simplón, también seriamos adictos a la risa y a la alegría, pues ello produce igualmente endorfinas.
Con respecto a la promiscuidad la cosa se pone aun peor, pues el término ha pasado de una significación amplia a una muy restringida. Así, el termino promiscuidad, de designar, con cierto sentido negativo, a una mezcla confusa y desordenada de elementos diversos (lo que implicaba la convivencia confusa y desordenada de muchas personas), paso a designar casi exclusivamente a ciertas prácticas y vidas sexuales caracterizadas por su pluralidad (de tal manera que promiscuo resulto siendo, por ejemplo, aquel que tuviera varias parejas sexuales). Obviamente esta caracterización de la pluralidad sexual como promiscuidad, obedece, sin lugar a dudas, a la visión sexonegativa o sexofóbica que tiene la sociedad occidental.
Pero si desde una visión conservadora de la sexualidad (además de sexonegativa o sexofóbica), la amplitud de necesidades sexuales calificaba como promiscuidad, desde una óptica pretendidamente critica se está cayendo en el otro extremo, al tratar de “revalorarse” positivamente el término promiscuidad (algo en lo que mucho tiene que ver la banalización del lenguaje, a la que conducen los extremos del posmodernismo).
Siguiendo ese criterio, todos los términos existentes usados para referirse a lo negativo, no tendrían razón de ser (terminaríamos, entonces, revalorando nociones negativas como maldad, insania, violación, etc.).
Por tanto, la designación de ciertos comportamientos sexuales como negativamente adictivos o positivamente promiscuos no tiene fundamento alguno, pues obedece a una mal entendida percepción de la sexualidad.
Empezando por la noción de adicción, esta se refiere a la enfermiza dependencia del organismo a drogas o sustancias exógenas que la persona consume, noción que conlleva a que los comportamientos humanos, en tanto no son drogas o sustancias exógenas, no califican como adictivos, sino como compulsivos.
La compulsión es la repetición obsesiva y/o irrefrenable de ciertos comportamientos, algo que en psicología es reconocido como un trastorno perteneciente al grupo de los desórdenes de ansiedad (el trabajolismo, la ludopatía, la sexopatía, etc., serian ejemplos de compulsión ansiosa). En consecuencia, los comportamientos sexuales repetitivos, cuando irrefrenables y obsesivos, no son adicciones sino compulsiones.
Por su parte, la noción de promiscuidad, al referirse a la mezcla confusa y desordenada de personas, hace más bien alusión a una situación social y no a una práctica volitiva del sexo. Esta situación social no respondería, necesariamente, a la voluntad, sino a circunstancias ajenas a ella (así, el amontonamiento de gentes en los campos de concentración nazis, implicó, inevitablemente, que ellas llevaran convivencias promiscuas; la situación de extrema pobreza, en muchos países del tercer mundo, conlleva a que mucha gente carente de vivienda, conviva en forma promiscua; etc.).


Pasando al ámbito de la sexualidad, si cabe el uso negativo de las nociones de compulsión y promiscuidad sexual, pues, en occidente, en muchos casos, la situación de discriminación y marginación a las que se encuentran sometidas las diversidades genéricas y sexuales, si conlleva a la compulsión y a la promiscuidad sexual.
Al respecto, en occidente se vive un régimen sexual impositivo y obligatorio de marcado talante heterosexista. A grandes rasgos, dicho régimen sexual tiene un carácter exclusivo y excluyente, lo cual deviene en situaciones de discriminación y marginación social, dirigidas, específicamente, a las prácticas y vidas sexuales que no se ajusten a las exigencias de la normatividad heterosexista.
En consecuencia, las personas con necesidades y deseos sexuales diversos (no heterosexuales), para escapar a la discriminación y marginación social, se debaten entre dos posibilidades. La primera es entre la negación y la represión, lo que deviene, en muchos casos, en comportamientos neuróticos y/o forzados. Y la segunda es entre el ocultamiento y la clandestinidad, lo que deviene, en muchos casos, en comportamientos compulsivos y/o promiscuos.
En suma, ni los comportamientos sexuales son adictivos (lo apropiado es hablar de compulsiones), ni la promiscuidad designa negativamente a la pluralidad sexual o positivamente a comportamientos sexuales diversos.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: laprensaus.com
2. Foto tomada de: fotolog.com

lunes, 6 de septiembre de 2010

DIVERSIDADES DE GÉNERO.


