lunes, 3 de mayo de 2010

MATERNIDAD: ¿INSTINTO NATURAL?


Amistades mías:
Les envió mis más sinceros saludos y mis mejores deseos.

A pocos días del día de la madre, las edulcoradas frases sobre lo que significa ser madre se ciernen sobre cada mujer, como si de sentencias luctuosas se tratara, pues pareciera que si alguna mujer no guarda correspondencia con estos referentes supuestamente bien intencionados, no solo es vista como unas mala mujer, sino que, además, es sujeta de vilipendio y vituperio.


Al parecer, algo que ronda por las cabezas de la mayoría de las gentes, es la idea de que las madres hacen girar sus vidas alrededor de sus hijas y/o hijos, forzosamente hasta más allá de los límites de la abnegación.
Pero si uno se informa y toma conciencia de la realidad, caerá en cuenta que de que las mujeres no tienen ninguna obligación, ni ningún deber de querer a sus vástagos (si lo hacen es porque lo quieren, porque es su opción).
Más aún, ninguna mujer tiene como mayor o único objetivo de vida, el ser madre (ello, hoy por hoy, es una opción más, que, aunque valida y legítima, no es el culmen de las aspiraciones femeninas y mujeriles).
Ahora, esta visión sobre la mujer y la maternidad, que se encuentra arraigada en la mentalidad del común de las gentes, es una visión construida socialmente y apenas se remonta al siglo XIX.
Fue recién en el siglo XIX, cuando se relegó a la mujer al hogar familiar, se le asignaron las labores domesticas y se le destino a tener como mayor y único objetivo de vida el ser madre (más aún, el ser buena madre).
Según esta visión patriarcal, heterosexista y burguesa, el que las mujeres practiquen la abnegación y se entreguen por entero al cuidado de las y los hijos, es una cualidad inherente, connatural, a la condición de ser mujer, razón por la cual ser madre tiene el rango de instinto animal.
Aplicando estos alienantes criterios, toda mujer que no demuestre tener apremiantes deseos de ser madre, toda mujer que ya siendo madre no renuncie a su condición de individua y se convierta en la servidora absoluta de sus hijas y/o hijos, es alguien a quien, sin ningún problema, se le puede cuestionar, censurar y/o repudiar.
Dicha visión fue naturalizada por una pseudo ciencia que se dedicaba, y se dedica, a refrendar el orden social establecido (nuestro actual orden patriarcal, heterosexista y burgués). Para esta pseudo ciencia, llamémosle aburguesada (pues está al servicio del orden patriarcal, heterosexista y burgués), el supuesto instinto maternal, expresado a través del deseo absoluto por ser madre y por la abnegación total hacia hijas y/o hijos, seria propia de las especies animales, es decir, que en el mundo natural no habría animal que no manifestara el mencionado instinto de maternidad.
Sin embargo, en el mundo natural, abundan ejemplos que refutan, claramente, esa equivoca visión materno animal. Así, en diversas circunstancias, muchas especies de herbívoros (como gacelas, antílopes, venados, etc.) abandonan a sus crías y huyen para salvar sus vidas. Otras especies matan a sus crías frente al peligro (como el demonio de Tasmania o la hiena) o como una especie de eutanasia (la paloma, la rata, etc.), si no tiene probabilidades de sobrevivir. Algunas madres no se interponen cuando el macho mata a las crías (como sucede con las leonas) y otras madres rechazan a sus crías y las dejan morir de inanición (como las gatas, los chimpancés, etc.).
Agreguemos que para los animales no hay deseos de maternidad, no hay instinto reproductivo. En todos los animales la reproducción es consecuencia colateral de la satisfacción de la necesidad de copular (es la pseudo ciencia aburguesada la que considera que la necesidad de copula y al celo son expresiones del llamado instinto reproductivo).
Cabe anotar que esa creencia en un instinto reproductivo, es una creencia que se origina en la visión judeocristiana que pone como único fin ontológico y teleológico de la vida, el dar vida).
Volviendo a la cuestión de la maternidad, no en todas las sociedades y culturas las madres eran abnegadas y se dedicaban por entero a sus hijas y/o hijos. En muchas sociedades tribales la crianza de las y los infantes era una labor comunitaria, por lo que las mujeres disponían de tiempo, no solo para atender los quehaceres tribales, sino, también, para ella misma.
En muchas sociedades de la antigüedad, las madres y los padres se desentendían de sus hijas y/o hijos recién nacidos y solo los tomaban bajo su cargo, si lograban sobrevivir su primera infancia. Así los romanos dejaban a sus hijas e hijos con las y los esclavos, hasta alrededor de los tres o cuatro años (ello se explica, básicamente, porque de esta manera las madres y los padres lidiaban con los altos índices de mortalidad infantil de la época).
Más recientemente, en la época de la ilustración (siglo XVIII), las élites acostumbraban dejar sus hijas y/o hijos al cuidado de ayas y preceptores, mientras las madres ocupaban su tiempo disponible en quehaceres sociales y políticos (en esta época las mujeres alcanzaron un gran ascendiente tanto en lo político como en lo social).
Con la implantación del orden burgués (durante el siglo XIX) se obligó a la mujer de encargarse forzosamente de sus vástagos (mientras los varones eran eximidos de esas obligaciones) y se justificó esta imposición, bajo el pretexto de que la dedicación absoluta de las madres a sus crías, era instintivamente natural. Con ello y con la relegación de la mujer a la casa familiar, las élites varoniles consiguieron acabar, con el poder que habían adquirido las mujeres en épocas anteriores.
Por consiguiente, cada vez que ponderamos y alabamos la abnegación materna, estamos reforzando los opresivos referentes de poder patriarcales y estamos contribuyendo a debilitar la posición de la mujer en nuestras sociedades.


La maternidad/paternidad es un constructo social, no un instinto natural, y quienes la ejerzan lo hacen porque esa es su opción y no porque haya detrás un mandato biológico que compela a mujeres y varones a ser madres o padres.
No es obligación de ninguna de ninguna mujer/madre el querer a sus hijas y/o hijos y las madres que decidan no querer a sus vástagos, no son, de ninguna manera, mujeres desnaturalizadas (si se quiere, habría que primero comprender a cabalidad sus circunstancias antes de juzgarlas).
Ser madre puede ser una condición maravillosa, si se opta libre y voluntariamente por ella y siempre y cuando la maternidad no se convierta en el rasero, bajo el cual se mida, valore y juzgue a cualquier mujer.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: actiludis.com
2. Imagen tomada de: iupui.edu

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