lunes, 26 de marzo de 2012

¿MITOS SOBRE EL AMOR ROMÁNTICO?

Queridas amistades:
Reciban mis más afectuosos saludos.

Hace unos meses atrás, se realizo un conversatorio cuyo título era el mismo de esta entrada, salvo por los signos de interrogación.
Dichos signos obedecían, a que el amor romántico es, a no dudarlo, un mito, razón por la que el conversatorio iba a tratar de ¡los mitos acerca de un mito!
Aclaro que aquí nadie está negando la existencia del sentimiento amoroso. Eso no es materia de discusión. Lo que resulta ilusorio, quimérico, mítico es el carácter romántico que se le atribuye.
El amor romántico es uno de los tantos mitos de la sociedad contemporánea, como el del hombre libre del liberalismo o el de la familia natural del cristianismo.
El mito del amor romántico surge en Europa, el siglo XIX, como producto de la ideología romántica, la que, a su vez, se manifestó como una corriente literaria que alcanzó solidas implicancias en la mentalidad europea, llegando a influir en diversos campos del pensamiento humano, desde el arte y la filosofía hasta la política y la ciencia. Más aún, el romanticismo también influyó en los sentires y emociones humanos, por lo llegó a establecer nuevas formas de relacionarse.

“Primavera” de Pierre Auguste Cot

Bajo las coordenadas del romanticismo, el amor, un sentimiento universal, fue revestido de ropajes culturales bastante particulares. Para el romanticismo, el amor tiene características específicas, como la de ser espontaneo, apasionado e irracional, cualidades que, en otras sociedades y culturas, no necesariamente caracterizan al amor. En pocas palabras, el romanticismo generaliza y hace universal su muy particular caracterización del amor.
Este amor romántico ve la luz a través de escritos literarios, no solo de novelas tales como: “Un Romance Siciliano” de Ann Radcliffe, “Sensatez y Sensibilidad” de Jane Austin, “Cumbres Borrascosas” de Emily Bronte, etcétera, sino, también, de poesía, destacando la de George Byron, Alphonse de Lamartine, Gustavo A. Bécquer, etc. Es de aquí, de donde el amor (el romántico) fue elevado al estatus de verdadero mito de la sociedad occidental.
Sin embargo, es necesario reconocer que el amor romántico no fue creado de la nada, sino que fue moldeado de las arcillas del medioevo. En ese sentido, se encuentra su antecedente más próximo en el llamado “loco amor”, “amor ferino” o “amor impurus” de la baja edad media. Cabe anotar que en el bajo medioevo, existían, también, otras formas de amor, como el “amor cortés” (que se caracteriza, entre otras cosas, por ser caballeresco y adultero), el “amor puro” (que era el amor platónico), el “amor mixtus” (que implicaba alcanzar el anterior tipo de amor, sin abandonar al sujeto de afecto). Nótese aquí que mientras en el bajo medioevo hubo varias formas de amor, para el romanticismo decimonónico solo hay una forma de amar (única para todo el mundo).
Más volviendo al “loco amor”, se tiene, entre sus características, el ser abundante en voluptuosidad, es decir, que era muy carnal y placentero, además de ser apasionado e irracional (su carnalidad y placidez lo diferenciaba del amor romántico victoriano). Pero mientras en el medioevo los caracteres amatorios de apasionamiento e irracionalidad eran mal vistos por el cristianismo, al grado de estar censurados; para el romanticismo decimonónico dichos caracteres pasaron a considerarse positivos.
Aquí téngase claro, que no es casual que el “loco amor” medieval sea antecedente histórico del “amor romántico”, ya que el romanticismo se caracterizó, entre otras cosas, por una revaloración de la edad media (de su arte, de sus costumbres, de su sensibilidad, etc.). En tal caso, así como el romanticismo “revivió” muchas leyendas del medioevo, su folklore y algunas lenguas “nacionales” (como el catalán y el checo), el romanticismo también revaloró ciertas manifestaciones del amor medieval.
En consecuencia, fuera de los parámetros de la sociedad occidental contemporánea y de la sociedad burguesa del siglo XIX, difícilmente se encuentran manifestaciones amorosas como las dictaminadas por el romanticismo burgués y occidental. Así, en Europa, durante el periodo conocido como edad moderna, el amor atendía a los deberes de clase, antes que a la espontaneidad característica del romanticismo.
En la edad moderna el amor interclasista estaba estigmatizado, pues las separaciones sociales, de clase, no solo estaban fijadas por la costumbre, sino también por la ley. Siendo así, el atezado, las maneras, la vestimenta, el lenguaje, la educación, los espacios, todo separaba y diferenciaba a las clases sociales (en la literatura de este periodo, sobre el amor de las o los aristócratas, se encuentra, claramente, el “amor entre pares” [El Amadís de Gaula de Rodríguez de Montalvo, Romeo y Julieta de Shakespeare, La Princesa de Cleves de La Fayette, etc.], es decir, que, para la mentalidad de esta época, solo se vislumbran como posible el amor entre “iguales”). Para la aristocrática de esta época, la plebe solo suscitaba desprecio y subestimación, por lo que los afectos interclasistas estaban negados.
Consecuentemente, para el “amor clasista” de la edad moderna el no pertenecer a la misma clase social era un impedimento (no solo material sino también emocional) para enamorarse, mientras que el amor romántico de la sociedad burguesa y occidental no tiene barreras.
Más si se sale de occidente, se encuentra que en las sociedades medievales de India y China, en las que los padres pactaban el casamiento de las y los hijos, el amor surge de la vida conyugal, caso contrario, para el romanticismo el amor tiene que darse antes del matrimonio. Más aún, para la India y la China medieval la costumbre es la fuente del amor, mientras que para el romanticismo la costumbre es contraria y perjudicial para el amor.

