lunes, 9 de noviembre de 2009

IGLESIA Y ESTADO.


Queridas amistades:
Nuevamente los saludo y les deseo lo mejor.

Realmente hay veces en que siento que no viviéramos en pleno siglo XXI, pues no solo los estados en Latinoamérica, sino, también, un sector importante de la población y de la opinión pública, validan la intervención de las iglesias (las muy humanas instituciones administradoras de lo religioso), en cuestiones en las que no les compete intervenir.

Así, su intromisión va desde ser mediadoras en los conflictos sociales, hasta de ser apoyo en la lucha contra la pobreza, desde prestar asistencia en situaciones catastróficas, hasta intervenir en el debate político de la sociedad. Hechos con los que se revela la incapacidad de los estados latinoamericanos, para hacerse cargo del manejo de la sociedad y de la resolución de los problemas que la aquejan.
Claramente no estamos en los estados religiosos de la antigüedad (teocracias), ni en los estados clericales de la Europa de las edades media y moderna, pero, por lo mismo, no hay justificación para que en una sociedad moderna, las iglesias cristianas, u otras instancias administradoras de la religión, intervengan en el manejo y la administración de la cosa pública.
Se supone que desde finales del siglo XVIII, el estado moderno conlleva a una separación de la iglesia y el estado, separación que, en la actualidad, es real en muchos estados del llamado primer mundo, pero que entre los latinoamericanos es meramente formal.
Durante el siglo XIX, se encuentran los estados confesionales, en los que hay una religión oficial, pero, también, cierta separación entre la iglesia y el estado. En estos casos, el estado se adhiere a una religión específica, motivo por el cual, la intervención del clero en los asuntos en asuntos de estado es notable, al grado de que los servicios religiosos son servicios públicos, sus oficiantes son funcionarios y existe una dotación presupuestaria para la iglesia oficial. Bajo estos estados, la libertad de cultos (la práctica religiosa), la libertad de creencias y la libertad de conciencia se permiten, aunque están limitadas en mayor o menor medida, dependiendo de cada estado confesional.

Ya en el siglo XX, surge el estado aconfesional, estado en el que la separación entre la iglesia y el estado es mayor. Bajo estos estados, el gobierno, oficialmente, no se adhiere a ninguna religión específica (no hay religión oficial), pero no rechaza la colaboración con los distintos credos, es decir, se firman convenios de cooperación con distintas comunidades de creyentes (como los concordatos con la iglesia católica). Se supone que en estos estados, la libertad de cultos, la libertad de creencias y la libertad de conciencia son reales y están consagradas en las respectivas legislaciones (especialmente en las constituciones).
Con el estado laico se supone que la separación entre iglesia y estado es total, supone no solo la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el manejo y la administración del estado, sino, también, la expulsión de todo lo religioso del ámbito de lo público. Esta visión se basa en el postulado ideológico, de que la religión es una exclusiva cuestión de conciencia, motivo por lo cual, debe quedar restringida al ámbito de lo privado. En un estado laico hay una plena libertad religiosa, pero la política de estado es secularista, es decir, que el estado promueve no solo la independencia del poder político del tutelaje de las organizaciones e instituciones religiosos, sino, también, la independencia de la sociedad (de lo político y de lo público) de toda influencia eclesiástica o religiosa.
Se encuentra, igualmente, el estado ateo. Bajo este último tipo de estado, se invierte la situación habida en el estado clerical y/o confesional, pues el estado se torna hostil hacia la religión. Las políticas de estado van encaminadas a promover el ateísmo, el anticlericalismo y la irreligiosidad. En consecuencia, las organizaciones e instituciones religiosas son objeto de persecución por parte del estado. Así, se dan situaciones en las que el gobierno interviene en cuestiones religiosas e incluso, proscribe la religión.
Esta aclaración de los tipos de estado frente a la religión se hace muy necesaria, pues mucha gente confunde el estado aconfesional con el laico o peor aún, confunden el laicismo con el ateísmo.
En ese sentido, se encuentra gente que se dice laica, cuando apenas propugna postulados propios de un estado aconfesional y cuando se encuentran con un verdadero laicista, lo tachan de radical.
Así, muchas y muchos que se dicen laicos, toleran que las diversas iglesias cristianas expresen públicamente sus opiniones confesionales, cuando ello es contrario, por completo, a lo que supone un estado laico.

