lunes, 11 de noviembre de 2013

EL GUETO MACHISTA MASCULINO.

Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mayores parabienes.

1. Afiche del film: "Dioses".
Dioses es una interesante y recomendable película del director Josué Méndez, en la que se pretende retratar las míseras interioridades de la clase alta limeña. En dicha película, la élite de la capital peruana es presentada, como un grupo social que vive al margen del resto de la sociedad. Lo preocupante es que la clase alta peruana en general y limeña en particular vive realmente en un gueto y aunque este espacio aislado es marginal, ello no se debe, en manera alguna, a la penuria económica. No hay pobreza sino todo lo contrario, reina el desahogo y el lujo. Para la película, la burguesía de Lima se desenvuelve entre el desenfreno y la hipocresía en un medio frívolo y hermético. En la práctica, la élite limeña en general se conduce como heredera del ordenamiento colonial de castas, ordenamiento en el que predominan y se imponen a otros grupos sociales.
A primera vista se trataría de una situación muy particular, propia del Perú. Sin embargo, en varios países de Latinoamérica las élites burguesas también se aíslan con mayor o menor hermetismo, aunque igual exhiben su elitismo y ostentan su perniciosa miseria moral (especialmente en aquellos países donde la población “indígena” es numéricamente importante y hasta mayoritaria). Se trata, entonces, de un régimen marcadamente clasista, regido por la burguesía.
En estos guetos elitistas (clasistas), que fungen, entre otras cosas, de espacios de convivencia y socialización, la élite burguesa se asume como superior y se permite plasmar relaciones de poder verticales, inequitativas y discriminatorias, relaciones que, en primera instancia, son impuestas a sus propios trabajadores (su “servicio doméstico”). Empleadas y empleados son considerados sujetos no solo subordinados, sino diferentes, inferiores y en muchos casos, merecedores de desprecios, malos tratos y abusos (cuéntese el uso de uniformes de “servicio”, el destinamiento de espacios diferenciados, la permanencia de 24 horas al día en el centro de labores [la casa], las jornadas abusivas de trabajo, etc.).
Tanto el aislamiento en este gueto,como la situación económica privilegiada, le permiten a las clases burguesas la permanente reproducción y perpetuación de su arcaico régimen social clasista (reproducción y perpetuación de efectos no limitados única y exclusivamente al gueto elitista, sino de amplia y duradera repercusión social). Hacia afuera del gueto, las élites burguesas,amoldadas a su situación alienada, no dudan en comportarse de manera arrogante y prepotente. Pero hacia afuera del gueto también se encuentran con el régimen social de ciudadanía, régimen con el que sus hábitos y costumbres elitistas se estrellan, no sin mucho estrépito de por medio. El régimen ciudadano de igualdad y no discriminación se halla en las antípodas de su gueto.
Este absurdo régimen elitista solo tienen parangón con lo que se denominara el gueto machista masculino (asemejable al gueto clasista burgués). El gueto masculino es menos focalizado que el gueto burgués, pero es igual de vertical, inequitativo y discriminatorio(son espacios diversos de socialización en donde los varones se congregan de manera preferente o exclusiva). En estos guetos masculinos los varones se permiten expresar, consciente o inconscientemente, lo que ellos consideran su “hombría”, aunque realmente lo que hacen es expresar, en muchos aspectos, su machismo. El gueto masculino no es otra cosa, que un espacio en el que los varones se permiten comportarse como “hombres”, se permiten ser machos (de la misma manera en que los burgueses, en sus guetos, se permiten ser “señores”, dueños, amos).

