martes, 26 de octubre de 2010

DIVERSIDADES FAMILIARES.


Amistades mías:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

En el presente, se vienen realizando diversos congresos mundiales de familias, que en realidad son reuniones de grupos conservadores, que se congregan para defender y promover su particular ideal de familia, el nuclear, conformado por un matrimonio heterosexual monogámico con una obligatoria descendencia consanguínea.
Sin embargo, este modelo ideal de familia no necesariamente se corresponde con la realidad. Tan solo en occidente hay familias de hijas y/o hijos con madres y padres solteros, matrimonios o convivientes sin descendencia, hermanas y/o hermanos sin padres, parejas homosexuales, etc.
Y si salimos de occidente, a otras sociedades o épocas, se encuentran otros modelos como el de la familia poligámica, la familia poliándrica, familias no consanguíneas, familias extensas, etc. Precisamente este último tipo de familia, el extenso (y no el nuclear), ha sido, a lo largo de la historia, el modelo de familia hegemónico.
Recién con la revolución industrial surge el modelo nuclear, es decir, que este modelo de familia tiene un origen eminentemente social, pues responde a circunstancias históricas determinadas.


Una de esas circunstancias tiene que ver, con la perdida de relevancia de la familia en el contexto social. Así, en distintas sociedades y épocas, la familia fue, a la vez, unidad de convivencia y unidad de producción (por lo que su relevancia socioeconómica era notable), pero en el presente la familia es solo una unidad de convivencia (por lo que su peso socioeconómico es mínimo).
Esta pérdida de relevancia social ha llevado a que la familia sea circunscrita al ámbito privado, en donde las relaciones familiares se confunden con otras relaciones sociales.
Ello ha conllevado a que un sector importante de la población, no reconoce algunas relaciones familiares como tales. Al respecto, es bastante común que mucha gente no considere el vincularse afectivamente a otra persona como el inicio de una familia, sino que empiecen a “contar” a partir de la tenencia de un hijo o hija (lo que refuerza, de paso, una visión heteronormativa de la familia).
Indudablemente el modelo nuclear y heteronormativo de familia es promovido, como modelo único, desde diversas instancias de poder, desde la familia al estado, razón por la que muchas personas, se identifican emocionalmente con él y lo reclaman como aspiración legítima.
Siendo el modelo nuclear y heteronormativo el único modelo de familia reconocido socialmente, se encuentra inscrito en la normatividad jurídico legal de los diversos estados del mundo, lo que lo convierte en un modelo inamovible y, hasta, anquilosado.
En tales circunstancias, las posibilidades de diversificación familiar se vuelven harto dificultosas, pues no solo la carencia de referentes sobre diversidades familiares se torna un obstáculo complicadísimo de afrontar, sino que la normatividad, elevada al rango de ley, la hace prácticamente inmutable.
Hablar de inmutabilidad no es una exageración, ya que si los cambios en las leyes dependen, entre otras cosas, de la masificación de las costumbres, entonces el reconocimiento de las diversidades familiares pasaría a depender de la proliferación de familias alternas al modelo nuclear y heteronormativo.
Sin embargo, siendo este modelo oficial de familia el único referente social y legal existente, las posibilidades de que las personas aspiren a otras alternativas se tornan bastante limitadas. Y si a ello le sumamos el hecho de que, no habiendo otras posibilidades, la gente no explore ni experimente al modelo familiar oficial y único (dándose la situación de que si las necesidades o querencias personales no se realizan dentro de este modelo, no se atribuye tal “frustración” a la no correspondencia de la diversidad humana con dicho modelo único, sino que se asume como un fracaso personal).
Mas la familia, tener una o formar una, no tendría por qué limitarse a una pareja heterosexual, monogámica, casada y con descendencia consanguínea, pues las posibilidades de articulación familiar son realmente infinitas. Así, a lo largo de la historia, y en cada sociedad y cultura, se encuentra familias con constituciones internas diversas, variadas formas de concebir las estructuras de parentesco y hasta diversos tipos de relaciones familiares.
Aquí algunos ejemplos de diversidades familiares: en muchas sociedades tribales las relaciones de parentesco son relaciones sociales antes que consanguíneas; en otras tantas sociedades tribales la descendencia se da por línea materna (y no siguiendo el apellido paterno como ocurre en occidente); en la antigua Grecia los bienes materiales eran parte integral de la familia, razón por la que los esclavos eran parte integral del grupo en tanto propiedades privadas; entre los incas el antepasado familiar era el jefe vivo de la familia y no un lejano antecesor como se considera en occidente; en el Japón medieval la posición de cada familiar variaba en relación a los miembros familiares de mayor rango, de menor rango o los iguales (mientras que en occidente dependían únicamente del jefe de la familia); en la mayoría de las socidades con familias extensas el principal vínculo familiar era el de filiación (y no el matrimonial como ocurre en occidente), etc.


