Queridas
amistades:
Les
envió mis saludos y parabienes.
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1. Sero discordancia. |
En
el mes de agosto (del 2013) se publicó por internet una noticia sobre un caso abiertamente
discriminatorio. Según la nota publicada por una página LGBT, un tribunal
alemán (del estado de Baden Wuerttemberg) sentenció a una persona a pagar una
multa de dos mil quinientos euros (2,500 €), por ocultarle a su pareja su
estado serológico (pareja con la que tenía cinco meses). Diversas asociaciones
para la prevención del SIDA inmediatamente protestaron, pues consideraron que
el fallo criminalizaba a los pacientes VIH+ y liberaba a sus eventuales parejas
y/o compañeras o compañeros sexuales de la obligación de protegerse. Al
respecto, la asociación Deutsche Aids Hilfe (Ayuda Alemana contra el SIDA) ha
venido condenando varios fallos similares, ya que se trata de una abierta "criminalización
general de seropositivos". Dicha asociación llamó a: "no imponer la prevención
del VIH de un solo lado, únicamente a la gente seropositiva".
Esta
noticia llegó a conocimiento de mucha gente gracias a Facebook, espacio virtual
en el que se vertieron diversas opiniones, la mayoría de acuerdo con el hecho
de que la responsabilidad es compartida, no solo unilateral. Pero también
abundaron opiniones concordantes, acerca de que la persona sentenciada debió
comunicar a su pareja su estado serológico (algo así como su “deber moral”).
Frente
a esta última postura yo apunte más o menos lo siguiente: Primero, la moral
empieza por uno. Si una persona sabe que se puede infectar de VIH o de
cualquier otra ets (enfermedad de transmisión sexual), se cuida y usa siempre
condón, así sea con la pareja. Es un hecho de que una o uno nunca llega a saber
el pasado completo de la gente y se tiene que ser consciente, que mucha gente
no siempre dice toda la verdad sobre su pasado o su presente (así, las mujeres
heterosexuales, que asumen tener una relación monógama con su pareja, son el
grupo humano cuyo índice de contagio de VIH - Sida ha sido el de mayor
crecimiento en los últimos años). Segundo, no considero que una persona esté
obligada a decirle toda su vida a las y los demás, así se trate de la pareja.
Cualquier persona tiene derecho a su privacidad y a su intimidad, incluso
estando emparejado (y el tener un mal congénito, un síndrome como el VIH - Sida
o un pasado “oscuro y tormentoso”, es, quiéranlo o no, parte de esa privacidad
e intimidad individual). Hablar de nuestra privacidad y de nuestras intimidades
es una opción y no querer que la pareja o la o el compañero afectivo sexual se
entere de ello, también es una opción. Es una pena que aún se crea que
moralmente, una o uno está obligado a contar toda su vida con pelos y señales a
otra persona, por el solo hecho de que esta es la o el compañero afectivo
sexual o cónyuge.
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2. ¿Deber moral de informar? |
Indudablemente
las personas que creen en el “deber moral” de la comunicación, se reafirmaron
en la obligación que tiene toda persona, de comunicar a su pareja (sobre todo a
la “estable y de larga data”) su real estado de salud.
Obviamente
discrepo. Y es que no deja de resultarme cuestionable, el hecho de que mucha
gente asume demasiadas cosas a priori. Mucha gente asume, que para una relación
de “pareja” hay un previo esquema moral general, al cual todas y todos estamos
adscritos. Si eso fuera cierto, habría un único tipo de relaciones de “pareja”,
algo que no se corresponde con la realidad. Es un hecho de que al lado de las
tradicionales relaciones “cerradas” (monógamas), existen relaciones de pareja
“abiertas” que son tan legítimas como las otras (aunque mucha gente considere
que son parejas disfuncionales o peor, cualquier cosa menos parejas).