2. Abuso machista.
En el pasado el varón dominaba la sociedad. Dominaba el espacio público y el privado y era, a no dudarlo, el único e indiscutible regidor del orden social. Los varones constituían una verdadera élite, frente a las mujeres que se hallaban subordinadas y domeñadas a su voluntad. Con el tiempo, el accionar de los diferentes movimientos sociales (principalmente el feminista), de una u otra manera, conllevó a la liquidación (si bien no definitiva) de ese mundo de “hombres” y permitió el advenimiento de una sociedad menos injusta e inequitativa. Las mujeres ganaron espacios sociales, tanto en el ámbito privado como en el público y, sobre todo, se empoderaron. Sin embargo la sociedad no se hizo igualitaria, si bien el régimen machista se redujo notablemente, los varones aún conservan considerables ventajas (privilegios) e importantes cuotas de poder.
Una de las razones por las que no se concreta un anhelado horizonte de igualación social entre varones y mujeres, es, sin lugar a dudas, la existencia y pervivencia de este innegable gueto masculino.La existencia de semejante espacio (el gueto masculino) permite, de manera clamorosa, la reproducción y perpetuación no solo de muchos usos, hábitos y costumbres machistas, sino de verticales y abusivas relaciones de poder y de dominación.
Los varones machos no reconocen (ni quieren reconocer), que lo que ocurre dentro de su gueto no se limita allí, ni permanece allí, sino que se proyecta y repercute afuera (hacia el resto de la sociedad). Las desigualdades de género perviven, gracias a que los varones no renuncian a los privilegios y cuotas de poder, que se expresan, celebran, vivifican y refuerzan,material y simbólicamente, en su gueto. En tal gueto se validan y legitiman las desigualdades de género, pues con el se confirma un supuesto derecho a contar con: a) sendos privilegios (además del espacio propio exclusivo y excluyente, se cuentan actitudes y comportamientos, como la agresividad, la vulgaridad, la asquerosidad, etcétera, que son practicados en el gueto y que, en escala menor, se proyectan, consciente o inconscientemente, hacia otros espacios sociales), y b) significativas cuotas de poder (poder que les confiere el sentirse, asumirse y mostrarse, tanto en privado como en público, superiores, machistas, sexistas, misóginos, homofóbicos, etc.).
El auge del movimiento feminista primero y lésbico gay después (con la consiguiente visibilización de la homosexualidad) coadyuvaron a la proliferación de espacios formales e informales solo para varones (con parámetros rígidos y severos). Frente a los movimientos feminista y lésbico gay, los varones machistas reaccionaron fugando a espacios cada vez más herméticos y cerrados. En estos espacios diversos (que abarcan desde el decimonónico salón de negocios para caballeros a la contemporánea canchita de fútbol barrial), los machos se permitían y permiten actitudes y comportamientos, que ya no se podían ni pueden practicar en otros espacios sociales (en el espacio público principalmente, pero también, en relativa medida, en el espacio privado [por ejemplo no en el negocio, pero si en la casa]). En el gueto masculino abundan las demostraciones abusivas de poder(tanto directas como indirectas, verbales y/o físicas, materiales y simbólicas etc.), demostraciones de superioridad, sexismo, misoginia y homofobia (así, en muchas canchas de futbolito, los varones se agreden, denuestan y humillan, se ridiculizan y minimizan, a sí mismos y a los demás, a través de mofas, burlas y guaseos [tratándose de tontos, lerdos, gansos, etc.] y a través de feminizaciones y mariconizaciones [denigrando, de paso, la feminidad y la gaydad]; allí los machos se enfrascan en constante competencia de dominio y sumisión).
La defensa cerrada que los varones machos hacen de estos espacios (y de las conductas y comportamientos allí asumidos), siempre se basan en justificaciones que carecen de cualquier asomo de autocrítica (justificaciones tales como “así se comportan los hombres”, “así son [somos] los hombres”, “necesito expresarme como hombre” [“necesitamos expresarnos como hombres”], etc.). Con la deliberada exclusión de mujeres y gays (o trans), ya sea parcial o completa, solo se refuerza la naturaleza del gueto (exclusión que puede expresarse de maneras diversas, desde la cortesía a la franca hostilidad). Al fin y al cabo el macho bruto, salvaje y troglodita está prácticamente proscrito de otros espacios sociales.

3. Equidad entre mujeres y varones.
Mientras exista el gueto masculino, las posibilidades de acabar con las desigualdades de género seguirán siendo precarias. Un real y formal horizonte de igualdad entre mujeres y varones depende, en notable medida, de que el gueto masculino desaparezca. Mientras que haya varones que defiendan la validez y legitimidad del gueto masculino, habrá machismo (y sus conspicuos representantes serán precisamente aquellos varones que defiendan el gueto).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes:
1. Imagen tomada de: lamula.pe
2. Imagen tomada de: blog.pucp.edu.pe
3. Imagen tomada de: escsecfridakhalo0646.blogspot.com

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