Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mejores deseos.
Mi madre, ya una persona anciana, es bastante sensible al maltrato hacia otras personas ancianas (no utilizo la expresión adulto mayor por parecerme un eufemismo pudibundo e invisibilizador), por lo que es más consciente de dicho maltrato que el común de los mortales (mientras que muchas y muchos ancianos lo asumen como tratamientos merecidos y “normales”).
Les saludo y les envió mis mejores deseos.
Mi madre, ya una persona anciana, es bastante sensible al maltrato hacia otras personas ancianas (no utilizo la expresión adulto mayor por parecerme un eufemismo pudibundo e invisibilizador), por lo que es más consciente de dicho maltrato que el común de los mortales (mientras que muchas y muchos ancianos lo asumen como tratamientos merecidos y “normales”).
Y precisamente, gracias a ello, he abierto los ojos a ciertas acciones y conductas que son horriblemente discriminatorias y marginantes, pero que la mayoría de las gentes parecen asumir como válidas y legítimas.
Al respecto llamare su atención sobre dos hechos que ponen en evidencian esta situación:
El primero es sobre el modelo social en el que vivimos, el cual nos está imponiendo una separación de jóvenes y adultos y peor aún, el abandono de nuestras y nuestros ancianos.
Desde la visión de familia nuclear que rige en occidente, y que nos impone la creencia en que las y los hijos, al hacerse adultas o adultos, deben partir a la búsqueda de su propia vida adulta e individualizada (alejándose de sus madres y padres sin importar el que quedan solos o si puedan valerse por sí mismos, como en el caso de divorciadas, divorciados, viudas, viudos, madres o padres solteros, discapacitadas, discapacitados, ancianas, ancianos, etc.), hasta la existencia de centros de atención, albergues, asilos, condóminos, etc., exclusivos para ancianas y/o ancianos, todo supone hacer una vida separada de las y los adultos y las y los ancianos.
El asunto alcanza ribetes de espanto en muchos casos de ancianas y ancianos que viven con sus “familias” y que en muchas ocasiones, son relegados y tratados casi como mobiliario. En estas “familias”, a las y los ancianos no se les presta atención, no se conversa con ellas o ellos, no se les brinda afecto, se les trata con irritación, se les deja asolas, etc. En suma, se trata mal, se maltrata, a las personas ancianas y lamentablemente nadie repara en ello.
Cuando converso con mi madre sobre esta situación, no puedo evitar el concluir, que ciertas personas, cuando maltratan a sus madres y/o padres ancianos, están enseñándoles a sus hijas e hijos como quieren ser tratados cuando lleguen a la ancianidad.
Ese es el punto, nuestra tolerancia hacia el desprecio por la adultez, nuestra tolerancia hacia el maltrato de personas ancianas, cuestiones que no hacen más que reproducir y reforzar, el ambiente, de discriminación y marginación hacia las personas adultas y ancianas, en el que estamos viviendo.
Lo peor de todo, es que conversando con muchas y muchas personas entre jóvenes y adultas hay una percepción bastante difundida, de que en nuestra vida de adultos nuestras necesidades afectivas o sexuales van en disminución, hasta desaparecer en la ancianidad y peor aún, de que a las y los ancianos les corresponde apartarse, retirarse de la vida social, afectiva y sexual de nuestra sociedad.
Desgraciadamente, si quienes creen esto prestaran mayor atención a las y los ancianos, se darían cuenta (y quizás tomarían conciencia) de que ninguna persona anciana se siente verdaderamente feliz con esta situación de maltrato, discriminación y marginación y para acrecentar lo álgido de esta cuestión, las y los ancianos se dan cuenta de sus situación, sufren y no les queda más que resignarse a ello (pues, en su condicion, en muchas ocasiones, difícilmente pueden enfrentarse a sus “familias” o a la sociedad).
El segundo hecho trata sobre los referentes de discriminación y marginación hacia las personas adultas y ancianas, que están fuertemente inscritos en el imaginario social y que asumimos como válidos y legítimos.
Obviamente no se trata de referentes directos y confrontacionales, sino de referentes sutiles e indirectos.
Es verdad que nadie dice que las y los adultos y/o las y los ancianos deban ser maltratados, vejados, relegados, agredidos o violentados, pero el actual ensalzamiento a la juventud en el que vivimos inmersos, si va en detrimento de otros periodos etáreos (específicamente el de la adultez y el de la ancianidad).