En el presente, si bien se puede hablar de cierta apertura hacia las diversidades, los contadísimos casos de alternativas familiares admitidas socialmente se deben a circunstancias varias. Cuéntese aquí a parejas heteros con hijos adoptivos, a hijas y/o hijos con madres o padres solteros, a parejas homosexuales reconocidas o sin reconocer legalmente, etc. Pero es innegable que su progresiva admisión se debe, principalmente, a su proximidad al modelo oficial y único de familia.
La admisión de otros modelos familiares, más alejados al modelo oficial y único, como en el caso de las familias poligámicas, las relaciones tríadicas, los grupos afectivos no sexuales, etc., dependería, entre otras cosas, del quiebre de la normatividad legal vigente, pues ello, hasta cierto punto, permitiría el reconocimiento legal de familias alternativas y la progresiva aparición y consolidación de nuevos referente familiares.
La lucha por una verdadera diversidad familiar no pasa por tratar de que todas las personas, encajen, de una u otra manera, dentro del modelo de familia nuclear y heteronormativo, sino porque ese modelo oficial deje de ser presentado y refrendado como único y que, además, dejen de promoverse sus vinculaciones, la de la pareja y la de la descendencia consanguínea, como únicos medios posibles de constituir una familia.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Familia nuclear. Imagen tomada de: picses.eu
2. Familia extensa. Foto tomada de: es.wikipedia.org

jueves, 21 de octubre de 2010

CUESTIONES DE RESPETO, TOLERANCIA Y MORAL.


Queridas amistades:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

Hace tiempo atrás, envié a algunas listas de internet (a espacios públicos en internet), un video en el que se veía a un aparente Jesucristo semidesnudo y amanerado, caminando por la ciudad y cantando: “I will survive”. En respuesta, varios mails me acusaron de no respetar las creencias de las gentes. Algo que se repitió últimamente, con un reciente envió que contaba un cuento de santos y zombis.
El meollo de las reclamaciones se centraba en que, las creencias ajenas, sobre todo si ellas eran “sagradas”, deben ser respetadas. Para esto, las y los reclamantes aducían, implícitamente, que la convivencia social (y más específicamente nuestra convivencia interpersonal) quedaba mellada si proseguía aquello que consideraban “falta de respeto”.
Aquí seré tajante, no hay ley en el mundo que me obligue a respetar las creencias ajenas (algo que no se debe a que el sistema legislativo tenga vacios), más aún, leyes como la libertad de conciencia, la libertad de creencia o la libertad de expresión, le permiten a cualquiera hacer detracción, vituperio y reprobación de aquello en lo que no creamos.
Al respecto, las libertades, amparadas por las leyes, nos permiten hacer detracción de casi todo (por ello es que pueden existir programas humorísticos que hacen burla y sátira de casi todo). Si digo casi todo es porque solo se salva la persona humana, ya que en torno a ella giran las leyes.
Las leyes defienden a las personas, sus bienes jurídicos, no defienden abstracciones, como las creencias o las morales particulares (por ello no se puede legislar sobre moral). Más aún, se supone que las leyes son la basa moral de la sociedad.


