lunes, 31 de agosto de 2009

LAS OPINIONES NO SE RESPETAN.

Queridxs amigxs:
Reciban mis más sinceros saludos y parabienes.

Me resulta cansado escribirles sobre algo, que pensé había dejado atrás. Sin embargo, leo, cada cierto tiempo, la misma machacona idea desinformada, de que hay que respetar las ideas de los demás.
Mi respuesta, ante ello, es invariable, se respeta a las personas, se respeta su derecho a opinar, pero, de ningún modo, se respetan sus opiniones.
La razón es muy simple, si semejante premisa fuera cierta, las opiniones de antidemócratas, racistas, misóginxs, homofóbicxs, etc., tendrían que ser respetadas y eso es sencillamente intolerable.
Ante tal planteamiento, para seguir adelante, daré una pequeña definición de lo que es una opinión. Según Word Reference, una opinión es la: "idea, juicio o concepto que se tiene sobre alguien o algo" y según la RAE, una opinión es un: "dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable".

Notaran que una opinión es algo elaborado, no un simple parecer o sentir. En otras palabras, una opinión implica, necesariamente, una argumentación. Y añado, una bien fundada argumentación. Más aún, la definición de la RAE sostiene que, una opinión es algo cuestionable, o sea, algo que se puede poner en duda, algo sobre lo que se puede discutir, disputar o polemizar.
Lamentablemente, a pesar de que la tradición cultural de occidente nos ha legado la impronta, de que todo conocimiento humano se enriquece con la controversia, parece haberse asentado, sobre la mentalidad de mucha gente, la idea de que discutir, debatir, cuestionar las opiniones ajenas, es una falta de respeto, es una demostración de intolerancia.
Nada más alejado de la realidad. Al respecto, en sociedades que pasan por procesos de crisis y/o cambios, la anomia social crece, es decir, que se desarticulan los viejos moldes sociales, se produce la caducidad de las normas y valores tradicionales. Por este motivo, mucha gente se refugia en sus ideas y creencias consuetudinarias, pues ellas pasan a convertirse, en las únicas certezas que quedan en sus vidas.
Ello explicaría, hasta cierto punto, que en algunas sociedades latinoamericanas, algunas personas se obstinen y obcequen con que se “respeten” y no se contravengan sus ideas u opiniones, aún cuando dichas personas tengan cierta conciencia, de que ellas no sean cabales o correctas. Agregamos a ello, que, por nuestra mirada etnocéntrica y egocéntrica, muy pocas personas llegan a reconocer, abierta y sinceramente, que su manera de ser o su pensamiento sea imperfecto, erróneo o equivoco, a pesar de que la humanidad no se caracterice por su perfección.
Reconocer nuestra humana imperfección, nos obligaría, forzosamente, a tener que aceptar, que nuestras ideas y opiniones no solo son imperfectas, sino que, además, pueden ser corregidas.
En consecuencia, ya que todas las ideas u opiniones son imperfectas o perfectibles, ello significa que, también, son susceptibles de quedar sometidas a discusión, a debate o polémica, lo cual destierra, por completo, cualquier noción acerca de que las ideas u opiniones deban ser respetadas.

Esta situación es reconocida a nivel de derechos y libertades, pues ateniéndonos a las leyes de los estados democráticos, no hay en ellas nada que nos obligue a tener que estar de acuerdo, con todo lo que sostengan o sustenten lo demás, es más, tenemos derecho a disentir, a discrepar, a contradecir, todo aquello que difiera, se oponga o vaya en contra de nuestras costumbres, creencias o ideas. Por extensión, tenemos derecho a no respetar lo que hagan, crean o digan los demás. Ello implica, indefectiblemente, que podemos criticar, rechazar, humillar, desprestigiar, aplastar, etc. todas las ideas u opiniones que creamos equivocadas según nuestro propio criterio.
Para finalizar, según la tradición ideológica y jurídico legal de occidente, en stricto sensu, sólo la persona humana es realmente merecedora de respeto.
Por consiguiente, repito lo que vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo atrás: se respeta a las personas, se respeta su derecho a expresarse, (ya que expresarse es una manifestación inherente a la condición de persona), pero, de ningún modo, se respetan las opiniones.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

martes, 25 de agosto de 2009

M/PATERNIDAD HOMOSEXUAL.

