martes, 25 de enero de 2011

MARICAS, MARICONES.


Queridas amistades:
Les saludo y les envió mis mejores deseos.

En estos últimos días, en el Perú, las declaraciones de varios jerarcas de la iglesia católica sobre el matrimonio y las uniones civiles entre personas del mismo sexo, han sido bastante homofóbicas.
En este contexto, como un hecho curioso, uno de los prelados, en sus declaraciones, hizo una observación lingüística que no tardo en generar polémica. Las palabras del obispo emérito de la diócesis de Chimbote se referían, a la forma en que las gentes deben referirse, a aquellas personas que gustan y se relacionan sexual y afectivamente con personas de su propio sexo.

Las palabras exactas del prelado católico fueron: “…porque hablan tanto de gay, gay, gay, hablemos en castellano, en criollo, maricones, así se dice…”.
Estas declaraciones, para muchas gentes, entre heteros y homosexuales, eran supuestamente ofensivas, pues dicho término (maricones) había sido usado en sentido peyorativo y, además, dicha palabra tenía un sentido despectivo, denigrante.
De lleno discrepo con estas apreciaciones, pues, sin defender al obispo chimbotano, no percibí que esta declaración se haya vertido con intenciones injuriantes. Más aún, el uso de la palabra maricón por parte del prelado, se hizo bajo un argumento que utilizan varios activistas varones homosexuales, para reivindicar el término marica: la reivindicación de la lengua española.
Particularmente si considero que lo dicho por el obispo católico era discriminatorio, pero lo era porque en su visión no se contemplaba el derecho que tienen las gentes a la auto denominación, a que se reconozca como válida y legítima la forma en que quieran ser tratados y reconocidos.
En tal sentido, es innegable que un sector importante, quizás mayoritario, de la población homosexual varonil, se identifica con el anglicismo “gay” (dicho sector poblacional se autodenomina y quiere ser denominado como “gay”).
Bajo esa premisa, ninguna persona, por más jerarca eclesiástico que sea, tienen derecho a imponer a las gentes, como deben o tienen que autodenominarse o ser denominados (eso más bien resulta una postura patriarcal, autoritaria y fascistona).
Ahora, en relación al término maricón, este no es más que el superlativo del término marica. Así, comparativamente, se encuentran los siguientes superlativos: de hombre: hombrón, de mujer: mujerón, de ballena: ballenón, de cabro: cabrón, de camioneta: camión, de marica: maricón, etc. En consecuencia, tanto el término marica como el de maricón (y sus plurales maricas y maricones), tienen, filológicamente hablando, el mismo sentido originario.
Dicho sentido, a lo largo de la historia ha variado notablemente. Al respecto, en la lengua española, hasta el siglo XVIII, el término marica designaba a las personas afeminadas o transvestidas. Para el siglo XIX, bajo un proceso de feminización de la homosexualidad, el término marica, en el habla española, paso a designar a las personas homosexuales (en este contexto es que se empezó a considerar que la persona homosexual era necesariamente afeminada o transvestida y que todo afeminado o transvestido era indefectiblemente un homosexual).
Mas en la polémica arriba mencionada, muchas gentes recurrieron a los diccionarios, especialmente al de la RAE, para “demostrar” que el termino maricón no significaba homosexual o gay, sino cobarde, pusilánime, apocado, etc.
Dichas gentes no toman en cuenta que los diccionarios en general, tan solo son referenciales y de ninguna manera son la última palabra en cuestión de definiciones. Más aún, las definiciones de los diccionarios son, en la mayoría de los casos, bastante elitistas, ya que, en muchos casos, no consignan definiciones comunes, populares o vulgares.

