Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mejores deseos.
1. Un logo de la juventud. |
Desde que tengo memoria, en diversos
programas de televisión se puede ver a mucha gente adulta y/o anciana, hablando
de sí mismas como jóvenes. A mucha gente adulta y/o anciana, en televisión, se
le escucha decir frases disonantes, tales como: “aun soy joven”, “me siento
joven”, “tengo el espíritu joven”, etc. Contrariamente, a nadie se le escucha
decir frases laudatorias del tipo: “que bien que soy mayor”, “estoy feliz de
ser adulta”, soy viejo y a mucha honra”, etcétera (las frases sobre la adultez y
ancianidad que más abundan, revelan conformismo o resignación con la propia condición
etárea).
En estos días, también se puede ver, en
televisión, un reclame de una cadena de farmacias, en el que una pareja heterosexual
de “adultos mayores” (ancianos) hablan de sí mismos como “jovencitos”.
En suma, se puede encontrar que la juventud,
es vista y considerada como una instancia muy preciada, con la que,
supuestamente, todas las personas adultas quieren identificarse.
Aquí se trata, claramente, de una apreciación
cultural, que, aparentemente es inocente, pero que termina ensalzando un
determinado periodo etáreo, la juventud, en detrimento de otros (periodos
etáreos). La cuestión llega tan lejos, que las y los jóvenes son enaltecidos,
por el solo hecho de ser jóvenes. Así, en política se encuentra como desde
diversos sectores ideológicos (ya sea de izquierda o de derecha), ser hacen diversas
referencias a las juventudes, como vanguardias de las movidas sociales.
Al respecto, por ejemplo, en el Perú, en la
última elección presidencial, tanto desde la izquierda (encabezada por el
Partido Nacionalista), como desde la derecha (la neoliberal de APGC y la
fachosa de Fuerza 2011) se señalaba a las juventudes como el grupo social, que
encarnaba la sapiencia necesaria para tomar la decisión milagrosa que salvaría
al país. En este trance, sectores nada desdeñables de la población juvenil
terminaron votando por el candidato ganador (el del partido nacionalista). Más,
también, otros sectores nada desdeñables de la población juvenil votaron por
los candidatos de la derecha neoliberal y de la derecha facha. Por su parte, en
México, en la última elección, se invocaba a las juventudes en los mismos
términos anteriores. Y nuevamente, un sector nada desdeñable de la población
juvenil votó por el candidato de la
izquierda (del Movimiento Progresista), mientras que otro sector nada desdeñable
de la población juvenil votó por el candidato ganador, el de la derecha
reaccionaria (ósea el del PRI).
En resumen las juventudes, sin excepciones,
se comportan como el resto de la población, aunque, desde diversos sectores
ideológicos, se apela a dichas juventudes como portaestandartes
de la anhelada progresía (claro está, progresía en los términos en que la
entiende cada bando ideológico).
En sí misma, la juventud no representa, ni
significa nada, por lo menos nada que la diferencie de otros grupos etáreos o sociales,
salvo por aquello con lo que quiera significársela.
En tal sentido, en occidente, la juventud no
solo ha sido elevada a un estatus distinguido, sino que, además, se le ha convertido
en un estrato social de privilegio (por ejemplo, en diversos países, hay especificas
políticas gubernamentales y estatales encaminadas a atender supuestas
necesidades particulares de las juventudes).
En occidente, la condición de joven se ha
glorificado tanto, que ha devenido en motivo abierto de discriminación. Es
decir, que, en diversos países, discriminar a las personas no jóvenes, adultas
(y en especial a las ancianas), es aceptado y permitido (incluso a nivel
jurídico legal).
Junto con la discriminación clasista, la
discriminación etarista (por razones de mayor edad), en la mayoría de los
casos, ni siquiera es cuestionada. Al respecto, la discriminación clasista está
plenamente inserta dentro del sistema social (a través del capital, las clases
adineradas no solo apartan a, y se apartan de, las otras clases sociales, sino
que, además, establecen practicas excluyentes que solo se podrían realizar, si
se contara con mucho dinero). Por su parte, la discriminación etarista, a
través de encomiar a la condición juvenil, esta insertándose, progresivamente,
en el sistema social.
2. Grupo de jóvenes. |
Así, por ejemplo, a pesar de que la población
que trabaja formalmente y es
económicamente remunerada (la llamada población económicamente activa), es
reconocida desde la mayoría de edad (o la emancipación económica) hasta la
jubilación (por lo menos así es a nivel jurídico legal), en casi todos (por no
decir todos) los anuncios clasificados de empleos se pide trabajadores menores
de 35 o de 30 años (y nadie lo denuncia, ni las fiscalías accionan de oficio).
