lunes, 9 de agosto de 2010

EN RESPUESTA AL SEÑOR URI BEN SCHMUEL, Columnista del diario "La Razon".


Señor Schmuel.

Le escribo en respuesta a sus columnas del diario "La Razón", de los días martes 3, miércoles 4 y jueves 5 del mes en curso*, dedicadas al matrimonio entre personas del mismo sexo o matrimonio entre homosexuales.
Llaman la atención la cantidad de imprecisiones y de desinformación de la que hace gala en sus entregas, tomando en cuenta que es un columnista de un diario de circulación nacional.
Empezare cuestionando su fuente. Wikipedia no se caracteriza por tener información 100 % confiable. Cualquiera, incluidos usted y yo, podemos subir artículos y datos a esa enciclopedia virtual, sin que, necesariamente, tengan rigor científico. Es más, la mayoría de sus informaciones no provienen de investigaciones concienzudas o de científicos de prestigio. De ahí que confiar ciegamente de lo que se dice en Wikipedia, es poco sensato.
Por no contrastar la información, usted pone en duda la seriedad de diversos organismos que, a no dudarlo, cuentan con mayor prestigio y reconocimiento que Wikipedia.

Contrario a lo que parece creer, organismos como la “Asociación Estadounidense de Psiquiatría” (APA), la “Organización Mundial de la Salud (OMS), entre otras, no sacan conclusiones, ni toman decisiones, a partir de cuestiones tan banales como los lobbies o las protestas de grupos de activistas de cualquier índole.
Curiosamente, solo las y los creyentes en teorías de la conspiración, siguen el mismo razonamiento que usted manifiesta. Así, los que reniegan de las vacunas o los que niegan la existencia del sida, aduciendo complots de trasnacionales farmacéuticas, se dedican a infamar y desacreditar a organismos serios, como la OMS. Lo mismo ocurre con los grupos homofóbicos, que aduciendo complots de agrupaciones homosexuales, infaman y desacreditan a instancias como la APA o la OMS. Aquí usted se pone al mismo nivel de los homofóbicos, de los que reniegan de las vacunas, de los que niegan la existencia del sida, etc. Peor aún, suponer que organismos como la OMS saca conclusiones o toma decisiones en base a uno o a unos pocos estudios, resulta bastante descabellado.
Al respecto, la normalización de la homosexualidad, no obedece, como usted parece creer, al peso de un único investigador, Robert L. Spitzer, sino a innumerables estudios de reputados investigadores, entre los que se podrían contar: Kinsey, Masters y Johnson, Hooker, Hite, Foucault, etc.
El caso de L. Spitzer no deja de ser anecdótico, ciertamente primero se pronuncia “a favor” y luego “en contra” de la homosexualidad. Sin embargo, no necesariamente su rectificación resulta la correcta, amén de que no es la o el primer investigador que se rectifica en el error (así, Einstein, en su teoría de la relatividad, apuntaba a un inicio del cosmos, lo que se conocería después como la teoría del Big Bang, pero rechazó este postulado y se pronuncio a favor de un universo perenne e inmutable, craso error).
La rectificación de Spitzer se basa en un “estudio” psiquiátrico descaradamente sesgado y tendencioso. Parte de la conclusión previa de que la homosexualidad es un desorden mental (lo cual no es objetivo ni imparcial) y limita su muestra a personas homosexuales que acuden a médicos y psiquiatras (jamás entrevisto a personas homosexuales que aseguraban sentirse bien con su homosexualidad). Además, las supuestas “curaciones” que presenta en su estudio, no tiene seguimientos a largo plazo, que verifiquen la perdurabilidad de la “cura” (como lo exigiría un estudio de esas características). Todo ello hace del “estudio” de Spitzer, un mamómetro poco serio y riguroso.
Con relación al matrimonio entre homosexuales, usted arguye que en otras sociedades y culturas si bien había cierta permisividad hacia las prácticas homosexuales, y cita como ejemplo la antigua Grecia, ninguna civilización había practicado uniones entre personas del mismo sexo, lo cual no es verdad. En la Europa de la edad media la iglesia celebraba uniones entre varones (léase “Las Bodas de la Semejanza” de John Boswell) y en el África occidental, hasta el siglo XX, algunos pueblos bantúes admitían el casamiento entre mujeres (léase “De la Familia: una visión etnológica del parentesco y la familia" de Francois Zonabend).

