Amistades mías:
Reciban mis más cordiales saludos.
Contrario a lo que muchos hombres vienen pregonando, los
hombres no somos víctimas del patriarcado, como sostuve en el post anterior.
Más aun, los hombres no somos víctimas de la violencia de género. De arranque,
muchos hombres que sostienen que la violencia de género afecta tanto a mujeres
como a hombres parten de un criterio bastante absurdo. Asumen que como la
masculinidad es un género, entonces los hombres si sufren violencia de género.
Esta visión plana chata y superficial no reconoce que aquella noción (la
violencia de género), se remite a un régimen de dominación y opresión especifico,
el de los hombres sobre las mujeres, régimen al cual se denomina patriarcado. Por
consiguiente, aquella noción hace referencia a la violencia estructural y
directa que emana de dicho régimen. Ya sea por ignorancia o por obcecación,
quienes sostienen que el hombre es víctima de la violencia de género, pasan por
alto que el hombre no está subordinado ni sometido política, económica,
cultural o simbólicamente a la mujer. Siendo así, la violencia que pueda sufrir
un hombre por su clase, su “raza”, su nacionalidad, su religión, su situación
familiar, su orientación sexual, etcétera, no es equiparable a la violencia que
sufre la mujer bajo el patriarcado (amén de que la mujer también sufre las
otras violencias). Siendo el patriarcado un régimen de dominación y opresión de
hombres sobre mujeres, el hombre no es víctima del patriarcado, puede serlo de
cualquier otra cosa, de cualquier otro régimen de dominación y opresión, pero
no del patriarcado, ni de su “sucedáneo”, el machismo. Con ello no quiero decir
que los hombres no seamos afectados por dicho régimen. Claro que lo somos.
Tampoco supone que esa afectación no nos haga sufrir. Claro que puede hacernos
sufrir. Pero podemos sufrir por cualquier cosa. Afectarnos y sufrir son
condiciones inherentes a nuestra humanidad. Ahora bien, ¿las afectaciones y el
sufrimiento nos hacen víctimas de algo per se? Abordaré el tema en esta entrada.
Para empezar, revisaré las definiciones más básicas de víctima, para trabajar
con ellas sin mayores disputas terminológicas.
El diccionario de la RAE define víctima como: “Persona que
padece daño o muere por culpa ajena o por causa fortuita. Persona que padece
las consecuencias dañosas de un delito.”. El diccionario de Oxford define
víctima como: “Persona lastimada, herida o muerta como resultado de un crimen,
accidente u otro evento o acción. Persona que es engañada. Persona que se ha
sentido pasiva o impotente frente a la desgracia o los malos tratos.”.
Wikipedia en español define víctima como: “Una víctima es la persona que sufre
un daño o perjuicio, que es provocado por una acción u omisión, ya sea por
culpa de otra persona, o por fuerza mayor. Una víctima es quien sufre un daño
personalizable por caso fortuito o culpa ajena.”. Por su parte, Wikipedia en francés define lo siguiente: “Una víctima
es una persona o entidad que sufre daño, abuso o perjuicio moral. La persona
sufre los malos tratos, las injusticias de otros, o sufre las consecuencias de
un accidente, una catástrofe o un cataclismo. El daño sufrido por la víctima
puede ser de varios tipos: físico, corporal, psíquico, moral, social o
económico.”.
