Queridas amistades:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.
Desde hace ya mucho tiempo, note que diversas persona con las que hablo de sexo, específicamente sobre sus gustos sexuales, tienen ciertas imágenes referenciales sobre esta cuestión, que me resultan bastante curiosas. Dichas personas están, aparentemente, convencidas, que estas imágenes referenciales son expresiones naturales de sus gustos sexuales. Sin embargo, semejantes imágenes me remiten, casi sin lugar a dudas, a la pornografía, como, por ejemplo, la de un pene grande como fuente de placer o la de cierto gusto de las mujeres por que les eyaculen en el rostro.
Para dejar en claro esta cuestión, hare, primeramente, una comparación entre los referentes de belleza y los referentes sexuales. Al respecto, es un perogrullo decir que la belleza ha variado de una época a otra, basta ver las medievales pinturas de mujeres flácidas y macilentas (verbigracia, las vírgenes) como patrón de belleza. De ahí a la barriguda maja desnuda de Goya y a la moda de las jovencitas de look anoréxico en los noventa del siglo XX, los cambios en los prototipos de belleza han sido más que notables.
Entre las diversas culturas, las proporciones del cuerpo también han variado, así, en la China imperial se preferían mujeres de cuerpos menudos, mientras que en el África sudsahariana las mujeres gruesas y de caderas amplias eran las más deseables y en occidente, hasta los noventa, se preferían las mujeres delgadas y de caderas estrechas, aunque con senos prominentes.
Hasta cierto punto, lo mismo sucede con los genitales. Así, la cultura hindú, madre del Kamasutra, no se regodea con la grandeza del pene (admite la diversidad de tamaños), mientras que la cultura occidental, el tamaño adquirió relevancia dispar. En la edad media los varones usaban una tapa/bragueta para denotar genitales grandes, pero, fuera de ello, no se ahondaba en la cuestión, mientras que antes de la masificación del porno a través del cine y del video, la discusión abarco cuestiones raciales, en las que se admitían gentes de razas con penes más grandes que los propios.
Aquí es necesario aclarar, que si bien, en occidente, la virilidad del varón podía ser medida a partir del tamaño de sus genitales, no se llegó a establecer una relación directa entre el tamaño y las capacidades sexuales (la reproductiva, la satisfaciente, etc.).
Esto fue confirmado por la sexología de la segunda mitad del siglo XX, que afirma que la satisfacción sexual no depende del tamaño del pene, sino de la habilidad que demuestren los practicantes del sexo. Más aún, esa misma sexología estableció el criterio del tamaño promedio de los genitales (ya sea vulva, vagina, pene o testículos). Este último criterio resulta falaz, pues las medidas humanas son, mayormente, proporcionales y no promediables.
Para la segunda mitad del siglo XX, la masificación de la pornografía, a través del cine y del video, conllevo a que sus imágenes se convirtieran en referentes negativos de la sexualidad. Al respecto, si, en el medioevo, los referentes de belleza estaban dados por un arte controlado por las élites en el poder, los referentes de lo sexual estaban dados por la familia y por la iglesia. Por su parte, en el presente, los referentes de belleza están en manos de la sociedad de consumo, mientras que los referentes de la sexualidad no prestan atención a lo que dice la sexología, sino a lo que presente el porno.
Siendo así, las imágenes pornográficas han marcado la pauta de los gustos mundanos y hemos pasado del pene promedio al pene grande como fuente de placer. Hemos pasado, también, de los 90 cm. del busto de las misses, a los 120 cm. del busto de las conejitas de Playboy. Incluso la vulva de labios pequeños, de los inicios de la pornografía, ha dado paso a la vulva de labios prominentes de la porno contemporánea.
No importa que el más elemental sentido común, apunte a que la pornografía, como cualquier producto fílmico (de cine o tv) se base en trucaje y ficción, sus imágenes están siendo asumidas como referentes válidos y positivos de la sexualidad.
Nuevamente el pene es el ejemplo mas patente de ello. Los actores porno no son personas comunes, se les escoge por las dimensiones de sus miembros antes que por su capacidad histriónica. Además, los encuadres fílmicos son aberrantes, pues buscan la ilusión óptica de un miembro de mayor tamaño. E incluso, en algunas películas, se filma a una persona grande junto a otra pequeña, para que las proporciones den la ilusión de un pene enorme (truco preferido en la pornografía heterosexual).
Otro truco pornográfico es el de la duración, pues la edición permite alargar el tiempo de la faena (así, las y los actores pueden descansar entre toma y toma). En este caso, si de referencias fílmicas se trata, me quedo con la escena de la película “50 First Date”, en la que el protagonista Henry Roth (Adam Sandler) exclama, que lo más importante, no es lo que se dure, sino el tipo de conexión que se establezca.
Con relación a la eyaculación, hasta antes de la masificación de los métodos anticonceptivos, las gentes que tenían sexo consideraban, que eyacular dentro era lo más placentero (ya que, para evitar el embarazo, la práctica sexual más difundida era el coitus interruptus), pero con la masificación de la pornografía se impuso la idea de que eyacular en el cuerpo, el pecho o la cara de la o el compañero sexual es lo mas placentero.
El absurdo mas clamoroso de esta fijación por la pornografía, llega de la mano de tratar de imitar las poses de las películas (como si ellas fueran verdaderamente placenteras), cuando estas, a todas luces, obedecen a la necesidad de que la cópula, salga con claridad en las tomas.
Al final resulta preocupante, que las gentes no busquen en la exploración de sus cuerpos y de sus fantasías, la forma por la cual conseguir su mayor satisfacción sexual y se dejen llevar, consciente o inconscientemente, por las imágenes ficticias de la pornografía. Digo que resulta preocupante, pues la ficción jamás reemplazara a la realidad.
Por tal motivo, el desarrollo de una saludable y satisfactoria vida sexual, no pasa, de ninguna manera, por encumbrar a la pornografía como referente incuestionado de nuestra sexualidad.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes:
1. Cicciolina y Jenna Jameson, actrices porno. Fotos de: hoycinema.com; fergdawg.blogspot.com
2. Rocco Siffredi y Jeff Stryker, actores porno. Fotos de: 123people.es; vichoescribe.blogspot.com
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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