Para colmo de males, las personas ancianas, que además son pobres y que
necesitan trabajar, en el mejor de los casos son subempleadas, y en el peor
(lamentablemente la mayoría de los casos) son abiertamente despreciadas (¡y de
esto no se salvan ni siquiera algunas ONG’s dedicadas a la defensa de los
derechos ciudadanos!).
Aquí no importa si las personas ancianas
están calificadas o no, por ser ancianas no sirven y punto.
En el plano simbólico, la discriminación
etarista va ganando, cada vez, más terreno. Al respecto, las bromas machistas,
sexistas y racistas, son, progresivamente, menos aceptadas, pero las bromas que
se burlan o denigran a las personas por su condición no juvenil, adulta o
ancianil, se hacen no solo más recurrentes, sino, también, más celebradas
(decirle viejo a alguien es ya, en muchos espacios, un insulto e, incluso,
cuando se hace en son de broma, no deja de denotar cierto desprecio).
Actualmente, muchas personas adultas y
ancianas buscan distanciarse de sus condiciones respectivas y aproximarse a la
juventud, como si ser adulto o anciano o sentirse adulto o anciano fuera una
condición negativa (o por lo menos una condición que debe ser aplazada
indefinidamente, a favor de “ser aún joven” o de “sentirse aún jóvenes”).
La invocación de juvenilidad, en boca de
gente adulta y anciana, se emparenta peligrosamente con frases de corte
racista. Así, alguna gente decía antaño (en relación a la búsqueda de pareja y
de progenie): “hay que mejorar la raza”, con lo que se denotaba un desprecio
por la propia condición y un intento por “alcanzar” (aunque sea para la progenie)
la condición deseada e ideal (en este caso, se trataba de gente “no blanca”,
que quería blanquearse). De igual manera, decir “soy joven” o “aún soy joven”
(o “aún sentirse joven” y demás expresiones similares) denota cierto desprecio
por la propia condición (de adultez o ancianidad) y un enaltecimiento de la
condición juvenil (la condición deseada e ideal).
La identificación con la juventud de gentes
adultas y ancianas tiene, con el closet, cierto parecido. Así, mujeres y
varones en el closet que omiten o incluso niegan su condición de lesbianas y
gueis, a la vez que permiten que la gente piense y crea que son heterosexuales,
lo hacen porque su condición homosexual las y los avergüenza y atemoriza. De
igual manera, las personas adultas y ancianas que claman juventud (o que
callan, omiten o hasta se ofenden por la solo pregunta de su edad), están
negando quienes son, porque su condición adulta o ancianil los avergüenza y
atemoriza (el temor a envejecer es ya unas patología en occidente).
Aquí el uso del lenguaje es simbólicamente
contundente. No se clama vivacidad, vigor, fuerza, actividad, brío, energía, vitalidad,
etcétera, se clama juventud,porque la condición adulta o ancianil es casi como
la condición de mujer. Ningún varón machista se feminiza o amujera (en serio),
porque considera la condición femenina o mujeril como despreciable para sí
(solo se feminiza o amujera en son de broma, dejando su varonilidad a salvo,
fuera de todo cuestionamiento). De la misma forma, la gente adulta o anciana que
no se reconoce en su condición de adulta o anciana (y se juveniliza), es porque
el haber dejado de ser joven, se considera, en muchos aspectos, como devaluado
(menospreciable), degradado.
3. Gente de toda edad. |
Si la condición de persona adulta o anciana
es igual de valiosa que la condición juvenil, no habría razón para desconocerse
como tales y juvenilizarse. Si en cada sociedad no se aprende a ver las condiciones
adulta y ancianil como deseables y valiosas, la gente se está sentenciando, a
sí misma, a vivir una adultez y una ancianidad llena de desprecio,
discriminación y marginación (a fin de cuentas, todas las personas, salvo
imponderables, llegaran a la adultez y a la ancianidad). La juventud, entonces,
no tiene, verdaderamente, nada de
especial. Tiene sus particularidades, como cualquier otro periodo etáreo, pero
nada más.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1.Imagen tomada de: http://adolescenciayjovenes.galeon.com/Juventud.html
2. Imagen tomada de: http://elrepublicanoliberal.blogspot.com/2012/10/thays-penalver-perdimos-ponte-las-pilas.html
3. Imagen tomada de: http://elherrumblarquinto.blogspot.com/2010/05/poblacion-de-castilla-la-mancha.html
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