Queridas amistades:
Reciban mis más cordiales saludos y mis mejores deseos.

En la anterior entrega proporcione algunos apuntes, bastante simplificados, para una historia de las personas trans (lo decía claramente el titulo).
No tardo un amigo biólogo en señalar, según él, dos grandes errores en mi texto: 1) que solo escribí acerca de dos géneros, el masculino y el femenino, por lo que no podía hablar de diversidad de géneros. 2) que confundí transexualidad con transgeneridad y que además, el género era construido y el sexo asignado al nacer.

Habrá que abordar el asunto.
Desde un punto de vista etnocéntrico occidental, solo hay dos géneros, lo masculino para el varón y lo femenino para la mujer. Más aún, aquellos géneros serian consustanciales a un cuerpo definido a partir de los genitales (llamados sexos recién desde los siglos XVIII y XIX). Los genitales son parte de nuestros cuerpos, desde antes de nacer, desde fetos, por consiguiente, los sexos no se asignan, se reconocen, se constatan, se identifican (incluso desde antes de nacer con el ultrasonido).
Ahora, en occidente, al nacer una criatura, se le asigna un género. Si se nace con pene, se es socializado como masculino. Si se nace con vagina se es socializada como femenina. Por ello el género, en tanto rol e identidad, se asigna tras identificarse el “sexo” de la criatura. Si hablamos de género construido, es porque cualquier rol o identidad de género es producto de la historia, de la cultura y de nuestra subjetividad. Historia y cultura porque cada sociedad establece que atributos tiene cada género y subjetividad porque cada persona aprecia o desestima, a nivel consciente e inconsciente, con que caracteres de género se identificara emocionalmente.
Fuera de occidente, no todas las culturas asignan el género al nacer. Así, en muchas sociedades tribales, las poblaciones permiten que sus integrantes vayan asumiendo un determinado género, en la medida que van creciendo. En muchas sociedades no occidentales, se consideran más de dos géneros. Los géneros más comunes son la masculinidad varonil y la feminidad mujeril, pero cada sociedad decide que es lo masculino y que es lo femenino. Citando algunos ejemplos: si en occidente la mujer es considerada el sexo frágil, en África, en la parte sur del Sahara, no se concibe a la mujer como débil. En occidente se espera, comúnmente, que el varón sea más grande que la mujer, pero los balineses tradicionales esperan que el varón sea delgado y fino. Los topa de India consideran a las mujeres ineptas para el quehacer doméstico, por lo que esos trabajos son cosas de varones. Y si en occidente se considera que el varón es racional y la mujer temperamental, en Irán se considera que las mujeres son lógicas y los varones volátiles.
Hasta aquí queda claro que a cada género se le asignan determinadas atribuciones, comportamientos, actitudes y motivaciones (que van desde el habla a la indumentaria y desde los quehaceres sociales hasta las prácticas sexuales), por lo que cada persona, según el género que se le asigne, se verá revestida de una serie de características consideradas como propias o apropiadas de su ser (características que además serán consideradas como impropias o inapropiadas para otras personas).
Siendo así, en muchas sociedades y culturas, hay para los varones un género alterno, distinto a la masculinidad (y a la feminidad), al cual llamare “ginicidad”, pues, desde una óptica occidentalizadamente etnocéntrica, es una especie de feminidad, aunque para la cultura que lo produce no lo sea.

