martes, 8 de mayo de 2012

REFERENTES DE HOMOSEXUALIDAD Y TRANSGÉNERIDAD.

Amistades mías:
Reciban mis más cordiales saludos.

Pareja lésbica.
Alguna vez se han preguntado acerca de aquello que orienta sus vidas genéricas y sexuales. Ojo, aquí no estoy hablando de sus preferencias sexuales ni de sus opciones genéricas, más bien pregunto por su vida sexual en relación a lo genérico y sexual, pregunto acerca de aquellas instancias sociales a las que se remiten sus estilos de vida genéricos y sexuales.
Para cualquier persona, inmersa dentro de la sociedad occidental (sin excluir a las sociedades occidentalizadas), es difícil, por decir lo menos, caer en cuenta y tomar conciencia de que vivimos bajo un régimen heteronormativo, que al ser impuesto como único, devienen en heterosexista.
Dicho régimen influye, condiciona y hasta determina no solo las formas en que vemos la vida, sino, también, las formas en que organizamos nuestras existencias. Si la normativa de un régimen, que se impone como único, apunta a que todas y todos debemos ser heterosexuales, resulta lógico el qué todas las ideas y representaciones de la realidad apunten en esa dirección, el que todos los usos y costumbres se organicen en esa dirección.
Por consiguiente, encontramos imágenes y referentes de heterosexualidad desde que llegamos al mundo. Así, si no nacimos dentro de una pareja hetero casada o arrejuntada (o que ya no está, pero lo estuvo), encontramos parejas de tías y tíos, abuelas y abuelos, primas y primos, vecinas y vecinos, etc. Conocemos amistades, profesores, colegas, etcétera, que tienen en común su heterosexualidad. Familiares, allegados y hasta desconocidos hablan con nosotras y nosotros de nuestra vida presente y futura, como si se diera por sentado que todo el mundo fuera heterosexual (nos inquieren sobre nuestra pareja hetero, nuestro compromiso hetero, nuestra descendencia, etc.). Vemos heterosexualidad en periódicos, revistas, películas, telenovelas, series, noticieros, etc. Vemos parejas heteros en las calles, que, de tanta aceptación que tienen, pasan inadvertidas.
En la escuela, en los cursos de ciencias naturales, biología, psicología, historia, civismo, etcétera, recibimos mas referencias a la heterosexualidad. En biología se nos dice que el fin de la vida es dar vida (referencia equivoca del saber científico burgués, que se remite a la visión social heteronormativa y reproductivista). En historia siempre se nos habla de personajes en noviazgo, connubio, viudez y hasta con amantes, pero siempre heterosexuales (se omiten, también, las prácticas afectivas y sexuales de personajes y culturas, que sean distintas a la heteronormatividad).
En el ámbito jurídico legal, todas las leyes y jurisprudencia relativas a la familia son, básicamente, heteronormativas (el matrimonio es el mayor ejemplo). En el ámbito público, las y los políticos (y ni que decir de las y los funcionarios del estado) no hacen más que reforzar y reafirmar los valores de la heteronormatividad (lo que refuerza la exclusión de las diversidades). E incluso en la internet, la mayoría de los contenidos públicos, o están dirigidos a heterosexuales, o están heteronormados (o, peor aún, son impositivamente heterosexistas). Ciertamente los ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito.

