lunes, 29 de marzo de 2010

MITOLOGÍA CRISTIANA.

Amistades mías:
Les envió mis saludos y mis mejores deseos.

El siglo pasado, cuando escribía un artículo sobre homosexualidad y religión, una amiga, que me había hecho el favor de revisármelo, quedo bastante extrañada ante mi referencia a la biblia como un libro de mitología.
Sus reparos ante tal aseveración iban por el lado, de que la noción de mitología era minusvalorante.
Obviamente si partimos de la visión de que mitologías son las creencias africanas, hindúes, andinas, etc., pero jamás las cristianas, entonces estamos mal. Me limitaré a una noción bastante genérica de mito, como un relato oral o escrito (poético o narrativo) de proporciones mayormente sobrenaturales y que da cuenta de la cosmovisión de una determinada sociedad, algo que implica sus particulares cosmogonías y antropogonías.
Claro está que esta definición incomodara y molestara a aquellas personas que ven la biblia como un libro de verdadera historia, algo que, hasta ahora, carece de un serio sustento científico social.
La “Santa” Biblia es el eje central de la mitología cristiana, lo que quiere decir que hay relatos mitológicos cristianos, provenientes de otras instancias como la tradición. Más no se crea que estos relatos son de exclusiva manufactura judeocristiana. Nada más alejado de la verdad.
Los relatos bíblicos son compilaciones de fuentes varias, de tradiciones disimiles entre sí, contándose entre las principales, la tradición del próximo oriente (sumeria, acadia, babilonia y persa) y la tradición helenística.
Estas tradiciones heterogéneas se reunieron, se yuxtapusieron, se fundieron en un hibrido, en una nueva tradición religiosa, que dio por resultado la mitología cristiana que hoy conocemos.
Este tipo de hibridación religiosa es conocida como sincretismo y sus ejemplos más notables y conocidos son: a) la celebración de la navidad no en abril, como lo hacían los antiguos cristianos, sino el 25 de diciembre, fecha en la que los romanos celebraban las saturnales. b) el culto politeísta a deidades prehispánicas sobrevivió subrepticiamente en diversos poblados de Latinoamérica, a través de la devoción de vírgenes y santos (en las llamadas fiestas patronales).
Volviendo a la Biblia, la mitología cristiana toma de la tradición del próximo oriente, específicamente de la tradición mesopotámica (sumeria, acadia y babilónica), no solo el estilo literario (tanto el génesis como el éxodo son deudoras del estilo narrativo de la epopeya de Gilgamesh, sino, también, varios de sus personajes. Así, la pareja fundacional conformada por Adán y Eva, no es más que la actualización de la pareja fundacional conformada por las deidades sumerias An y Ki. Por su parte, el relato de Caín y Abel se remite a la diada divina conformada por Enten (el invierno) y Emesh (el verano), dioses antropomórficos cuyas labores eran: uno los animales y el ganado (Eten/Caín) y otro las cosechas y la agricultura (Emesh/Abel), y que terminaron en una gran disputa.