La más directa de estas expresiones de rechazo a personas adultas y/o ancianas (verdadera misogeria o gerontofobia), es la referida al trabajo. La mayoría de las empresas y/o instituciones (incluidas diversas ong’s dedicadas a la defensa de derechos humanos), cuando hacen sus contrataciones, limitan el rango etáreo de las y los postulantes a un periodo juvenil. Lo más común es encontrar anuncios de empleos que señalan un margen etáreo de 18 a 35 años, lo cual, se supone, es atentatorio no solo contra las leyes antidiscriminación, sino también contra los DD.HH.
En tal sentido, no conozco ningún pronunciamiento de ong’s de derechos humanos (por más que he buscado en internet), que protesten y/o censuren esta situación.
Más sutiles, pero no menos discriminatorios, son las referencias cotidianas a la juventud como edad ideal y deseable para todas y todos. Frases como: “tiene un espíritu joven” (refiriéndose a una persona adulta o anciana) o “aún te vez joven”, son equivalentes a diversas frases racistas, sexista u homofóbicas como: “el chico moreno” o “tiene rasgos indígenas” (refiriéndose a personas afro e indo americanas), “debes ser cortes con una mujer” o “yo no tengo nada en contra de las o los homosexuales”.
Lo más patético es ver a personas que dicen luchar contra todo tipo de discriminación que se indignan por un equívoco o una broma clasista, racista, sexista u homofóbica, pero hacen burlas y/o comentarios altisonantes hacia personas mayores o se ríen y/o festejan las burlas y/o comentarios denostativos hacia personas adultas y/o ancianas o hacia la etapa de la adultez y/o la ancianidad en general (verbigracia: “eso es para viajas” o “tu estas viejo”, etc.).
En suma, estamos permitiendo que las referencias hacia las y los adultos y las y los ancianos sean referencias negativas y estigmatizantes.
Permítanme hacer las siguientes comparaciones:
Decirle “blanca” a una persona “no blanca”, decirle varón a una mujer o decirle heterosexual a una persona homosexual no es mal visto, pero decirle “negra” o “india” a una persona “blanca”, mujer a un varón o decirle homosexual a una persona heterosexual es aún motivo de ofensa (como si ser persona “negra” o “india”, mujer u homosexual fuera denigrante o estigmatizante).
De la misma manera, decirle joven a una persona adulta o anciana es considerado un alago, pero decirle a alguien joven: mayor, viejo o anciano es motivo de incomodidad o molestia (como si la adultez o la ancianidad fueran algo negativo o malo).
Si decimos luchar contra todo tipo de discriminación y marginación, debemos ser consecuentes y combatir cualquier manifestación de discriminación y marginación hacia las personas adultas y ancianas, pues si seguimos tolerando el desprecio y el maltrato hacia la adultez y la ancianidad, no solo estamos contribuyendo a que en nuestra sociedad se discrimine y margine a personas adultas y ancianas, sino que, además, estamos labrándonos un futuro verdaderamente espantoso para nosotras y nosotros mismos.
Imágenes.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1. Foto tomada de: sumemosweb.blogspot.com
2. En el umbral de la eternidad (1890), Vincent Van Gogh. Imagen tomada de: painting-palace.com
3. Ancianas en Arlés (1888), Paul Gauguin. Imagen tomada de: radford.edu
Excelente artículo Ho!, muy de acuerdo. Un par de agregados (uno más personal, el otro más profesional):
ResponderEliminar1. Siempre quise y respeté mucho a mis abuelos- así como el resto de mis primos/as. Pero recuerdo mucho la tristeza de mi abuelo sobre cómo eran tratados amigos o compañeros suyos. No recuerdo si lo dijo con estas palabras o es una recreación mía, pero decía que lo terrible para los que ahora son ancianos es que cuando eran niños debían obedecer a los adultos, cuando eran adultos debían escuchar y respetar a los ancianos .... y ahora que son ancianos nadie los escucha, nadie los respeta.
2. El acceso a tecnologías de información y comunicación (entre ellas a Internet) se da de manera diferenciada por variables ligadas al acceso a recursos o infraestructura (ingresos, lugar de residencia) pero también por otras ligadas a cuestiones culturales o educativas (lengua materna, género y generación). Sin embargo las acciones de gobierno o de las ONG se suelen concentrar en las primeras mediante la provisión de servicios en zonas rurales o de bajos ingresos. Esto no está mal... pero hay sectores de la sociedad que se están quedando fuera.
Claro, no está mal pensar que "los niños son el futuro" e invertir los recursos de todos/as en mejorar sus oportunidades de participación en el futuro ("sociedad de Información", "sociedad red", o como quieras llamarlo) ... pero, ¿y los viejos? ... ¿a la tumba?
No me parece justo, para nada.