lunes, 15 de febrero de 2010

ÉTICA SEXUAL.


Queridas amistades:
Reciban mis más calidos saludos y mis mejores deseos.
Hace unas cuantas semanas atrás, recibí un par de mails que hablaban sobre el Barebacking o Bareback, una peligrosa práctica sexual que consiste, básicamente, en sexo penetrativo sin uso de profilácticos o preservativos (lo cual pone a sus practicantes, en serio riesgo de contraer alguna enfermedad y/o infección de transmisión sexual y/o VIH – sida).


Esta práctica del Barebacking o Bareback es, en la sociedad occidental, una de las que, actualmente, levanta mayor polémica, pues, en occidente, en estos tiempos del sida, las prácticas sexuales que están siendo revestidas de legitimidad y a las que se les da mayor promoción, son aquellas conocidas como “sexo seguro”, esto es, principalmente, la monogamia, el sexo no penetrativo y, sobre todo, el sexo penetrativo con preservativos.
Sin lugar a dudas, este hecho obedece a una mirada propia de la sociedad occidental y que privilegia la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual y VIH – sida; una mirada que tiene como principal criterio regulador, el de la promoción del bienestar y la salud de las poblaciones en general (de ahí que los estados occidentales hayan establecido, instancias y políticas dedicadas a la salud, como los ministerios de salud, medidas sanitarias, campañas de salubridad, etc.).
Paralela y contradictoriamente, en la sociedad occidental el modo de producción capitalista desarrollo un régimen consumista sui géneris, que ya no buscaba la satisfacción de las necesidades perentorias de la población, como ocurría e otras sociedades y culturas, sino que producía necesidades “nuevas”, que conllevaban al aumento indiscriminado del consumo.
Este consumismo capitalista tenía como leitmotiv el placer de consumir o más específicamente, consumir por placer (no por necesidad) y ello obedecía, a su vez, al principio hedonista del placer por el placer o más específicamente, el puro placer como principal objetivo de vida.
La radicalización de este consumismo capitalista llegó al extremo, de cosificar a la persona (presentándola como mero objeto de placer) y banalizar el sexo (presentándolo como simple vehículo para la obtención de placer).
La cuestión contradictoria entra a tallar aquí, pues por un lado, la visión de bienestar y salud social conllevó a una politización de la sexualidad humana, a partir de la promoción de una vida sexual plena y saludable para las personas, objetivo que se lograría, entre otras formas, a través de la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual y VIH – sida. Por otro lado, el consumismo capitalista, al plantear el puro placer como principal objetivo de vida, conllevaba al cuestionamiento y rechazó de todo aquello que fuera en detrimento de la obtención de placer sexual (con ello se controvertía con el llamado “sexo seguro”, en tanto este representaba sendas limitaciones y restricciones a la mera obtención del placer sexual).
El origen de esta contradicción se remonta, al proceso de laicización que se dio en la sociedad occidental desde la época del renacimiento. Bajo este proceso de laicización, se fueron separando, progresivamente, la religión y la sociedad civil, situación que alcanzó su punto máximo en el siglo XVIII, con la separación de la iglesia y el estado.
Bajo este proceso de laicización, la religión, que en otras realidades culturales había sido parte intrínseca de la sociedad, fue relegada, por la sociedad occidental, al ámbito de lo privado. Esto significó, que si en otras sociedades y culturas, las diversas religiones existentes dotaron de sentido a las múltiples actividades humanas, en la sociedad occidental dichas actividades humanas fueron adquiriendo un sentido más mundano y menos espiritual.
Esta situación se hizo extremosa con el régimen consumista del capitalismo, pues toda actividad humana perdió, por completo, cualquier sentido espiritual y solo se las considero a razón de su valor funcional y utilitario (así el trabajo, que para la sociedad medieval fue una forma de interrelacionarse con el entorno y con la deidad única, para la sociedad capitalista es un simple medio de subsistencia).
El sexo no fue ajeno a esta pérdida de sentido espiritual y dicho sinsentido es, entre otras cosas, la causa principal de que la mirada socio sanitaria de la sexualidad, no encuentre gran eco entre un sector importante de las poblaciones sexualmente activas. Esta es una de las razones por las que muchas gentes están bastante acostumbradas, a pensar el placer en forma inversamente proporcional a la salud, cuando en la realidad el sentir placer es una parte esencial de lo que se considera estar sanos.


Esta contradicción se puede apreciar sin tapujos, en el hecho de que muchas personas, si bien son incapaces de compartir ciertas pertenencias, como los cubiertos, la ropa interior, algunos artículos de limpieza (cepillo, jabón, etc.), etc., no tienen mayores problemas para compartir sus cuerpos con personas extrañas, a quienes luego del sexo, pretenden mantener en la extrañeza. En otras palabras, sus pertenencias mundanas son más intimas, más personales y más importantes que sus propios cuerpos.
En ninguna otra sociedad o cultura del mundo el sexo ha sido tan banalizado, como lo es en la sociedad occidental, burguesa y capitalista.
Ojo, esto no es, de ningún modo, una añoranza del pasado, no es un llamado para volver al sentido religioso que el cristianismo le dio al sexo. Todo lo contrario. Aquí pretendo poner sobre el tapate, la necesidad de dotar al sexo de un sentido que trascienda el solo placer.
Dicho sentido, que implicaría, necesariamente, una nueva ética sexual, no seria, de ningún modo, univoco y generalizado, sino, más bien, una puesta en valor individual, en la que cada persona haga de su vida sexual, algo que vaya más allá del fornicar por fornicar.
Si se pretende realmente que las personas consideren que su vida sexual, es parte importante e integral de su pleno desarrollo como seres humanos, es necesario desarrollar no solo un sentido espiritual para el sexo, sino, también, una ética sexual que trascienda el puro hedonismo.
Sin esa nueva ética sexual, que no lleve a revalorizar nuestra sexualidad, hablar de bienestar y salud sexual es, prácticamente, vano.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: elconfidencial.com
2. Imagen tomada de: eradio.com.mx

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