Queridísimas amistades:
Los saludo y les deseo muchas felicidades.
El tema al que me referiré en esta ocasión, me resulta particularmente urticante, debido a que, hasta la fecha, no hay un tratamiento verdaderamente “objetivo” de la cuestión.
Por lo tanto, me aproximare al tema por negación, ya que, les confieso, me resulta la vía menos empantanada a seguir.
Tomare como punto de partida, el que nadie en el mundo necesita tener hijx(s) para realizarse como persona (querer hacerlo es otro tema).
Ello es así, porque no existe un apremio biológico, un instinto, que nos impulse a reproducirnos (esa postura es ideológica, de origen burgués positivista y data del siglos XIX). Entonces, tener hijxs, entre los seres humanos, es una opción, (quien quiera tenerlos, los tendrá y quien no lo desee, es su potestad).
A continuación, separemos la cuestión de ser progenitora o progenitor, ejercer la maternidad o paternidad y tener descendencia.
Aunque mucha gente asuma que estas tres cuestiones son lo mismo, no lo son. A grandes rasgos, una cosa es procrear (ser progenitora o progenitor), otra es criar y cuidar a lxs hijxs (ejercer la maternidad o paternidad) y otra es contar con una sucesión filial (descendencia).
Si hago estos distingos, es porque la mayoría de la gente mezcla aquellas tres cuestiones, generando una gran confusión.
Entonces, ¿para qué quieren ser madres y padres las lesbianas y los gueis?, las respuestas varían de acuerdo al sentido espiritual, ontológico, que cada quien le imprima a su vida individual o familiar. Claro está, que algunas respuestas serán más razonables que otras, pero, en su mayoría, serán legítimas y válidas.
Seguidamente, me limitare a las tres cuestiones mencionadas (ser progenitora o progenitor, ejercer la maternidad o paternidad y tener descendencia), cuyo tratamiento me resulta altamente cuestionable.
Sobre la primera, no me resulta legítimo y válido argüir el derecho como razón para tener hijxs, es decir, no atraco aquello de que tener hijxs es un derecho.
Lamentablemente esa es una perversión discursiva de origen ideológico liberal, en la que se incurre comúnmente.
Aclaremos, aquí, que es un derecho. La noción de derecho que maneja occidente, es de origen ideológico liberal político (data apenas del siglo XVIII). Para el liberalismo político, un derecho es una facultad muy ligada al valor de uso y a la propiedad. Y lamentablemente, vivimos en una sociedad que habla mucho de libertades y derechos, pero enmudece cuando se trata de obligaciones y deberes.
Esta visión de los derechos, ha influido tanto sobre las relaciones humanas (entre ellas las de parentesco), que mucha gente solo piensa sus relaciones interpersonales en función a los criterios de posesión y uso. Podemos hablar, entonces, de un proceso de “cosificación” y “deshumanización” de las relaciones humanas. Así, en relación al parentesco, muchos varones machistas consideran que su esposa es su propiedad, mientras que muchas madres y muchos padres consideran que tener un hijo es como adquirir una propiedad.