Amparados en estas leyes libérrimas, podemos mostrar nuestro desacuerdo público y privado, con prácticamente todo aquello que la ley no defienda expresamente. En consecuencia, hay un gran margen de libertad para despotricar, aunque dicha libertad si tiene límites más o menos precisos. Dichos límites se enmarcan en criterios diversos, entre los cuales destaca: además de la ley, la racionalidad de tipo lógico matemático (es decir, que se espera que dicha racionalidad este fundada o respaldada en criterios cualificables, cuantificables y científicos).
Siguiendo estos criterios, las personas pueden mostrar su desacuerdo con cuestiones tan diversas como el aborto, la pena de muerte, las corridas de toros, el clasismo, el racismo, la familia nuclear, el heterosexismo, el patriarcado, la homosexualidad, las creencias religiosas, los viejos valores morales o, hasta, el modelo económico.
Pero si siguiendo la normatividad legal de los estados no estamos obligados a respetar absolutamente nada que la ley no nos obligue a respetar ¿Dónde quedan aquellas cuestiones que tienen que ver con lo personal y que, además, son consideradas como vitales por cada persona?
Muchas de estas cuestiones son protegidas bajo la noción de lo privado, que es un ámbito establecido por la normatividad legal, para que en él se desenvuelvan libremente aquellas cuestiones de índole personal (como la práctica religiosa, la sexual, etc.), que escapan directamente a la protección de la ley.
Claro está que el trazado de lo que es privado y lo que no lo es, resulta bastante artificial, pues hay muchos aspectos de esa privacidad, que trascienden al ámbito público.
En estos casos, la tradición occidental ha establecido el criterio de tolerancia que se extiende hacia todo lo relacionado, directamente, con lo legalmente protegido. La lógica que subyace a ello sería la siguiente: las personas tienen una serie de opciones personales, estilos de vida y prácticas sociales en general, que si bien no son objeto de protección legal, al ser el resultado del ejercicio de nuestros legales derechos y libertades, son “pasibles” de tolerancia, “merecedores” de tolerancia.
Indudablemente la línea que separa, en el ámbito público, lo tolerable de lo repudiable, es, a la fecha, bastante difusa. Y es en el ámbito público donde se generan los mayores conflictos por establecer lo que debe tolerarse socialmente y lo que no. Los ejemplos más claros que se vienen dando son: la participación de lo religioso y la presencia de lo sexual en el ámbito público.
Al respecto, más que la ley es la costumbre la que termina validando o invalidando que se queda o que sale del espacio público. Siguiendo el ejemplo anterior en el ámbito público se tolera la presencia de lo religioso, especialmente en manifestaciones callejeras como las procesiones católicas, las homilías evangélicas, etc. y se rechaza las diversidades sexuales como las parejas homosexuales y las personas trans en dichas calles. En el primer caso, se supone que hay leyes que señalan la religión es parte de lo privado, mientras en el segundo caso, las leyes de igualdad aplican a homos y trans pues la heterosexualidad y la cisgeneridad son completamente públicas.
Aquí volvemos al terreno de las creencias, pues la “lucha” por establecer que debe por no ocupar el ámbito público se extiende hacia el terreno de las creencias. Creencias que tienen que ver con los valores (morales) que queramos para nuestra sociedad (por ejemplo valores como la laicidad o la tolerancia hacia las diversidades humanas).


Dichos valores no solo son impartidos por la familia o la enseñanza institucionalizada, sino también por nosotras y nosotros mismos (en tanto nos comprometamos a hacer “proselitismo moral”).
Actualmente vivimos una época de crisis de valores, donde priman dos claras tendencias: de un lado los grupos reaccionarios y conservadores, que a pesar de las transformaciones sociales, aspiran al retorno a viejos valores que pueden o no corresponderse con el presente y de otro lado, los grupos de contemporizadores y progresistas que aspiran a la consolidación de una ética más acorde con nuestros tiempos.
Esta lucha supone la relevación de nuevos valores o la nueva jerarquización de valores ya existentes. Obviamente en esta “lucha” se defiende la validación o la invalidación de dichos valores y, a todas luces, el progreso iría siempre de la mano, con la validación de una moral concordante con las leyes de una sociedad moderna, racional e inclusiva.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: estocolmo.se
2. Imagen tomada de: juntospodemoshacerlapaz.blogspot.com

martes, 12 de octubre de 2010

BREVE HISTORIA DEL MOVIMIENTO LÉSBICO.


Amistades mías:
Les envió mis saludos y parabienes.

