Amistades mías:
Reciban mis más cordiales saludos y parabienes.
Siguiendo con el segundo hito a considerar, “el matrimonio civil”. La revolución francesa, en tanto revolución burguesa, rompió con muchas estructuras sociales del antiguo régimen feudal aristocrático (estructuras tales como la organización estamental, las relaciones feudovasalláticas, los privilegios de la aristocracia, etc.). Sin embargo, mantuvo vigente, aunque con algunos cambios, la institución matrimonial. En este sentido, los varones burgueses revolucionarios llegaron a apreciar, por diversos motivos, el matrimonio. Así, lo apreciaron en su calidad de mecanismo de inserción e integración social (durante el antiguo régimen el matrimonio apenas era un mecanismo de integración familiar). Pero,más que nada, el matrimonio fue apreciado por que, hasta cierto punto, permitió poner coto a las veleidades revolucionarias mujeriles.
1. Alianzas para boda. |
Durante la revolución, las mujeres jugaron un papel nada desdeñable. Fueron ellas las que encabezaron las masas hacia la toma de la Bastilla y fueron ellas las que dirigieron la marcha a Versalles, que terminó con el apresamiento del rey francés. Las mujeres se convirtieron, hasta cierto punto, en las depositarias de la moral revolucionaria (a ellas apelaron los acusadores de la reina al denunciarla como incestuosa y a ellas apeló la reina para limpiarse de tamaña acusación). Las mujeres, entonces, no solo se atrevieron a pedir derechos, exigieron ciudadanía.
El vínculo marital ayudó a acabar con esta situación, pues sujetaba a la mujer al marido (al hacerla depender jurídica y legalmente del esposo), es decir, que el matrimonio se constituyó esencialmente como un instrumento de dominación (del varón hacia la mujer). A la par con esto, el matrimonio también se erigió como el único medio reconocido a nivel jurídico legal para constituir familia. Siendo así, si se buscaba alcanzar el modelo referencial de familia (el nuclear), se hizo necesario contraer nupcias (casarse paso a dar inicio a la familia). El matrimonio civil, en tanto institución burguesa, cambiaba la competencia de su realización de manos de la iglesia a las del estado (el estado burgués).
Entre el referente de familia nuclear y la institución estatal del matrimonio se estableció un marco social que fungió de parámetro para la vida de las personas. Aquí el matrimonio de varón con mujer (o viceversa), en tanto mecanismo de inserción social, adquirió notable relevancia. Era el vínculo social que, de manera válida y legítima, le permitía a la pareja completar su familia (a través de la descendencia). El matrimonio daba inicio a la familia ante los ojos del hombre, pero recién con la prole se constituía una verdadera familia “natural”.
Pareja, matrimonio, descendencia y familia nuclear delimitaron, por décadas, la vida de la gente. Dichas instancias moldearon las existencias de las personas. Para la segunda mitad del siglo XIX, al modo de vida que transitaba entre esas instancias específicas, un estudioso alemán le dio el nombre de heterosexualidad.
En suma, la heterosexualidad surge como una instancia que dota a ciertas estructuras sociales del régimen burgués de cierto sentido de unidad, a la vez que les permite quedar “definidas” en un mismo todo. Surge como la instancia que define esencialmente a los sujetos (le da sentido a ser varón y a ser mujer). Con el paso del tiempo, en la mentalidad occidental la heterosexualidad fue adquiriendo carta de “naturalización” y, al final, terminó convirtiéndose en el centro de un modelo social, al interior del cual apenas había surgido como su forma de justificación, validación y legitimación pseudocientífica.
Finalmente, el tercer hito es el que posiciona a la heterosexualidad como un modelo céntrico de la sociedad. La implantación del orden social burgués (a lo largo de la primera mitad del siglo XIX) implicó, entre otras cosas, una rígida separación de sus diversos ámbitos sociales: lo político de lo económico, lo estatal de lo eclesial, lo público de lo privado, etc. Bajo esta última separación, la de lo público y lo privado, los diversos aspectos que conformaban la vida humana (los políticos, los culturales, los afectivos, los sexuales, etc.), fueron separados, ordenados y organizados en dos ámbitos específicos (en concordancia con los ámbitos de lo público y lo privado).
Siendo así, la vida de las personas se escindió en dos claras facetas: la pública y la privada. La faceta pública (en donde se ordenó lo político, lo cultural, etc.) dio pie a un sujeto específico, a quien se le concedieron atributos particulares (derechos y libertades considerados como inherentes a su ser), mientras que la faceta privada (en donde se ordenó lo afectivo, lo sexual, etc.) también dio pie a otro sujeto igualmente específico, con atribuciones igualmente particulares (supuestas conductas e instintos connaturales a su ser).
Es aquí que surge el sujeto ciudadano como habitante del ámbito público, mientras que el ámbito privado se vería habitado por el sujeto sexual. Este último sujeto es el que terminaría designándose como “heterosexual”. La heterosexualidad pasó, así, a convertirse, en la normativa central que regiría, en adelante, la vida privada de las personas (de la misma manera en que la ciudadanía pasó a regir la vida pública de la gente). Y ser heterosexual se volvió, entonces, la única (y oficial) instancia identitaria que gozaría, en adelante, de validez y legitimidad social.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Imágenes.
1. Imagen tomada de: bodanovia.com
2. Imagen tomada de: lacolumnata.es
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