martes, 12 de marzo de 2013

PATRIARCADO Y SOCIALISMO (Una reflexión en torno a la figura de Hugo Chávez).


Queridas amistades.
Reciban mis más cordiales saludos y mis más sinceros parabienes.

1. Hugo Chávez.
“Deificar personajes a partir de bases precarias y pretender construir un socialismo del nuevo siglo sobre la base de una cultura militar, que precisamente en la historia de Latinoamérica es sinónimo de patriarcalismo y sumisión, es una de las cosas más anti-revolucionarias que pueda concebir”.
La anterior es una cita procedente de un intercambio de ideas entre dos amigos, que discrepaban sobre la figura de Hugo Chávez. Comparto plenamente las objeciones del amigo de quien copio esta cita, pues al igual que él, no creo que Chávez sea “la encarnación de una postura revolucionaria”.
Chávez no era un dios, era un humano lleno de muchos defectos y pocas virtudes, como lo somos todos los seres humanos. Era un hijo de su tiempo, indudablemente, pero ello no lo exime de sus contradicciones (más cuando la verdadera lucha revolucionaria consiste en eliminar dichas contradicciones).
Seria mezquino no reconocer que, venciendo a la reacción oligárquica venezolana, implantó, en su país, una serie de reformas progresistas que redundaron a favor de amplios sectores de las clases populares. Inmediatamente el conservadurismo y la reacción lo tildaron de populista y sin embargo, solo para la dictadura neoliberal, que impera en el continente americano, el dotar a las grandes mayorías de educación y salud puede ser considerado como populismo.
En una época en que la visita de un presidente estadounidense a varios países al sur del rio Grande, desnudaba el carácter servil y genuflexo de las clase políticas latinoamericanas (que llegó a asemejarse espantosamente a la sarta de servidores lacayos de las colonias inglesas, que se arrastraban a la llegada de Isabel II, en su viaje de visita a sus dominios de la Commonwealth), Chávez fue uno de los pocos presidentes indoamericanos que no bajó la cabeza ni se postró ante la estulticia y beodez de Bush junior. Chávez se puso de tú a tú con las potencias y eso nunca se lo perdonaron. En suma, para las elites conservadoras y reaccionarias de Latinoamérica Chávez fue el demonio personificado.
Reconocer todo esto no me impide, de ninguna manera, tener una mirada crítica hacia el régimen chavista. Ciertamente el régimen “bolivariano” de Venezuela no era una clásica democracia liberal y no tendría por qué serlo, ya que en casi trescientos años de democracia liberal, este vetusto sistema ha demostrado, con creces, sus serias limitaciones y miserias (ya está en vías de caducidad).

