Queridas
amistades:
Reciban
mis mayores saludos y parabienes.
Desde
que tengo memoria, se habla de la monogamia y la fidelidad “parejal” o marital
como virtudes a seguir. De igual modo la no monogamia y la “infidelidad” son
consideradas acciones cuestionables, por lo que se las sataniza. La persona
dizque monogámica es ensalzada y su supuesta fidelidad es encomiada, pero las
razones que se esgrimen para ello, se limitan, mayormente, a la exaltación del
acatamiento de la costumbre y la tradición.
Es
decir, que fuera de la costumbre y la tradición, no hay razones de índole
racional o científica que lleven a pensar o asumir, que la monogamia o la
fidelidad, por sí mismas, hagan mejor o peor a una persona.
En
consecuencia, la no monogamia y la infidelidad no tendrían por qué ser vistas
como deplorables y, sin embargo, lo son.
Remitiéndose
a como se constituyeron estas costumbres, se tendría que reconocer, que sus
orígenes no son, precisamente, virtuosos.
La
monogamia surgió como una forma de dominación de un grupo sobre otro, de los
varones sobre las mujeres. La mayoría de las y los investigadores (de Morgan y
Engels a Lévi Strauss y Gayle Rubin) concuerdan en que la humanidad, fue, en su
más remoto pasado (pleistoceno o paleolítico), polisexual. En consonancia con
ello, el surgimiento de una normativa, en el originario grupo de convivencia
humano, implicó, indefectiblemente, la división sexual del grupo y su
progresiva jerarquización.
1. Idílica monogamia. |
En
un primer momento, los grupos de homo sapiens sapiens heredaron, de anteriores
grupos homínidos, cierta supremacía de los varones sobre las mujeres, la que
determinó la división de la economía del grupo. En este primer momento, las
actividades desempeñadas por varones y mujeres tenían similar importancia,
razón por la cual, la mitad de la economía del grupo social estaba en manos de
las mujeres.
La
acentuación del dominio masculino (la afirmación del patriarcado) conllevó a
que no solo se fueran desvalorizando las actividades mujeriles, sino que,
además, se fuera relegando a la mujer, es decir, que se le fueran conculcando
competencias sociales y económicas. Al ser la mujer relegada a actividades
económicas menos importantes, perdió peso social (su papel económico se hizo
secundario) y, consecuentemente, se vio sometida al dominio varonil.
Y
dado que las actividades económicas mujeriles no revestían ya importancia
decisiva en la economía del grupo, el varón empezó a asumir su manutención (la
mujer, para el patriarcado machista, paso a convertirse en carga). En paralelo,
dado que el peso social de la mujer se hizo menos relevante, las formas de
parentesco cambiaron y si anteriormente el parentesco matrilineal tenía gran
relevancia social (ya que era, en la prehistoria, el único reconocible de
manera indubitable), el parentesco patrilineal cobro gran relevancia. El varón
empezó a exigir una descendencia directa y admisible, por lo que obligó a la
mujer a acatar la monogamia (forma en la que el varón pudo asegurarse, una
descendencia plenamente reconocible como propia).
En
tales circunstancias, siendo la mujer una “carga económica”, tener varias
mujeres se convirtió en un costo social demasiado oneroso para las grupos
humanos con menores medios sociales y económicos (por ello solo los varones de
las elites, en diversas culturas del mundo, se permitieron la poligamia).
La
monogamia, entonces, es un producto cultural, es un invento del patriarcado,
establecido para dominar a la mujer (es una forma compleja de dominación). El
cristianismo fue una de las contadas culturas que generalizó, milenios más
tarde, esta norma, es decir, la hizo obligatoria para varones y mujeres, aunque
tal imposición obedeció a razones ideológicas. Para el cristianismo, el fin
ontológico de la humanidad es la reproducción, razón por la que el sexo fue
reducido al único fin de generar descendencia. Siendo así, solo se debía tener
sexo para reproducirse y ello solo podía hacerse dentro de un matrimonio (en
donde el deber de reproducirse quedase resguardado y asegurado, dentro de los
cánones impuestos por la religión cristiana). El varón y la mujer se vieron obligados,
de esta manera, a profesar la monogamia, ya que era la única forma admisible de
llevar una cristiana vida mundana.
