lunes, 27 de julio de 2009

MI PAIS.

Queridxs amigxs:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.
Hace poco, un conocido conductor de televisión dijo en su programa, que ciertas características, inherentes al hombre, no son motivo para enorgullecerse, pues el orgullo es producto del esfuerzo. Bajo esa premisa, uno no podría sentirse orgulloso de ser originario de algún país (tener orgullo patrio u orgullo por lo nacional), ni los padres podrían sentirse orgullosos de sus hijos.
Claro está, que discrepo rotundamente de lo dicho por aquel conductor.
Ahora, revisando el diccionario en línea Word Reference, este dice del término orgullo lo siguiente: “Satisfacción personal que se experimenta por algo propio o relativo a uno mismo y que se considera valioso”.
Sin embargo, para mucha gente la noción de orgullo es negativa (la RAE lo define en ese sentido), aunque, en el sentido más estricto, el significado es bastante variable, con connotaciones particulares y matices diversos.
Siendo así, no utilizo el término orgullo en su sentido negativo, pues considero que uno se puede sentir orgulloso, por aquello que considera de valor.
Por ejemplo, siento orgulloso por mi país, no solo por la patria (el territorio que amamos), sino también la nación (es decir, la comunidad de personas con las que asumimos ciertas características culturales como mancomunadas).
Aquí puede que algunos se toquen de nervios, pues si la noción de patria no concita mayores controversias (el término suele designar, a la tierra natal o adoptiva con la que un individuo se siente ligado por vínculos de índole afectiva o emocional), la noción de nación si está en entredicho.

La noción de nación, es, en gran medida, subjetiva y abstracta. Parte de considerar que entre los muchos pueblos, existe una tradición e historia en común, lo cual genera bastantes debates, tanto a nivel de saberes populares como de conocimientos académicos.
¿Cuáles serian esas tradiciones que compartimos todos los connacionales? ¿A qué historia mancomunada nos estamos refiriendo? ¿Qué manifestaciones artísticas son las que consideramos nacionales? ¿Qué sucesos históricos consideramos relevantes y que lectura les damos?
No es para nadie un secreto, de que hablar de tradiciones nacionales implica cierto nivel de homogenización cultural y que hablar de historia nacional implica clasificar y privilegiar ciertos hechos y acontecimientos, considerados como de relevancia nacional, en detrimento de otros, por considerarlos muy localistas.
En consecuencia, para muchas y muchos hablar de nación, implica un ejercicio funesto de discriminación, de restricción a ciertos parámetros, que dejarían fuera muchas diversidades socioculturales.
Ello es cierto, si entendemos lo nacional como una identidad cerrada y estática, sin posibilidades de inclusión y cambio.
Mas el debate sobre que es la nación, que se remonta al siglo XIX, no se agota en esa visión discriminadora.
Si se adoptan los principios de respeto y tolerancia al hombre y a sus manifestaciones socioculturales, podemos asumir una nueva visión de lo que sería lo nacional.
Esta nueva visión, no partiría de discriminar tradiciones e historia, pues discriminar es un ejercicio negativo, en el que las valoraciones se dan, a partir de separar todo aquello que se considere adverso e inferior, para asumir como propio lo que quede de la clasificación. Esta nueva visión, partiría de la selección de tradiciones e historia, pues seleccionar es un ejercicio afirmativo, en el que todo aquello que se considere valioso, se asume como propio, sin negativizar cualquier otra manifestacion sociocultural.
Bajo esta nueva premisa, lo nacional si obedecería a cierta homogenización cultural, si implicaría cierta generalización histórica, pero dicha homogenización y generalización no sería ni excluyente ni terminante.
No se puede negar que cuando hablamos de nuestra nacionalidad, además del suelo patrio, si reconocemos ciertas particularidades culturales como comunes a todas y todos nosotros. El ejercicio afirmativo conllevaría, además, a que nos identifiquemos, a que sumemos y asumamos como propias, todas aquellas manifestaciones socioculturales que exalten la riqueza de nuestro país.

Por tal motivo, si nuestro orgullo patrio nos lleva a reconocer el amor por nuestro país, el orgullo nacional nos lleva a reconocer el amor por la diversidad sociocultural de nuestra patria.
Avivemos, entonces, a nuestro país. ¡Seamos patriotas!, ¡Seamos nacionalistas!

Se despide su amigo uranista.

Ho.

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