Pareja guei.
En resumen, la heterosexualidad y la heteronormatividad son ubicuas en nuestras vidas, son omnipresentes. Consecuentemente, el régimen sexual de occidente, al imponer la heterosexualidad como única forma de relacionarse afectiva y sexualmente, no permite, ni da lugar, a otras manifestaciones afectivo sexuales. En tal sentido, la población en general solo puede percibir y visualizar semejante heterosexismo, como si se tratara de la cosa más natural y normal del mundo (anótese, aquí, que los criterios de lo natural y lo normal, fueron impuestos por el saber científico burgués como “dispositivos” de control, tanto de su régimen social, como de su régimen sexual).
En este contexto, las personas cuyas necesidades y deseos afectivo sexuales se asemejan al modelo heteronormativo, no solo naturalizan su propio sentir, sino que, además, llegan a ignorar y desconocer la posibilidad de experiencias y sentires diversos (sin imágenes y referentes de diversidad, las posibilidades de imaginar o concebir algo distinto a la heterosexualidad, se reducen y se hacen ínfimas). Por su parte, las personas cuyas necesidades y deseos afectivo sexuales difieren del modelo heteronormativo, se ven disminuidas y encuentran muchas dificultades para llevar una vida plena (al no tener imágenes ni referentes a los cuales remitirse, su desarrollo y desenvolvimiento personal se hace, prácticamente, a ciegas).
Sin referentes oficiales sobre diversidades genéricas y sexuales (distintas a la heterosexualidad), la población en general tiende a ignorar y desconocer cualquier manifestación distinta a la heteronormada. Este sería el punto de partida de la homofobia y la transfobia, pues, comúnmente, lo desconocido genera miedo y el miedo engendra odio. Las personas, a nivel individual y colectivo, temen y odian aquello que desconocen. Por consiguiente, al no haber referentes sociales sobre la homosexualidad (lesbianismo y gueidad) y la transgeneridad (transvestismo, transexualidad, etc.), la discriminación, la exclusión, la marginación y la violencia se convierten en la respuesta hacia aquello que se ignora y se desconoce.
Para conjurar la homofobia y la transfobia (con sus secuelas de discriminación, exclusión, marginación y violencia) se hace completamente necesario, el que la homosexualidad y la transgeneridad tengan referentes sociales (también ubicuos y omnipresente), a los cuales la población en general se remita. Se hace necesario que la homosexualidad y la transgeneridad ocupen un lugar en el espacio público y político (de la misma forma y al mismo nivel que ocurre con la heterosexualidad). No basta con buscar normas y leyes que frenen la discriminación y la exclusión o que sancionen la marginación y la violencia. Ello, por sí solo, no producirá ningún cambio.
Sin referentes sociales (públicos y políticos) que permitan conocer la homosexualidad y la transgeneridad y que, además, orienten a la población sobre su validez y legitimidad, la plena integración de las personas homosexuales y transgéneros será una quimera, una utopía. La homofobia y la transfobia jamás desaparecerán sin referentes claros y precisos de homosexualidad y transgeneridad.
Tales referentes deben ser producidos por la propia población LGT (lésbica, guei y trans), por las y los activistas LGT, por las comunidades LGT. Tómese en cuenta que, en toda sociedad y cultura, los referentes sociales oficiales siempre muestran aquellas actitudes, comportamientos, usos y costumbres, que las poblaciones en general consideran representativos de sí mismos. Hacer lo mismo no es tarea sencilla, ni mucho menos fácil, pues, en sociedades heterosexistas como las nuestras (occidentales y occidentalizadas), no basta con producir referentes claros y específicos sobre homosexualidad y transgeneridad, sino, también, luchar para que dichos referentes sean aceptados por toda la sociedad (con la misma valía y en las mismas condiciones que los referentes de heterosexualidad).

Trans masculino y su pareja.

Por último, una posible alternativa a la producción de referentes, claros y precisos, de homosexualidad y transgeneridad, pasa por la abolición de las identidades sexogenéricas (la hetero, la homo, la trans, etc.), pero el grueso de la población no mira en esa dirección. Más aún, no se cuenta con gente dedicada a producir los necesarios referentes de diversidad genérica y sexual, que sustituyan a las identidades sexogenéricas ya establecidas. Ni tampoco hay activismos políticos que hagan proselitismo, que convenzan y sensibilicen a la población en general, para ir en esa dirección (es más, las y los pocos propulsores de tal abolicionismo están bastante “divorciados” del sentir mayoritario de la población [la hetero, la homo, la trans, etc.]).
Sea como fuere, la producción y tenencia de referentes sociales (políticos y públicos) sobre diversidades genéricas y sexuales alternas a la heterosexualidad y a la heteronormatividad, es un requisito más que indispensable, si se quiere lograr la plena inserción social.

Se despide, su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Imagen tomada de: terra.com.mx
2. Imagen tomada de: sarahabilleira.com
3. Imagen tomada de: taringa.net

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