El movimiento lésbico no es reciente, pues sus más remotos antecedentes se encuentran ya sea en el movimiento por el “amor libre” o en el movimiento por la reforma sexual (movimientos relacionados, de una u otra manera, con la izquierda libertaria y el anarco sindicalismo), movimientos que se remontan aproximadamente hasta mediados del siglo XIX, aunque las primeras menciones positivas del amor entre mujeres se encuentran ya en la inglesa Mary Wollstonecraft, una de las madres del feminismo (quien escribió a finales del siglo XVIII).
En cuanto al término lesbiana, que es un derivado del gentilicio de Lesbos (por ser allí donde vivieron tanto la poetisa Safo como su círculo literario), recién adquiere, en Francia en el siglo XVIII y en Inglaterra en el siglo XIX, sus evidentes connotaciones erótico sexuales.
Con relación al movimiento lésbico en sí, es necesario precisar que a lo largo de su historia, dicho movimiento ha pasado por momentos en los que se ha encontrado subsumido en otros movimientos (como el feminista, el homófilo y el gay) y ha tenido momentos de clara individualización.
Precisamente, en un primer momento, centralizado mayormente en Europa, el movimiento lésbico se hallaba subsumido, desde por lo menos la década de los 90’s del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, en el movimiento feminista, con el cual comparte muchos de sus proyectos (algo que se hizo bastante evidente en el aumento de la participación de las mujeres lesbianas en el posicionamiento de temáticas lésbicas y en el activismo político al interior del movimiento feminista). Es más el movimiento feminista le debe mucho al movimiento lésbico, no solo por sus cuestionamientos a la posición de la mujer en la sociedad, sino por aportar estrategias de lucha distintas a las feministas.

Aún así, muchas feministas que escriben sobre el amor entre mujeres no se confiesan como practicantes de dicho amor (incluso sabiéndose de dichas prácticas). Tendría que llegar el siglo XX para que una mujer confesara públicamente su condición de no heterosexual. Theo Anna Sprüngli (1880 - 1953), más conocida por el seudónimo de Anna Rüling, es considerada, por muchas y muchos, como la primera activista lésbica de la historia. Ella, en 1904, dio un célebre discurso político lésbico en la reunión anual del “Comité Científico Humanitario” de Berlín (la primera organización homosexual de la historia), donde alentó a muchas mujeres lesbianas, a luchar en el movimiento de liberación homosexual y no solo en el movimiento feminista, como habían estado sucediendo hasta entonces. Por su parte, el “Comité Científico Humanitario” dio, desde entonces, la bienvenida a la participación de numerosas mujeres lesbianas en el activismo pro homosexual.
Años antes, hacia 1900 (y por cerca de 60 años), en Paris, Francia, Natalie Clifford Barney, una rica heredera estadounidense y confesa lesbiana, abrió en su casa un salón literario, conocido como el salón de Barney, donde no solo se daban veladas literarias, sino también asignaciones lésbicas. Este salón fue muy importante para el movimiento lésbico, pues su patrocinadora hizo que, con el tiempo, el tópico lésbico se hiciera el foco central de las reuniones. Por este salón pasaron importantes mujeres lesbianas como la pintora Romaine Brooks, las poetisas Renée Vivien y Gertrude Stein y las escritoras Sidonie Gabrielle Colette, Djuna Barnes y Radclyffe Hall.
En 1907, un comité del Reichstag (el parlamento alemán) decidió ampliar el párrafo 175 del código penal, que criminalizaba el sexo entre varones, para incluir, ya hacer punible también, las prácticas sexuales lésbicas. Ante esta tentativa del gobierno alemán, muchas mujeres lesbianas se unen al movimiento por la reforma sexual, que, hasta ese entonces, era predominantemente varonil.
Con todo, la capital alemana, Berlín, se caracterizó por una vibrante subcultura homosexual. En dicha ciudad, desde la década de 1920, las mujeres lesbianas formarían importantes núcleos sociales, de entre los que saldría la revista titulada: “Die Freundin”, que se publicó entre 1924 y 1933. Muchas de estas mujeres lesbianas colaboraría activamente con el “Institut für Sexualwissenschaft” (Instituto para el Estudio de la Sexualidad), organización que tuvo gran relevancia para el movimiento homosexual en general.

