Queridxs amigxs:
Saludos con todxs y buenos deseos (espero que sepan disculpar la largueza de esta entrega).
Este último viernes llegue temprano a la reunión de una comisión de trabajo y mientras esperaba a que llegara la gente, me puse a conversar con una de las participantes que se encontraban presentes y llegamos a enfrascarnos en un debate, acerca de lo que me pareció una defensa de la “pureza cultural”.
No entrare en detalles sobre el tema, por que me interesa más el trasfondo de sus argumentaciones.
Empezare por desglosar lo que parece ser el marco teórico de la compañera, el cual, si no me equivoco, es el discurso relativista, hijo de la ideología postmoderna. Dicho discurso parte del supuesto (y recalco lo de supuesto) previo de que todas las sociedades y culturas tienen el igual valía epistemológica.
Saludos con todxs y buenos deseos (espero que sepan disculpar la largueza de esta entrega).
Este último viernes llegue temprano a la reunión de una comisión de trabajo y mientras esperaba a que llegara la gente, me puse a conversar con una de las participantes que se encontraban presentes y llegamos a enfrascarnos en un debate, acerca de lo que me pareció una defensa de la “pureza cultural”.
No entrare en detalles sobre el tema, por que me interesa más el trasfondo de sus argumentaciones.
Empezare por desglosar lo que parece ser el marco teórico de la compañera, el cual, si no me equivoco, es el discurso relativista, hijo de la ideología postmoderna. Dicho discurso parte del supuesto (y recalco lo de supuesto) previo de que todas las sociedades y culturas tienen el igual valía epistemológica.
En este sentido, el discurso relativista, llevado a sus extremos, deviene en una postura eminentemente reaccionaria (todo queda igual, pues nada es mejor).
Uno de los principales postulados del discurso relativista, es el de que las diversas sociedades existentes, al ser valiosísima su producción cultural, tendrían la potestad de mantener su pureza cultural, permaneciendo aisladas de toda influencia, condicionamiento o determinación externa (ya sea esta positiva o negativa).
Uno de los principales postulados del discurso relativista, es el de que las diversas sociedades existentes, al ser valiosísima su producción cultural, tendrían la potestad de mantener su pureza cultural, permaneciendo aisladas de toda influencia, condicionamiento o determinación externa (ya sea esta positiva o negativa).
El inconveniente con este planteamiento discursivo es que, entre otras cosas, es el sustento ideológico de las políticas de gueto, donde los diversos grupos sociales, para mantener sus rasgos culturales intactos, deben vivir como islas, sin la obligación de conocer o comprender lo foráneo a su entorno. Bajo este planteamiento, la integración social es improcedente, pues ella conlleva, necesariamente, a ciertos niveles de estandarización cultural.
Históricamente, el desarrollo, desenvolvimiento e integración de las sociedades, se ha dado, invariablemente, a través de sendos procesos de estandarización cultural. Anótese aquí, que no pretendo pasar por alto, los costos sociales que suelen acompañar a estos procesos de estandarización, tan solo quiero recalcar que aquello que conocemos, en el mundo occidental y occidentalizado, como proceso civilizatorio, no es más que un innegable proceso de estandarización cultural. Ello quiere decir, que, a través de la historia, el devenir de la humanidad ha pasado, necesariamente, por la superación de ciertos caracteres culturales a favor de otros.
Hoy por hoy podemos encontrar, que muchos de los planteamientos que defienden la mayoría de los movimientos sociales (el obrero, el antirracista, el feminista, el guei lésbico, etc.), no son más que intentos de estandarización cultural. Se encuentra así:
- La defensa de la democracia obedece a la visión de un estado organizado a la manera occidental, con división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y separación de ámbitos (lo político de lo económico, lo estatal de lo eclesial, lo público de lo privado, etc.).
- La laicidad del estado es un planteamiento de origen netamente liberal y occidental.
- Los derechos humanos, su defensa e implantación, obedece a políticas de corte liberal y occidental.
- El principio feminista de equidad de género se origina, inequívocamente, en principios liberales y occidentales.