También se encuentra que el Noé bíblico, es un personaje que corresponde al sobreviviente del diluvio según la tradición mesopotámica, el llamado por los sumerios Ziusudra y por los acadios y babilónicos Utnapishtim (ojo, aquí la creencia en el diluvio es tomada por los hebreos de la tradición mesopotámica).
Otro personaje es Moisés, quien, según el antiguo testamento, fue salvado de las aguas tras ser abandonado en un canasto, relato consignado en la epopeya de Gilgamesh, en el que es este último personaje el que resulta salvado, con su canasto, de las aguas fluviales.
Para muchos defensores de la historicidad bíblica no importa que la tradición mesopotámica sea más antigua que la hebrea. Al respecto, la cultura sumeria, según la data arqueológica, se remonta, aproximadamente, a los 3,500 años antes de Cristo (en adelante A.C.), mientras que los hebreos recién aparecen en la historia en el siglo IX A.C. Y mientras la epopeya de Gilgamesh, en sus escritos más antiguos, se remonta a mas de 2,000 años A.C., la Biblia recién se empezó a escribir en el siglo IV A.C. claro que para los defensores de la historicidad de la Biblia, los mitos de otras culturas son pruebas de la veracidad bíblica.
Más contundente aún, es el hecho de que en la Biblia, en el antiguo testamento, se reflejan costumbres consignadas en antiguos textos de diversos pueblos mesopotámicos, como babilónicos, amorreos, hurritas, etc. (Aquí no se puede alegar, que los antiguos pueblos mesopotámicos tomaran esas costumbres, de un pueblo hebreo que, en esas épocas, no evidencia ninguna prueba material de su existencia).
Ahora, de la mitología persa, el judaísmo primero y luego el cristianismo tomaron la visión creacionista consignada en el génesis (anótese que el contacto de los hebreos con los persas data del siglo VI A.C.). Fue el dios Ahura Mazda quien creó el universo de la nada. Al respecto, las deidades mesopotámicas e incluso las griegas no son creadoras sino ordenadoras, pues hacen surgir del caos el universo (en las tradiciones mesopotámicas y helenísticas el caos es el continente potencial del universo). Aún así, en la Biblia queda un vestigio de esa antigua visión ordenadora. En el relato del génesis el dios Yahvé no crea las aguas, sino que estas preexisten a la creación (tal como sucede en las tradiciones mesopotámicas).
Otra deuda con la tradición persa es la de la pareja fundacional, conformada por Mashye y Mashyane, quienes no solo surgen de la tierra (recuérdese que Adán fue creado de la tierra), sino que, además, son tentados por el maligno (Ahrimán, el dios persa de la oscuridad), para cometer el primer pecado de la humanidad (clara referente del pecado original Adán y Eva).
Con respecto a la tradición helenística, sus improntas son más que notables en la Biblia. Así, la tradición griega también cuenta con una pareja fundacional: Epimeteo y Pandora. En su “historia”, la mujer la mujer desobedece al dios padre, Zeus, y por su falta sufre la humanidad.
Pero es en el nuevo testamento donde la influencia helenística se hace más patente. En el nuevo testamento el Jesús histórico es eclipsado por el Cristo mitológico hasta opacarlo por completo.

Haciendo algunas contrastaciones, se encuentra que: el Jesús histórico nació en Nazareth (por ello lo llamaban nazareno), mientras que el Cristo mitológico nación en Belén. El Jesús histórico era hijo de judíos, mientras que el Cristo mitológico es hijo del dios cristiano. El Jesús histórico era un profeta, mientras que el Cristo mitológico es el Mesías. El Jesús histórico fue muerto a manos de los romanos, mientras que el Cristo mitológico murió por culpa de los judíos.
Sobre las dos últimas contrastaciones, se hace necesario puntualizar ciertas cuestiones. Muchos judíos, entre quienes estaban los primeros cristianos, vieron a Jesús como un nuevo profeta (entre los mesopotámicos, sirios, palestinos y egipcios un profeta era alguien con poderes para descubrir los designios divinos). Téngase presente que tras la destrucción del reino de Israel y el sometimiento del reino de Judá, profetas como Isaías, Ezequiel o Daniel pregonaron contra el dominio extranjero y precisamente Jesús pregonaba contra el colaboracionismo hacia Roma. Esta imagen de Jesús como profeta es recogida por la tradición musulmana, que lo ve como el penúltimo profeta antes de Mahoma.
Cabe aclarar, que la figura del profeta también es bastante arquetípica, por lo que no es de extrañar que los milagros atribuidos a Jesús, son una notoria magnificación del arquetipo del profeta (los profetas, al igual que Jesús, también hacían milagros: Elías y Eliseo multiplican la harina, el pan y el aceite, además de resucitar muertos, mientras que Isaías cura enfermedades).
Con relación a la muerte de Jesús/Cristo, los judíos no mataron a Cristo, ya que, considerando al nazareno como hereje, lo hubieran lapidado como hicieron con Esteban, el primer mártir del cristianismo. Fueron los romanos quienes dieron muerte a Jesús, a quien se le aplico el castigo por sedición. Este cambio se explica a razón de que el cristianismo, se expandió entre los romanos, quienes no se culparían a sí mismos por la asesinato de su deidad (los judíos, entonces, terminaron siendo el perfecto chivo expiatorio).
Más si la imagen de Jesús venía haciéndose arquetípica, el contacto de los judíos cristianos con las poblaciones helenizadas del oriente mediterráneo terminó por helenizar la imagen del nazareno y convertirla en el Cristo que se conoce actualmente. Cristo es la imagen sincrética del Jesús histórico con diversas deidades grecolatinas, específicamente Adonis, Dionisio y Apolo, de quienes provienen muchos de los atributos del Mesías.
El paralelo de Cristo con Adonis es bastante notable. Sobre Adonis cabe destacar que fue un dios grecolatino de origen oriental, semita.
Ahora, los antiguos judíos se referían a su dios Yahvé, en la Tora (el antiguo testamento), con una variante del nombre del dios Adonis, específicamente con la raíz "Adon" que significa "señor" o también con la palabra "Adonai", que significa "señor de señores" (Adon y Adonai son términos comunes en varias lenguas semíticas). Mas tarde, los primeros cristianos, judíos de habla semítica al fin, también se refirieron a su nueva deidad como señor o señor de señores (y de ahí los términos pasaron a designar a Cristo).
De Adonis además, Cristo toma la belleza física, pues, según el antiguo testamento, el mesías no tendría un físico que lo destacara e incluso seria feo, pero para la tradición griega, la belleza es un atributo prácticamente necesario en las divinidades.
Otro paralelo es el nacimiento en Belén. Para los judíos, el pueblo de Belén tenía cierta condición sacra heredada de los cananeos (quienes tenían allí un oráculo), razón por lo cual la asumieron como el lugar de nacimiento del mítico rey David y del futuro mesías. Cuando llegaron los romanos, asumieron el oráculo de la gruta de Belén como oráculo del dios Adonis y, más tarde, el emperador Adriano transformó la zona de la gruta en un bosque con un templo pagano.
Un paralelo más, es el de la muerte y resurrección de Adonis, al igual que Cristo.
Del dios Dionisio se puede decir otro tanto. El paralelo entre Dionisio y Cristo empieza con su posición divina. Ambos, Dionisio y Jesús, son hijos de Dios Padre, pues Júpiter es un Deus Pater "Dios padre".
De Dionisio se toma también, la relación de Cristo con el vino. Primeramente recuérdese las bodas de Canaán, donde Cristo multiplica el vino. En la ciudad de Elis, durante la fiesta de Dionisio, los sacerdotes dionisiacos colocaban tres tarros en una habitación sellada y al día siguiente, estos aparecían “milagrosamente” llenos de vino. Mientras que en las ciudades de Andros y Teos el agua que brotaba de las fuentes del templo de Dionisio, cambiaba a vino en los días festivos, 5 y 6 de enero (las Bodas de Canaán se ubican en el 6 de enero en el calendario cristiano). Segundamente, en la liturgia cristiana, las creencias rituales de beber la «sangre» de Jesús fueron influidas por el culto a Dionisio (en la celebración de los misterios dionisiacos, conocidos mayormente como bacanales, el ritual sacramental se consagraba con vino).
Además, Dionisio resucita tras su muerte, por lo que, al igual que Adonis y otros dioses de las antiguas sociedades agrarias (como el Egipcio Osiris), Cristo solo responde al arquetipo de vida, muerte y renacimiento de las deidades (que son un eco de la vida agrícola de las plantas a través de las estaciones).