El ascenso del nazismo y la posterior segunda guerra mundial puso fin a este primer despertar del movimiento lésbico. Los nazis persiguieron, entre otras personas, a las mujeres lesbianas y las internaron en los campos de concentración, donde fueron identificadas con triángulos negros invertidos. En el colmo de la invisibilización lésbica, los nazis señalaron a dichas mujeres con la misma señal con la que identificaban a los antisociales y vagabundos (el mencionado triangulo negro).
Tras la segunda guerra mundial, el movimiento lésbico volvería a levantar cabeza, pero esta vez en los EE.UU. En este país norteamericano surge el movimiento homófilo, que, entre otras cosas, aspiraba a una respetabilidad de las personas homosexuales (ya sean lesbianas o gueis), basada en la invisibilizacion de la homosexualidad y su subordinación al heterosexismo vigente. Las principales organizaciones en las que se congregaron los homófilos fueron: la “Society for Human Rights” (la Sociedad para los Derechos Humanos) y la “Mattachine Society” (la Sociedad Mattachine), organizaciones con “sucursales” en distintos puntos de EE.UU. Esta última, ya desde 1951, patrocinaba grupos de discusión, proporcionando a lesbianas y a gueis la oportunidad de compartir, abiertamente, y a menudo por primera vez, sus sentimientos y experiencias.
En 1955, se formo la “Daughters of Bilitis” (las Hijas de Bilitis), primera organización lésbica estadounidense, con “capítulos” en Nueva York, Los Ángeles, Nueva Jersey, Detroit, Chicago, Reno, Filadelfia, Cambridge y Boston El principal objetivo de esta homófila organización lésbica, fue el de servir de herramienta educativa para lesbianas, gueis, investigadores y profesionales de salud mental. Para tal efecto, entre otras cosas, se publicó una revista llamada: “The Ladder”, que circuló entre 1956 y 1972. Esta organización se disolvió en 1970, a raíz del enfrentamiento de sus integrantes, quienes se dividieron a razón de si prestaban o no su apoyo al naciente movimiento post Stonewall.

Tras la revuelta de Stonewall (1969), el activismo homosexual se nutre de la efervescencvia social de fines de los años 60, de la llamada segunda ola del feminismo, del movimiento antirracista (del “black power”), del movimiento pacifista (y de la oposición a la guerra de Vietnam), del movimiento estudiantil (y de la revuelta de mayo del 68), etc. De todos estos movimientos, el activismo homosexual, hasta hoy, toma sus estrategias, sus métodos y sus valores.
Bajo estos nuevos parámetros, surge un nuevo tipo de activismo homosexual, más político y radical que otros activismos de mujeres y varones homosexuales, surgidos hasta aquel entonces. En tal sentido, la principal organización de este activismo de nuevo cuño, surgida a la luz de los disturbios de Stonewall, el mismo año de 1969, fue la “Gay Liberation Front” (el Frente de Liberación Gay, cuyas siglas fueron GLF), que buscaba la abierta confrontación, en la que se lucharía por la liberación de mujeres y varones homosexuales (téngase en cuenta que en este momento, el término “gay” hacía referencia tanto a mujeres como a varones homosexuales). Dicha lucha significó la plena visibilización de mujeres y varones homosexuales, marcando así el derrotero de las posteriores luchas y organizaciones lésbicas y gueis.
En Inglaterra, en 1971, surge un grupo lésbico guei que adopta el mismo nombre y la misma visión que el GLF estadounidense, mientras que en Francia, en el mismo año, surge la FHAR, el Front Homosexuel d'Action Revolutionnaire (Frente Homosexual de Acción Revolucionaria) que reúne a feministas lesbianas y activistas gueis, bajo las mismas directrices que el GLF.
Cuando el término “gay” adquirió connotaciones predominantemente masculinas, las mujeres homosexuales se identificaron con el término “lesbiana”, relevando la condición lésbica como un referente que reflejaba una realidad invisibilizada. A ello se le sumaron diferencias ideológico políticas, de estrategias de lucha y de formas de organización, que terminaron con la franca separación de lesbianas y gueis.
Aparece entonces, en 1970, en EE.UU., la “Lavender Menace” (Amenaza Violeta), que fue un grupo de feministas lesbianas radicales, conformado principalmente por lesbianas ex integrantes tanto del GLF como de la “National Organization for Women” (Organización Nacional de Mujeres, cuyas siglas son NOW), la mayor organización feminista de los EE.UU. La Lavender Menace fue creada, en un primer momento, para protestar por la exclusión que la sociedad y el movimiento feminista ejercían, tanto contra las mujeres lesbianas, como contra los temas que a ellas les atañían.
El grupo Lavender Menace, que más tarde cambiaria su nombre por el de “Radicalesbians” (Lesbianas Radicales), incidirían, luego, sobre la dimensión política y el potencial revolucionario de la lesbianidad. Dichas lesbianas radicales fueron las primeras en desafiar el heterosexismo de las feministas heterosexuales y de las homófilas lesbianas y, además, describir su lucha en términos positivos.
Gracias a la presión de las “Radicalesbians”, en la conferencia nacional de la NOW, de setiembre de 1971, las y los delegados tuvieron que adoptar una resolución que reconocia los derechos de las lesbianas y el lesbianismo como: “una preocupación legítima para el feminismo”. Preocupación que en el presente, el movimiento lésbico ha logrado colocar en las agendas de diversos movimientos sociales de todo el mundo.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Theo Anna Sprüngli (Anna Rüling) la primera activista lésbica que se conoce. Foto tomada de: angelfire.com
2. Distintivo lésbico en los campos de concentracion Nazis. Imagen tomada de: es.wikipedia.org
3. "The Ladder", publicación del movimiento lésbico homófilo estadounidense (carátula de 1957). Foto tomada de: en.wikipedia.org

