miércoles, 12 de enero de 2011

HIJAS/HIJOS: UN ALEGATO EN FAVOR DE LA ADOPCIÓN (Segunda parte).

Amistades mías:
Les envió mis saludos y mis mejores deseos.

(CONTINUACIÓN). Habiendo dejado establecido, que, más que impulso "natural", la necesidad apremiante de tener hijas y/o hijos únicamente a través de la descendencia consanguínea y la reproducción biológica, es, a todas luces, una noción valorativa de innegable origen social. Entonces, en adelante, se remarcará que, en el actual contexto social, la explosión demográfica necesariamente se contrapone a la noción de descendencia consanguínea, mientras que la adopción se yergue como una clara y cada vez más relevante alternativa ante la reproducción biológica, más aún, cuando, en el mundo, hay millones y millones de niñas y niños que mueren en condiciones de abandono.

Aún así, los referentes sociales (de consanguinidad y reproducción), elevados a la condición de mandatos sociales, siguen mostrando a la noción y posibilidad alternativa de la adopción, como una solución social poco o nada satisfactoria ante la necesidad de tener hijas y/o hijos, especialmente al no considerar dicha solución alternativa (la adopción), como una forma fidedigna de conseguir descendencia ontológicamente valida y legítima.
Para peor, la exacerbación de los mandatos de descendencia consanguínea y reproducción biológica han llegado a niveles inverosímiles. Así, si por un lado en el mundo, desde diversas instancias internacionales y nacionales (desde la OMS, diversas ONG’s y activistas en derechos sexuales y reproductivos, hasta variadas agrupaciones políticas, gobiernos de diversas naciones, etc.), se promueven innumerables medidas para controlar la explosión demográfica (medidas como la elevación de los niveles educativos entre la población, cursos de educación sexual en los colegios, campañas para retrasar entre las y los jóvenes el momento de la iniciación sexual, promoción de métodos anticonceptivos, prevención de embarazos no deseados, planificación familiar, despenalización y/o legalización del aborto, etc.), desde otro lado, desde instancias tanto conservadoras como consumistas, curiosa y coincidentemente, se exacerba la reproducción y la consanguinidad como valores necesarios e indispensables para la conformación de familias.
Sobre esto último, para nadie es un secreto que en el mundo, millones de personas (ya sean heterosexuales, bisexuales, homosexuales, etc.) buscan tener descendencia consanguínea a como dé lugar y para ello, han llegado a involucrarse en una verdaderamente cuestionable comercialización de partes humanas (compra y venta de óvulos y esperma y alquiler de vientres).
En este punto es necesario señalar, el postulado ético y moral, propugnado por la medicina humanitaria y anticonsumista, que busca concientizar a las personas en la exigencia de que los órganos y miembros del cuerpo, no sean vistos como simples y vulgares objetos de comercialización, sino como componentes humanos susceptibles de compartición y/o donación (y por ende, destinados a mejorar condiciones de vida o salvarlas en forma humanitaria y no mercantilista). Ello con la finalidad de no redundar en la visión ultranegativa, impuesta por el consumismo capitalista, que cosifica a la persona y la muestra como un objeto más de consumo.
Teniendo en cuenta este postulado ético y moral, la compra/venta de óvulos y esperma y el alquiler de vientres se tornan medidas mercenarias y consumistas (medidas solo al servicio de los caprichos de aquellas y aquellos clientes que cuentan con medios económicos para costeárselas). Aún así, los mandatos sociales de la descendencia consanguínea y la reproducción biológica, llevados a sus extremos, han legitimado aquellas medidas mercenarias y consumistas, que no hacen más que contribuir, en principio, a acrecentar las desigualdades sociales (entre quienes pueden costearse sus caprichos y quienes no) y, además, a que el discurso consumista, que cosifica a la persona, devenga en referente social.
También en el extremo al que se llega, por encajar en los mencionados mandatos sociales (de descendencia consanguínea y reproducción biológica), se pasa por alto el principio ético y moral que trata del involucramiento real y efectivo de las y los progenitores en la crianza y las vidas de las y los hijos (principio promovido mundialmente desde la “Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo”, realizada en El Cairo en setiembre de 1994).
Contra este último principio, y reforzando los mandatos desfasados y arcaizantes de la consanguinidad y la reproducción, millones de personas pretenden hacerse de hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos, a como dé lugar, cueste lo que cueste.