Por último, del dios Apolo Cristo toma otros tantos caracteres helénicos. Para la época de Cristo, entre griegos y romanos el dios Apolo era representado bajo la imagen de un dios sol (Apolo Helios) y más tarde, los primeros cristianos representaron a Jesús bajo la imagen de un Cristo Solar (estas imágenes plagarían las antiguas iglesias y templos de los primeros cristianos).
Otro paralelo son los atributos divinos de Apolo. Ellos son: la luz, la verdad y la curación, atributos con los que hoy se conocen a Cristo.
Al dios Apolo se le veneraba también con laureles y palmas (recuérdese la entrada “triunfal” de Cristo a Jerusalén, en medio de una multitud que lo recibía entre arcos y alfombras de laureles y palmas). Además, entre los cargos custodios de dicho dios estaba el de ser patrón defensor de rebaños y manadas (recuérdese la visita y veneración de los pastores en el nacimiento de Cristo).
Obviamente para los defensores de la historicidad de la Biblia, estos y otros datos no son lo suficientemente concluyentes, para considerar al texto bíblico como mitológico. Sin embargo, parafraseando al libro de las revelaciones: “quien tenga oídos, que escuche”.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. La Creación de Eva (Capilla Sixtina) por Miguel Ángel (entre 1508 y 1512). Imagen tomada de: artbible.info
2. Cristo entronizado, icono ortodoxo contemporáneo, anónimo. Imagen tomada de: orthodoxresource.co.uk
3. Cristo representado como Sol invicto, siglo III/IV D.C., necropolis romana del Vaticano. Imagen tomada de: laveredadepuebla.wordpress.com

2 comentarios:

  1. Cada paralelo entre el dios biblico o cristo, me aseguré de corroborarlo y claro, es totalmente cierto que la mitologia cristiana tiene bases e influencias de las mesopotamicas, griegas, en fin. El mesias de moda es cristo para occidente, de aqui a dos mil años más será reemplazado y así. Guardé esta pagina en mis favoritos, gracias.

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  2. Muy buen artículo.

    Saludos.

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