Con
la llegada del medioevo, se impusieron las relaciones de tipo feudovasallático,
relaciones consistentes en una relación de dependencia y fidelidad entre un
señor, dueño de un feudo, y su vasallo. Esta relación de dependencia y
fidelidad comprendía tanto al señor como al vasallo (con clara ventaja del
primero sobre el segundo). A esta relación se llegaba a través de lo que se
llamaba “rendir vasallaje”, una juramentación en la que el vasallo juraba
acatar y prestar servicios a su señor, mientras que el señor juraba asistir y
proteger a su vasallo. Esta relación era claramente
asimétrica, pues el vasallo estaba obligado a cumplir, siempre, cuanto su señor
le exigiera, mientras que el señor solo cumplia en la medida que quisiera (lo
que implicaba hacerlo cuando quisiera, ósea, hasta las calendas griegas).
En
pocas palabras, el cumplimiento con este compromiso obligatorio es a lo que se
denominaba como fidelidad y dado el carácter asimétrico del mismo, eran los
vasallos los que terminaban rindiendo fidelidad a sus señores. La fidelidad se
convirtió, entonces, en una forma de dominación, en la que un noble se hacía
amo y señor de los servicios de su vasallo.
2. Jura de fidelidad feudovasallática. |
Esta
jura de fidelidad se extendió al matrimonio y ello queda plenamente graficado,
con el hecho de que la ceremonia religiosa del matrimonio tomo el juramento
feudovasallático como referente (la ceremonia matrimonial es calco y copia de
la ceremonia de feudovasallática). Dentro del matrimonio, el varón se convirtió
en señor y la mujer en vasalla. Las viejas ceremonias matrimoniales dejan
constancia de ello (así era el matrimonio católico hasta el concilio Vaticano
Segundo y aún es así, en ciertos matrimonios del mormonismo más
ultraconservador). En estas ceremonias, la mujer juraba fidelidad y obediencia,
mientras el varón juraba fidelidad y protección. Y dado que en esta jura de
fidelidad, implicaba cierta forma de apropiación sobre el servicio del otro (en este caso de la otra), el
varón término asumiendo no solo la apropiación sobre el servicio, sino sobre la
mujer misma (la mujer fue, prácticamente, propiedad del marido durante la edad
media).
Con
el tiempo, esta percepción de apropiación se generalizó y marido y mujer se
convirtieron en propiedad una del otro, uno de la otra. En ello devino la
noción de fidelidad, en una forma de propiedad sobre la o el cónyuge (para
peor, la noción de propiedad se extendió fuera del matrimonio y ahora mucha
gente visualiza a su pareja como alguien de su propiedad).
Esto
supone que tanto la monogamia como la fidelidad son formas de dominación, que
sujetan a varones y mujeres a un régimen en el que la mismidad y la autonomía
quedan abolidas. Indudablemente mucha gente está identificada con estas normas
impositivas y romper con ellas genera no solo ansiedad, sino malestar moral y
psicológico. La gente se tortura ante el incumplimiento de estas normas e
incluso se llega a traumar.
Intentar
superar estos parámetros normativos puede equipararse, a la lucha que afrontan
muchas mujeres que se proponen superar la abnegación y el machismo, que les fue
inculcado, desde su niñez, por el patriarcado. También puede compararse a la lucha contra la
auto homofobia que afrontan lesbianas y gueis, en el camino a asumirse y salir
del closet.
Y
de la misma manera que mujeres heteros y lesbianas y varones gueis se sienten
liberados al vencer el machismo y la homofobia, el librarse de la monogamia y
la fidelidad produce similar sentido de libertad. Al final, la exigencia social
de monogamia y la fidelidad son equiparables al machismo y a la homofobia, son
formas complejas de dominación y como tales,
el abolirlas solo es una forma sana y necesaria de liberación (tal como
el abolir el machismo y la homofobia es una forma saludable y necesaria de
liberarse).
Se
despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1.
Imagen tomada de: http://webquestmontessori.blogspot.com/2009/07/feudalismo-ii-ano-y-b-introduccion-el.html
2.
Imagen tomada de: http://www.arteguias.com/amoredadmedia.htm
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