Queridísimas amistades:
Los saludo y les deseo muchas felicidades.
El tema al que me referiré en esta ocasión, me resulta particularmente urticante, debido a que, hasta la fecha, no hay un tratamiento verdaderamente “objetivo” de la cuestión.
Por lo tanto, me aproximare al tema por negación, ya que, les confieso, me resulta la vía menos empantanada a seguir.
Tomare como punto de partida, el que nadie en el mundo necesita tener hijx(s) para realizarse como persona (querer hacerlo es otro tema).
Ello es así, porque no existe un apremio biológico, un instinto, que nos impulse a reproducirnos (esa postura es ideológica, de origen burgués positivista y data del siglos XIX). Entonces, tener hijxs, entre los seres humanos, es una opción, (quien quiera tenerlos, los tendrá y quien no lo desee, es su potestad).
A continuación, separemos la cuestión de ser progenitora o progenitor, ejercer la maternidad o paternidad y tener descendencia.
Aunque mucha gente asuma que estas tres cuestiones son lo mismo, no lo son. A grandes rasgos, una cosa es procrear (ser progenitora o progenitor), otra es criar y cuidar a lxs hijxs (ejercer la maternidad o paternidad) y otra es contar con una sucesión filial (descendencia).
Si hago estos distingos, es porque la mayoría de la gente mezcla aquellas tres cuestiones, generando una gran confusión.
Entonces, ¿para qué quieren ser madres y padres las lesbianas y los gueis?, las respuestas varían de acuerdo al sentido espiritual, ontológico, que cada quien le imprima a su vida individual o familiar. Claro está, que algunas respuestas serán más razonables que otras, pero, en su mayoría, serán legítimas y válidas.
Seguidamente, me limitare a las tres cuestiones mencionadas (ser progenitora o progenitor, ejercer la maternidad o paternidad y tener descendencia), cuyo tratamiento me resulta altamente cuestionable.
Sobre la primera, no me resulta legítimo y válido argüir el derecho como razón para tener hijxs, es decir, no atraco aquello de que tener hijxs es un derecho.
Lamentablemente esa es una perversión discursiva de origen ideológico liberal, en la que se incurre comúnmente.
Aclaremos, aquí, que es un derecho. La noción de derecho que maneja occidente, es de origen ideológico liberal político (data apenas del siglo XVIII). Para el liberalismo político, un derecho es una facultad muy ligada al valor de uso y a la propiedad. Y lamentablemente, vivimos en una sociedad que habla mucho de libertades y derechos, pero enmudece cuando se trata de obligaciones y deberes.
Esta visión de los derechos, ha influido tanto sobre las relaciones humanas (entre ellas las de parentesco), que mucha gente solo piensa sus relaciones interpersonales en función a los criterios de posesión y uso. Podemos hablar, entonces, de un proceso de “cosificación” y “deshumanización” de las relaciones humanas. Así, en relación al parentesco, muchos varones machistas consideran que su esposa es su propiedad, mientras que muchas madres y muchos padres consideran que tener un hijo es como adquirir una propiedad.
Los saludo y les deseo muchas felicidades.
El tema al que me referiré en esta ocasión, me resulta particularmente urticante, debido a que, hasta la fecha, no hay un tratamiento verdaderamente “objetivo” de la cuestión.
Por lo tanto, me aproximare al tema por negación, ya que, les confieso, me resulta la vía menos empantanada a seguir.
Tomare como punto de partida, el que nadie en el mundo necesita tener hijx(s) para realizarse como persona (querer hacerlo es otro tema).
Ello es así, porque no existe un apremio biológico, un instinto, que nos impulse a reproducirnos (esa postura es ideológica, de origen burgués positivista y data del siglos XIX). Entonces, tener hijxs, entre los seres humanos, es una opción, (quien quiera tenerlos, los tendrá y quien no lo desee, es su potestad).
A continuación, separemos la cuestión de ser progenitora o progenitor, ejercer la maternidad o paternidad y tener descendencia.
Aunque mucha gente asuma que estas tres cuestiones son lo mismo, no lo son. A grandes rasgos, una cosa es procrear (ser progenitora o progenitor), otra es criar y cuidar a lxs hijxs (ejercer la maternidad o paternidad) y otra es contar con una sucesión filial (descendencia).
Si hago estos distingos, es porque la mayoría de la gente mezcla aquellas tres cuestiones, generando una gran confusión.
Entonces, ¿para qué quieren ser madres y padres las lesbianas y los gueis?, las respuestas varían de acuerdo al sentido espiritual, ontológico, que cada quien le imprima a su vida individual o familiar. Claro está, que algunas respuestas serán más razonables que otras, pero, en su mayoría, serán legítimas y válidas.