Desde un punto de vista ético y moral, criar y proteger a lxs hijxs no es un derecho, es un deber, ya que un ser humano no es una cosa sobre la que se pueda exigir derecho de posesión. Tener hijxs es una responsabilidad y mientras esta última visión no se erija como la única posible, seguirán habiendo abortos injustificados, niñas y niños abandonados o malas madres y malos padres.
Para la segunda cuestión, parto de reconocer que la vinculación de maternidad y paternidad con la noción de descendencia es inveterada. Sin embargo, la restricción de dicha vinculación a la consanguinidad forzosa y obligatoria es un hecho reciente, es propia de la sociedad burguesa contemporánea.
Con anterioridad a la comprobación tecnológico científica de la consanguinidad, la filiación familiar obedecía a criterios de tipo moral (la fe en la fidelidad de la cónyuge). Más aún, en muchas sociedades de tribus, de filiación matrilineal, de la antigüedad, etc., la descendencia directa nunca fue indispensable.
Así, entre los griegos y los romanos, la adopción era tan válida y legítima como la descendencia directa, pues lo que más importaba era a perpetuación del linaje familiar, a través del nombre y no de la consanguinidad.
Todo esto era posible gracias a que, históricamente, las relaciones de parentesco, eran, ante todo, relaciones sociales en vez de consanguíneas.
Por lo tanto, la obsesión por lxs hijxs consanguíneos entre las parejas lésbicas y gueis, resulta obedecer, más bien, a un sentido anacrónico y alienado de descendencia, antes que una necesidad de ser madre o padre.
La tercera cuestión, es la referida a la procreación, al hecho de ser progenitora o progenitor. Resulta que hay una visión muy extendida, entre lesbianas y gueis que aspiran a tener hijxs consanguíneos y es la de prescindir de uno de lxs progenitorxs. Me explico, una pareja homosexual acude a un tercero, que hace las veces de donante (de óvulos o de semen), para tener hijxs y luego, exigir que, este último, se desentienda del “producto” (la[s] o el[los] hijxs).
Estas parejas homosexuales han asumido, como valido, el nivel de deshumanización a las que han llegado las relaciones de (m/p)aternidad en la sociedad occidental.
Al respecto, al considerar que tener hijxs en un derecho y no una responsabilidad, muchas personas asumen que como todo derecho, si no se quiere, no se ejerce. Así, se encuentran: varones que dejan mujeres embarazadas y se desentiende del asunto, mujeres que no se cuidan y luego abortan injustificadamente o regalan a sus bebes. Incluso, hay parejas que tienen hijxs sin quererlos, a quienes maltratan y hasta abusan de ellxs.
En respuesta a estos niveles de deshumanización, los nuevos enfoques de (m/p)aternidad responsable hablan del nuevo rol de madres y padres, como fuentes de afecto, protección y guía de lxs hijxs y no solo como simples progenitores. Este nuevo enfoque, habla de que madres y padres deben estar profundamente involucrados en el desarrollo y desenvolvimiento de lxs hijxs.
Bajo estas premisas, el uso de mujeres y varones como simples donantes de óvulos o esperma, solo refuerza la visión de que cualquier persona, puede desatenderse de la obligación y la responsabilidad de traer hijxs al mundo. Así, solamente se promueve la cosificación de la procreación y la deshumanización del hecho de ser progenitora o progenitor.
La exclusión de la o el donante de óvulos o semen, de la obligación y la responsabilidad de traer hijxs al mundo, por parte de las parejas lésbicas y gueis, refleja, sin lugar a dudas, un sentido bastante alienado de (m/p)aternidad, pues no se busca para lxs hijxs una familia comprometida con la maternidad y la paternidad (a través de una familia alternativa, que podría ser la pareja homosexual, la o el progenitor [m/p]adre y la[s] o el[los] hijxs), sino, tan solo, el imitar el modelo de familia nuclear heterosexista, el conformado por mamá, papá e hijxs, o sea, una pareja heterosexual y sus hijxs (en este caso, la pareja homosexual y sus hijxs serían la imitación).

Que quede claro hasta aquí, que ser madres y padres homosexuales me resulta una vocación válida y legítima, pero también considero que ello, pasa, necesariamente, por tener una visión alternativa al modelo familiar, único y excluyente, que impera en occidente (el de la familia nuclear heterosexual y consanguínea). Después de todo, asumirse como lesbiana o guei significó romper con el molde identitario heterosexual. ¿Por qué, entonces, volver al redil siguiendo el modelo heterosexual de familia?

Se despide su amigo uranista.