miércoles, 6 de octubre de 2010

DE PENES Y COPULAS.

Queridas amistades:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.

De penes.
En una anterior entrega, escribí acerca del tamaño del pene y afirme, categóricamente, que no se puede hablar de un tamaño promedio en su longitud, que no hay tamaños estándar en relación al pene.
Más no tardaron en plantearme cuestionamientos a tal aserción bajo dos criterios. El primero era que hay varias y varios autores y sexólogos que hablan de tamaños promedio o estándar y segundo, que a partir de una supuesta “constatación” experimental o vivencial, la realidad demostraría lo contrario.
Sobre el primer punto. Yo plantee la existencia de una relación de proporcionalidad entre el tamaño del pene y el tamaño de la persona. Así, si mayormente las personas altas tienen extremidades grandes y manos y pies grandes y las personas bajas mayormente tienen las extremidades chicas y las manos y pies chicos, por correlación, el pene de los primeros será mayormente grande y el de los segundos será mayormente pequeño. Indudablemente se dan excepciones: altos con manos y pies pequeños y bajos con manos y pies grandes, altos con penes pequeños y bajos con penes grandes.


Ciertamente hay diversas y diversos autores y sexólogos que hablan de tamaños promedio o estándar, pero la mayor parte de estas y estos estudiosos, no explican la fuente de sus datos. Es más, no tengo conocimiento de algún estudio científico serio y critico que sirva de base a las afirmaciones sobre el tamaño promedio o estándar del pene.
Aquí con todo derecho me preguntaría: ¿en qué baso entonces mis afirmaciones? Mi respuesta es simple. Siendo el pene una regularidad más del cuerpo humano, al igual que otras partes de la morfología corporal, este no tendría por qué tener medidas no proporcionales con el resto del cuerpo.
Más aún, los diversos estudios sobre “razas” apuntan a que existe una correlación de proporcionalidad entre la estatura, el tronco y las extremidades. Y a ello habría que agregar, que los estudios más actualizados sobre la estatura humana, descartan, por completo, el que haya una estatura humana promedio o estándar, algo que se fundamenta en el hecho de que a través de diversos estudios, se ha probado que la estatura no depende únicamente de la genética, sino también de la alimentación tanto del individuo, como del grupo poblacional a través de varias generaciones.
Si los estudios apuntan a que hay una estrecha relación entre el tamaño de la persona y las proporciones del cuerpo y que además, no hay una estatura humana promedio o estándar, entonces no hay base científica para plantear: por un lado, que una parte del cuerpo (en este caso el pene), no guarde relación de proporcionalidad con las demás partes de la morfología corporal y por otro lado, que dicha parte del cuerpo (el pene) deba ser promediada o estandarizada en forma particular.
Sobre el segundo punto, se me ha planteado que, en base a la constatación experimental o vivencial de ciertas personas (constatación que tendría que ver con la observación de muchos penes), no habría relación de proporcionalidad entre el tamaño del pene y las demás dimensiones corporales.
Confieso que el asunto me resulta bastante cómico, pues si muchas personas cayeran en plena cuenta de todas las implicancias de su error de percepción, quizás no hablarían del asunto con tanta pretendida autoridad.
Al respecto, los estudios sobre razas, para llegar a la conclusión de que hay una relación entre el tamaño y las proporciones del cuerpo, tuvieron que hacer miles y miles de mediciones de antropometría, sobre miles y miles de individuos “representativos”.
Tomemos como referencia el estudio Kinsey. En este estudio, para arribar a sus conclusiones, se tomo una muestra aproximativa de poco menos del 0.01 % de la población estadounidense de aquel entonces (aproximadamente 150 millones de personas en 1948). De la misma forma, para poder hablar de la longitud del pene a partir de la constatación experimental (ya no de la vivencial), se tendría que tener una muestra de cerca del 0.01 % de la población varonil, para poder hablar con cierta autoridad. Es decir, que si hablamos de la población mundial, de un aproximado de más de 6 mil millones de gentes, de entre las cuales la mitad serian varones, para poder hablar de una muestra seria, se tendría que haber medido más de 300 mil penes, de varones de todas las clase sociales, razas y orientaciones sexuales, para recién poder hablar con cierta autoridad de constatación experimental o ¡vivencial!
Por lo tanto, como la posibilidad de demostrar que se han medido siquiera 3 mil penes (aproximadamente la mitad de la cifra de varones que uso Kinsey), es muy improbable, resulta bastante increíble que se hable, tan alegremente, de la constatación experimental o ¡vivencial! de las dimensiones del pene.

