Queridas amistades:
Les envió mis más sinceros saludos y parabienes.
Resulta innegable que lo guei ha tenido un notable protagonismo, dentro del movimiento que lucha por las diversidades sexuales y genéricas.
Ello no porque las mujeres lesbianas o las personas trans no tengan la capacidad de organizarse (se han organizado y muy bien) o por que no hayan hecho aportes a dicho movimiento (los hay y muy importantes por cierto), pero es necesario reconocer que diversos factores como el género, la discriminación y la marginación han sido verdaderas trabas para un desarrollo “parejo” y armónico de los diversos colectivos identitarios que conforman el movimiento por las diversidades.
Una primera razón de esto sería la socialización de género, que proyecta al varón hacia el ámbito público y relega a la mujer al ámbito privado, a la casa familiar (las mujeres en general, tuvieron que aprender, primero, a tomar el espacio público y, luego, a organizarse), mientras que la marginación ha sido un serio obstáculo, para la organización de las personas trans.
Con esto no sostengo que las personas gueis no tengan problemas con la socialización de género, con la discriminación y la marginación, pero es innegable que la mayor proximidad a los referentes e instancias sociales de poder en una sociedad patriarcal y machista, hablo explícitamente de la condición varonil y de la normatividad masculina, han dotado de cierta condición privilegiada a los varones gueis, por encima de las mujeres lesbianas y de las y los compañeros trans.
Ello, en las personas gueis, ha influido no solo en el ámbito de su vida privada, sino también en el ámbito de su vida pública. Así, por ejemplo, la mayoría de los gueis salen del closet (asumen públicamente su condición de gueis) a causa de autoafirmarse a sí mismos, sentirse bien consigo mismos, mientras que un número significativo de lesbianas salen del closet, a razón de sus relaciones sentimentales, es decir, que su autoafirmación guarda estrecha relación con su vida afectivo sexual.
Se podría decir, entonces, que, por socialización de género, los gueis son más individualistas que las lesbianas y aunque parezca contradictorio, ello ha permitido que, hasta ahora, los varones gueis se reúnan en grupos más numerosos y diversos que las mujeres lesbianas.
Esta aparente contradicción solo es tal, en la medida que no tomamos en cuenta que, por socialización de género, los varones, para salir al ámbito público, adquieren mayor autonomía que las mujeres, lo que significa que se desmarcan con mayor prontitud de los lazos familiares.
Ya en el ámbito público, la socialización de género lleva a los varones a la homosociabilidad, esto es, a la agrupación de los varones en colectivos que tienen como fin principal la reafirmación de la masculinidad (colectivos en los que no se pierde la individualidad, sino, más bien, se afirma).
¿Por qué?, porque la masculinidad es una identidad que depende de ser permanentemente demostrada y ello solo es posible, frente a otros varones, en comunión con otros varones. Para el varón, la demostración de la “hombría” solo tiene relevancia frente a otros varones (no hay mayor contradicción entre la homosociabilidad y la individualidad, pues la primera permite a los varones agruparse, mientras que las segunda les permite competir entre sí, como cuando deciden probarse quién es el más “hombre”).
Estos comportamientos de homosociabilidad trascienden la identidad heterosexual y se manifiestan también en la identidad homo, pues, ante todo, por más límites de la masculinidad heteronormativa que se rompan (recuérdese que uno de los límites de la masculinidad heteronormativa, es, precisamente, el no ser homosexual), los gueis, aún asumiéndose como homosexuales, han sido socializados, a lo largo de su vida, como heterosexuales, es decir, como sujetos varoniles y masculinos.
En tal sentido, no es casual encontrar un mayor número y una mayor diversidad de grupos gueis, que de otras identidades (por ejemplo, en internet encuentras desde grupos políticos e intelectuales a lúdicos, pasando por toda la gama de estilos de vida diversos, desde los leathers hasta los osos).
La desigual socialización de género ha sido tan abrumadora, que las mujeres en general han recurrido, en muchas ocasiones, a los grupos masculinos como referentes organizativos (así, las primeras feministas, las sufragistas del siglo XIX, se organizaban a la manera masculina y burguesa liberal, en las que el apabullamiento numérico se imponía, mientras que, actualmente, algunas organizaciones lésbicas se forman como espejos de agrupaciones gueis, como las leathers o las osas o ursulas, aunque se trate de agrupaciones gueis que reivindican ciertas características atribuidas a la masculinidad).
Más este mayor número y diversidad de organizaciones gueis no habría significado nada, no tendría sentido, si toda esta diversa población guei no hubieran tomado la palabra, es decir, no hubiera articulado discursos a través de los cuales expresarse y dejar en claro su existencia.
Dichos discursos no solo implicaban su mayor o menor visibilización (estos somos aquí estamos), también, y más importante aún, planteaban reivindicaciones sociales (somos y tenemos derechos).
Estos discursos visibilizadores y reivindicativos dan cuenta de grupos que no se pliegan al molde y a los patrones sexuales y genéricos oficiales, es decir, que no responden al régimen heterosexista predominante. Estos discursos visibilizadores y reivindicativos, en la medida que se construyen desde la periferia del poder heterosexista, son, necesariamente, de una dimensión política y militante (recuérdese que la política, está relacionada, indefectiblemente, con el ejercicio de poder).
En el terreno de lo político, el intercambio con agrupaciones y colectivos diversos, como el antirracista, el feminista, etc., han significado sendas experiencias de aprendizaje, en las que muchos activistas gueis han aprendido, entre otras cosas, a reconocer que su accionar hegemonizante, es el resultado de su socialización de género patriarcal y machista, que los proyectaba, en tanto varones, a controlar y dominar el ámbito público (recuérdese que fue la división espacial establecida por los ordenes patriarcal y burgués liberal, la que destinó a los varones al ámbito público y a las mujeres al ámbito privado).
La experiencia de una interrelación más próxima con otras con agrupaciones y colectivos (inclusive con otros grupos identitarios como el lésbico, el trans y el bisexual), ha permitido que los activistas gueis reconozcan y validen, entre otras cosas, otras formas de ejercer el poder y hacer política, diferentes a las impuestas por el patriarcado y el orden burgués liberal.
Un ejemplo de ello sería, el que muchas agrupaciones gueis, al momento de la toma de decisiones, privilegian la vía del consenso, antes que la vía tradicional, masculina y burguesa liberal consistente en votaciones en las se imponga la dictadura de la mayoría (al fin y al cabo, el modelo democrático liberal, consistente en votaciones y superioridad numérica, es una versión “revisada” de la competencia masculina, pues cambia el plano del enfrentamiento del nivel individual al colectivo, donde ya no se trata de competir entre individuos, sino entre grupos y donde sigue imperando la patriarcal ley del más fuerte, lo que significa que el vencedor ya no es un individuo, sino el grupo más numeroso, el que consigue el mayor número de votantes, o sea, la dictadura de la mayoría).
Hoy por hoy esta, capacidad organizativa ha devenido en movimiento social a tomarse en cuenta en el desarrollo de cualquier país. En consecuencia, no se puede perder de vista el futuro de sus organizaciones gueis, pues ellas ya son parte innegable de la vida comunitaria de nuestras sociedades.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1. Foto tomada de: absolutcadiz.com
2. Foto tomada de: miasterisco.com.ar
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