Todas estas definiciones tienen en común que equiparan
hechos sociales con hechos naturales. Una persona es víctima en tanto sufre una
acción social o un desastre natural. Convendremos que una definición tan laxa
no nos resultaría útil, si queremos hacer precisiones en este tema. Puntualicemos
entonces. Por ejemplo, la gente muere, es lo natural. ¿Perder un ser querido
nos hace víctimas? Algunos dirán que se es víctima del infortunio (una
entelequia) o de alguna deidad (una creencia). Pero en stricto sensu ¿quién nos
habría victimado? También se habla de ser víctimas de desastres naturales como
riadas (huaicos), huracanes, terremotos, maremotos, etc. Pero esa es una visión
cultural. Todas las lecturas anteriores parten de antropomorfizar a la
naturaleza. Se dota a la muerte o al desastre natural de cualidades humanas y
se le responsabiliza del sufrimiento. Igual sucede con los accidentes. Son
fortuitos. Por caer de una escalera o resbalar podemos llegar a morir, pero
nadie nos habría victimado. Al llamar víctima a una persona accidentada, estamos
antropomorfizando el accidente. Diferente sería un accidente provocado por un
conductor ebrio. En tal caso, si hay un responsable y consecuentemente si se
puede hablar de víctima y victimario. Se darán cuenta que lo que quiero
plantear aquí, es que limitemos el uso del término víctima, a aquellas personas
que padecieron una acción perjudicial o dañina de manera directa o indirecta,
irreflexiva o pensada, pero provocada por alguien concreto. En suma, planteo
que aquí limitemos el término víctima, solo cuando haya de por medio un
victimario reconocible, sindicable y concreto.
En estos momentos imagino que muchos empezaran a cuestionar
esta limitación conceptual, ya que sus planteamientos dependen de manejar un
término laxo, difuso, que se aplique a todo y no signifique nada. Sin embargo,
esta limitación es más que necesaria, ya que al parecer, mucha gente asume al
patriarcado como una persona concreta. Muchas y muchos ven al patriarcado como
si se tratara de un ser viviente, lo antropomorfizan y así, lo responsabilizan
de todos los males. El patriarcado no es una deidad inmaterial que opera materialmente
sobre la gente. El patriarcado es un régimen de opresión, material, concreto,
en el cual hay personas que ejercen el dominio patriarcal y personas que padecen
su opresión. Si visualizamos al patriarcado como un ente con existencia propia,
lo antropomorfizamos de la misma manera en que lo hacemos con el terremoto. Es
esa visión antropomorfizadora la que nos permitiría decir, que el patriarcado
nos hace daño, nos hace sufrir, fue el victimario y nosotros las víctimas. Pero
si asumimos al patriarcado como un ordenamiento social conformado por personas,
un ordenamiento concreto, vertical y jerárquico, la cuestión adquiere otro
cariz.
A estas alturas, decir que el patriarcado nos victimiza a
todas y todos no resulta tan fácil, ya que tendríamos que entrar a detallar
como ese orden jerárquico opera para dañar a todas y todos. Tendríamos que
explicar que instancias, mecanismos o dispositivos se utilizan para que los hombres
seamos víctimas del patriarcado. Desde la mirada antropomorfizadora, el
patriarcado se convierte en un ogro que con su maso puede golpearnos a mujeres
y hombres por igual. Pero siendo un orden jerárquico humano, es indefectible y
necesario tener que plantear que hay un grupo que domina y oprime y otro grupo
dominado y oprimido. En ese punto, es muy difícil poder explicar cómo el grupo
humano, que se haya en la parte superior de la jerarquía, se domine y se oprima
a sí mismo. Sería un absurdo plantear que los hombres son el grupo dominante y
dominado a la vez. Habría que hacer verdaderos malabares ideológicos, para
plantear como los hombres hacen para oprimir a las mujeres y para, al mismo
tiempo, oprimirse ellos mismos.