Si
asumimos que una relación se construye con el tiempo y la convivencia, a mí me
queda claro que la “moral” de la relación, se construye también con el tiempo y
la convivencia. Mi impresión es que mucha gente no cae en cuenta, que partir de
una moral de pareja a priori, termina siendo, casi siempre, la imposición de la
moral de una de las partes (y siendo este asunto una cuestión de poder, termina
siendo indefectiblemente la imposición del sujeto de carácter más fuerte).
Tradicionalmente
(romanticismo de por medio), se ha venido asumiendo que en una relación de
pareja, las personas deben alcanzar tal grado de compenetración, que no haya
secretos entre sí (esta visión pasa por considerar, que en una relación de
pareja cada integrante pasa a ser prácticamente propiedad privada de la o el otro).
Sin embargo, si se considera que, como personas, somos individuos autónomos, se
supone, entonces, que el involucrarnos en una relación de pareja, no aboliría
nuestra condición de individuos autónomos. Como individuos autónomos tenemos
una vida privada y espacios privados, en los que las demás personas (incluida
la pareja) no deberían tener injerencia alguna (se trata aquí del respeto a
nuestra condición de individuos autónomos).
El
que la pareja entre a esta vida privada y a estos espacios privados, se supone
que obedece a nuestra voluntad (a si queremos o no dejarla entrar). No tomarlo
así implica violentar la individualidad y la autonomía de las personas. Aquí me
queda claro, que el ingreso de cualquier persona (ya sea la pareja o las
amistades) a nuestro mundo personal, particular y privado, pasa por una
cuestión de niveles de confianza e intimidad, que no se dan gratuitamente.
Salvo
que mi percepción sea errónea, la confianza y la intimidad no surgen por
generación espontánea, sino que se van construyendo, se ganan. No basta con
asumir que porque hay un involucramiento en una relación de pareja, la
confianza y la intimidad se instauran de inmediato. Por lo que a mí respecta,
sé que mucha gente puede convivir por años, pero no establecer vínculos sólidos de confianza e intimidad. Ergo, el involucrarse en una relación de pareja no supone revelar intimidades individuales de inmediato, por el solo hecho de
estar en pareja. Aquí reitero lo dicho anteriormente: decirle algo a la pareja
es una opción (que está sujeta a los niveles de confianza e intimidad que se
tengan), nunca una obligación.
Volviendo
al caso de la sanción pecuniaria, asumo que luego de cinco meses de
convivencia, en la pareja no se había desarrollado ni la confianza ni la
intimidad necesaria, para que el demandado le confesara a su pareja (el
demandante) su estado serológico. Y la mayor prueba de ello es que el sujeto de
marras demandó a su pareja (y le saco una buena tajada), no por haber sido
contagiado (todo indica que tenían sexo seguro), sino por no haber recibido notificación
del compañero sobre su estado de salud (de sero positivo).
Nota
moral: si alguien demanda a su pareja y le saca dinero, por una omisión que no acarreo
graves repercusiones que lamentar, resulta explicable el qué no hubiera la
confianza necesaria para confesar el estado serológico (el demandante me hace
recordar a los sujetos que, en EE.UU., pretextando estrés o daño emocional,
demandan a quien sea, por cualquier cosa, solo por sacar dinero).
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3. Confianza e intimidad. |
En
conclusión, el estar en pareja no significa perder individualidad y autonomía,
eso nunca se puede (ni debe perder), pues es parte inherente de nuestra condición
de seres humanos. Esto implica que como individuos autónomos tenemos derecho a
una privacidad y a una intimidad que son inalienables. La pareja puede tener
cierto acceso a nuestro mundo privado e íntimo, pero sus niveles de
involucramiento en ese mundo jamás serán absolutos y siempre dependerán de los
niveles de confianza e intimidad que se construyan en la relación (ya sea que
se trate de una relación amical o de pareja).
Se
despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1.
Imagen tomada de: cappsida.org.mx
2.
Imagen tomada de: cappsida.org.mx
3.
Imagen tomada de: laopinion.com
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