martes, 2 de febrero de 2016

SUSCEPTIBILIDADES.

1. Mojigatería.
Semanas atrás tuve una discusión en Facebook a cuenta de  una expresión mía.  Lo que dije no fue del agrado de algunas personas y, además, de pedirme que no volviera a repetir lo que dije, alegaron que había herido susceptibilidades. Ciertamente no fue la gran cosa, el hecho se aclaró (no se tomó en cuenta el contexto de mi mención), pero si me pareció que el argumento de la susceptibilidad había salido fuera de toda proporción. Después de todo  susceptibilidad es una subjetividad bastante indeterminada.

Cuando en los 90’s participe en las primeras manifestaciones político públicas LGBT en el Lima y en el Perú, varias lesbianas y varios gays nos volcamos a la calle a visibilizarnos como lesbianas y gays. En ese entonces, salieron personas a cuestionar nuestra visibilización (en el primer plantón que participe en Plaza Francia en 1997 hubo una señora evangélica que, con biblia en mano, nos lanzaba sus anatemas y nadie le hizo caso). Hubo posteos en foros y cartas dirigidas a medios que hablaban de que la visibilización LGBT hería susceptibilidades, la mayoría de las veces se trataba de gente bien cucufata.

Cuando en los 2000 se realizaron las primeras Marchas del Orgullo LGBT, aparecieron primero las mujeres trans (el grueso de ellas proveniente de barrios y conos, lo que se dice estratos populares) y cuando se sumaron las discotecas, aparecieron los primeros calatos. En todo ese tiempo, no falto gente que comentaba que ver tracas cholas y ver maricones calatos hería susceptibilidades, especialmente la susceptibilidad infantil.

En general, la susceptibilidad ha sido mayormente usada como instrumento para oponerse a los cambios sociales. La imagen de la señora beata escandalizada por una minifalda o por dos gays besándose son referentes icónicos en la historia de las luchas de feministas y LGBT. Incluso en el caso de ciertas performances públicas transgresoras, que incomodan o molestan a los transeúntes, si bien hieren susceptibilidades, se trata precisamente de poner en evidencia taras como la ignorancia y el prejuicio y son plenamente válidas y legítimas en tanto se enmarquen en el derecho a la libre expresión y no violen el derecho ajeno.

2. Marcha homofóbica en Rusia.
En este contexto, el alegato sobre la susceptibilidad infantil terminaba evidenciando la ignorancia y prejuicio de las madres y los padres. Si una niña o un niño se trauma por ver a una persona trans o a una pareja homosexual besándose, es porque sus madres y padres le inculcaron una visión tan negativa de la diversidad, que las criaturas solo podían entrar en shock ante semejantes manifestaciones. Un ejemplo comparativo que deja en claro lo absurdo del alegato sobre la susceptibilidad infantil, sería el caso de hijas e hijos de madres y padres racistas, que se trauman al ser tocados por niñas o niños afrodescendientes. Actualmente nadie consideraría como sana la susceptibilidad de un niño que se trauma por entrar en contacto con niñas y niños afrodescendientes. En la misma línea, hoy en día en varias ciudades europeas millones de niñas y niños ven en su cotidianeidad, infantes y adultos LGBT y no entran a un psiquiátrico por ello.

Indudablemente, si una manifestación no busca implícita o explícitamente, directa o indirectamente agredir a nadie (digamos, violentar intencional y deliberadamente a alguien en sus derechos), recurrir a la susceptibilidad para censurar, prohibir o proscribir cualquier manifestación, supone un ejercicio autoritario y nada democrático de represión. En los casos arriba citados, quienes se oponían a ver lesbianas, gays y trans en el espacio público, recurrían a la susceptibilidad como un instrumento de represión homofóbica y transfóbica, en donde defender la susceptibilidad implicaba defender la ignorancia y el prejuicio.

3. Falsa susceptibilidad.
Ahora bien, lo dicho hasta aquí no supone una negación tajante de la susceptibilidad. Si se puede herir la susceptibilidad de una persona. Pero este sentir susceptible es un ámbito bastante subjetivo. En consecuencia, invocar la defensa de la susceptibilidad necesariamente tendría que estar basada en criterios genéricos (en el sentido de generales), “objetivos”, compartidos e identificados por toda persona. Legalmente se contemplan los criterios que sancionan la difamación, la injuria y la ofensa. Ello supone que para considerar, válidamente, que algo hiera susceptibilidades, se asume que haya una deliberada intención de difamar, ofender o injuriar, implícita o explícitamente, directa o indirectamente a una persona o a un grupo de personas. Si esa intención no existe, entonces la invocación de la susceptibilidad para no admitir o no permitir algo, es indefectiblemente una expresión de intolerancia. Es, a no dudarlo, una forma bastante perversa de imponer prejuicios e ignorancia.

Se despide su amigo uranista.

Ho Amat y León.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: raulsantoscaballero.blogspot.com
2. Imagen tomada de: alternet.org
3. Imagen tomada de: tuespacioemocional.wordpress.com

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