Mas cuando muchos hombres claman que el patriarcado los
domina y oprime también, están remitiéndome a una postura abiertamente
machista. Están asumiendo, entre otras cosas, que los hombres no tienen ninguna
responsabilidad sobre el dominio y la opresión de las mujeres (ya que ellos también
son víctimas). Y es que el grueso de los hombres no sienten responsabilidad
alguna de la subordinación y la opresión vivida por las mujeres. Peor aun, bajo
el patriarcado la responsabilidad es, socialmente hablando, una cuestión de
mujeres. Imagino que aquí algunitxs saltaran hasta el techo y dirán que, por
ejemplo, la responsabilidad de mandatos masculinos como el de ser protector y
ser proveedor es parte del rol impuesto al hombre por el patriarcado. Mas me temo
que la cuestión no es tan simple. Si bien es cierto que hay mandatos de la
masculinidad y la feminidad que exigen
ciertas responsabilidades, por ejemplo, protección y provisión al hombre y respetabilidad
y maternidad a la mujer, la sanción social y el estigma que acarrea su
incumplimiento son claramente diferenciados. El incumplimiento de los mandatos
que exigen responsabilidades en el hombre, no supone que se ponga en cuestión la
hombría (por ejemplo, los hombres que golpean mujeres y los padres que
abandonan hijxs son moneda corriente en todas las clases sociales, sin que ello
suponga una perdida sensible en su imagen masculina), caso contrario sucede con
las mujeres, en donde el incumplimiento de los mandatos que exigen
responsabilidad a las mujeres, si son motivo de graves sanciones sociales y
abierta estigmatización (una mujer con una vida sexual libre y un madre que
abandona a su hijo se exponen a ser hostilizadas y hasta agredidas en sus
barrios, una mujer que sale embarazada puede ser apartada de su colegio o
despedida del trabajo, etc.). No se puede dejar de reconocer que el
incumplimiento de los mandatos de género que acarrean responsabilidades, no son
equiparables entre hombre y mujeres.
Ello se debe a que los roles de género no se construyen
igual. El rol masculino no implican ninguna valoración cualitativa, así, para
ser hombre no se necesita ser buena persona (un delincuente o un criminal no
pierden sus estatus masculino), en cambio los roles femeninos si suponen
valoraciones cualitativas, que, de no cumplirse, ponen en entredicho la
condición de toda fémina (una mujer tiene que ser ejemplar para ser esposa; una
mujer tiene que ser buena esposa de lo contrario es una mala mujer; una mujer
que no asume su maternidad es una madre desnaturalizada, etc.). El peso de la
responsabilidad en la socialización y desenvolvimiento femenino es claramente
mucho mayor, es omnipresente. A los niños les dan de juguetes pelotas y
carritos, a las niñas cocinitas y bebitas. Algo más clamoroso aun, el
patriarcado les impone a las mujeres el espacio privado y a los hombres el
espacio público, pero mientras las mujeres trabajan en su espacio, los hombres
hacen vida social en el suyo (así, si bien los hombres trabajan en espacios
particulares, en el espacio público mayormente se reúnen con sus amigotes,
juegan pichanga, salen de juerga, etc.). Y nada hace más evidente la
irresponsabilidad del hombre y la responsabilidad de la mujer, que la cuestión
del embarazo, los machos asumen que es la mujer la que se debe cuidar.
En otros términos, mientras el peso de la responsabilidad en
los mandatos masculinos es puntual, particular, en la feminidad el peso es
social. Dicho de otra manera, los hombres tenemos responsabilidades
particulares, no sociales. Bajo el
régimen patriarcal, los hombres tenemos prerrogativas y privilegios, los cuales
son asumidos como naturales. El no tener responsabilidades sociales es una
evidente prerrogativa y un innegable
privilegio que tienen los hombres. En este contexto, los hombres no vemos, ni
queremos ver, ni asumimos responsabilidad alguna, no solo en relación a la
subordinación y opresión de las mujeres, sino también frente a las afectaciones
y el sufrimiento que nosotros mismos nos autoinfligimos. Muchos hombres claman que debido al
patriarcado (ese ogro con mazo), los hombres sufren más depresión, más ataques
al corazón, se suicidan más, mueren más jóvenes, sufren más muertes violentas, etcétera
(curiosamente estos enunciados son, en su mayoría, hechos en tercera persona,
convalidando al macho que no reconoce su sufrimiento y vulnerabilidad, sino que
la señala como ajena). Eso es innegable, el hombre se ve afectado y sufre por
los mandatos del régimen patriarcal, pero lo que no quieren reconocer aquellos
que hablan del hombre víctima (o les cuesta), es que la responsabilidad sobre
las afectaciones y el sufrimiento que se padecen, no son achacables al ogro con
mazo, sino que son responsabilidad de los mismos hombres. En este punto la
cuestión se torna alucinante, pues los hombres que más claman por el sufrimiento de los hombres (dicho casi
siempre así, en tercera persona), parece que olvidaran por completo que todo
varón tiene voluntad, libre albedrio, conciencia. Y es que resulta más fácil
hacerse las víctimas (o decir en tercera persona, que los demás hombres
sufren), que asumir la responsabilidad sobre las propias condiciones de vida.