Seguidamente, me limitare a las tres cuestiones mencionadas (ser progenitora o progenitor, ejercer la maternidad o paternidad y tener descendencia), cuyo tratamiento me resulta altamente cuestionable.
Sobre la primera, no me resulta legítimo y válido argüir el derecho como razón para tener hijxs, es decir, no atraco aquello de que tener hijxs es un derecho.
Lamentablemente esa es una perversión discursiva de origen ideológico liberal, en la que se incurre comúnmente.
Aclaremos, aquí, que es un derecho. La noción de derecho que maneja occidente, es de origen ideológico liberal político (data apenas del siglo XVIII). Para el liberalismo político, un derecho es una facultad muy ligada al valor de uso y a la propiedad. Y lamentablemente, vivimos en una sociedad que habla mucho de libertades y derechos, pero enmudece cuando se trata de obligaciones y deberes.
Esta visión de los derechos, ha influido tanto sobre las relaciones humanas (entre ellas las de parentesco), que mucha gente solo piensa sus relaciones interpersonales en función a los criterios de posesión y uso. Podemos hablar, entonces, de un proceso de “cosificación” y “deshumanización” de las relaciones humanas. Así, en relación al parentesco, muchos varones machistas consideran que su esposa es su propiedad, mientras que muchas madres y muchos padres consideran que tener un hijo es como adquirir una propiedad.
Desde un punto de vista ético y moral, criar y proteger a lxs hijxs no es un derecho, es un deber, ya que un ser humano no es una cosa sobre la que se pueda exigir derecho de posesión. Tener hijxs es una responsabilidad y mientras esta última visión no se erija como la única posible, seguirán habiendo abortos injustificados, niñas y niños abandonados o malas madres y malos padres.
Para la segunda cuestión, parto de reconocer que la vinculación de maternidad y paternidad con la noción de descendencia es inveterada. Sin embargo, la restricción de dicha vinculación a la consanguinidad forzosa y obligatoria es un hecho reciente, es propia de la sociedad burguesa contemporánea.
Con anterioridad a la comprobación tecnológico científica de la consanguinidad, la filiación familiar obedecía a criterios de tipo moral (la fe en la fidelidad de la cónyuge). Más aún, en muchas sociedades de tribus, de filiación matrilineal, de la antigüedad, etc., la descendencia directa nunca fue indispensable.
Así, entre los griegos y los romanos, la adopción era tan válida y legítima como la descendencia directa, pues lo que más importaba era a perpetuación del linaje familiar, a través del nombre y no de la consanguinidad.
Todo esto era posible gracias a que, históricamente, las relaciones de parentesco, eran, ante todo, relaciones sociales en vez de consanguíneas.
Por lo tanto, la obsesión por lxs hijxs consanguíneos entre las parejas lésbicas y gueis, resulta obedecer, más bien, a un sentido anacrónico y alienado de descendencia, antes que una necesidad de ser madre o padre.
La tercera cuestión, es la referida a la procreación, al hecho de ser progenitora o progenitor. Resulta que hay una visión muy extendida, entre lesbianas y gueis que aspiran a tener hijxs consanguíneos y es la de prescindir de uno de lxs progenitorxs. Me explico, una pareja homosexual acude a un tercero, que hace las veces de donante (de óvulos o de semen), para tener hijxs y luego, exigir que, este último, se desentienda del “producto” (la[s] o el[los] hijxs).
Estas parejas homosexuales han asumido, como valido, el nivel de deshumanización a las que han llegado las relaciones de (m/p)aternidad en la sociedad occidental.
Al respecto, al considerar que tener hijxs en un derecho y no una responsabilidad, muchas personas asumen que como todo derecho, si no se quiere, no se ejerce. Así, se encuentran: varones que dejan mujeres embarazadas y se desentiende del asunto, mujeres que no se cuidan y luego abortan injustificadamente o regalan a sus bebes. Incluso, hay parejas que tienen hijxs sin quererlos, a quienes maltratan y hasta abusan de ellxs.
En respuesta a estos niveles de deshumanización, los nuevos enfoques de (m/p)aternidad responsable hablan del nuevo rol de madres y padres, como fuentes de afecto, protección y guía de lxs hijxs y no solo como simples progenitores. Este nuevo enfoque, habla de que madres y padres deben estar profundamente involucrados en el desarrollo y desenvolvimiento de lxs hijxs.
