lunes, 14 de septiembre de 2009

TIEMPO.


Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mejores deseos.
Hace poco, me encontré con un amigo de la universidad y recordando las viejas épocas, nos vino a la memoria el hábito de algunas y algunos compañeros de estudios de la facultad, de no usar relojes, pues considerábamos que no éramos esclavos del tiempo.
Obviamente la cosa cambio, cuando llegó la necesidad de trabajar. No hay que llegar tarde al trabajo, hay que cumplir con los plazos establecidos, se cuentan las horas y los días para dejar el centro de labores e ir de descanso, etc. Esto apunta a algo muy simple, el tiempo solo nos importa, solo cobra sentido para nosotrxs, cuando tomamos conciencia de él.
Nuestra percepción del tiempo varía de acuerdo a nuestras circunstancias, así, cuando quedamos embelesados con la lectura de un libro, cuando nos enfrascamos en una amena conversación, cuando nos distraemos perdidamente mirando la televisión, nos parece que el tiempo ha pasado sin haberlo sentido, contrariamente, el tiempo se vuelve omnipresente cuando quedamos atrapados en un embotellamiento de tránsito.
Mas la percepción del tiempo no solo varía a nivel individual, también varía a nivel cultural. Así, en diversas sociedades y culturas se encuentra que, la forma en que se concibe el tiempo, es distinta a como se le concibe en la sociedad occidental.
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En la antigua Mesopotamia (entre sumerios y acadios), en la América precolombina (entre incas y aztecas) o en diversas sociedades tribales del mundo, el tiempo es concebido como un ciclo, es decir, como un sobrevenir circular, sin comienzo ni final, solamente un eterno retorno a un presente indeterminado.
En la sociedad judía, y luego en las sociedades cristianas, el tiempo fue concebido como una línea recta, con un inicio, un presente y un final inexorables.
En el presente, en la sociedad occidental (y en las sociedades occidentalizadas), se impone una concepción del tiempo según la cual, este es una dimensión interrelacionada indisolublemente con la dimensión espacial y que además, es susceptible de ser modificado por la velocidad y la energía (al respecto, todas las nociones de viajes en el tiempo siguen este criterio).
Inclusive la ciencia ha cambiado, de una época a otra, la visión que tenia sobre el tiempo. Así, Isaac Newton definió el tiempo como absoluto, es decir, que es el mismo para todxs nosotrxs, visión que perduro hasta que Albert Einstein, lo definió como relativo, es decir, que el tiempo, indisolublemente relacionado con el espacio, varía de una persona a otra, dependiendo de sus respectivos estados de movimiento. Y no hay nada que nos impida pensar, que esta última visión no pueda ser modificada en el futuro.
Todas las diversas concepciones del tiempo existentes, obedecen al tipo de mentalidad que posee la sociedad o cultura que las formula.
Así, en las sociedades de mentalidad religiosa de la antigüedad (por ejemplo, los antiguos mesopotámicos, los aztecas, los incas, etc.), en las que la religión se hallaba integrada, plenamente, a los diversos niveles e instancias sociales (desde los mecanismos de poder hasta los quehaceres cotidianos), el tiempo responde a criterios religiosos, por lo que había un tiempo sagrado y otro profano. Este último era el tiempo de lo habitual y lo común, mientras que aquel era el tiempo de los ritos religiosos. Para las gentes de estas sociedades de la antigüedad, el rito abolía el tiempo profano e instauraba el tiempo sagrado, hecho que les permitía comulgar con lo divino.
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Por su parte, recién durante el último tercio de la edad media, es que el tiempo empezó a concebirse como algo absoluto e inmodificable. Las gentes de este periodo bajo medieval, asumía que su sociedad, al haber sido establecida por la deidad cristiana, era inmutable, pues solo su dios podía cambiarla. Y dado que, según su mentalidad, su deidad lo había creado todo de forma inmodificable, el tiempo también era inmutable.
Esta visión no cambiaría sino hasta el siglo XIX, cuando recién se empezó a hablar de un tiempo no absoluto. Al respecto, la novela de H.G. Wells “La Máquina del Tiempo” data de 1894, mientras que Albert Einstein publicó su ensayo sobre la relatividad en 1905.
Todas estas concepciones temporales se han producido, por que el tiempo nos importa. En tanto seres humanos, somos los únicos animales que percibimos el tiempo, que lo medimos y lo definimos. En tal sentido, el tiempo es, indudablemente, una construcción cultural.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Calendario Azteca. Foto tomada de: es.wikipedia.org

2. Reloj de sol Inca (Intihuatana). Foto tomada de: tulane.edu/~latinlib
3. Clepsidra europea de 1670. Foto tomada de: periodicolaopinion.com.ar

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