Bajo estas circunstancias, el modelo de estado más compatible con una democracia es el laico, pues este tipo de estado asegura la plena igualdad de los ciudadanos al margen de sus creencias religiosas, además de conjurar la posibilidad de que cualquier organización o institución religiosa, sea por los motivos que fuera, llegue a imponer sus criterios confesionales al estado y a la sociedad (así, si la iglesia católica participa de las políticas educativas o en las que tratan sobre la problemática de la pobreza, ¿por qué no pueden participar, igualmente, de las políticas referidas a la sexualidad, al género o a la familia?; si las iglesias cristianas pueden ocupar el espacio público a discreción, como lo hacen en procesiones o en ceremonias en calles y plazas ¿por qué no pueden participar en las políticas referidas al ámbito público?).
Lamentablemente, en Latinoamérica, mucha gente no es consciente de lo que significa un estado laico y gracias a ello, las iglesias cristianas, principalmente la católica, se pueden oponer a la implantación de un estado semejante, pues ellas si son conscientes de lo que significaría un gobierno laicista (después de todo, tienen la experiencia histórica de movimientos anticlericales en Francia, España, México, etc.).
Mientras no se implante un estado laico real (de ninguna manera un estado aconfesional), el peso de las creencias, opiniones e ideas confesionales y eclesiásticas seguirán obstaculizando la plena igualdad ciudadana y, peor aún, seguirán jugando un rol decisivo en las políticas de estado y en el desenvolvimiento de las sociedades.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: polittica.blogspot.com
2. Imagen tomada de: webislam.com
3. Imagen tomada de: actualizate.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Ho, eres tu? mi amigo del centro de Lima? amigo de Rondinel Julio y de Lucho Rojas. Interesantes tus comentarios amigos, continua y buena suerte.

    Nelson Díaz.

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  2. Tu conoces mi eterna oposicion a la injerencia de la iglesia en el estado, y a pesar que soy ateo (en realidad soy libre creyente, lo del ateismo fue una etapa), no hago proselitismo de ello, prefiero predicar sobre el cisma y corte con el vaticano, de tal manera que el catolicismo pierda fuerza, y al mismo tiempo, la utopia que significa que todas las iglesias esten por igual dentro de una democracia. Esto no significa el automatico fin de la homofobia, pero por lo menos significaria el corte de los privilegios economicos y asi cada uno con su propio peculio. Pero aparte de esta entrada, quisiera compartir una anecdota. En el 2005 conoci por internet a un español radicado en la selva peruana, quien era laico pero entregado a la obra de cierta orden con sede en lima, e incluso director de un colegio. Se mudo a la capital como para desarrollar nuestra relacion, pero cometi el error de decirle mi verdadera opinion sobre la iglesia y religion. En sintesis que yo respetaba lo que el hacia por jovenes descarriados, pero mediante una institucion desprestigiada. Eso me costo su alejamiento. En fin, lo que quiero decir es que me parece interesante cuando hablas de la aparente incapacidad del gobierno al necesitar el apoyo de la iglesia. A ello agregaria la estrategia de esta misma para estar presente en todo lo que puede, tal como lo describes, ese es su marketing. Personas como mi amigo, ven eso como la "omnipresencia" de dios, como el confiable donofrio "cerca de ti". Eso no lo veo mal, la cuestion es la injerencia en el poder, la cual fue ratificada por toledo, dizque por el aporte en la emancipacion. No lo niego, pero aun sigo creyendo que con ese aporte limpio la cagada que hizo al apoyar la asesina conquista española.
    Atte. Santi.

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