- La articulación de identidades sexuales, como la hetero o la homosexual, obedece, indefectiblemente, a instancias de poder occidentales (como la del ámbito de la sexualidad).
- El mismo discurso relativista es de origen occidental y antitético, es decir, que surge, hasta cierto punto, en oposición a los discursos etnocentristas y fundamentalistas (lo que lo inscribe en la lógica binaria de los opuestos, que es producto de la cultura occidental).
Históricamente, el desarrollo, desenvolvimiento e integración de las sociedades, se ha dado, invariablemente, a través de sendos procesos de estandarización cultural. Anótese aquí, que no pretendo pasar por alto, los costos sociales que suelen acompañar a estos procesos de estandarización, tan solo quiero recalcar que aquello que conocemos, en el mundo occidental y occidentalizado, como proceso civilizatorio, no es más que un innegable proceso de estandarización cultural. Ello quiere decir, que, a través de la historia, el devenir de la humanidad ha pasado, necesariamente, por la superación de ciertos caracteres culturales a favor de otros.
Hoy por hoy podemos encontrar, que muchos de los planteamientos que defienden la mayoría de los movimientos sociales (el obrero, el antirracista, el feminista, el guei lésbico, etc.), no son más que intentos de estandarización cultural. Se encuentra así:
- La defensa de la democracia obedece a la visión de un estado organizado a la manera occidental, con división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y separación de ámbitos (lo político de lo económico, lo estatal de lo eclesial, lo público de lo privado, etc.).
- La laicidad del estado es un planteamiento de origen netamente liberal y occidental.
- Los derechos humanos, su defensa e implantación, obedece a políticas de corte liberal y occidental.
- El principio feminista de equidad de género se origina, inequívocamente, en principios liberales y occidentales.
- La articulación de identidades sexuales, como la hetero o la homosexual, obedece, indefectiblemente, a instancias de poder occidentales (como la del ámbito de la sexualidad).
- El mismo discurso relativista es de origen occidental y antitético, es decir, que surge, hasta cierto punto, en oposición a los discursos etnocentristas y fundamentalistas (lo que lo inscribe en la lógica binaria de los opuestos, que es producto de la cultura occidental).
Ello significa que la conformación de cada sociedad, no se hace sobre un vacio, de la nada, sino sobre cierta base de caracteres culturales preexistentes, en muchos casos, disimiles entre sí. Semejante sumatoria de caracteres culturales diversos, implica, entonces, que todas las culturas existentes no son prístinas, no son completamente originales, sino que son, en mucho, el producto de muchas innumerables “innovaciones” y “prestamos”.
Esto apunta, indefectiblemente, a que toda cultura, es, en gran medida, una amalgama de caracteres culturales de diverso origen, por lo que, de ninguna manera, se puede hablar de pureza cultural. Todas las culturas del mundo son producto de la hibridación, son híbridos resultantes del sincretismo, de la aculturación, de la imposición, etc., pero jamás son el resultado de un desarrollo aislado, autárquico.
Más aún, se puede decir que una cultura está viva, cuando es dinámica, cuando está en constante cambio, en constante renovacion de sus caracteres distintivos, por lo que jamás se mantienen en una situación de pureza virginal.
Con relacion a los llamados "préstamos culturales" (resultado de la inevitable transferencia de información, que ha existido, siempre, entre todas las sociedades), esto suena a herejía para muchxs relativistas, quienes parecen soñar con la inmutabilidad de las sociedades, y en el remoto caso de considerar la posibilidad de que se dé un nuevo rasgo, éste tiene que haberse producido al interior mismo de la cultura, o de lo contrario no debería ser incorporado jamás, pues se corre el riesgo de contaminar lo inmaculado de su ser.
Para finalizar, la postura relativista, esgrimida por muchxs en forma por demás superficial, debe ser cuestionada en varios de sus planteamientos, pues su equiparación indiscriminada de toda producción cultural, resulta, en gran medida, inaceptable e insostenible en todos los sentidos.
Se despide su amigo uranista.
Ho.
Ho.