“Un corazón para dos” de Iza Lasota

Queda claro, aquí, que el amor romántico es la forma, en la que el romanticismo, del siglo XIX, dictaminó que debía ser el amor. Y cuando esta forma particular de amor se generalizó, se convirtió en el único referente de cómo la gente debía enamorarse. Fue, entonces, cuando el amor romántico, se convirtió en el mito cultural que es hoy.
Por lo tanto, el amor romántico no es la forma natural en la que las personas se enamoran (su origen no es anatómico o fisiológico), es una visión cultural de cómo debemos amar. El amor romántico es un invento literario, es el mito más persistente del romanticismo (ya que el romanticismo fue expectorado de la ciencia, de la política, de la filosofía y hasta del arte).
En este contexto, hablar de mitos del amor romántico, es como hablar de duendes, gnomos, brujas, princesas desvalidas y príncipes azules. Es como creer que los romantiquísimos cuentos de hadas son realidad (nota para la o el lector, los conocidos cuentos de hadas son, quizás, el producto mejor acabado de la literatura romántica del siglo XIX).

Queda con ustedes su amistad uranista de siempre.

Ho.

Imágenes.
1. Pintura romántica. Imagen tomada de: es.wikipedia.org
2. Pintura contemporánea. Imagen tomada de: bimago.es

lunes, 12 de marzo de 2012

SENDERO LUMINOSO Y LAS DIVERSIDADES GENÉRICAS Y SEXUALES.

