jueves, 16 de septiembre de 2010

SOBRE COMPULSIÓN Y PROMISCUIDAD SEXUAL.


Queridas amistades:
Les saludo y envió mis mejores deseos.

De un tiempo a esta parte, veo con inquietud ciertas aproximaciones a algunas nociones que resultan bastante opinables y discutibles.
Me refiero explícitamente a las aproximaciones hacia las nociones de adicción sexual y promiscuidad sexual, que se usan en formas bastante latas y hasta incongruentes con el sentido oficial de los términos adicción y promiscuidad.
Sobre la primera noción, la de adicción sexual, me queda muy claro que el uso de esta expresión es propia de una aproximación bastante extraña a la sexualidad humana. El argumento que sustenta este enfoque no puede ser mas retorcido, pues se asume que, dado que la práctica sexual conlleva a que la pituitaria produzca endorfinas, que son hormonas estimulantes para el organismo (a las endorfina se les conoce como las hormonas de la felicidad), una persona se puede volver adicta a dicha sustancia, producida por el cuerpo, a través de una práctica sexual reiterada.


Siguiendo ese criterio simplón, también seriamos adictos a la risa y a la alegría, pues ello produce igualmente endorfinas.
Con respecto a la promiscuidad la cosa se pone aun peor, pues el término ha pasado de una significación amplia a una muy restringida. Así, el termino promiscuidad, de designar, con cierto sentido negativo, a una mezcla confusa y desordenada de elementos diversos (lo que implicaba la convivencia confusa y desordenada de muchas personas), paso a designar casi exclusivamente a ciertas prácticas y vidas sexuales caracterizadas por su pluralidad (de tal manera que promiscuo resulto siendo, por ejemplo, aquel que tuviera varias parejas sexuales). Obviamente esta caracterización de la pluralidad sexual como promiscuidad, obedece, sin lugar a dudas, a la visión sexonegativa o sexofóbica que tiene la sociedad occidental.
Pero si desde una visión conservadora de la sexualidad (además de sexonegativa o sexofóbica), la amplitud de necesidades sexuales calificaba como promiscuidad, desde una óptica pretendidamente critica se está cayendo en el otro extremo, al tratar de “revalorarse” positivamente el término promiscuidad (algo en lo que mucho tiene que ver la banalización del lenguaje, a la que conducen los extremos del posmodernismo).
Siguiendo ese criterio, todos los términos existentes usados para referirse a lo negativo, no tendrían razón de ser (terminaríamos, entonces, revalorando nociones negativas como maldad, insania, violación, etc.).
Por tanto, la designación de ciertos comportamientos sexuales como negativamente adictivos o positivamente promiscuos no tiene fundamento alguno, pues obedece a una mal entendida percepción de la sexualidad.
Empezando por la noción de adicción, esta se refiere a la enfermiza dependencia del organismo a drogas o sustancias exógenas que la persona consume, noción que conlleva a que los comportamientos humanos, en tanto no son drogas o sustancias exógenas, no califican como adictivos, sino como compulsivos.
La compulsión es la repetición obsesiva y/o irrefrenable de ciertos comportamientos, algo que en psicología es reconocido como un trastorno perteneciente al grupo de los desórdenes de ansiedad (el trabajolismo, la ludopatía, la sexopatía, etc., serian ejemplos de compulsión ansiosa). En consecuencia, los comportamientos sexuales repetitivos, cuando irrefrenables y obsesivos, no son adicciones sino compulsiones.
Por su parte, la noción de promiscuidad, al referirse a la mezcla confusa y desordenada de personas, hace más bien alusión a una situación social y no a una práctica volitiva del sexo. Esta situación social no respondería, necesariamente, a la voluntad, sino a circunstancias ajenas a ella (así, el amontonamiento de gentes en los campos de concentración nazis, implicó, inevitablemente, que ellas llevaran convivencias promiscuas; la situación de extrema pobreza, en muchos países del tercer mundo, conlleva a que mucha gente carente de vivienda, conviva en forma promiscua; etc.).


Pasando al ámbito de la sexualidad, si cabe el uso negativo de las nociones de compulsión y promiscuidad sexual, pues, en occidente, en muchos casos, la situación de discriminación y marginación a las que se encuentran sometidas las diversidades genéricas y sexuales, si conlleva a la compulsión y a la promiscuidad sexual.
Al respecto, en occidente se vive un régimen sexual impositivo y obligatorio de marcado talante heterosexista. A grandes rasgos, dicho régimen sexual tiene un carácter exclusivo y excluyente, lo cual deviene en situaciones de discriminación y marginación social, dirigidas, específicamente, a las prácticas y vidas sexuales que no se ajusten a las exigencias de la normatividad heterosexista.
En consecuencia, las personas con necesidades y deseos sexuales diversos (no heterosexuales), para escapar a la discriminación y marginación social, se debaten entre dos posibilidades. La primera es entre la negación y la represión, lo que deviene, en muchos casos, en comportamientos neuróticos y/o forzados. Y la segunda es entre el ocultamiento y la clandestinidad, lo que deviene, en muchos casos, en comportamientos compulsivos y/o promiscuos.
En suma, ni los comportamientos sexuales son adictivos (lo apropiado es hablar de compulsiones), ni la promiscuidad designa negativamente a la pluralidad sexual o positivamente a comportamientos sexuales diversos.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: laprensaus.com
2. Foto tomada de: fotolog.com

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