lunes, 1 de febrero de 2010

EL FIN DE LAS CIVILIZACIONES.


Queridas amistades:
Les saludos y les envió mis mejores deseos y parabienes.
De entre todas las sociedades y culturas del mundo ¿en que se parecen las de Teotihuacán, la Maya, la de Angkor, la de Zimbabwe, la de Rapa Nui y la occidental contemporánea?

Salvando las distancias, se trata de civilizaciones que, en sus respectivos espacios geográficos y en sus respectivas épocas, alcanzaron un florecimiento cultural incomparable hasta esos momentos.
Se trata de civilizaciones cuyos logros culturales las llevaron a distinguirse, notablemente, de otras sociedades coetáneas. Al respecto, se encuentra como sus construcciones y arquitectura son un legado para el resto de la humanidad, en tanto ejemplos maravillosos de una capacidad artística sin parangón en sus respectivos espacios geográficos y épocas.
Si se toma en cuenta otros logros, estas civilizaciones desarrollaron la agricultura a un nivel tan apreciable, que ello les sirvió de base para asentar su poder y hegemonía sobre otras sociedades y culturas.
Este auge agrícola conllevó a un aumento de sus poblaciones y ese aumento poblacional, exigió ganar nuevos terrenos para extender la agricultura. Paralelamente, el incremento poblacional también conllevó a un aumento de las construcciones, que requerían, a su vez, de ingentes cantidades de materiales para edificarlas.
Entonces, el consumismo que acompañó la vida urbana creció exponencialmente, en la medida en que las poblaciones y las urbes crecían. Ojo aquí, pues el consumismo no aumentaba en forma gradual, sino exponencial, pues la vida urbana siempre dependió de mayores bienes, de los que se requieren, habitualmente, en la vida rural.
Históricamente, el consumismo en la vida urbana va mas allá de la satisfacción de necesidades perentorias, pues se orienta hacia la satisfacción de necesidades que se originan en criterios menos básicos y más superficiales (que evidencian, de paso, relaciones de poder, de hegemonía y de dominación mucho más verticales que las presentes en la vida rural).
El exagerado consumismo de la vida urbana en las civilizaciones de Teotihuacán, la Maya, la de Angkor, la de Zimbabwe, la de Rapa Nui y la occidental contemporánea, conllevó a una depredación de sus respectivos entornos. En dichas civilizaciones, el considerable desgaste de los suelos agrícolas y la desmesurada deforestación de los bosques se presentan como símiles verdaderamente alarmantes.

Pero si las gentes de las civilizaciones del pasado no tenían mayor conciencia, de lo que podía suceder tras el desgaste de los suelos y la deforestación de los bosques, las gentes de la civilización occidental contemporánea si lo sabe.
La total depredación del entorno fue la causa principal de que imponentes civilizaciones como la de Teotihuacán, la Maya, la de Angkor, la de Zimbabwe o la de Rapa Nui desaparecieran y eso es lo que le ocurrirá a nuestra civilización occidental, si no detenemos pronto la “industrializada” depredación del entorno.
La historia nos ha dado muchos ejemplos, de lo que nos puede pasar si no empezamos a cuidar nuestro medio ambiente y si no disminuimos nuestro exagerado consumismo. Así, en Teotihuacán, en la cultura Maya, en Angkor, en Zimbabwe, el agotamiento de los suelos y la masiva deforestación conllevaron al colapso de sus civilizaciones. Sus habitantes, ante esta angustiosa situación, se vieron forzados a migrar, en búsqueda de nuevas tierras, para recomenzar sus vidas. Y el occidente contemporáneo corre también, el riesgo de ver colapsada su civilización.
Aquí la historia nos da otro ejemplo aleccionador, acerca de lo que nos puede suceder, si no ponemos un alto al desmesurado consumismo reinante, que es, inequívocamente, el origen de la depredación del entorno.
En la isla de Pascua, la civilización de Rapa Nui también colapsó, cuando los suelos se tornaron casi estériles y los isleños talaron el último árbol. En ese preciso momento, la catástrofe se ciño sobre los habitantes de aquella pequeña isla de la polinesia. Así, a la hambruna le siguieron matanzas y guerras por el control de los exiguos alimentos y recursos y a ello se agregaron diversas enfermedades, razones varias por las que la población se vio fuertemente diezmada.
Ese funesto destino puede ser, muy bien, el nuestro, ya que la depredación del medio ambiente no tiene visos de detenerse.

Los habitantes de las civilizaciones de Teotihuacán, la cultura Maya, Angkor y Zimbabwe, pudieron migrar a otras tierras, pero los habitantes de la isla de pascua no tuvieron a donde ir. Y nuestra contemporánea civilización occidental tampoco cuenta con otro planeta al cual escapar.
Sino reducimos nuestra fiebre consumista, si no salvaguardamos nuestro entorno, el destino que se forjaron los habitantes de Rapa Nui, puede ser, sin lugar a dudas, el nuestro.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Teotihuacán. Foto tomada de: es.wikipedia.org
2. Zimbabwe. Foto tomada de: britannica.com
3. Rapa Nui. Foto tomada de: flickr.com

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