Bajo estas premisas, el uso de mujeres y varones como simples donantes de óvulos o esperma, solo refuerza la visión de que cualquier persona, puede desatenderse de la obligación y la responsabilidad de traer hijxs al mundo. Así, solamente se promueve la cosificación de la procreación y la deshumanización del hecho de ser progenitora o progenitor.
La exclusión de la o el donante de óvulos o semen, de la obligación y la responsabilidad de traer hijxs al mundo, por parte de las parejas lésbicas y gueis, refleja, sin lugar a dudas, un sentido bastante alienado de (m/p)aternidad, pues no se busca para lxs hijxs una familia comprometida con la maternidad y la paternidad (a través de una familia alternativa, que podría ser la pareja homosexual, la o el progenitor [m/p]adre y la[s] o el[los] hijxs), sino, tan solo, el imitar el modelo de familia nuclear heterosexista, el conformado por mamá, papá e hijxs, o sea, una pareja heterosexual y sus hijxs (en este caso, la pareja homosexual y sus hijxs serían la imitación).
Así, entre los griegos y los romanos, la adopción era tan válida y legítima como la descendencia directa, pues lo que más importaba era a perpetuación del linaje familiar, a través del nombre y no de la consanguinidad.
Todo esto era posible gracias a que, históricamente, las relaciones de parentesco, eran, ante todo, relaciones sociales en vez de consanguíneas.
Por lo tanto, la obsesión por lxs hijxs consanguíneos entre las parejas lésbicas y gueis, resulta obedecer, más bien, a un sentido anacrónico y alienado de descendencia, antes que una necesidad de ser madre o padre.
La tercera cuestión, es la referida a la procreación, al hecho de ser progenitora o progenitor. Resulta que hay una visión muy extendida, entre lesbianas y gueis que aspiran a tener hijxs consanguíneos y es la de prescindir de uno de lxs progenitorxs. Me explico, una pareja homosexual acude a un tercero, que hace las veces de donante (de óvulos o de semen), para tener hijxs y luego, exigir que, este último, se desentienda del “producto” (la[s] o el[los] hijxs).
Estas parejas homosexuales han asumido, como valido, el nivel de deshumanización a las que han llegado las relaciones de (m/p)aternidad en la sociedad occidental.
Al respecto, al considerar que tener hijxs en un derecho y no una responsabilidad, muchas personas asumen que como todo derecho, si no se quiere, no se ejerce. Así, se encuentran: varones que dejan mujeres embarazadas y se desentiende del asunto, mujeres que no se cuidan y luego abortan injustificadamente o regalan a sus bebes. Incluso, hay parejas que tienen hijxs sin quererlos, a quienes maltratan y hasta abusan de ellxs.
En respuesta a estos niveles de deshumanización, los nuevos enfoques de (m/p)aternidad responsable hablan del nuevo rol de madres y padres, como fuentes de afecto, protección y guía de lxs hijxs y no solo como simples progenitores. Este nuevo enfoque, habla de que madres y padres deben estar profundamente involucrados en el desarrollo y desenvolvimiento de lxs hijxs.
Bajo estas premisas, el uso de mujeres y varones como simples donantes de óvulos o esperma, solo refuerza la visión de que cualquier persona, puede desatenderse de la obligación y la responsabilidad de traer hijxs al mundo. Así, solamente se promueve la cosificación de la procreación y la deshumanización del hecho de ser progenitora o progenitor.
La exclusión de la o el donante de óvulos o semen, de la obligación y la responsabilidad de traer hijxs al mundo, por parte de las parejas lésbicas y gueis, refleja, sin lugar a dudas, un sentido bastante alienado de (m/p)aternidad, pues no se busca para lxs hijxs una familia comprometida con la maternidad y la paternidad (a través de una familia alternativa, que podría ser la pareja homosexual, la o el progenitor [m/p]adre y la[s] o el[los] hijxs), sino, tan solo, el imitar el modelo de familia nuclear heterosexista, el conformado por mamá, papá e hijxs, o sea, una pareja heterosexual y sus hijxs (en este caso, la pareja homosexual y sus hijxs serían la imitación).
Que quede claro hasta aquí, que ser madres y padres homosexuales me resulta una vocación válida y legítima, pero también considero que ello, pasa, necesariamente, por tener una visión alternativa al modelo familiar, único y excluyente, que impera en occidente (el de la familia nuclear heterosexual y consanguínea). Después de todo, asumirse como lesbiana o guei significó romper con el molde identitario heterosexual. ¿Por qué, entonces, volver al redil siguiendo el modelo heterosexual de familia?
Se despide su amigo uranista.
Ho.
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