Amistades mías:
Reciban mis saludos y mis mejores deseos.
Cuatro mil quinientos millones de años tiene nuestro mundo. Cuatro mil quinientos millones de años transcurrieron hasta que apareció la humanidad. A la tierra le tomo millones de años alcanzar el delicado balance que acogió a la raza humana, mientras que a nuestra especie le tomo unos cuantos siglos poner a aquel delicado equilibrio al borde del colapso.
Este mundo que nos rodea es apenas una pequeña partícula de polvo que flota en la inmensa bastedad del universo.
En este pequeño mundo, nuestras personas son más pequeñas aún y nuestra visión es tan estrechamente horizontal, pues estamos tan absorbidos por nuestros afanes e intereses propios, que apenas tomamos conciencia de las maravillas naturales que nos rodean y con las cuales compartimos el planeta.
Es tan desmesurada la desproporción entre el tamaño de la tierra y la talla de los seres humanos, que nuestro radio de visión nos produce la ilusión de hallarnos ante inmensas extensiones planas, cuando en realidad tan pequeña parte del mundo ni siquiera nos permite percibir la curvatura del planeta.
En realidad, si esa pequeña `porción de la corteza terrestre nos parece enorme, es tan solo porque la agiganta nuestra ínfima pequeñez.
Aún así, hemos sido capaces de producir un pernicioso cambio climático mundial (el llamado calentamiento global); hemos contaminado el medio ambiente mundial a niveles dañinos para toda clase de seres vivos (incluidos nosotras y nosotros mismos); hemos depredado, en forma tan catastrófica, nuestro entorno, que no hay habitad en el planeta, que no haya sido afectado por nosotras y nosotros; hemos contribuido a la extinción y la casi extinción de miles y miles de especies vegetales y animales en todo el globo y paro de contar por razones de espacio.
Comparativamente hablando, solo otros seres vivos son capaces, en su pequeñez, de causar tanto daño a escala tan grande, los microbios (las bacterias y los virus).
Lamentablemente nos estamos convirtiendo en los parásitos de nuestro propio mundo. Y lo peor de todo es que el mundo que estamos exterminando, directa o indirectamente, no es un planeta más, es nuestro hogar.
Debemos salvaguardar la tierra, no por qué ser ecologista esté de moda, sino porque este mundo es nuestro hogar. Si no cuidamos nuestro mundo, no tenemos otro al cual mudarnos. Si no cuidamos nuestro mundo, no habrá generaciones futuras, pues no habrá tierra en la cual puedan vivir.
Que nos quede claro que no solo vivimos en este mundo, de el dependemos por completo, de él respiramos, de él nos alimentamos, de él obtenemos todo aquello que requerimos para subsistir.
La contaminación, la deforestación, la depredación del entorno si nos afecta directa o indirectamente. La contaminación, la deforestación y la depredación al romper con el delicado equilibrio ecosistémico del planeta, si reduce sustancialmente nuestra calidad de vida.
Por ejemplo, el calentamiento global y la contaminación están causando la desaparición de los insectos polinizadores. Ello, a corto plazo, encarecerá productos como la miel y las frutas y a largo plazo, llevara a la extinción de dos tercios de las plantas del planeta (incluidas las plantas destinadas a la alimentación humana).
El calentamiento global y la contaminación también han llevado al borde de la extinción a todo un grupo de vertebrados, los anfibios (sapos, ranas, salamandras, etc.). Su desaparición pone en peligro la existencia de selvas y bosques, ya que se encargan de mantener a raya a los parásitos invertebrados, que de otra manera acabarían con los ecosistemas selvático y boscoso, importantísimos enclaves productores del oxigeno que respiramos todos los seres vivos (pues selvas y bosques son los pulmones del planeta).
Igualmente, el calentamiento global y la contaminación atentan contra el equilibrio ecosistémico de los océanos. El calentamiento de las aguas oceánicas y su contaminación matan al fitoplancton, el primer eslabón en la cadena alimenticia oceánica (lo que origina, consecuentemente, una extinción en cadena, en la que los peces planctonivoros mueran de inanición, luego los que se alimentan de estos y así sucesivamente), mientras que la sola contaminación envenena las especies marinas que sirven de alimento a los seres humanos (actualmente ya estamos envenenándonos por esta vía).
La contaminación y la deforestación de selvas y bosques, no solo originan la desaparición de ecosistemas enteros, sino que, además, contribuyen a la erosión de los suelos y al cambio climático, pues selvas y bosques son importantísimos agentes templadores del clima (mientras que los suelos erosionados producen climas desérticos).
Los ejemplos pueden multiplicarse, sin problemas, hasta el infinito, pero lo que queda claro, es que nuestra existencia, la existencia de toda la especie humana, depende de que tomemos conciencia y aprendamos a cuidar este nuestro mundo, nuestro hogar.
Nuestra actual calidad de vida está en riesgo, pues el veneno y la devastación que le producimos a nuestro planeta, sin lugar a dudas ya nos está pasando factura (enfermedades, carestía y otros padecimientos tienen su origen en la destrucción de la biodiversidad terrestre).
El futuro de nuestro mundo, de nuestro hogar, y el futuro de las generaciones por venir, está en nuestras manos.
Tenemos la obligación y el deber de informarnos acerca de qué hacer y que no, para salvaguardar la integridad del planeta. Debemos ser parte activa en la lucha por revertir, el daño infringido al delicado ecosistema terrestre. De nosotras y nosotras depende la vida de la tierra.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1. Un punto azul pálido (Pale Blue Dot), fotografia de la tierra tomada por el "Voyager 1". Foto tomada de: npr.org
2. La Canica Azul (Blue Marble), la primera, la unica, "LA FOTOGRAFIA" de la tierra. Foto tomada de: flickr.com
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