1. Camarada "Artemio" detenido.
Queridas amistades: 
Les saludos y les envió mis mejores deseos.

Tras la captura del terrorista apodado “Artemio”, pensé en escribir un artículo sobre “Sendero Luminoso” y la población homosexual y transgénero (cuando ya había decidido, también, volver con mi blog). Y dado que este tema ya fue tocado en algunas entrevistas previas, tratare de no ser redundante.
Hacia 1980, la organización terrorista Sendero Luminoso (en adelante SL) inicio en el Perú un cruento conflicto armado. Dicha organización buscaba, a través de la violencia, destruir el estado y la sociedad peruana, a los que tipificaba, despectivamente, de régimen feudo burgués y capitalista.
En este violento conflicto interno (el más sangriento de la historia peruana), SL cometió gravísimos crímenes de lesa humanidad (entre los que se cuentan al menos 216 masacres). Su repudiable accionar dejó varios millares de muertos (se estima una cifra que va de entre 24 a 38 mil muertos).
Ningún sector de la sociedad peruana dejó de verse afectado por el accionar de SL, que, de paso, se ensaño, sanguinariamente, con los grupos más vulnerables de la población (de lejos, el mayor número de víctimas se cuenta entre la gente más pobre del país).
Uno de esos sectores poblacionales afectados es, sin dudarlo, el de las diversidades genéricas y sexuales (específicamente las personas homosexuales [lesbianas y gueis] y transgéneros [como travestis, transexuales, etc.]), a quienes SL victimó impunemente.
Partiendo de que el prejuicio anti homosexual y anti transgénero (en adelante homofobia y transfobia) es “tradicional” en las sociedades latinoamericanas, se encuentra que SL, aunque pretendió romper con el orden político, social y económico peruano, no se libro de esta inveterada tara cultural.
En consecuencia, SL asumió como válida y legítima su homofobia y transfobia, algo que, además, refrendaron, “ideológicamente”, con los discursos homofóbicos y transfóbicos de los regímenes totalitarios de Stalin y Mao.
Cabe aclarar que esta visión homofóbica y transfóbica no es consustancial al socialismo o al comunismo. La crítica materialista de los movimientos feminista y lésbico guei en los años 70 así lo demuestra. Por su parte, la revolución bolchevique de 1917, implantó, en suelo ruso, libertades y derechos sexuales sin parangón hasta ese entonces (emancipación sexual de la mujer, la integración social de personas homosexuales, etc.).
La influencia que sobre SL tuvieron Stalin y Mao es patente. De Stalin tomaron planteamientos como el de la simplificación del marxismo, la tesis del partido único, el culto a la personalidad, etcétera, mientras que de Mao tomaron la noción de la inevitabilidad de la violencia para lograr la revolución, la posibilidad de pasar por encima de las estructuras partidarias y entregar todo el poder a la jefatura (lo que luego devendría en la dictadura omnímoda del líder), etc.
Contradictoriamente, Stalin y Mao tomaron su homofobia y transfobia de la moral burguesa capitalista (que, de paso, se remita a la moral cristiana de indiscutible talante sexofóbico). Es decir, que asumieron, inconscientemente, los prejuicios morales de un orden social al que se oponían sin cortapisas. Ellos habrían tomado tales prejuicios de sus contactos con la cultura occidental. En consecuencia, ni Stalin ni Mao supieron reconocer, en su pensamiento y en su accionar, la sujeción que tenían ante la moralidad burguesa y capitalista.