Ho.

lunes, 17 de agosto de 2009

LA ABOLICIÓN DEL MATRIMONIO.

Queridxs amigxs:
Reciban mis saludos y parabienes.

Este último sábado, en una reunión de “trabajo”, salió a la conversación el tema del matrimonio homosexual, motivo por el que enmudecí, ya que las y los presentes sabían de mi postura contra el matrimonio en general.

Se que algunas personas están en contra del matrimonio, por considerar que este no es necesario para establecer relaciones afectivo sexuales, ese no es mi punto, ya que para mí, el asunto no pasa por querer o no casarse.
No se trata de una cuestión de derechos, sino de estructuras sociales.
Al respecto, vivimos bajo un orden social organizado en torno a ciertos lineamientos, dictados por el discurso liberal político (ojo, hablo de liberalismo y no del neoliberalismo). Ello es más que evidente, pues el andamiaje jurídico legal de los estados occidentales (los estados conocidos como “democrático liberales”) y, más aún, el ordenamiento jurídico legal internacional, se basan en planeamientos tomados de dicho discurso liberal (ejemplo: el reconocimiento del matrimonio como relación contractual, la separación de los poderes del estado en ejecutivo, legislativo y judicial o el sistema de derechos humanos y ciudadanos).
Otros principios de este discurso liberal son: a) que el ser humano es esencialmente libre, b) que la voluntad es la fuente del derecho, c) que los diversos ámbitos de la sociedad deben estar separados (lo político de lo económico, lo estatal de lo eclesial, lo público de los privado, etc.), etc.
Siguiendo estos lineamientos, lo público y lo privado son ámbitos disociados que no deben mezclarse (supuestamente son ámbitos autónomos). Siendo así, se supone que en cualquier país occidental u occidentalizado, el estado (identificado con lo público) no debe tener ninguna injerencia en la esfera personal de los particulares (es decir, en la esfera de lo privado).
Por tal motivo, la vida sexual, que corresponde a la esfera de lo privado, no debe tener ninguna relevancia, en el desenvolvimiento público de las personas. Ello supone que si, por ejemplo, uno es swinger u homosexual, el estado no tendría por qué inmiscuirse, no tendría por qué importarle.
Lo mismo sucede con la vida familiar. Sin embargo, el estado si interviene en la vida familiar a través del matrimonio.
¿Cómo? Se preguntaran. Pues, el estado, a través de la regencia y regulación de esta institución (que el liberalismo redujo a simple contrato), dictamina para que casarse, quienes deben casarse y como hacerlo.
Así, el estado occidental fuerza y obliga a lo siguiente:
¿Para que casarse?, para fundar familia. En occidente, solo se reconoce al matrimonio, como la única instancia legítima para fundar familia (así figura en la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Según esta visión, si no hay matrimonio no hay familia (¿y las madres solteras con sus hijas y/o hijos y/o las y/o los hermanos huérfanos a cargo de la(s) o el(los) mayor(es), por ejemplo?)
¿Quienes deben casarse?, las y los heterosexuales (el casamiento, tal como se le concibe en occidente, es una relación heterosexista). Solo las mujeres con los varones y los varones con las mujeres están reconocidos como sujetas y sujetos, con derecho a contraer nupcias.
¿Como casarse?, en pareja monogámica. Los estados occidentales solo admiten como válidas, a nivel jurídico legal, las parejas monogámicas (aquí no hay de otra, pues una pareja abierta se ve amenazada, con la noción de adulterio como causal de divorcio y, peor aún, las personas que practiquen la poliandria o la poliginia no se ven reconocidas y hasta son penalizadas).

