lunes, 22 de marzo de 2010

LA LÍNEA DE LA BELLEZA.

Queridas amistades:
Reciban mis mejores saludos y parabienes.

Hace un buen tiempo atrás, en un foro de discusión de esos que abundan en internet, alguien lanzo una pregunta abierta a todas y todos los lectores: ¿cuál es tu tipo?, refiriéndose, claro está, al físico que más le resultara atractivo a la lectora o el lector.
Las respuestas fueron bastante variopintas, pero, aún así, me dejaron un muy mal sabor de boca, pues si bien en el temario (¿cuál es tu tipo?) muchas y muchos pretendían romper con la visión romántica de la persona ideal, perfecta, sin querer caían en aquello de lo que pretendía apartarse, la señalización de un tipo físico específico, ideal (perfecto para una o uno).
Aclarando la cuestión, mucha gente, el común de los mortales (incluidas las y los participantes del foro mencionado), al señalar un tipo físico objeto de sus gustos, se aproxima, en menor o mayor medida, al arquetipo de belleza, fijado por la sociedad occidental. Dicho arquetipo de belleza es, básicamente, el de la gente leucoderma, caucásica, blanca, europida o como quieran llamarla (no es casual que en muchos países latinoamericanos, muchas gentes consideran a las personas blancas, como indefectiblemente guapas, atractivas, bellas, etc.).
También hay otras gentes, mortales menos comunes (incluidos algunas y algunos participantes del foro arriba mencionado), que pretenden romper con el arquetipo de belleza predominante en occidente, a través de la definición de tipos físicos alternativos, menos occidentales, nada convencionales.
Si digo que pretenden, es porque las dimensiones en las que se manifiesta el gusto, van más allá de las formas superficiales e implican cuestiones puntuales de fondo.
Me explico, nuestras apreciaciones hacia la belleza no solo tienen que ver con las formas, sino, también, con las propias apreciaciones.
Al respecto, una breve contextualización de estas cuestiones, me permitirá ser más explícito y claro sobre este asunto.
Con anterioridad a la implantación de la sociedad de consumo capitalista, los patrones de belleza (que de por si varían de una sociedad y cultura a otra) eran detentados por las élites dominantes o hegemónicas, es decir, que eran las élites de cada sociedad y cultura, las que imponían, en menor o mayor medida, los criterios sobre quién y que es bello o no.
Más en la sociedad de consumo capitalista, la élite ya no decide, directamente, cuales son los patrones de belleza, sino que dichos patrones son establecidos, por las instancias encargadas de administrar el consumismo imperante.
Un ejemplo de ello nos lo daría una comparación de la belleza femenina en el medioevo y en la época actual. En el medioevo, las pinturas de las vírgenes eran el vivo retrato de lo que se consideraba belleza femenina en aquella época. Las vírgenes eran la imagen del espejo de las mujeres aristocráticas (con la languidez y palidez mortecina que las caracterizaba). Por su parte, en la época actual, las bellezas del cine, la televisión o las revistas, no son, para nada, la imagen de las señoras burguesas, sino, más bien, de las jovencitas blancas desclasadas en general (más aún, artificiales a punta de cirugías).


Pero allí no termina este asunto. Si bien la sociedad de consumo capitalista ha condicionado y hasta determinado, las nociones estéticas que rigen y regulan los patrones de belleza y las formas exteriores de lo atractivo, es el patriarcado el que condiciona y hasta determina como apreciamos la belleza y lo atractivo.
En tal sentido, el patriarcado, a través del género, socializa a las personas de diferente manera, algo que se extiende hacia nuestras apreciaciones estéticas en general. Así, en occidente, la distinta socialización llevó a que las mujeres apreciaran la belleza en forma focalizada, mientras que los varones aprecian la belleza en forma periférica. Esto quiere decir, que mientras las mujeres apreciaban la belleza de las parte, los varones aprecian la belleza en su conjunto (en términos más simples, las mujeres embellecen a partir de características particulares, mientras que los varones afean si una característica “desentona”).
Sin embargo, la dilución de los roles de género y el fortalecimiento de la sociedad de consumo (desde mediados de los 80’s), han llevado a que el modo masculino de apreciación estética se imponga, en detrimento de otros modos de apreciación ya sean femeninos o culturales.
La imposición, en la sociedad de consumo capitalista, del modo masculino de apreciación de la belleza, se manifiesta a través de la fijación exclusiva y excluyente de tipos físicos específicos, algo que llega, incluso, a niveles de especialización.
Así, en nuestros días, se encuentra, sin ningún problema, a muchas gentes que, por gustar, hacen dietas martirizantes, se ejercitan hasta desfallecer y se operan infinidad de veces, con tal de aproximarse al modelo ideal de belleza dictaminado por el consumismo capitalista. Igualmente, sin ningún problema se encuentran gentes, que se parametran (se especializan) en gustar únicamente, de aquellas personas que se vean como dicta el consumismo capitalista.
Lamentablemente, este modo masculino de apreciación estética se ha extendido notablemente, sobre diversas comunidades que pretende romper con los patrones de belleza predominantes en occidente.
Al respecto, se encuentra como en ciertos grupos contestatarios, como el de las personas que practican las modificaciones corporales (tatuajes, piercing, etc.), o en ciertas subculturas alternativas, como la de los bears (osos) entre las poblaciones gueis, se fijan fenotipos físicos, casi exclusivos, casi excluyentes, en los que luego buscan especializar sus gustos estéticos.


Cabe reconocer que romper con los patrones estéticos patriarcales y consumistas no es tarea fácil, más aún cuando dichos patrones estéticos son parte de la socialización en la que estamos inmersos cotidianamente.
Sin embargo, si es necesario abrirnos a nuevas formas de belleza, a nuevos modos de apreciación estética, que no sean tan exclusivos ni excluyentes, como lo son los que predominan en occidente.
Abrirnos a nuevas formas de belleza, a nuevos modos de apreciación estética, contribuye, indudablemente, los niveles de discriminación y marginación que existen en nuestras sociedades.
Quizás el ideal romántico según el cual, las personas deben valer más por sus cualidades éticas antes que las estéticas, no sea del todo desproporcionado.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Virgen y niño entronizados con seis angeles (siglo XIV). Pintura de Allegretto Nuzi. Tomada de: 1st-art-gallery.com
2. Bears marchando en el dia del Orgullo Gay, San Francisco, 2004. Foto tomada de: en.wikipedia.org

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