2. Imagen patriarcal.
El régimen de Chávez era un autoritarismo estatizante (una dictadura desde el punto de vista de la democracia liberal). Y Chávez fue un caudillo militarista, al más rancio estilo de los clásicos caudillismos militaristas latinoamericanos. Chávez fue un macho patriarcal, paternalista y autoritario y lamentablemente, todo esto no se puede pasar por alto, si se habla de construir un socialismo del nuevo siglo (la evidencia más clara de su patriarcalismo quedó reflejada en su ego, el cual le hizo seguidor del fascista, estaliniano y antirrevolucionario culto a la personalidad).
Si de socialismo se trata, de ninguna manera se puede pasar por alto, la mirada crítica y cientificista que propugnó Marx en su vasta obra (el estudio científico ha sido y es un pilar principal de la producción marxista). En ese sentido, no se puede dejar de señalar que desde sus orígenes, uno de los lastres que ha venido arrastrando penosamente el marxismo, es el barniz de moralidad burguesa que, como anteojeras, le ha impedido vislumbrar plenamente la realidad.
Para mal, diversos teóricos del marxismo jamás pudieron librarse de su moralidad burguesa, de su morigeración victoriana, de su verticalismo patriarcal, de su represión sexual. El género y la sexualidad, para diversos teóricos del marxismo, solo eran mera superestructura y en tal situación, no tenían lugar alguno en la teoría o la práctica reformista o revolucionaria.
Hasta la década del setenta del siglo XX, el grueso de las teorizaciones marxistas no dejó de exudar, en mayor o menor medida, moralidad burguesa. Fueron los discursos filo marxistas de los movimientos feminista y lésbico guei, que eclosionaron con la revolución del 68, los que llegaron a cambiar el panorama.
Ellos demostraron, de manera contundente, que el género y la sexualidad juegan un papel determinante en la producción y reproducción de la realidad social, al mismo nivel que las estructuras económicas del trabajo y la producción.
En honor a la verdad, este planteamiento no era nuevo. Engels lo había intuido en su polémica “El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado”. En esta obra Engels tiraba al tacho la visión histórica marxista de los modos de producción y se acogía a una mirada más bien evolucionista. Más al margen de esta y otras limitaciones, el mencionado estudio de Engels tiene la virtud de integrar a profundidad el sexo y la sexualidad al estudio sobre la sociedad.
A la letra Engels dice en la susodicha obra: “La organización social en que vive la población de determinada época histórica y determinado país es determinada por… (dos)… tipos de producción: por la etapa de desarrollo del trabajo por un lado y… (por)… la familia de otro”. En resumen, toda sociedad está determinada por los modos de producción y por los modos de convivencia.
En tal sentido, los cambios sociales no solo están limitados a la superación de los modos de producción opresores y explotadores, sino que implican necesaria e indefectiblemente, la superación de los modos de convivencia opresores y explotadores. Dichos modos de convivencia se traducen en sistemas género/sexuales que determinan las interrelaciones humanas.
En consecuencia, el cuestionamiento y la crítica hacia las estructuras patriarcales no resulta irrelevante al momento de realizar planteamientos revolucionarios. Todo lo contrario, los verdaderos cambios sociales solo serán posibles si se superan las retrogradas y retardatarias estructuras patriarcalistas.
En este marco crítico, una nueva aproximación a la figura de Hugo Chávez no se hace esperar. Difícilmente se puede obviar el talante machista, sexista y homofóbico que caracterizó el régimen de Chávez. Ahora bien, resulta innegable que el régimen chavista impulso ciertas medidas políticas contra el machismo, el sexismo y la homofobia en Venezuela, sin embargo dichas medidas no pasaron de ser superficiales y cosméticas (indistinguibles de algunas pseudo políticas reformistas contra el machismo, el sexismo y la homofobia que se implementaron en algunas democracias liberales de Latinoamérica).
Chávez siempre se mostró militarista, patriarcal y machista y se enorgullecía de ello. Chávez nunca intento dejar de ser autoritario, es más, precisamente el autoritarismo centralista de su gobierno ha resultado ser un serio inconveniente para su régimen tras su muerte (la incertidumbre en Venezuela por lo que pueda ocurrir en adelante es más que patente).
Excusar a Chávez (o a cualquier otro gobernante de su talante, llámese Fidel, Velasco u Ortega) por sus posturas caudillistas, militaristas, autoritarias y patriarcales, alegando, forzadamente, que se trataba de un hijo de su tiempo o que no era un santo; le hace un flaco favor a la causa del socialismo.
En una época en que la sociedad era más elitista, vertical y clasista que hoy en día, un peruano universal, José Carlos Mariátegui, daba cátedra en su rechazo al autoritarismo. Décadas después, un chileno universal, Salvador Allende, alcanzaba el poder, no como un caudillo militar, sino como un líder democrático (y este presidente chileno no cayó por la fuerza de la oligarquía reaccionaria de su país, sino por el inmenso poderío del imperialismo estadounidense).
165 años han pasado desde la publicación del “Manifiesto Comunista” y en todo este tiempo, la producción materialista (especialmente aquella que incorpora los aportes de las teorizaciones feminista y lésbica-guei) ha llegado a dejar muy en claro, que el patriarcado, el machismo y la homofobia no son pecados veniales.
La lucha contra el capitalismo opresor y explotador indefectiblemente va de la mano con la lucha contra el patriarcado opresor y explotador. Capitalismo y patriarcado son dos caras de una misma moneda (son dos instancias de un mismo sistema), son estructuras interrelacionadas e interdependientes que se producen y reproducen mutuamente (a estas alturas, seguir subestimando las estructuras patriarcales, considerándolas simples accesorias suplementarios, ha pasado a ser un resabio burgués, anacrónico, retrogrado y retardatario).
3. Imagen alegórica.

Consecuentemente, excusar el caudillismo militarista y patriarcal de un líder revolucionario seria como admitir que, en ciertas instancias, en ciertas circunstancias, en ciertos momentos, algunas estructuras opresoras (como el patriarcado) tienen algún tipo de validez.
Para finalizar, me permitiré citar nuevamente a mi amigo: “Descanse en paz, Hugo Chávez: usted contribuyó sobremanera a defender los intereses de nuestros países contra el Imperio, pero su raigambre militar, su voluntaria ignorancia de la historia, así como su ego, desplazarán algunas décadas las legítimas reivindicaciones de una América Latina siempre rebelde!!!!”

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes:
1. Imagen tomada de: excelsior.com.mx
2. Imagen tomada de: dehistoriatrelew.blogspot.com
3. Imagen tomada de: polittica.blogspot.com

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