De copulas.
Pasando a la otra cuestión, hace poco nuevamente se me presento, en forma indirecta, el tema de la importancia de la duración en la copula (ya sea coital o anal) y me parece o me queda la impresión, de que mucha gente cree que hay una estrecha relación entre la duración y la satisfacción sexual, es decir, que mucha gente esta creyendo que la satisfacción sexual depende en mucho de la duración de la copula (ya sea coital o anal).
Aquí me temo que la visión televisiva y cinematográfica del sexo se está imponiendo a la realidad. Así, desde las series y películas (y especialmente la pornografía), se está difundiendo la creencia de que el sexo es bueno solo si es maratónico y que quien dura más es quien lo hace mejor.
A todas luces, esta visión tiene como principal referente a la pornografía, pero también está relacionada con la cultura del gimnasio.


Por un lado, y obviando el hecho de que la pornografía es ficción, mucha gente parece asumir que las performances de los actores porno, son sinónimo de buen sexo. Por otro lado, por un perverso juego de mimesis, se visualiza el sexo como un ejercicio y si el ejercicio para mantenerse en forma, solo es efectivo si es prolongado, entonces, el sexo solo es bueno si es igualmente prolongado.
Sobre la pornografía, parece que a mucha gente no le entre en la cabeza que la pornografía no es real y que las maravillosas performances de algunos actores o actrices son solo actuación y están respaldadas por un fantástico trabajo de edición (de ahí la ilusión de horas y horas consecutivas de sexo).
Con relación al ejercicio, los paralelos que se establecen entre el ejercitarse y el tener sexo no pasan de ser superficiales, pues si bien se suda y hay aumento del ritmo cardiaco, hay cansancio posterior y ciertos beneficios a la salud, los parangones no van más allá.
Así, el sexo es parte de nuestra necesidad de placer, el ejercicio no. La práctica sexual es placentera por donde se le mire, mientras que el ejercicio es una forma de tortura autoinflingida. El ejercicio es parte de un estilo de vida, mientras que el sexo es inherente a nuestro ser y trasciende la cultura (o sea, los estilos de vida entre otras cosas). La falta de ejercicio puede ir en detrimento a la salud, mientras que la no tenencia de sexo no resulta perjudicial bajo ninguna circunstancia.
En suma el ejercicio físico y la práctica sexual no son comparables, ni necesariamente asimilables. Son dos ámbitos claramente distinguibles. Suponer, entonces, que se encuentran en el mismo plano no es, de ninguna manera, razonable.
La duración, bajo ninguna circunstancia, es sinónimo de buen sexo. Inclusive muchas y muchos sexólogos sostienen que la preocupación por la sola duración, puede conllevar a que muchas personas terminen, no por satisfacción, sino por cansancio.
Durar no es sinónimo de quedar satisfechos, de ahí que lo importante no sea lo prolongado de la “faena”, sino la conexión que se establezca. Ojo, cuando hablo aquí de conexión, me refiero a que las personas involucradas en la práctica sexual, han alcanzado cierta empatía sexual, que les permita satisfacerse mutuamente.
Ello supone que no se necesita durar largas horas, para tener buen sexo, sino que se necesita tener práctica, experiencia o “maña” para saber hacerlo. En otras palabras, el sexo puede durar pocos minutos o varias horas, pero lo único importante es que las y los involucrados queden satisfechos. El buen sexo, entonces, implica práctica y experiencia antes que duración.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: mele-lasexualidadenlosadolescentes.blogspot.com
2. Foto tomada de: noelandia1987.spaces.live.com