En consecuencia, el matrimonio debería ser abolido, pues el estado, a través de aquella instancia, decide por las y los ciudadanos, controla su vida privada, cuando, se supone, que el estado no debería inmiscuirse en esa esfera.
El matrimonio, al ser la única instancia reconocida, legal y jurídicamente, se torna en el único referente social, esto implica que la gente, se compenetre emocionalmente con el y no vea, ni reconozca, otras alternativas.
La llamada unión civil, que siempre he dicho que es la misma cosa con distinto nombre, sigue apelando al estado como instancia rectora de la vida privada e invisibiliza cualquier posibilidad de articular vínculos familiares alternativos a la pareja monogámica heterosexista.
El matrimonio, la unión civil o como quieran llamarla, es la única relación familiar regida y regulada por el estado (las otras solamente son reconocidas). Y mientras se siga permitiendo que el estado, rija y regule los diversos vínculos familiares existentes (ya sea que se trate de los vínculos familiares que fueran), se refuerza la visión conservadora de que la familia es la célula básica de la sociedad (visión de innegable origen cristiano medieval). Esta visión solo da poder, a aquellos grupos sociales, conservadores y reaccionarios, que la usan e imponen como único referente social, válido y legítimo (permitiendo, con ello, la discriminación y marginación de todas aquellas personas, que no pueden o no quieren identificarse con semejante referente monista).
El estado no debería regir, ni regular, la vida familiar de nadie, motivo por el que cada quien debería tener la libertad, de escoger la forma que mejor le plazca para vincularse familiarmente y, además, su decisión volitiva debería ser reconocida, a nivel jurídico legal, sin ningún problema (estos son los fundamentos ideológicos del llamado estado democrático liberal). En otras palabras, el estado deberia reconocer, en condición de plena igualdad, cualquier tipo de organización familiar que se manifieste socialmente.
Para ello, y por una cuestión elemental de respeto y tolerancia hacia la diversidad familiar, el matrimonio debería ser abolido.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

domingo, 9 de agosto de 2009

VOYEUR.

Queridxs amigxs:
Reciban mis más sinceros saludos y afectos.
Hace años atrás, en mi alma mater se organizó una charla, en la cual, el tema a tratar era la “diversidad sexual”. Lo curioso fue, que de los diversos panelistas que expusieron sus ideas, ninguno se centro en el tema y más bien, se dedicaron a hablar de lo que hacían sus respectivas agrupaciones (gays todas). Por ello, me vi precisado, en la ronda de preguntas final, a interrogar, a aquellos panelistas, acerca de que entendía cada quien por “diversidad sexual”. Para mi sorpresa, solo uno dio nociones acerca del tema y dentro de sus explicaciones, uso como ejemplo de dicha diversidad sexual al voyerismo.
Confieso que la respuesta me fue satisfactoria, pues no solo fue directa y concisa, sino que además, el ejemplo usado por el panelista, fue dado en primera persona (yo voyeur).
El hecho de haberse puesto en primera persona, como practicante de dicha expresión sexual, resultaba muy grato para mí, ya que, en nuestro país, la mayoría tiende a negarla por temor a ser tildado de enfermo o pervertido.
Y es que, no solo en el imaginario popular, sino, también, la pseudo sexología, catalogan al voyeur como “miron” (con innegable connotación peyorativa), como “morboso”.
Pero el voyeur no es ni un enfermo, ni un pervertido, ni un morboso. Semejantes calificativos, provienen de una visión heterosexista, que llega al extremo de homogenizar el sexo, no solo en lo referente a los deseos y necesidades sexuales, sino, también, en lo referente a sus expresiones y prácticas. Así, las expresiones sexuales se ven limitadas únicamente al sexo coital, mientras que las demás expresiones sexuales, como el voyerismo, caen en la estigmatización y satanización.