2. Bandera de Sendero Luminoso.

Tanto Stalin como Mao asumieron, en gran medida, las disposiciones genéricas y sexuales de occidente, como la satanización de las diversidades genéricas y sexuales y la feminización del sujeto guei. Inclusive persiguieron y sancionaron la homosexualidad (irónicamente Stalin la consideraba un “vicio burgués” y Mao una “perversión capitalista”, cuando, en realidad, la homofobia y la transfobia eran los verdaderos vicios y perversiones burgueso capitalistas).
Como dato curioso, las tradiciones rusa y china iban en otra dirección. Así, el cristianismo ortodoxo ruso era menos hostil al homoerótismo y a la transgeneridad que los cristianismos occidentales, mientras el sincretismo religioso chino toleraba más las diversidades genéricas y sexuales.
Por lo tanto, la justificación estalinista y maoísta de SL, para su repudio de la homosexualidad y la transgeneridad, no fue más que la reedición de unos prejuicios, que eran muy propios del orden social al cual repudiaban. A tenor de tales prejuicios, SL violento y asesino, inmisericordemente, a innumerables personas homosexuales y transgéneros. Sus métodos fueron extremadamente crueles e incluían el secuestro, la burla, la humillación, el trasquilado, la tortura, la mutilación genital e, invariablemente, el homicidio.
El numero de víctimas homosexuales y transgéneros resulta difícil de cuantificar, aunque tomando en cuenta diversas informaciones (incluyendo las aportadas por la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación [CVR], comisión que se encargó de elaborar un informe, sobre la violencia desatada durante el conflicto interno), se puede estimar que la cifra de personas homosexuales y transgéneros asesinadas estaría entre los varios centerares y más de un millar.
La organización MHOL (Movimiento Homosexual de Lima), una de las organizaciones lésbicas, gueis, bisexuales y/o trans del Perú, estima que medio millar de personas, entre gueis y trans, fueran asesinadas, ya sea por SL o el MRTA (el “movimiento revolucionario Túpac Amaru”, organización terrorista que también participó en el conflicto interno peruano). Sin embargo, el cálculo resulta conservador, no solo por la imprecisión existente sobre los componentes y la cuantía de las poblaciones victimadas (la CVR no cuenta con datos precisos sobre estas poblaciones victimadas en el conflicto) y, sobre todo, por la omisión, en el estimado, de mujeres lesbianas.
Lamentablemente, a la fecha, la muerte de mujeres lesbianas es solo una presunción, aunque bastante factible. Por ello, resulta poco creíble que SL, no haya encontrado siquiera una lesbiana en su camino (tampoco en el holocausto genocida de la segunda guerra mundial se recogieron datos sobre mujeres lesbianas y tuvieron que pasar varios años antes de reconocer sus muertes).
La poca información que se tiene sobre los asesinatos de gueis y trans durante el conflicto interno, son el resultado de testimonios indirectos y de declaraciones familiares (recién el camarada “Artemio” ha confesado su participación en estos crímenes).
De por sí, la falta de información precisa sobre la conformación y la cuantía de las poblaciones asesinadas durante el conflicto es funesta y preocupante, situación que se agrava con la invisibilización de las poblaciones lésbica, guei y trans (claro resultado de la homofobia y la transfobia social). Negar la existencia de diversidades genéricas y sexuales, omitir su presencia, suprimir su recordación, ha sido moneda corriente en las sociedades latinoamericanas. Por ello, ni al estado peruano le intereso contar estas muertes, ni a SL reivindicarlas. No es de extrañar, entonces, que SL omita a las mujeres lesbianas en sus “cuentas”. Lo peor es que ello se ha extendido a todos los ámbitos (al de los medios, la misma CVR, ¡las agrupaciones LGBT’s!, etc.).
No se pueden negar tajantemente estas muertes, bajo el supuesto que no hay datos o fuentes. Probablemente SL haya asesinado a las mujeres lesbianas que “encontraba”, pero no solo eso, si se toma en cuenta que SL repite el patrón de los crímenes de odio, contra personas homosexuales y transgéneros, habidos en el Perú (como en el del caso de la mutilación de penes, que se aplicaba y aplica a varones gueis y a mujeres trans, como supuesto “escarmiento” por renunciar a su “hombría”), no resulta imposible asumir, que a las mujeres lesbianas que se “reconocía”, antes de ejecutarlas, las hayan violado (la llamada "violación correctiva o curativa"), con el supuesto fin de “volverlas mujeres” (la CVR reportó que la violación sexual no fue ajena al accionar de SL y señala, además, que a esta organización y al MRTA, se le deben el 11 % del total de dichos crímenes, perpetrados durante el conflicto interno peruano).

3. Mujeres Lebianas en Lima.
Finalmente, las muertes de personas lesbianas, gueis y trans durante el conflicto interno peruano deben ser tomadas en cuenta, no solo en los informes sobre esta lucha fratricida y genocida, sino, también, en la historia oficial del Perú. Más aún, el estado peruano tiene el deber moral de implementar políticas públicas, destinadas no solo a conceder reparaciones (aunque sea simbólicas) sino, también, a evitar que estos terribles y deplorables sucesos se repitan.

Queda con ustedes su amistad uranista de siempre.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: http://peru21.pe
2. Imagen tomada de: http://www.generaccion.com