Aquí, aunque es toda una obviedad, se hace necesario recalcar que la tenencia de hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos se da, biológicamente hablando, a partir de una progenitora mujer y un progenitor varón. También es claro que sobre esta condición biológica se ha construido y articulado el modelo familiar nuclear y heterosexista. Sin embargo, a partir del planteamiento y la articulación de modelos familiares alternativos, es posible involucrar a las y los progenitores, sin reproducir el modelo familiar nuclear y heterosexista.
Más en la mentalidad del común de las gentes, la posibilidad de buscar alternativas familiares no tiene cabida alguna, y varias mujeres y varios varones, que no pueden, por vía reproductiva sexual, tener hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos, quieren tener (y llegan a tener) la tan ambicionada descendencia biológica y consanguínea por diversos métodos artificiales, que se hallan comercializados al mejor postor en el mercado, métodos como la fecundación in vitro, la adquisición de óvulos, esperma y úteros, etcétera, para llegar (y llegando) a ser madres o padres ya sea en pareja heterosexual, en forma individual (en "soltería") o en pareja homosexual (parejas de lesbianas y gueis) y excluyendo, factualmente, a alguno de los progenitores (ya sea la mujer o el varón). Indudablemente en el caso de las parejas, ya sean heteros u homosexuales, lo que se busca, también, es encajar en el tradicional modelo familiar, nuclear y heterosexista (modelo conformado por una pareja monogámica con su respectiva prole, hijas y/o hijos).
Aquí muchas y muchos lectores dirán, que estas aspiraciones maternales y/o paternales son opciones válidas y legítimas, pero si el principio ético y moral de involucrar a ambos progenitores en la crianza y las vidas de las y los hijos, se ha hecho tan necesario, es porque en nuestro mundo contemporáneo muchas (demasiadas) personas no se comprometen ni responsabilizan en la tenencia de hijas y/o hijos o en su maternidad y/o paternidad y, consecuentemente, se encuentran niñas y niños abandonados, enfermos y/o explotados, madres y padres irresponsables, juicios de probanza y reconocimiento de paternidad, querellas judiciales por la manutención de las y los hijos, madres y padres proveedores pero ausentes, etc.
En tal situación, entran en franca contradicción, por un lado, el postulado principista de involucrar a ambos progenitores (a la mujer y al varón), que apunta a generar entre la población mundial, conciencia y responsabilidad en la tenencia de hijas y/o hijos y por otro lado, la compulsión psicológica generada por el omnipresente mandato social, que impulsa a las personas, a tratar de concretar, a como dé lugar en sus vidas, las nociones de reproducción biológica y descendencia consanguínea.
Así, contradictoriamente, mientras se hace un llamado a la maternidad y a la paternidad responsables (lo que implica el involucramiento de ambos progenitores, la mujer y el varón, en la crianza y las vidas de las y los hijos), también se valida el lograr, a como dé lugar, la maternidad y/o la paternidad en soltería o en parejas (ya sean heteros u homosexuales), prescindiendo y/o excluyendo a uno de los progenitores (ya sea la mujer o el varón).
Salvar esta contradicción inválida y deslegitima, necesariamente, una de aquellas dos posiciones y aquella que resulte más contradictoria, debiera ser la que deje de ser promovida socialmente.
Entonces, la tenencia de hijas y/o hijos siguiendo los mandatos de la reproducción biológica y la descendencia consanguínea, debiera ser la posición a abolirse. No solo porque es un mandato desfasado y arcaizante, sino porque, en el actual contexto social, se requiere de nuevas valoraciones éticas y morales, más acordes con las condiciones sociales contemporáneas.

Dichas condiciones sociales son, hoy por hoy, un mundo alarmantemente superpoblado, donde hay decenas de millones de niñas y niños abandonados. En tales circunstancias, insistir en la tenencia de hijas y/o hijos biológicos y consanguíneos se torna una exigencia, a todas luces, alienante.
Por todo ello, la adopción tendría que empezar a ser promovida, como la principal forma válida y legítima de alcanzar la descendencia, de tener hijas y/o hijos. No hacerlo, en el actual contexto mundial (de sobrepoblación y de decenas de millones de niñas y niños abandonados), se está convirtiendo en una preocupante forma de egoísmo e inconsciencia social.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: hoypadres.com
2. Imagen tomada de: quercus448.wordpress.com
3. Foto tomada de: edukame.com

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