Así, en las sociedades arábigas preislámicas, además de masculados y féminas, había el género “gínico”, el mukhannathun, que si bien se parecía a la feminidad en el habla y en ciertas actitudes, tenía su vestimenta y sus quehaceres propios, distintos a lo femenino y vedados para la mujer. Otro ejemplo de este género “gínico” es el hijra hindú, quien si bien se comporta y se viste en forma similar a las féminas, se le atribuye quehaceres religiosos y poderes mágicos, imposibles de ser atribuidos a la mujer. Igual sucede con los muxes, género “gínico” del pueblo zapoteca al sur de México, a quien se le permiten comportamientos e indumentarias similares a las de las féminas, pero, a diferencia de las mujeres, sus actividades se limitan al apoyo familiar y se les “exime” de tener relaciones afectivo sexuales de pareja.
Por su parte, en otras sociedades y culturas hay para las mujeres otro género alterno, distinto a la feminidad (y a la masculinidad), al cual llamare “andricidad”. De este género “ándrico” se tiene, en el norte de Albania, a las virgjineshas, que si bien se visten y se comportan de forma similar a los masculados, se distinguen en que solo pueden apoyar a la familia y que están “exentos” de la vida afectivo sexual (prácticamente igual que los muxes). Otro tanto se puede decir de las mujeres “ándricas” de los pueblos indoamericanos de EE.UU., las hwamee entre el pueblo Mohave y las ninauposkitzipxpe en el pueblo Siksiká, quienes guardan similitudes y diferencias con los géneros masculinos de aquellos pueblos indígenas estadounidenses.
Para más abundancia, en algunas sociedades y culturas hay otros géneros aparte de la masculinidad, la feminidad, la ginicidad o la andricidad, siendo el caso más conocido el del pueblo bugi de la isla Célebes (Indonesia), donde aparte de la masculinidad varonil (los oroane), la feminidad mujeril (las makunrai), la ginicidad varonil (los calabai) y la andricidad mujeril (las calalai), se encuentra un género más, los bissu, que es una suerte de mixtura, pues tiene de masculinidad y de feminidad, pero además tienen su indumentaria particular y sus actividades propias (mágico religiosas). Corporalmente las personas bissu son intersexuales (hermafroditas), es decir que para los bugi no son varones ni mujeres, sino un tercer “sexo”.
Queda claro hasta aquí que no se tratan de inversiones genéricas, de transpaso de un género a otro, sino de géneros distintos con sus atribuciones, comportamientos, actitudes y motivaciones particulares y propias. Esto conduce hacia un género más, el género religioso. En sociedades religiosas, especialmente en teocracias y panteísmos, el clero llegó a alcanzar un estatus social excepcional, al grado de que las y los religiosos no solo tuvieron una condición distinta a la masculinidad y feminidad, sino que, en ciertos casos, llegaron a constituir una clase social (como el clero cristiano medieval, los brahmanes hindúes y los lamas tibetanos).
Para la sociedad occidental, la labor religiosa es como un oficio más, paro para las mentalidades religiosas, las y los clérigos eran administradores de lo sagrado (solo el clero tenía la capacidad de controlar la potencia sagrada). Bajo su condición excepcional, el clero tenía un género propio. Así, aparte de su condición venerable, el clero cristiano y tibetano tenía su indumentaria particular y sus prácticas sexuales propias (la práctica del celibato), mientras que cierto clero babilonio, griego e inca, además de su particular indumentaria, practicaban el sexo ritual homoerótico (dicha práctica ritual estaba vedada a otras personas).
Cabe anotar que el género también tiene que ver con la forma en cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo y como lo percibimos y concebimos. Al respecto, la cultura patriarcal occidental a dicotomizado el cuerpo en dos: macho y hembra. Mas esta dicotomía es conceptual y abstracta, no tiene sentido más allá de la cultura (es apenas una definición cultural). Diversas sociedades, desde la antigüedad, han definido a machos y a hembras a partir de una “lectura” genérica del cuerpo (“lectura no científica ya que la ciencia recién data del siglo XV). La ciencia solo ha refrendado esa “lectura” genérica, dándole un barniz de “conocimiento objetivo”, pero en el fondo, aún con el lenguaje pretendidamente científico, sigue siendo una “lectura” genérica.
Para muchas personas de occidente, que han vivido y han ordenado sus vidas en torno a las nociones de macho y hembra, asumir que dichas categorías son solo definiciones culturales del cuerpo, resulta bastante indigerible. Pero lo cierto es que cada sociedad y cultura “lee” macho y hembra de maneras diversas y que en el presente, hay serios cuestionamientos de carácter científico a dichas definiciones corporales.

Así que desde el punto de vista de que macho y hembra son “lecturas” genéricas del cuerpo, entonces la transexualidad es una forma de transgeneridad y un ejemplo más de la diversidad de géneros.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: uv.es
2. Muxe zapoteca, Mexico. Foto tomada de: okinreport.net
3. Loren Cameron activista transexual (mujer a varon). Foto tomada de: channel.nationalgeographic.com