Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mayores
parabienes.
1. Afiche del film: "Dioses". |
Dioses es una interesante y recomendable
película del director Josué Méndez, en la que se pretende retratar las míseras
interioridades de la clase alta limeña. En dicha película, la élite de la
capital peruana es presentada, como un grupo social que vive al margen del
resto de la sociedad. Lo preocupante es que la clase alta peruana en general y
limeña en particular vive realmente en un gueto y aunque este espacio aislado es
marginal, ello no se debe, en manera alguna, a la penuria económica. No hay
pobreza sino todo lo contrario, reina el desahogo y el lujo. Para la película,
la burguesía de Lima se desenvuelve entre el desenfreno y la hipocresía en un
medio frívolo y hermético. En la práctica, la élite limeña en general se
conduce como heredera del ordenamiento colonial de castas, ordenamiento en el
que predominan y se imponen a otros grupos sociales.
A primera vista se trataría de una situación
muy particular, propia del Perú. Sin embargo, en varios países de Latinoamérica
las élites burguesas también se aíslan con mayor o menor hermetismo, aunque
igual exhiben su elitismo y ostentan su perniciosa miseria moral (especialmente
en aquellos países donde la población “indígena” es numéricamente importante y
hasta mayoritaria). Se trata, entonces, de un régimen marcadamente clasista,
regido por la burguesía.
En estos guetos elitistas (clasistas), que
fungen, entre otras cosas, de espacios de convivencia y socialización, la élite
burguesa se asume como superior y se permite plasmar relaciones de poder
verticales, inequitativas y discriminatorias, relaciones que, en primera
instancia, son impuestas a sus propios trabajadores (su “servicio doméstico”).
Empleadas y empleados son considerados sujetos no solo subordinados, sino diferentes,
inferiores y en muchos casos, merecedores de desprecios, malos tratos y abusos
(cuéntese el uso de uniformes de “servicio”, el destinamiento de espacios
diferenciados, la permanencia de 24 horas al día en el centro de labores [la
casa], las jornadas abusivas de trabajo, etc.).
Tanto el aislamiento en este gueto,como la
situación económica privilegiada, le permiten a las clases burguesas la permanente
reproducción y perpetuación de su arcaico régimen social clasista (reproducción y
perpetuación de efectos no limitados única y exclusivamente al gueto elitista,
sino de amplia y duradera repercusión social). Hacia afuera del gueto, las
élites burguesas,amoldadas a su situación alienada, no dudan en comportarse de
manera arrogante y prepotente. Pero hacia afuera del gueto también se
encuentran con el régimen social de ciudadanía, régimen con el que sus hábitos
y costumbres elitistas se estrellan, no sin mucho estrépito de por medio. El
régimen ciudadano de igualdad y no discriminación se halla en las antípodas de
su gueto.
Este absurdo régimen elitista solo tienen
parangón con lo que se denominara el gueto machista masculino (asemejable al
gueto clasista burgués). El gueto masculino es menos focalizado que el gueto
burgués, pero es igual de vertical, inequitativo y discriminatorio(son espacios
diversos de socialización en donde los varones se congregan de manera
preferente o exclusiva). En estos guetos masculinos los varones se permiten
expresar, consciente o inconscientemente, lo que ellos consideran su “hombría”,
aunque realmente lo que hacen es expresar, en muchos aspectos, su machismo. El
gueto masculino no es otra cosa, que un espacio en el que los varones se
permiten comportarse como “hombres”, se permiten ser machos (de la misma manera
en que los burgueses, en sus guetos, se permiten ser “señores”, dueños, amos).
2. Abuso machista. |
En el pasado el varón dominaba la sociedad.
Dominaba el espacio público y el privado y era, a no dudarlo, el único e
indiscutible regidor del orden social. Los varones constituían una verdadera élite, frente a las mujeres que se hallaban subordinadas y domeñadas a su
voluntad. Con el tiempo, el accionar de los diferentes movimientos sociales (principalmente
el feminista), de una u otra manera, conllevó a la liquidación (si bien no
definitiva) de ese mundo de “hombres” y permitió el advenimiento de una
sociedad menos injusta e inequitativa. Las mujeres ganaron espacios sociales,
tanto en el ámbito privado como en el público y, sobre todo, se empoderaron.