Sin embargo, el estudio sexológico, verdaderamente científico, no censura aquellas expresiones sexuales que se apartan de la heteronormativi-dad. Contrariamente, las revalora como parte de la rica variedad de expresiones personales, que caracterizan la irreductible diversidad humana.
Al respecto, se encuentra que los sexólogos Masters y Johnson definen al voyeur, utilizando, aproximadamente, los siguientes términos: individua o individuo que obtiene placer sexual, observando las prácticas y relaciones corporales de otrxs o atisbando a una persona semidesnuda o desnuda.
Cabria aclarar, aquí, aquello que denominan “placer sexual”. Más no me embarco en esa tarea, pues no es algo sobre lo que halla consensos claros. En su lugar, puedo afirmar que todas las personas obtenemos o logramos placer de diversas formas (por ejemplo, algunxs sienten mayor placer jugando y otrxs lo sienten comiendo) y lo mismo se puede decir del ámbito de lo sexual. Hay quienes logran placer sexual con la interacción directa y hay quienes lo obtienen, indirectamente, con solo mirar.
Lo único importante, en el ámbito de lo sexual, es el respeto a la persona y el disfrute del sexo.
En este amplio marco, la expresión voyeur puede manifestarse a través de una amplia gama de situaciones, que tienen como componente común: la observación del otrx y la no interacción directa, momentánea o permanente, con la o el sujeto observado.
De la mano con el prejuicio, el pensamiento común y ciertxs pseudo sexólogxs sostienen que: la o el voyeur, necesariamente, viola la intimidad ajena; la o el voyeur siempre se masturba; la o el voyeur es un(a) miron(a) compulsivx; que solo los varones son voyeristas; que lxs voyeristas tienen dificultad para relacionarse con otrxs, que jamás se relacionan en parejas, etc.
Es innegable que, como en todas las manifestaciones sexuales, dentro de la población voyeur hay de todo como en botica, hay personas nefastas y personas valiosas, y no se puede meter a todxs en el mismo saco.

Aclaremos aquí que, como en toda manifestación sexual, la voyeridad (para no usar el término voyerismo) se da en diversos niveles, desde lxs voyeurs exclusivos a lxs ocasionales (dentro de estos últimos, están aquellxs que gustan de mirar como complemento a sus demás prácticas sexuales); la voyeridad acusa, también, diversas posibilidades, desde la visión de pornografía hasta la contratación de personas para que se dejen mirar. Que les quede claro, entonces, que la gama de niveles y posibilidades voyeristas es verdaderamente amplia.
En tal sentido, al igual que sucede con las demás manifestaciones sexuales, cualquier persona puede tener una pisca de voyeur o puede ser una voyerista redomada, pero ello no, necesariamente, va en detrimento de la salud psicológica o física de nadie, ni mucho menos, atenta contra la sociedad.
La verdadera diversidad sexual, tolera y permite cualquier práctica sexual, que, dentro del marco del respeto a la persona y el disfrute del sexo, pueda enriquecer la infinita gama de usos, hábitos y costumbres que caracterizan a la humanidad.
En consecuencia, ser voyerista es una expresion sexual tan respetable, como formar una pareja heterosexual.

Se despide su amigo uranista.

Ho.

domingo, 2 de agosto de 2009

8 HORAS.

Queridxs amigxs:
Nuevamente los saludo y les envió mis mejores deseos.
Les contare que regularmente no me sorprendo, con las cosas que ocurren y de las que me entero, aunque, a pesar de mis denodados esfuerzos por lograr el más absoluto estoicismo, siempre hay algo que me deja perplejo y anonadado. Lo último resultó ser, el hecho de que muchas ONG’s que defienden derechos humanos, hacen trabajar a sus empleados jornadas laborales de más de 8 horas diarias (llegando algunos a afirmar, que son jornadas de hasta 12 horas al día).
Eso lo esperaba de lxs puercos empresarixs neoliberales, pero, ¡de una ONG que defiende derechos humanos!, ¿en dónde estamos?
Ojo, cuando me refiero a ONG’s de DD.HH., hablo de cualquiera dedicada a derechos, no solo en general, sino también en específico (derechos de las mujeres, antirracistas, de homosexuales, etc.).
No es necesario recalcar, que el reclamo por la jornada laboral de 8 horas data del siglo XIX, reclamo que iba en contra el abuso de los empresarios industriales, que obligaban a trabajar a sus obreros jornadas de hasta 18 horas al día; que la OIT, desde 1919, oficializó la jornada laboral de 48 horas semanales; que el criterio de 8 horas se basó en la división del día en tres partes: 8 horas para trabajar, 8 horas para descansar (dormir) y 8 horas para la casa (la familia); que es un derecho reconocido a nivel mundial; etc.