Ello sucede con el término marica, que, en sus orígenes, era el diminutivo del nombre femenino María. Entonces, a nivel popular, en lengua española, dicho nombre de mujer sirvió y aún sirve para insultar a un varón, del cual se ponía en duda su “hombría” (costumbre que también se daba y se da en el habla popular de otras lenguas europeas, así en ingles se usaba y se usa Mary Anne, Nancy o Nelly, en italiano Checca [Francesca], en portugués Adelaida, etc.).
Nuevamente en el habla común de la lengua española, hasta la popularización del término homosexual en la segunda mitad del siglo XX, era común usar el término marica (y su superlativo maricón) para referirse al varón que gustaba de otro varón.
Aquí, lo que la mayoría de las y los que están en contra del término marica (y maricón) pasan por alto, es que a lo largo de la historia europea y cristiana, la homosexualidad nunca fue bien vista (y más aún, era una realidad invisibilizada). Por lo tanto, cuando la homosexualidad se hacía visible, los términos utilizados para referirse a ella eran, indefectiblemente, peyorativos.
Al respecto, en la Europa occidental, hasta el siglo XVIII, el término oficial para referirse a un varón que tenía sexo con otro varón era el de sodomita (término de claras connotaciones religiosas y jurídicas). Para el siglo XIX, y antes de la feminización de la homosexualidad, el termino sodomita había devenido en demasiado jurídico (elitista) y se empezó a utilizar la noción de pervertido.
Si se fijan bien, notaran que los tres términos tenían y aún tienen connotaciones peyorativas. El sodomita es un delincuente, el pervertido es un malviviente y, en el habla española, marica es feminizante (lo que para el machismo patriarcal es negativo).
Aquí se entrecruzan una serie de consideraciones machista y homofóbicas. Así, bajo el orden social machista, se relaciona marica con cobarde, dado que la competitividad machista exige arrojo y valentía del varón. Y si se esperaba que el varón fuera valeroso, de la mujer se esperaba timidez. En este contexto, el varón homosexual y afeminado (algo negativo desde el punto de vista homofóbico), no es tímido (algo positivo para la mujer según el punto de vista machista), sino cobarde (algo negativo). La relación entonces estaba hecha, el varón homosexual y afeminado, un marica, era un cobarde, por lo que marica y cobarde se hicieron sinónimos.
Ahora, bajo el orden heterosexista y homofóbico, la homosexualidad no solo es negativa, sino que es la suma de todo lo negativo, razón por la que el marica no solo es un cobarde, sino, también, un malviviente y un delincuente. Pero a esta sumatoria de lo negativo, la impronta machista le aporta una jerarquía. Así, si, moralmente hablando, ser malviviente y ser delincuente es bastante grave, para el machismo el ser marica (en tanto afeminado y cobarde) es peor (las y los mayores recordaran que hasta hace poco, muchos padres decían que preferían un hijo ladrón/delincuente o drogadicto/malviviente/enfermo que maricon).
Esta imbricación conceptual, en el habla española, es un proceso que se ha dado entre los siglos XIX y XX. Más este proceso no ha sido excepcional. En el habla inglesa, los términos homosexual y gay, antes de su reivindicación nominal, eran términos tan o más peyorativos que el término marica.
El anglosajón término homosexual, antes de su reivindicación por el activismo en pro de la diversidad sexual (de Hirschfeld en adelante), designaba a un enfermo (homosexual = enfermo). Por su parte el anglosajón término gay, durante el siglo XIX, designaba a gentes de mal vivir. Así, gay se le decía a una mujer de “vida alegre”, o sea, a una prostituta y también gay se le decía a un varón de “vida alegre”, o sea, a un homosexual (la reivindicación del término gay recién data de la segunda mitad del siglo XX, tras la revuelta de Stonewall).
En consecuencia, se tiene que, en los paises de habla inglesa, el activismo en pro de la diversidad sexual forzó un proceso de reivindicación terminológica "nacionalista", mientras que en los paises de habla hispana el activismo, si bien también se forzó un proceso de reivindicación terminológica, este se dio prefiriendo el uso alienado de términos anglicanizantes (proceso que se dio a la sombra de la americanización de los estilos de vida en el mundo, tras la segunda guerra mundial).
Actualmente, en el mundo hispanohablante las poblaciones de varones que gustan de y se relacionan sexual y afectivamente con otros varones y que en su mayoría se auto reconocen bajo los términos de homosexual y gay, se encuentran renuentes a todo intento de reivindicación del término marica y ni que hablar de sus superlativo maricon (y, lamentablemente, la mayoría de las veces sus argumentaciones son de tipo prejuicioso).

Para finalizar, y volviendo a lo declarado por el obispo católico, su uso de la palabra marica se dio, a todas luces, con la intención de rechazar un término extranjerizante (el anglicismo gay), a favor del uso de una palabra de la lengua española, el término maricones (¿maricas?).
Por lo tanto, si partimos de la reivindicación del habla española, lo dicho por el prelado chimbotano me resulta de lo menos homofóbico que dijo en sus innegables declaraciones discriminatorias (que negaban la igualdad entre homosexuales y heterosexuales).

Se despide su amigo uranista.

Ho.

Imágenes.
1. Foto tomada de: pospost.blogspot.com
2. Imagen tomadad de: republicavirtual.wordpress.com
3. Foto tomada de: debates.coches.net

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