martes, 21 de septiembre de 2010

TAUROMAQUIA.

Amistades mias.
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

Hace poco, la presencia de un torero en un programa de tv, en un reality, concito una protesta al exterior del edifico de la televisora. Las y los protestantes eran detractores de la tauromaquia (y el suceso trascendió a todos los medios televisivos).

Particularmente la corrida de toros no me genera los resquemores iracundos que muchas y muchos anti taurófilos manifiestan. Razones hay varias, pero me limitare a exponer un par.
La primera es que la domesticación de animales es, liza y llanamente, una forma de esclavitud. Los animales ya sean destinados a mascotas, a alimentación o a lo que fuera, son esclavos. Partiendo de esta premisa, no hay un mejor trato o un peor trato hacia los animales, solo hay (mal)trato esclavizador. Y no hay mayor expresión de ese maltrato exclavizador, que la domesticación de animales para destinarlos a la alimentación humana.
La mayor parte de la gente no es consciente de la crueldad inherente al consumo de carnes animales. La mayor parte de la gente no es consciente de cómo se asesinan animales para el consumo humano.
No pienso describir los verdaderos métodos de tortura, que se aplican a los animales destinados al consumo, algo que implica desde ganado vacuno hasta crustáceos y moluscos, pero seria bueno que tengan eso presente.
El asunto alcanza ribetes de hecatombe, cuando llegamos a reconocer que en la sociedad contemporánea, la matanza de animales domésticos para el consumo alimenticio es como un genocidio a escala industrial.
Ahora, no negare que consumo carnes, muy ricas y muy sabrosas, pero carnes al fin. Pero por lo mismo, desgarrarme las vestiduras por el (mal)trato a los animales, originado por todas y todos los que consumimos carnes, quejarme del maltrato a los animales en los espectáculos me resulta un asunto rayano en el doble estándar y la doble moral.
Las razones a las que apelamos para justificar nuestra alimentación con carnes, me resulta tan vacua como lasa razones justificatorias de las y los que maltratan animales por entretenimiento. Claro esta que muchas y muchos de los que consumen carnes, plantean la salvedad de que sus necesidades de alimentarse con animales, están en un plano jerárquico superior mas justificable o menos deplorable, que las necesidades de aquellas personas que consumen (matan) animales por entretenimiento.
Siendo así, desde la otra orilla se haría la salvedad de que las matanzas de animales para entretenimiento, jamás alcanzan los niveles industrializados de las matanzas para alimentación (otro si digo, es que ni siquiera los vegetarianos se salvan, pues ellos matan plantas también a nivel industrial).

La segunda razón es la visión de ascesis contra la violencia, que subyace en los discursos anti taurófilos.
Al respecto, no suscribo la visión prejuiciada de que el proceso civilizatorio conlleva el destierro o a la abolición final de la violencia (a lo sumo reconocería que dicho proceso civilizatorio esta conllevando a la represión de cualquier manifestación de violencia).
No comparto tampoco esa visión que idealiza a la humanidad, que la muestra enrumbada hacia la concordia y armonía social, algo que esta más allá de toda lógica, racionalidad o ciencia. Más aún, estoy en contra de aquella visión que sataniza y estigmatiza toda expresión de violencia, presentándola como intrínsecamente negativa o mala (en el mundo contemporáneo, desde diversas posturas artísticas o políticas, se reconoce en ciertas manifestaciones de violencia un enorme potencial creativo).
Por otro lado, suscribo la teoría que sostiene que la violencia seria connatural al ser humano y más aún, suscribo aquellas teorías sociobiológicas y antropobiológicas que sostienen que la convivencia en sociedad, conlleva, inevitablemente, a cierta violencia.
Según esas teorías sociobiológicas y antropobiológicas, el ser humano evoluciono para vivir en bandas (algo así como la versión social de las manadas, de hasta aproximadamente 150 personas). Pero la vida en sociedades estratificadas, al introducir jerarquías implica formas de violencia dominante, hegemónica o explotadora.
Frente a ello, no es casual que diversas sociedades y culturas hayan producido formas de violencia controlada, que en oposición a la violencia salvaje, llamare domesticada (como la corrida de toros). Esas formas de violencia domesticada han servido y aún sirven, como medios de encauzar la violencia de la vida en sociedades estratificadas, de maneras no destructivas ni dañinas (o por lo menos no destructivas ni dañinas para la vida en sociedad).
En nuestra sociedad contemporánea, las formas tradicionales de violencia domesticada (como la corrida de toros), están siendo proscritas a partir de la visión de que toda forma de violencia es negativa o mala para toda persona.
Me atrevería a decir que hay una relación directamente inversa (no de causalidad, pero si de interdependencia) entre la proscripción de las formas de violencia domesticada y el surgimiento explosivo de la violencia delincuencial (que tiene en los enfrentamientos entre pandillas a una de sus máximas expresiones).
Volviendo a la tauromaquia, para mí es muy claro que la corrida de toros es una forma de violencia domesticada desfasada, es decir, que ya no cumple su función de canalizar masivamente la violencia. Aún así, acabar con la corrida de toros no me resulta primordial. Lo que si me resulta incierto es que, por la visión de ascesis contra la violencia, se busque eliminar cualquier forma tradicional de violencia domesticada, sin proponer una forma alternativa de canalizar la violencia inherente a la vida en sociedades estratificadas.

En es línea, no deja de parecerme risible la contradicción en la que incurren muchas y muchos detractores de la tauromaquia, que propugnan una sociedad sin violencias de cualquier tipo, pero que en sus manifestaciones contra las corridas de toros, aplican violencia contra las y los taurófilos (algo que demuestra fehacientemente, que se debe canalizar la violencia antes que suprimirla).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Tauromaquia Nº 18. Aguafuerte y aguatinta de Goya (1815 - 16). Imagen tomada de: artetorreherberos.blogspot.com
2. El torero "Chulo". Acuarela de Pancho Fierro (1830). Imagen tomada de: caretas.com.pe
3. Manifestación anti taurina. Foto tomada de: andina.com.pe

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