Las mujeres han vivido por miles y miles de años sometidas y
oprimidas por los varones. Pero a lo largo de toda la historia siempre han
intentado revelarse contra aquel régimen patriarcal. El movimiento feminista
que hoy conocemos, lleva ya casi trecientos años de abierta “rebelión” contra
el patriarcado. En todo ese tiempo las mujeres han tomado conciencia de su
situación de inequidad y desigualdad social, y usando su libre albedrio y
voluntad se han organizado y se enfrentan a la subordinación y opresión de los
hombres. Han tomado conciencia de que los mandatos de la feminidad patriarcal, como
la sumisión y la abnegación, son perjudiciales y dañinos para ellas. Han tenido
la voluntad de rechazarlos y por libre albedrio buscan ser libres. Pero para muchos
hombres nada de esto es relevante. Según ellos, los hombres están afectados,
sufren los mazazos del ogro y ¿aspiran a que las mujeres los liberen? Eso es lo
que no queda muy claro de cuando ciertos hombres claman que son víctimas del
patriarcado. ¿Qué esperan?, ¿qué la liberación de los hombres del ogro con mazo
la realicen las mujeres?, ¿el Estado?, ¿los extraterrestres?, ¿los dioses?
Para los hombres que hablan de que el hombre es víctima del
patriarcado ¿cuál es el rol de los hombres en la liberación de los hombres del
ogro con mazo? La realidad es que es el propio hombre el que debe tomar
conciencia de su situación dentro del régimen patriarcal. Y esa toma de conciencia
no pasa por gimotear la monserga de que los hombres son víctimas (dicho siempre
así, en tercera persona). Los hombres son plenamente responsables de su
situación, del estrés que se provocan por cumplir los mandatos del machismo, de
las depresiones a las que nos conduce el no cumplimiento de aquellos mandatos,
de las afectaciones a la salud producidas por las demostraciones de
masculinidad. Es a los propios hombres a quienes nos corresponde liberarnos de
ser machos. Esa es nuestra responsabilidad, de nadie más. Pero el grueso de los
hombres no ha asumido esa responsabilidad, por la simple y sencilla razón de
que la prerrogativa/privilegio de ser irresponsable pesa más, porque las
prerrogativas y privilegios de ser hombre pesan más. Muchos hombres claman que
las afectaciones y el sufrimiento que sufren los hombres (dicho en tercera
persona), resultan más onerosos y perjudiciales para los hombres (dicho en
tercera persona). Sin embargo, semejante planteamiento va en contra de toda
lógica. Si las afectaciones y el sufrimiento fueran mayores, no habría
prerrogativas y privilegios que valgan. Precisamente las mujeres reconocieron
los costos del mandato femenino machista, se rebelaron contra las afectaciones
y el sufrimiento que les deparaba el régimen patriarcal y se hicieron
feministas. Si los hombres no lo hacen, no se debe a que sean unos pobrecitos
alienados victimados por el patriarcado, sino porque sus prerrogativas y
privilegios superan con largueza los costos de ser macho.
No hay absolutamente ningún atributo de la masculinidad
machista y patriarcal que no acarree un “beneficio” (placer) para el hombre.