Podría hablar, incluso, de que este paradigma se ha superado, ventajosamente, en países del primer mundo (principalmente en Europa), donde ya no hay una jornada laboral de 48 horas a la semana (trabajos de 8 horas diarias, de lunes a viernes), sino de 40 horas semanales y hasta de 35 horas.
Más aún, en algunos países del primer mundo hay salarios mínimos por hora de trabajo y se ha llegado al punto, de que este salario mínimo por hora no sea plano, sino proporcional, es decir, que el salario sea mayor en temporadas, días y horas que tienen claras desventajas.
Como se aprecia, la sociedad civilizada busca mejorar la calidad de vida de los trabajadores, pero en nuestro país, tan latinoamericano, tan tercermundista, hasta las ONG’s libertarias explotan a sus empleados.
Precisamente, en Latinoamérica, algunos estudios apuntan a que la población económicamente activa de la región, llega a trabajar un promedio de entre ¡72 horas a la semana!, esto es, ¡12 horas diarias de lunes a sábado!
A eso se llama, con todas sus letras, ABUSO y EXPLOTACIÓN.
Hagamos, aquí, un repaso del día de un trabajador que soporta sus 72 horas de explotación.
Primeramente: trabajar 12 horas diarias, como un siervo o un esclavo, por un sueldo miserable (que inclusive no siendo el mínimo, jamás alcanza), para poder sustentarse a lo largo de un mes. Nos quedan 12 horas del día (los que no ganan ni siquiera el mínimo, tendrán que trabajar más horas).
Segundamente: descansar, dormir, 8 horas diarias. Al respecto, diversos estudios afirman que, el ser humano promedio requiere de, aproximadamente, 8 horas diarias para descansar, habiendo quien necesite menos horas y quien necesite más. Su salud y su mejor desenvolvimiento laboral y social, exigen que las horas de sueño sean respetadas. Esto nos deja con 4 horas del día.
Terceramente: ¿alguien, en su sano juicio, considera posible, poder llevar una vida personal, familiar y social con solo cuatro horas al día?
Sin lugar a dudas, lxs explotadores dirán que para eso esta el día de descanso, pero, no estamos hablando de robots, estamos hablando de seres humanos.
Nuestras relaciones afectivas, con lxs (m/p)adres, las parejas, lxs hijxs, las amistades, etc., necesitan de tiempo para que sean de calidad. No se pueden, mecánicamente, postergar para más tarde o para mañana.
Necesitamos tiempo para dedicarlo a la relajación y al entretenimiento (el mal llamado ocio). Sobre este punto, muchas y muchos psicólogos y médicos afirman que la relajación y el entretenimiento, son vitales, necesarios, para nuestro desarrollo integral como seres humanos. Estas necesidades no pueden ser postergadas para el día de descanso, por que son necesidades cotidianas, repito, no somos robots. Aquellas y aquellos psicólogos y médicos afirman, también, que nuestro desempeño laboral mejora notablemente, satisfaciendo dichas necesidades de “ocio”.

Si bien hasta la década de los sesenta, lxs puercxs neoliberales podían alegar, que trabajar la mitad de un día, era una cuestión que dependía, únicamente, de la voluntad de cada persona, pues ese esfuerzo redundaría en su progreso individual y familiar; hoy por hoy, con el desarrollo de las investigaciones psicológicas y medicas, difícilmente alguien puede negar, que la prolongación abusiva de una jornada laboral, no tenga efectos negativos sobre la salud, psicológica, emocional y física de toda persona. Lamentablemente, en nuestra realidades latinoamericanas y tercermundistas, si hasta las ONG’s que defienden derechos humanos son negligentes y abusivas con sus trabajadores ¿Qué se puede esperar de lxs empresarixs insensibles y/o neoliberales?

Se despide su amigo uranista.

Ho.