Sin embargo la sociedad no se hizo igualitaria, si bien el régimen machista se
redujo notablemente, los varones aún conservan considerables ventajas (privilegios)
e importantes cuotas de poder.
Una de las razones por las que no se concreta
un anhelado horizonte de igualación social entre varones y mujeres, es, sin
lugar a dudas, la existencia y pervivencia de este innegable gueto masculino.La
existencia de semejante espacio (el gueto masculino) permite, de manera
clamorosa, la reproducción y perpetuación no solo de muchos usos, hábitos y
costumbres machistas, sino de verticales y abusivas relaciones de poder y de
dominación.
Los varones machos no reconocen (ni quieren
reconocer), que lo que ocurre dentro de su gueto no se limita allí, ni permanece
allí, sino que se proyecta y repercute afuera (hacia el resto de la sociedad).
Las desigualdades de género perviven, gracias a que los varones no renuncian a los
privilegios y cuotas de poder, que se expresan, celebran, vivifican y refuerzan,material
y simbólicamente, en su gueto. En tal gueto se validan y legitiman las
desigualdades de género, pues con el se confirma un supuesto derecho a contar
con: a) sendos privilegios (además del espacio propio exclusivo y excluyente, se
cuentan actitudes y comportamientos, como la agresividad, la vulgaridad, la
asquerosidad, etcétera, que son practicados en el gueto y que, en escala menor, se
proyectan, consciente o inconscientemente, hacia otros espacios sociales), y b) significativas
cuotas de poder (poder que les confiere el sentirse, asumirse y mostrarse,
tanto en privado como en público, superiores, machistas, sexistas, misóginos,
homofóbicos, etc.).
El auge del movimiento feminista primero y
lésbico gay después (con la consiguiente visibilización de la homosexualidad) coadyuvaron
a la proliferación de espacios formales e informales solo para varones (con parámetros
rígidos y severos). Frente a los movimientos feminista y lésbico gay, los
varones machistas reaccionaron fugando a espacios cada vez más herméticos y cerrados.
En estos espacios diversos (que abarcan desde el decimonónico salón de negocios
para caballeros a la contemporánea canchita de fútbol barrial), los machos se
permitían y permiten actitudes y comportamientos, que ya no se podían ni pueden
practicar en otros espacios sociales (en el espacio público principalmente, pero
también, en relativa medida, en el espacio privado [por ejemplo no en el
negocio, pero si en la casa]). En el gueto masculino abundan las demostraciones
abusivas de poder(tanto directas como indirectas, verbales y/o físicas,
materiales y simbólicas etc.), demostraciones de superioridad, sexismo,
misoginia y homofobia (así, en muchas canchas de futbolito, los varones se
agreden, denuestan y humillan, se ridiculizan y minimizan, a sí mismos y a los
demás, a través de mofas, burlas y guaseos [tratándose de tontos, lerdos, gansos,
etc.] y a través de feminizaciones y mariconizaciones [denigrando, de paso, la
feminidad y la gaydad]; allí los machos se enfrascan en constante competencia de dominio
y sumisión).
La defensa cerrada que los varones machos hacen
de estos espacios (y de las conductas y comportamientos allí asumidos), siempre
se basan en justificaciones que carecen de cualquier asomo de autocrítica (justificaciones
tales como “así se comportan los hombres”, “así son [somos] los hombres”, “necesito
expresarme como hombre” [“necesitamos expresarnos como hombres”], etc.). Con la
deliberada exclusión de mujeres y gays (o trans), ya sea parcial o completa,
solo se refuerza la naturaleza del gueto (exclusión que puede expresarse de
maneras diversas, desde la cortesía a la franca hostilidad). Al
fin y al cabo el macho bruto, salvaje y troglodita está prácticamente proscrito
de otros espacios sociales.
3. Equidad entre mujeres y varones. |
Mientras exista el gueto masculino, las
posibilidades de acabar con las desigualdades de género seguirán siendo precarias.
Un real y formal horizonte de igualdad entre mujeres y varones depende, en notable
medida, de que el gueto masculino desaparezca. Mientras que haya varones que
defiendan la validez y legitimidad del gueto masculino, habrá machismo (y sus
conspicuos representantes serán precisamente aquellos varones que defiendan el
gueto).
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes:
1. Imagen tomada de: lamula.pe
2. Imagen tomada de: blog.pucp.edu.pe
3. Imagen tomada de: escsecfridakhalo0646.blogspot.com
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