Por ejemplo, castrarse sensiblemente le permite al hombre dominar y ejercer el
poder, el abuso de poder contra la mujer, sin complejos, ni remordimientos (y
el uso de ese poder genera placer). La competitividad, ya sea que se gane o
pierda, produce adrenalina, que genera placer. Y en este punto seré específico,
a los hombres no les importa cuánto estrés puedan autoprovocarse siendo
competitivos, pues incluso la sola idea de satisfacción futura, que resultaría
de demostrar que se es el más macho, impulsa a los hombres a someterse,
voluntariamente, a cuanto peligro se les cruce en el camino. Los piques de
motos y autos son un ejemplo, gane o pierda el macho siempre está
voluntariamente presto a competir, aun cuando sabe que puede perder la vida en
la carrera; igualmente está el prescindir de normas de seguridad, ya sea en el
trabajo, en los quehaceres cotidianos, en los juegos, etcétera, puesto que los
hombres consideran que no son tan necesarios (desde no ponerse un arnés para
subir a un andamio. a no ponerse casco para montar bicicleta). Bajo la
masculinidad machista y patriarcal no hay inconciencia, no hay alienación, hay
conocimiento de causa, voluntad y libre albedrio. Lamentablemente los hombres
que hablan del hombre víctima no quieren reconocer ni la irresponsabilidad, ni
las prerrogativas, ni los privilegios. Curiosamente, los tipos machistas, al
responsabilizar a las mujeres de las vulneraciones que ellas sufren a manos de
los machos, aluden a la conciencia, la voluntad y el libre albedrio (cuando una
mujer denuncia acoso dicen: “¿para qué se vistió así?”, “ella provocó”; cuando
una mujer es violada se dice: “¿por qué andaba sola?”, ¿por qué salió de
noche?, “ella solita se metió allí”, etc.).
Negar que a los hombres nos afecta y nos hace sufrir el
mandato masculino del régimen patriarcal resultaría insensato, tan insensato
como negar que las prerrogativas y privilegios de la masculinidad machista y
patriarcal son mucho mayores que las afectaciones y sufrimientos. De igual
manera, los hombres asumimos con conciencia, voluntad y libre albedrio la
masculinidad machista y patriarcal y negarlo sería tan absurdo, como negar que
los ricos tengan conciencia, voluntad y libre albedrio sobre su privilegiada
situación de clase. Precisamente porque los hombres si tenemos considerables
niveles de conciencia, voluntad y libre albedrio sobre las prerrogativas y
privilegios que nos otorga el patriarcado, es que no podemos hablar de que
seamos víctimas (por ejemplo, nadie podría decir que un joven no se da cuenta
que a él lo dejan salir de noche y a su hermana no, es claro que se da cuenta,
pero lo asume como algo “normal”; muchos hombres también se dan cuenta que en
su profesión y en su centro de labores hay más hombres que mujeres, pero
prefieren justificarlo alegando que se trata de una cuestión de capacidades). Hay
innegables grados de conciencia de los hombres, respecto a la situación de
desigualdad e inequidad en la que viven las mujeres, pero prefieren no
afrontarlo. Podemos discutir que grados de conciencia, voluntad y libre
albedrio manejan los hombres, pero negar que el hombre es responsable, consciente
y voluntariamente, de su desenvolvimiento social machista y patriarcal sería absurdo.
Sería tan absurdo como negar que los ricos sean responsables del uso de su
poder económico. Al final, si los
hombres no tuviéramos ninguna responsabilidad, ningún grado de conciencia,
voluntad o libre albedrio sobre las prerrogativas y privilegios que tenemos,
usufructuamos y disfrutamos, ya no seriamos tan solo machistas, sino que,
además, seriamos unos monstruos. Y si a ese terreno escabroso vamos a llegar, con
mucho menor razón seriamos víctimas.
Se despide su amigo
uranista.
Ho Amat y León
Imágenes.
1. Imagen tomada de: timetoast.com
2. Imagen tomada de: feminopraxis.com
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