Es decir que, contrariamente a lo que usted cree, en otras sociedades y culturas no solo se permitían las prácticas homoeróticas, sino que también se permitían las uniones entre personas del mismo sexo. El proceso de medicalización y patologización de la homosexualidad recién data de mediados del siglo XIX (léase "Teoría Torcida" de Ricardo Llamas”) y en siglos anteriores, las prácticas homoeróticas eran consideradas pecado, porque para los cristianos de la edad media, el sexo solo cumple una función reproductiva, no placentera (léase "Variación Sexual en la Sociedad y la Historia" de Vern Bullough). Actualmente ningún sexólogo reputado considera que el placer sexual sea negativo o ilegítimo.
En el pasado las iglesias cristianas consideraban pecado el préstamo con intereses, la independencia de la mujer y las prácticas homoeróticas (o inclusive el placer sexual heteroerótico), mientras respaldaban los matrimonios forzados, la esclavitud y la pena de muerte. Es decir, las cosas cambian. Su argumento de que si antaño, dado que no había matrimonios entre homosexuales, tampoco debe haberlos en el presente, es francamente reaccionario. Siguiendo ese obtuso razonamiento, como en el pasado las mujeres y el campesinado no tenían derechos, ahora tampoco deberían tenerlos.
Su razonamiento acerca de que el matrimonio es solamente entre un hombre y una mujer para generar hijas e hijos es bastante plano y superficial, es la postura de una moral particular, contraria a las nociones contemporáneas de ciudadanía. La realidad nuevamente no le da la razón, pues en el mundo hay millones de personas que tienen hijas e hijos sin casarse (convivientes, madres y padres solteros, etc.) o se casan y no quieren tener descendencia. O sea que el matrimonio no tiene absolutamente nada que ver con la reproducción (y que yo sepa, las demás especies no necesitan del matrimonio para reproducirse).
A ello sumémosle que en el mundo, millones de personas saludables, de bien y de provecho para la sociedad no han contado en su vida con madre o padre (niñas y niños abandonados por ejemplo), millones de personas saludables, de bien y de provecho para la sociedad son hijas o hijos de madres o padres solteros. Es más, miles de personas en el mundo (en Canadá, EE.UU o Europa), personas saludables, de bien y de provecho para la sociedad han sido criadas por parejas homosexuales. Entonces, ni el matrimonio es requisito indispensable para tener y criar descendencia, ni las o los hijos requieren necesariamente de una madre y un padre casados, para ser personas saludables, de bien y de provecho para la sociedad.
Por otro lado, usted se horroriza de que un autor homosexual sostenga de que hay que cambiar la noción de familia. Permítame recordarle que la noción y la constitución de la familia han cambiado siempre y seguirán cambiando, pues le guste o no, todas las estructuras sociales han cambiado siempre a través del tiempo y de una sociedad y cultura a otras.
Por ejemplo, han existido y aun existen en Nepal e India familias poliandricas, entre los musulmanes se admiten familias poligamicas (igual entre los incas), la aristocracia europea, hasta el siglo XVIII, encargaba la crianza y educación de sus hijas e hijos a sus servidores (ayas, ayos, institutrices, etc.), mientras que en algunas sociedades tribales la crianza y educación de hijas e hijos estaban a cargo de toda la tribu. Más aún, el modelo de familia nuclear vigente, actualmente, en occidente (de mama, papa, hijas e hijos) recién surge en el siglo XIX (léase "Historia de la Familia Europea" de Kertzer y Barbagli), mientras que, en siglos anteriores, primaba el modelo de familia extensa..

Por último, las leyes, los derechos y las libertades existen para proteger, amparar y beneficiar a las personas, no a entelequias (como la del pasado, la tradición o lo que usted considera como cultura occidental), las leyes, los derechos y las libertades, al hacernos ciudadanos, nos aseguran igualdad y justicia. Y esa igualdad y justicia están por encima del pasado, de la tradición y de ciertos usos y costumbres discriminatorios y marginadores que aún persisten en la sociedad occidental, travestidos de cultura occidental.
Ayer las personas afroamericanas eran esclavos, hoy son ciudadanos libres, ayer las mujeres no tenían derechos, hoy sus derechos ya son reconocidos, ayer las personas homosexuales no se casaban, hoy ya se casan (en algunos países). Así que le guste o no, en nuestra sociedad occidental importan las leyes, los derechos, las libertades, la igualdad y la justicia, todo ello que hace de las personas ciudadanas y ciudadanos plenos.
El matrimonio entre personas homosexuales, le guste o no, ya es una realidad, así usted quiera negarla con argumentaciones que dejan mucho que desear.

Atentamente.

Ho Amat y León Puño, historiador (UNMSM) y activista guei de la Red Peruana TLGB.

* Dia martes 3:
Dia miércoles 4:
Dia jueves 5:

Imágenes.
1, 2 y 3 Imagenes tomadas de: larazon.com.pe

4 comentarios:

  1. esta muy bien, se nota la mano de san marcos en el texto
    feliciddes.
    Luis Arbaiza

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  2. Bueno, pues alegra que al final hayamos coincido en la argumentación a favor del matrimonio!
    saludos cordiales

    Violeta

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  3. Te aclaro.

    Si lees bien el texto, no es que de argumentos a favor del matrimonio, sino que cuestiono la carencia argumentativa del columnista.
    Son dos cosas muy diferentes.

    Ho.

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  4. me gusto mucho el post, personalmente estoy a favor del matrimonio homosexual yme has dado muy bbuenos argumentos para seguir defendiendo mi posicion; como se puede ver, muchas veces quienes se oponen se basan en posiciones q son rebatibles facilmente através de la razón y las ciencias, y no en base a "verdades reveladas".
    Y lo de Wikipedia, cómico y patético.

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